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Al ilustrísimo Señor o ilustrísima señora que pueda tener competencia para solucionar mi problema.
Ante todo gracias por leer mi petición, que, de ser debidamente atendida, tendrán en mi un eterno agradecido.
Me llamo Eustaquio de Covadonga, y mi desgracia es que pretendo que un tal Rigoberto Costablanca, responda a mis muchas interpelaciones que a diario le hago, pero este individuo no me hace caso. Pasa de mis escritos como si no los viera, y eso que pongo mucho interés en darle cierto tono de amistad para que me responda.
Yo necesito esas respuestas como el pan que me como, como el rico pasto para la vaca, como el recodo necesita del camino, como la vela del velero el viento que mueva la embarcación. Como el árabe necesita al mendigo para que al darle su limosna Alá lo tenga como bondadoso y generoso. Necesito esas repuestas como la amapola necesita al trigal, como el ave la pequeña ramita con la que confeccionar el nido para su nidada. En definitiva para vivir, para sentirme realizado, para dejar de derramar lágrimas de impotencia.
Si usted que puede, señor o señora, tuviesen la amabilidad de ayudarme, sería para mí como el maná para el pueblo errante judío, o como la red llena de sardina para el pescador, o como las pinturas al óleo para el lienzo virgen que necesita ser coloreado.
Si usted, señora o señor mío, viera mis lágrima recorrer mi rostro cuando me veo ninguneado, seguro que atendería mi súplica, y si he de pagar por ello, pídanme el peaje necesario que lo pagaré muy gustoso.
Que los dioses les hagan ver de esa mi necesidad, y hagan que el tal Rigoberto Costablanca, se ablande y me responda una sola vez. Con una sería eternamente feliz, y mis llantos, hoy de pena , se tornarán llantos de felicidad.
Suyo, y atentamente
Eustaquio Covadonga