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    Ellos están afuera

    Tatsumaru
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    Mensaje por Tatsumaru Dom Abr 05, 2015 2:59 pm

    Hoy he matado a la vecina de abajo, no tenía personalmente nada en su contra. Las últimas semanas ha estado rondando por la puerta, arañando con las uñas y murmurando palabras, molestando mientras jugaba y leía. No me explico cómo me pude distraer y permitir que entrase, un error que he pagado . Veo las marcas que le ha dejado en el cuerpo la pelea que sostuvimos. Tiene cardenales causados por la escoba en brazos y pecho, de modo que ellos siguen conservando esa cualidad. El destrozo en su cara no lo llevo mal y no aparto la mirada, es curioso el dibujo de la herida y lo que contiene. Examino que debería sentir lo que se denomina un sentimiento adecuado, el de pena. Pero no lo encuentro,  se dice que debería recordarla como era pero aparte de alivio porque no me haya mordido ni tocado y no comunicase mi presencia sólo hemos compartido  el ascensor cuando bajaba a sacar al perro.

    -Hola, buenos días.

    -Hola.-decía yo rápido.

    Estoy decidiendo qué hacer con su cadáver, lo arrastro por los pies. No puedo tirarlo por la ventana o dejarlo a la puerta del bloque,  la señora que se llamaba...esta señora puede atraer a los que rondan ahí fuera, que conservan cierta inteligencia y están dotados con un fino olfato para la carroña. Los perdigonazos que le han abierto la cara les llevaría a deducir que alguien vive aquí, es mejor no dejarlo al  azar de que evolucionen en sus deducciones. Nunca he estado en forma pero soy ágil y rápido y esto me supera tras haber bajado un piso. La suelto y me siento en el suelo a su lado pese al asco que me dan las baldosas, sentarme encima del cuerpo sería vomitivo, tengo que elegir. Tengo una chocolatina Mars de cuando hice acopio de víveres, y busco la fecha de caducidad. No es suficiente, los ingredientes son azúcar, leche en polvo, manteca de cacao, leche en polvo, grasa vegetal, derivados de leche al 10 por ciento ¿Dónde la han fabricado? Vale, pero miro de nuevo al fecha de caducidad por asegurarme, 27 de Septiembre de 2018. Azúcar, leche, contiene alergenos ¿Tengo que asustarme? No, pero me imagino recreando con temor la hinchazón de los miembros y los efectos secundarios. Vuelvo a los ingredientes, es tranquilizador, y la consumo separando la cobertura de chocolate exterior y el caramelo , así es como me gusta hacerlo, tiene algo especial que no puedo describir. Al trabajo. Recuerdo que el 4B tiene la puerta entreabierta y dejo el cargamento en la bañera. Toca ir al piso del portero, que recuerdo que había encalado parte de la fachada. Con fortuna habrán unos sacos sobrantes ¿Podré tirar la puerta abajo? ¿El ruido que haré lo podré soportar? ¿O advertirá de mi presencia? Azúcar, derivados de leche al 10 por ciento, tenía alergenos, cacahuetes, el perro de la señora era un yorkshire con un collar rojo y tachones metálicos. Ya voy mejor, me he  estabilizado y bajo.


    En el bloque de pisos al otro lado de la calle, en la planta alta, en la ventana cuarta contando desde la izquierda, ha aparecido alguien que sujeta un cartel y lo pega a la ventana, pero hago como que no lo he visto. El reflejo de un espejo que capta los rayos del sol baila en la habitación. Dios santo, metete en tus cosas y déjame en paz. Es insoportable, así que me dirijo a la ventana. Hago una señal con la mano, no llego a levantar al completo el brazo, a ver, ¿qué quieres? La persona, una chica, hace un gesto al cartel y señala a la calle, hay uno de ellos con la melena desgreñada que se mueve a veces con titubeos y otras, poseída de una furia incontrolada, arranca a correr y pega con la mano a los coches abandonados haciendo trizas los cristales de las ventanilla. La chica me hace otra señal, pero no la capto por haber cerrado los ojos deliberadamente, la cabeza empieza a darme vueltas y a incomodarme. Lo repite. Que lea el cartel. Cojo los prismáticos con desgana y enfoco. Con grandes letras escritas a bolígrafo negro:

    "Tengo ambre. No tengo harmas, ese hestá ahí abajo ¿Podrías hayudarme?"

    Sonrío con suficiencia y compasión ante las groseras faltas de ortografía y muevo el pulgar para que lo vea, ok. Corro las cortinas y me enfrasco en la partida tras respirar profundamente y encasquetarme los auriculares que silencian y disipan el motor del grupo electrógeno y su zumbido, se vuelve ahora más que nunca crucial encontrar el objeto de mi videojuego, no es fundamental para la historia ya que es opcional, pero de fracasar estaré chillando y con una honda sensación de frustración y desesperanza. Tengo que concentrarme, ¿he repasado aquel rincón de la mazmorra al milímetro?


    La gasolina se ha agotado, el grupo electrógeno no puede seguir. La comida congelada se puede estropear, la vitrocerámica no andará, el microondas, no habrán partidas, ni leer con el flexo de noche tapado con las mantas. Los coches de los alrededores los he saqueado y exige una caminata de 20 minutos a la estación Shell. Estoy inquieto y antes de coger fuerzas encesto unos calcetines en la cesta de ropa sucia, cuando lo consigo me quedo recordando su trayectoria felicitándome, cuando fallo me levanto rápido y para no volver a fallar  imagino la posición de las manos y la fuerza exacta a imprimir. Cargo la escopeta, me cuelgo la canana con los cartuchos, me visto con los guantes metálicos de carnicero y el traje que he arreglado con diferentes elementos metálicos, el casco de bombero que encontré. Entrecierro los ojos al recibir la violencia del mundo exterior y comienzo a andar con precaución, pisando huevos, habría dicho mi padre. Al cabo de un minuto el corazón se me dispara y me pongo en guardia. Apunto con la escopeta.

    - Ayúdame, estoy muy débil-dice una voz al otro lado de la calle. Creo reconocerla, se mueve con dificultad y se cae, pero se repone.

    Me quedo estático y disgustado, no sé cómo reaccionar. El que andaba por nuestra calle vagando  aparece en un santiamén gritando y es automático, aprieto el gatillo a unos diez metros de mi posición. Su pierna se desintegra y aún así su voluntad de atacar es férrea, y repito la operación con su otro pie. Cambia de objetivo, supongo que en su confusa mente salvaje se ha encendido una bombilla y se arrastra por el suelo valiéndose de los antebrazos hacia la extraña que pide ayuda. La sigo con la mirada, tengo una revelación. Noto algo extraño, pero no es la necesidad de acabar con ella, la que se arrastra sin pies es una chica con pantalones cortos, y las uñas pintadas de rosa.  Examino el sentimiento pero no termino de definirlo. Quizás es su cara, la falta de otra motivación que hacer lo que se tiene que hacer, una motivación no lastrada por emociones y sentimientos ¿Simpatía? No puede ser. La otra extraña mira y supongo que lo hace suplicando que intervenga, nunca se me ha dado bien interpretar las miradas. Ella está muy lejana, detrás del muro. La veo agarrando una piedra de tamaño mediano para defenderse de quién se le acerca a morderla. Y pienso que sería mejor que le mordiese y acabase con ella para no tener que explicar mi conducta y que me la echase en cara. A la vez la ¿conexión? con la que se arrastra se termina al ser fugaz, no podía durar.  La extraña como yo falla al lanzar la piedra y las dos se arañan y se enzarzan en una pelea. Y recargo la escopeta.

      Fecha y hora actual: Dom Oct 06, 2024 4:29 am