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Las encuestas coinciden en asignar a Podemos algo más del 20% de los votos si mañana se celebraran elecciones generales. De confirmarse un resultado semejante, sería un éxito inédito. Si revisamos los resultados de todas las elecciones generales, desde 1977 en adelante, encontraremos que el comunismo nunca obtuvo en España más del 13,4%.
En 1979, la suma de los votos del Partido Comunista de España (10,77%), Herri Batasuna (0,96%) y otros partidos menores (como la Organización Revolucionaria de los Trabajadores, el Movimiento Comunista, el Partido Comunista de los Trabajadores, etc.) alcanzó dicho porcentaje, que equivalió a poco más de 2,4 millones de votos.
El censo electoral consta actualmente de 36,5 millones de personas. Si suponemos una participación en las próximas elecciones generales del 70%, habría 25,5 millones de votos.
Aplicando a ese número de votos el 13,4% (la mejor marca histórica del comunismo en España), Podemos podría obtener 3,4 millones de votos. No es una cifra descabellada: entre las elecciones europeas y las autonómicas andaluzas del 22 de marzo pasado, Podemos triplicó su número de votos en esa comunidad autónoma. Esos 3,4 millones serían también el triple de los votos logrados por Podemos en todo el país en las pasadas elecciones europeas.
Lo que parece inverosímil es que Podemos pueda conseguir 5,1 millones de votos, cifra que correspondería al 20% de los votos emitidos. Para explicar ese porcentaje tan alto que le otorgan las encuestas solo caben dos hipótesis:
Me inclino a pensar que la segunda hipótesis es la correcta. El adecuado manejo de la propaganda, la suicida actitud de medios como La Sexta y la Cuatro (que dan espacio a un partido cuyo líder considera que “los medios de comunicación privados atentan contra la libertad de expresión”), el comprensible hartazgo de la gente con los partidos tradicionales y la ingenuidad de una parte del electorado, confluirían para que un partido comunista consiga el mejor resultado de su historia, con un 20% de los votos.
Que Podemos es un partido comunista no admite debate (el propio Pablo Iglesias se ha declarado comunista en la TV). Ya he mostrado en un artículo anterior cuál es su verdadero plan (clic aquí). Tampoco hace falta repetir que el comunismo ha fracasado allí donde se puso en práctica, ni que la propia naturaleza del comunismo conduce a un régimen totalitario, incompatible con la democracia y las libertades de las que gozamos en España (ver, por ejemplo, la experiencia de Chile al respecto).
Lo que no es razonable aceptar es que una ideología fracasada sea capaz de conseguir un súbito brote de adhesiones en España. Podría pasar con algunos cientos o incluso miles de personas incautas, pero no con millones. Sin embargo, hay al menos dos millones de españoles que no son comunistas pero están dispuestos a votar a Podemos porque no conocen su objetivo último: construir en España un sistema que reemplace la libertad del individuo por el poder omnímodo del Estado. Lo único que cabe hacer es intentar advertir a esos incautos antes de las elecciones. Después, será demasiado tarde.
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En 1979, la suma de los votos del Partido Comunista de España (10,77%), Herri Batasuna (0,96%) y otros partidos menores (como la Organización Revolucionaria de los Trabajadores, el Movimiento Comunista, el Partido Comunista de los Trabajadores, etc.) alcanzó dicho porcentaje, que equivalió a poco más de 2,4 millones de votos.
El censo electoral consta actualmente de 36,5 millones de personas. Si suponemos una participación en las próximas elecciones generales del 70%, habría 25,5 millones de votos.
Aplicando a ese número de votos el 13,4% (la mejor marca histórica del comunismo en España), Podemos podría obtener 3,4 millones de votos. No es una cifra descabellada: entre las elecciones europeas y las autonómicas andaluzas del 22 de marzo pasado, Podemos triplicó su número de votos en esa comunidad autónoma. Esos 3,4 millones serían también el triple de los votos logrados por Podemos en todo el país en las pasadas elecciones europeas.
Lo que parece inverosímil es que Podemos pueda conseguir 5,1 millones de votos, cifra que correspondería al 20% de los votos emitidos. Para explicar ese porcentaje tan alto que le otorgan las encuestas solo caben dos hipótesis:
- las encuestas están equivocadas. En este caso, en las próximas elecciones generales los votos de Podemos se mantendrían dentro de los resultados que históricamente obtuvo el comunismo en España. Es decir, no más del 13,4% de los votos, que serían unos 3,4 millones como máximo;
- hay por lo menos 1,7 millones de personas que no conocen la verdadera naturaleza de Podemos, es decir, un partido de ideales comunistas.
Me inclino a pensar que la segunda hipótesis es la correcta. El adecuado manejo de la propaganda, la suicida actitud de medios como La Sexta y la Cuatro (que dan espacio a un partido cuyo líder considera que “los medios de comunicación privados atentan contra la libertad de expresión”), el comprensible hartazgo de la gente con los partidos tradicionales y la ingenuidad de una parte del electorado, confluirían para que un partido comunista consiga el mejor resultado de su historia, con un 20% de los votos.
Que Podemos es un partido comunista no admite debate (el propio Pablo Iglesias se ha declarado comunista en la TV). Ya he mostrado en un artículo anterior cuál es su verdadero plan (clic aquí). Tampoco hace falta repetir que el comunismo ha fracasado allí donde se puso en práctica, ni que la propia naturaleza del comunismo conduce a un régimen totalitario, incompatible con la democracia y las libertades de las que gozamos en España (ver, por ejemplo, la experiencia de Chile al respecto).
Lo que no es razonable aceptar es que una ideología fracasada sea capaz de conseguir un súbito brote de adhesiones en España. Podría pasar con algunos cientos o incluso miles de personas incautas, pero no con millones. Sin embargo, hay al menos dos millones de españoles que no son comunistas pero están dispuestos a votar a Podemos porque no conocen su objetivo último: construir en España un sistema que reemplace la libertad del individuo por el poder omnímodo del Estado. Lo único que cabe hacer es intentar advertir a esos incautos antes de las elecciones. Después, será demasiado tarde.
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