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¿Qué razón tuve para votar a “Podemos”, en las últimas elecciones, cuando, ya lo he manifestado en más de una ocasión, mis ideas políticas están alejadas de las suyas? Una, sobre todo, para mí muy poderosa, que los consideraba limpios, y que la idea de limpiar las instituciones de corruptos es fundamental, y que no gobernarían. Sobre esto último porque no los considero todavía preparados para ello, pero que comenzando, limpiamente, desde las instituciones estatales más bajas, como son municipios, diputaciones para pasar a los gobiernos autonómicos, podría ser el camino para alcanzar un día la gobernanza del país tan necesitado de gente incorrupta. Otra que con su llegada, la cimentación de algunos estamentos y gentes apoltronadas, se tambalearía, y esperaba que fuera para bien.
Pude, cómo no, votar a Ciudadanos, pero considerándoles más a la derecha que al centro, y por su idea de no querer, bajo ningún concepto, un referendo en Catalunya que tantas cosas aclararía en el Principat, no lo hice. Por supuesto que votar al PP no lo he hecho nunca ni nunca lo haré, y al PSOE, que ya me engañó una vez, no tendrá, con mi voto, la ocasión de volverme a engañar.
Y aclarado lo anterior paso a lo siguiente. He dicho que el país está necesitado de ser gobernado por gente incorrupta, y, para mi desazón, he comprobado que los “podemitas” no lo son como yo quisiera, que hay pequeños detalles —sí, por ahora pequeños— que me desagradan.
La corrupción de los últimos años en España, que no es nueva, pues es algo que siempre ha habido en mayor o menor medida, en toda la sociedad y en todas las épocas, vino por la insana decisión de Aznar de posibilitar que en toda España se pudiera urbanizar cualquier terreno; bastaba que un urbanizador lo decidiera y el alcalde de turno cedía. Conozco muchos lugares donde el alcalde permitió urbanizar suelo rural y transformándolo en urbano, con el consiguiente beneficio que resultaba para propietarios y el urbanizador, al prometérsele o bien una piscina municipal, un polideportivo, un jardín público, o un mercado, y el alcalde viendo el beneficio para la ciudadanía accedía, pero luego, en la segunda o tercera recalificación de terrenos, al margen de los pequeños detalles que recibieran alcalde, concejal de urbanismo, etcétera, ya aparecieron las corruptelas, y en vez del polideportivo, o del centro escolar, o del parque con fuente incluida, estaba el 5, el 10 o hasta el 15% de comisión. Y de este tema que tanto conoceremos y se podría ampliar, quiero resaltar que para levantar el edificio más alto del mundo (aquí lo traigo como metáfora de la corrupción) se empieza por la cimentación y el primer ladrillo, que no se construye un edificio comenzando por el tejado.
Esos pequeños detalles que hemos visto en “Podemos” auguran malos caminos, y aquel que, además de pregonar limpieza y presentarse con un Mister Proper, comete alguna indelicadeza (¡qué fino estoy hoy!) puede darnos una pista de cómo puede acabar la nueva piscina municipal, el parque con fuente y árboles con jilgueros, si se convierten en otro 5, 10 o 15%.
Sí, ya sé, soy un malpensado, pero bien dice el refranero español: “piensa mal y acertarás” y en un país donde algunos políticos mienten más que gruñen, y a veces gruñen más que un cerdo, fiar en ellos me parece una temeridad y de una simplicidad apabullante. En un país donde los Cortadillo y Rinconete se dan por todos lados, o a los Luises Candelas les hacemos un monumento o titulamos calles, no nos puede extrañar las metamorfosis de los impolutos a nueva casta si ya asoman la patita, por debajo de la puerta, con algo de harina.
Mi abuela paterna, que como mujer sencilla sabía un montón, siempre me aconsejaba llevar cuidado, porque de tendero cambiaremos —aseguraba— pero no de ladrón. Me gustaría convencerme, y para ello nada mejor que demostrármelo, que en la balanza de los nuevos políticos un kilo son 1.000 gramos.
El tiempo nos lo demostrará.
El P©stiguet
¿Qué razón tuve para votar a “Podemos”, en las últimas elecciones, cuando, ya lo he manifestado en más de una ocasión, mis ideas políticas están alejadas de las suyas? Una, sobre todo, para mí muy poderosa, que los consideraba limpios, y que la idea de limpiar las instituciones de corruptos es fundamental, y que no gobernarían. Sobre esto último porque no los considero todavía preparados para ello, pero que comenzando, limpiamente, desde las instituciones estatales más bajas, como son municipios, diputaciones para pasar a los gobiernos autonómicos, podría ser el camino para alcanzar un día la gobernanza del país tan necesitado de gente incorrupta. Otra que con su llegada, la cimentación de algunos estamentos y gentes apoltronadas, se tambalearía, y esperaba que fuera para bien.
Pude, cómo no, votar a Ciudadanos, pero considerándoles más a la derecha que al centro, y por su idea de no querer, bajo ningún concepto, un referendo en Catalunya que tantas cosas aclararía en el Principat, no lo hice. Por supuesto que votar al PP no lo he hecho nunca ni nunca lo haré, y al PSOE, que ya me engañó una vez, no tendrá, con mi voto, la ocasión de volverme a engañar.
Y aclarado lo anterior paso a lo siguiente. He dicho que el país está necesitado de ser gobernado por gente incorrupta, y, para mi desazón, he comprobado que los “podemitas” no lo son como yo quisiera, que hay pequeños detalles —sí, por ahora pequeños— que me desagradan.
La corrupción de los últimos años en España, que no es nueva, pues es algo que siempre ha habido en mayor o menor medida, en toda la sociedad y en todas las épocas, vino por la insana decisión de Aznar de posibilitar que en toda España se pudiera urbanizar cualquier terreno; bastaba que un urbanizador lo decidiera y el alcalde de turno cedía. Conozco muchos lugares donde el alcalde permitió urbanizar suelo rural y transformándolo en urbano, con el consiguiente beneficio que resultaba para propietarios y el urbanizador, al prometérsele o bien una piscina municipal, un polideportivo, un jardín público, o un mercado, y el alcalde viendo el beneficio para la ciudadanía accedía, pero luego, en la segunda o tercera recalificación de terrenos, al margen de los pequeños detalles que recibieran alcalde, concejal de urbanismo, etcétera, ya aparecieron las corruptelas, y en vez del polideportivo, o del centro escolar, o del parque con fuente incluida, estaba el 5, el 10 o hasta el 15% de comisión. Y de este tema que tanto conoceremos y se podría ampliar, quiero resaltar que para levantar el edificio más alto del mundo (aquí lo traigo como metáfora de la corrupción) se empieza por la cimentación y el primer ladrillo, que no se construye un edificio comenzando por el tejado.
Esos pequeños detalles que hemos visto en “Podemos” auguran malos caminos, y aquel que, además de pregonar limpieza y presentarse con un Mister Proper, comete alguna indelicadeza (¡qué fino estoy hoy!) puede darnos una pista de cómo puede acabar la nueva piscina municipal, el parque con fuente y árboles con jilgueros, si se convierten en otro 5, 10 o 15%.
Sí, ya sé, soy un malpensado, pero bien dice el refranero español: “piensa mal y acertarás” y en un país donde algunos políticos mienten más que gruñen, y a veces gruñen más que un cerdo, fiar en ellos me parece una temeridad y de una simplicidad apabullante. En un país donde los Cortadillo y Rinconete se dan por todos lados, o a los Luises Candelas les hacemos un monumento o titulamos calles, no nos puede extrañar las metamorfosis de los impolutos a nueva casta si ya asoman la patita, por debajo de la puerta, con algo de harina.
Mi abuela paterna, que como mujer sencilla sabía un montón, siempre me aconsejaba llevar cuidado, porque de tendero cambiaremos —aseguraba— pero no de ladrón. Me gustaría convencerme, y para ello nada mejor que demostrármelo, que en la balanza de los nuevos políticos un kilo son 1.000 gramos.
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