Las muñecas sexuales hiperrealistas son un negocio creciente y millonario. El próximo objetivo: robots inteligentes que puedan enamorar a sus dueños
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Por supuesto que los avances actuales en Inteligencia Artificial están muy lejos de lograr estos objetivos. Es más: las principales investigaciones ni siquiera se están ocupando de cuestiones como la empatía, el reconocimiento de emociones o las complejas estrategias necesarias para seducir a alguien, pero hace diez años lo que McMullen logró con Real Doll también parecía imposible y, sin embargo, eso no lo detuvo. Pero no todos son tan optimistas: David Levy, autor del libro “Love & Sex with Robots”, cree que recién en 2050 habrá robots con la capacidad de enamorar a un humano.
“Los robots seguramente van a ser diferentes a la hora del sexo que los seres humanos, ni mejores ni peores, pero los seres humanos también somos todos diferentes. El robot no va a poder reemplazar al ser humano en muchos aspectos pero en otros sí. Un encuentro sexual con un robot seguramente va a poder ser muy intenso y excitante, pero la sexualidad incluye otros aspectos, emocionales por ejemplo, que van a ser más difíciles de imitar”, le explicó a LA NACION el sexólogo Patricio Gómez Di Leva.
Para el especialista, no hay nada de qué temer: “Creo que van a ser muy útiles para cumplir algunas fantasías como tener tríos o experiencias de sexo grupal donde el temor a que uno de los miembros de la pareja se involucre emocionalmente con el tercero suele ser muy frecuente”.
Tomarse en serio la posibilidad de contar con robots sexuales más sofisticados y complejos implica, entre otras cosas, pensar en cuáles podrían ser sus consecuencias. Y una vez que los prejuicios son dejados de lado, esta nueva generación tecnológica podría servir no sólo como entretenimiento, sino también con fines pedagógicos y médicos, como instrumentos para la iniciación sexual o para tratar disfunciones. Algunos, incluso, creen que podrían ser la herramienta ideal para, en un futuro, erradicar para siempre el trabajo sexual.
“Es un prejuicio pensar que las relaciones sexuales de una persona sólo pueden ser tenidas con otro humano. La sexualidad requiere de flexibilidad y de adaptación a los cambios. La sexualidad es una sola y recorre la historia, pero sus formas fueron cambiando a lo largo del tiempo y así seguirá siendo. La sexualidad del futuro es difícil de imaginar pero seguramente incluya a los robots entre nuestras sábanas”, concluyó Gómez Di Leva.
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Mientras en todo el mundo resurgen viejas polémicas éticas con la creciente automatización de procesos que antes eran realizados por humanos -como manipular elementos tóxicos, conducir un auto o, incluso, llevar adelante operaciones médicas-, una nueva generación de robots se asoma en el horizonte. Y su llegada promete ser mucho más revolucionaria y provocadora, porque se mete de lleno en uno de los aspectos más delicados y complejos de las personas: la sexualidad.
“Dentro de muy poco será posible tener relaciones sexuales con robots que accionen y reaccionen a nuestros movimientos”, explicó el director del Instituto de Tecnología de Estocolmo, Henrik Christensen. Y no es el único que cree esto. Son numerosos los especialistas que estiman que la próxima oleada tecnológica cambiará el modo en el que pensamos nuestros vínculos sexuales.
La avanzada en este campo la llevan adelante las Real Dolls, sofisticadas e hiperrealistas muñecas de silicona que son un éxito de venta.
Estos objetos vienen con un amplísimo catálogo de variantes para el color de piel, ojos y pelo, además de numerosas posibilidades de personalización de rasgos faciales y variantes en el tamaño de las partes de su cuerpo. Así, cada Real Doll es única y también costosa: su precio puede llegar hasta los $8,000, lo que no fue un obstáculo para que se vendieran miles en los últimos tres años, gracias a una alta tasa de satisfacción por parte de clientes de todo el mundo. La cinta “Lars y la chica real”, en la que Ryan Gosling se enamora de una de ellas, también ayudó a su difusión.
Aunque la mayoría de sus modelos son femeninos, Real Dolls también tiene muñecos masculinos, que son anatómicamente perfectos e incluyen detalles como vellos en el cuerpo o piercing en sus pezones. También se pueden ordenar muñecos con diferentes combinaciones de órganos sexuales o partes removibles para poder intercambiarlos. Las posibilidades de personalización son enormes pero, por cuestiones éticas, la empresa no reproduce el aspecto de personas reales.
La principal barrera para que el negocio de las muñecas sexuales crezca son los prejuicios que lo rodean. Sus usuarios no suelen hablar públicamente del tema, sino que recurren a grupos secretos de Facebook o foros secretos con seudónimos para compartir experiencias e impresiones.
La revista Vanity Fair le dedicó el año pasado un largo ensayo fotográfico a las Real Dolls (con imágenes que pueden ser sensibles para algunos lectores) en donde tuvo el testimonio de David Mills, un reconocido autor de ensayos y libros sobre ateísmo de 55 años, que se animó a contar que él mismo tenía una muñeca sexual y que luego de tres matrimonios y de haberse acostado con alrededor de 180 mujeres, recién ahora tiene las mejores relaciones sexuales de su vida. Los nombres de los clientes de Real Dolls -una lista que incluye celebridades, deportistas y hasta un premio Nobel- son guardados celosamente y es la discreción es parte del negocio.
“Mi principal problema es que me encantan las mujeres pero no me siento cómodo rodeado de gente”, explicó. Su muñeca se llama Taffy, le costó $7,149 y resultó ser la solución perfecta para sus necesidades. “Las mujeres han disfrutado de juguetes sexuales desde hace 50 años, ¡quizá desde hace 5 mil años incluso! Pero lo cierto es que los hombres somos estigmatizados si los usamos. Debemos corregir eso”, le dijo a la publicación.
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El CEO y fundador de las Real Dolls, Matt McMullen, está satisfecho con el nivel de mímesis alcanzado por sus creaciones, que hoy tienen cabellos y piel realistas, pero tiene un ambicioso plan: dotar a sus sofisticados gadgets con los últimos adelantos de inteligencia artificial, el nuevo campo de moda en Silicon Valley, y darle vida a sus muñecas. Si hoy hay bots que mantienen conversaciones con humanos, ¿por qué no podrían hacerlo las Real Dolls?
Desde hace dos años los ingenieros en su fábrica San Marcos, California, están trabajando para dotar de personalidad a las muñecas, dándoles la habilidad de escuchar a sus dueños y responder a sus preguntas, comentarios y pedidos. Incluso, la idea es que estos gadgtes puedan seducir aún más a sus dueños, comprendiendo y accediendo (o no) a sus pedidos. En algunos reportajes, McMullen afirmó que busca que sus robots puedan no sólo tener sexo con sus dueños sino también enamorarlos.
Por supuesto que los avances actuales en Inteligencia Artificial están muy lejos de lograr estos objetivos. Es más: las principales investigaciones ni siquiera se están ocupando de cuestiones como la empatía, el reconocimiento de emociones o las complejas estrategias necesarias para seducir a alguien, pero hace diez años lo que McMullen logró con Real Doll también parecía imposible y, sin embargo, eso no lo detuvo. Pero no todos son tan optimistas: David Levy, autor del libro “Love & Sex with Robots”, cree que recién en 2050 habrá robots con la capacidad de enamorar a un humano.
“Los robots seguramente van a ser diferentes a la hora del sexo que los seres humanos, ni mejores ni peores, pero los seres humanos también somos todos diferentes. El robot no va a poder reemplazar al ser humano en muchos aspectos pero en otros sí. Un encuentro sexual con un robot seguramente va a poder ser muy intenso y excitante, pero la sexualidad incluye otros aspectos, emocionales por ejemplo, que van a ser más difíciles de imitar”, le explicó a LA NACION el sexólogo Patricio Gómez Di Leva.
Para el especialista, no hay nada de qué temer: “Creo que van a ser muy útiles para cumplir algunas fantasías como tener tríos o experiencias de sexo grupal donde el temor a que uno de los miembros de la pareja se involucre emocionalmente con el tercero suele ser muy frecuente”.
Tomarse en serio la posibilidad de contar con robots sexuales más sofisticados y complejos implica, entre otras cosas, pensar en cuáles podrían ser sus consecuencias. Y una vez que los prejuicios son dejados de lado, esta nueva generación tecnológica podría servir no sólo como entretenimiento, sino también con fines pedagógicos y médicos, como instrumentos para la iniciación sexual o para tratar disfunciones. Algunos, incluso, creen que podrían ser la herramienta ideal para, en un futuro, erradicar para siempre el trabajo sexual.
“Es un prejuicio pensar que las relaciones sexuales de una persona sólo pueden ser tenidas con otro humano. La sexualidad requiere de flexibilidad y de adaptación a los cambios. La sexualidad es una sola y recorre la historia, pero sus formas fueron cambiando a lo largo del tiempo y así seguirá siendo. La sexualidad del futuro es difícil de imaginar pero seguramente incluya a los robots entre nuestras sábanas”, concluyó Gómez Di Leva.
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