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    EL RINCÓN DEL BUEN HUMOR

    El Postiguet
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    Mensaje por El Postiguet Lun Ago 21, 2017 4:53 pm

    Hay veces, y no sin razón, que los temas negativos acaparan gran parte, por no decir toda, en los Foros. Es por eso que para romper hielos coloque temas sin sentido, con el ánimo de apaciguar. Al fin y al cabo, reconozcámoslo de una vez, somos muy poca cosa, más bien nada, para resolver los grandes problemas de nuestro mundo. Hoy les dejo, por si gustan leer

    EL MISTERIO DEL JARRÓN CHINO

    ¡Qué torpe he sido, Dios mío! Esta exclamación nació de Ernesto, a quien la cayó al suelo, convertido en añicos, el jarrón de porcelana china regalo de tía Matilde a su esposa con motivo de su boda. A él, a Ernesto, siempre le pareció horrible esa pieza, y que estuviese donde estuviese desentonaba, pero ante la más mínima insinuación de su fealdad, Olga, su mujer, se enfurecía. “Ya sé —decía— que tía Matilde nunca te ha caído bien, pero es un detalle de su parte muy delicado, y debemos estarle agradecidos”. Y esto, o algo más parecido, Olga le repetía incluso cuando Ernesto miraba con malos ojos ese jarrón. Y ahora por su culpa estaba completamente roto. Seguro que Olga le diría que lo había roto a posta, cosa incierta, pero ante los antecedentes no cabía otra respuesta. Ernesto comenzó a pensar mil y una excusa, pero tenía la seguridad de que su esposa se enfadaría mucho, cosa que le disgustaba, y que él era el responsable.

    Olga estaba en esos momentos, precisamente, visitando a su tía Matilde, en su chalet de la playa, y él, curiosamente, debía a esa hora estar en la oficina, pero por olvido de cierta documentación volvió a su casa a recogerla, cuando, en un descuido, tropezó con la alfombra dando a caer sobre la repisa que estaba el jarrón, cayendo éste y rompiéndose. ¿Y si fingiera un robo en la casa? Ella sabe que yo estoy en la oficina, y al salir ambos esta mañana el jarrón estaba intacto. Y así fue, comenzó a abrir cajones, a mover algunos muebles, y dejar la vivienda como si un caco hubiese entrado a robar. En realidad, caso de ocurrir, bien poco podría llevarse un ladrón, pues nada de valor tenía la joven pareja en casa.

    A mediodía, tras la visita a su tía, Olga llegó a la vivienda, espantándose al ver el desastre que allí había. Llamó a su esposo por teléfono para saber cómo actuar. Una vez le contó cómo estaba todo, él le dijo que abandonaría la oficina inmediatamente y juntos pensarían en cómo hacer; no obstante le preguntó si había echado en falta, en una primera mirada, algo importante, a lo que su esposa le respondió que creía que nada; Ernesto le preguntó si habían muchas cosas rotas, y ella le dijo que no. “¿Ni siquiera el jarrón de tu tía?”, “No, Ernesto ¿por qué me lo preguntas?”, “Por si en la búsqueda de qué robar, al ladrón se le hubiese caído al suelo”. “Afortunadamente no, está intacto y me hace feliz, Ernesto, porque tía Matilde su hubiese llevado un gran disgusto”.

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