Ya pasaron 8 largos años desde que decidí emprender mi viaje para ser un hombre, el único rico que no había imitado hasta ahora.
Tenerlo todo me hacia muy feliz, pero puedo decir que, aunque yo no estaba dispuesto a renunciar a mi fortuna como el buen sidarta, si estaba dispuesto a hacer algo mejor: arriesgarla.
Mi vida de comodidades me malcrió toda mi niñez y adolescencia, y desde que me dieron la paliza de mi vida en aquel callejón oscuro, solo tuve una cosita en mente: volverme hombre.
No era algo que iba aprender escuchando las historias de trabajo duro de mi abuelo, tomando terapia con los psicólogos mas caros, o pidiendo sparrings amistosos y blandos con mis compañeros de los gimnasios mas caros, solo lo iba lograr de una forma, metiéndome de cabeza al mundo real, entrenando con maestros que le importan la fuerza mas que nada y buscando peleas con gente que realmente tire a matar. ¿Qué dices? ¿Qué puedo perder mi vida también, no solo mi dinero? Esa es EXACTAMENTE la idea.
Ya había viajado desde el océano pacifico hasta cruzando por los lados mas tradicionalista del este de Asia, entrenando tanto con los luchadores de sumo, como ninjutsu, kung fu, al menos 4 tipos de boxeo, el siempre confiable karate y uno que otro que no encuentras ni en videos de internet. Todo estaba listo para ponerme a mi mismo en prueba, de luchar de verdad, y sabía perfectamente cómo hacerlo: apuestas.
Entrando a un bar en los barrios bajos de china, Pekín, me encontré con un espectáculo muy enriquecedor, ideal para machos chingones como yo: peleas en jaulas.
Me acerque sin dudar al respetable caballero con clara ascendencia australoide a preguntar cuánto cobra por pelear.
-Eres demasiado bonito como para querer que te partan la madre-
-Soy demasiado listo como para no dejar pasar esta oportunidad
-Jajaja, lo que tu digas niño, no me culpes si tu carrera de modelo se arruina por esto-
Procedí a meterme a la jaula mientras el gorila de dos metros, bastante grande para ser un peleado chino, por cierto, terminaba su festín de filete asado con salsa agridulce, una combinación bastante atípica si me preguntan.
-Oye grandote, o me convidas o empiezo mi propio festín sin ti-
El grandote amarillo no tardo en dirigirme la mirada, y sorprendentemente sus ojos eran aun mas rasgados de frente que de perfil, posteriormente, paso a postrarse frente a mi con toda la seguridad del mundo, no era un tipo de muchas palabras, era mas del tipo que decía todo con su “seductora” mirada.
-Vaya, veo que sabes poner atención-
Al notar que el grandulón amarillo no me apartaba la mirada, creí el momento de sacar mi arma secreta, lo que estaba dispuesto a dar.
Metí mi mano en el bolsillo y saque un billetito, lo cual hizo que no solo el grandulón, sino que todo el publico me prestara atención.
-¿Vez este chequecito, grandote? Este millón de dólares serán todo tuyo si me noqueas, solo tuyo, los apostadores del bar no se quedaran con nada.-
Pronto los gritos del publico no se hicieron esperar.
-¿Qué traes pinche niño? ¿Aparte de bonito eres rico? ¿Quién te crees que eres, Chuck Norris?-
-¡¡¡Pártele la madre, xing!!!! ¡¡¡Desfigura tu cara y arrebátele el cheque!!
-¡Este niño cree que puede zangolotear su dinero aquí, dale una lección a ese blanquito de mierda!
Todo tipo de gritos hacia mi raza, mi país, mi posición social, y mis pretensiones con mi dinero, si fuera más voluble, estaría llorando en tik tok, pero yo no soy así.
La campana no se hizo sonar, y yo, sin pronunciar una palabra, le sedi el primer movimiento.
El ataco con un puñetazo, y vaya que percibí de inmediato su reputación de matador, ese puño de por si era enorme, pero cuando viene directo a tu rostro, sientes como se hace enorme, es como ver un tractor a punto de arrollarte. Mi mirada estaba extasiada, mire como estaba a punto de ser arrollado por un puño enorme y mis endorfinas inmediatamente se pusieron al 100, una sensación cubrió todo mi cuerpo, una sensación que me hizo esquivar de inmediato un golpe arrollador, aprovechando la adrenalina para saltar las paredes de la reja, primera la de mi derecha, luego la del centro del octágono, luego la del vértice izquierdo, para conectar con una de mis rodillazos patentados justo en el lado del menton. Un golpe potente certero y con mucha elegancia como a mi gusta.
Cuando el grandote con nombre de oso en chino se desmallo, yo procedía a voltear y decirle al público anonado.
-El que quiera el millón, puede venir aquí cuando quiera-
Después de eso, el público se volvió loco, algunos no se hicieron esperar para retarme, entre ellos un par de imitadores de bruce lee, convictos y exconvictos, criminales y motociclistas con todo tipo de tatuajes, alguno incluso con tatuajes budistas (cosa que tengo entendido es blasfemo hacia aquella religión). Todos listos para arrebatarme ese millón de dólares de mi incidente cuerpo.
Paso un par de semanas completas y yo me había convertido en la atracción principal de los barrios bajos, en solo dos semanas ya había aceptado el reto y superado a dos sujetos imitadores de bruce lee, 14 boxeadores chinos, 12 vatos con entrenamiento ninjutsu, 7 golpeadores rusos y uno que otro exconvicto colado por ahí.
Me sentía extasiado, con una sonrisa que nadie en el mundo podía borrar, use mi dinero para apostar mi orgullo y funciono a la perfección, no se que me hacia mas feliz, tener incontables peleas o sentirme más macho que nadie.
En uno de mis breaks para almorzar, note que en la barra de la esquina del bar estaba el mismo anciano de 1.65 metros sentado, ligando y nalgueando a las meseras. En un alterado y para nada irracional impulso le grite al viejo.
-Si vas a nalguear, al menos deja buena propina, anciano-
Me miro fijamente solo para que 5 segundos después le volviera a tomar otro enorme trago a su botella de wisky. A mi nunca me ha gustado que me ignoren, así que voltee mi tenedorcito unas cuantas vueltas y se lo lance como si fuera un dardo. La velocidad del tenedor y la puntería eran perfectas, lo suficiente para penetrar profundo aun si le daba en la frente, solo para el vejestorio lo atrapara con los dedos, el anular y el meñique, como si estuviera muy confiado, para rematar, soltó el dedo a la mesa y no solo lo encajo, si no que atravesó la mesa de madera gruesa y lo penetro el peso, cuestionándome si eso era si quiera físicamente posible. Lo que hizo fue mirarme de vuelta y sacarse una sonrisa burlona con esa boca chimuela, suficiente para que yo me cabreara.
Rápidamente me acerque a ese respetable octogenario con ánimos de expresarle mi descontento con su actitud:
-Oye, yo te he visto aquí, recuerdo que estuviste aquí desde el primer día, viendo las peleas desde el rincón mas lejos, y notando tu francamente inhumana habilidad de penetrar cosas, me pregunto, porque no has aceptado mi reto, ¡Vamos anciano! ¡No me contendré, si eso te preocupa! -
-JAJAJAJAJAJAJAJAJA, que niño tan estúpido-
Su gesto burlon se hizo mas pronunciado, yo no podía darme el lujo de perder la compostura, así que opte por devolverle la provocación.
-Vamos anciano, se que talvez un viejito no tenga mucho que hacer con el dinero a estas alturas de la vida, pero ya pensaste en tu herencia, ¿Qué es una pelea? -
-Entre mas malo te tratas de ver, mas patético eres-
Procedido a carcajearse, cada vez mas y mas fuerte
-Yo soy un monje saolín, ¿crees que alguien como yo querría tu cochino dinero? ¿Se supone que me estas retando? ¿O solo me estas rogando que acepte tu patético y cochino dinero?
Un golpe a mi orgullo no podía quedarse impune, así que proseguí a apuntar con una patada, para mi sorpresa y antes de darme cuenta, el estaba montado sobre mi pierna.
-¿Qué pasa niño rico? ¿Lastime tu orgullo de un millón de dólares?
Antes de que siquiera tuviera tiempo de sorprenderme o responder, el anciano prosiguió a patearme en la cara y derribarme.
No voy a mentir, la patada fue muy dura, estaba batallando para ver la imagen nítida nuevamente, aun no podía darme el lujo de verme invalido, así que proseguí con mi provocación.
-Hablas de orgullo y aun así te rebajaste a mi nivel, de donde yo vengo no es muy distinto a aceptar abiertamente un reto.-
Dije mientras sonreía y me levantaba.
-Vaya que eres patético niño, enserio crees que puedes apostar tu orgullo, cuando todo lo que haces es invitar a un montón de idiotas a que inflen tu ego-
La imagen seguía borrosa, pero aun así lograba distinguir su sonrisa.
-¿Pero sabes que niño? Reconozco que tienes cojones, así que con gusto aceptar tu millón de dólares, si logras vencerme. -
-…..eh?-No sé si porque estaba mareado o porque era una petición rara, pero creo que dijo…
-Al parecer tu estas mas ansioso por que acepte tu reto que yo, y a mi ver, tu eres el que mas estará satisfecho si te lo quitan, así que adelante, intenta golpearme una vez y te complaceré tomando todo tu dinero-
No sabía si era una burla, si era una costumbre rara shaolin o si el viejo había bebido demasiado, lo único que era capaz de aseverar con seguridad, era que el viejo se estaba burlando de mi.
Yo era Antón José, yo vivía con la filosofía de no deberle nada a nadie, de nunca pedir ni perdón ni permiso, de valorar la hombría más que otra cosa, no sé qué tradición estaba siguiendo o que pasaba por su mente, pero si estaba seguro de que se estaba burlando de mi, así que sin dudarlo, me abalance sobre él.
-¡¡OREAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!
Grite mientras corría y lanzaba mi patada de full contact más furiosa, era todo o nada.
Pronto y sin previo aviso, tenía un puño estampado en la cara, seguido del pecho hombros, piernas, brazos, incluso mis manos sentía como se rompían, como si de la nada tronara.
Pasaron dos horas, el hombre africano, cuyo nombre era Faulo, creo, me aviso que el anciano que me apaleo se había ido en cuanto me noqueo y que el iba a pagar por los gastos médicos, y que si algún ladrón del bar se atrevía a robarme el checa, el vendría a la mañana siguiente a quebrarle los dedos como si fuera un mafioso.
“Crees que puedes apostar tu orgullo, pero lo cierto es que solo invitas a un montón de idiotas a que inflen tu ego”
Esas palabras me hicieron eco en la cabeza durante los siguientes días, deje los barrios esperando por una oportunidad de encontrarme con aquel vejestorio, pero en todos mis 8 años de viaje de artes marciales, creo que nunca he aprendido lo que de verdad estaba esperando aprende.
¿Cómo alguien como yo, puede comprar el orgullo?
Tenerlo todo me hacia muy feliz, pero puedo decir que, aunque yo no estaba dispuesto a renunciar a mi fortuna como el buen sidarta, si estaba dispuesto a hacer algo mejor: arriesgarla.
Mi vida de comodidades me malcrió toda mi niñez y adolescencia, y desde que me dieron la paliza de mi vida en aquel callejón oscuro, solo tuve una cosita en mente: volverme hombre.
No era algo que iba aprender escuchando las historias de trabajo duro de mi abuelo, tomando terapia con los psicólogos mas caros, o pidiendo sparrings amistosos y blandos con mis compañeros de los gimnasios mas caros, solo lo iba lograr de una forma, metiéndome de cabeza al mundo real, entrenando con maestros que le importan la fuerza mas que nada y buscando peleas con gente que realmente tire a matar. ¿Qué dices? ¿Qué puedo perder mi vida también, no solo mi dinero? Esa es EXACTAMENTE la idea.
Ya había viajado desde el océano pacifico hasta cruzando por los lados mas tradicionalista del este de Asia, entrenando tanto con los luchadores de sumo, como ninjutsu, kung fu, al menos 4 tipos de boxeo, el siempre confiable karate y uno que otro que no encuentras ni en videos de internet. Todo estaba listo para ponerme a mi mismo en prueba, de luchar de verdad, y sabía perfectamente cómo hacerlo: apuestas.
Entrando a un bar en los barrios bajos de china, Pekín, me encontré con un espectáculo muy enriquecedor, ideal para machos chingones como yo: peleas en jaulas.
Me acerque sin dudar al respetable caballero con clara ascendencia australoide a preguntar cuánto cobra por pelear.
-Eres demasiado bonito como para querer que te partan la madre-
-Soy demasiado listo como para no dejar pasar esta oportunidad
-Jajaja, lo que tu digas niño, no me culpes si tu carrera de modelo se arruina por esto-
Procedí a meterme a la jaula mientras el gorila de dos metros, bastante grande para ser un peleado chino, por cierto, terminaba su festín de filete asado con salsa agridulce, una combinación bastante atípica si me preguntan.
-Oye grandote, o me convidas o empiezo mi propio festín sin ti-
El grandote amarillo no tardo en dirigirme la mirada, y sorprendentemente sus ojos eran aun mas rasgados de frente que de perfil, posteriormente, paso a postrarse frente a mi con toda la seguridad del mundo, no era un tipo de muchas palabras, era mas del tipo que decía todo con su “seductora” mirada.
-Vaya, veo que sabes poner atención-
Al notar que el grandulón amarillo no me apartaba la mirada, creí el momento de sacar mi arma secreta, lo que estaba dispuesto a dar.
Metí mi mano en el bolsillo y saque un billetito, lo cual hizo que no solo el grandulón, sino que todo el publico me prestara atención.
-¿Vez este chequecito, grandote? Este millón de dólares serán todo tuyo si me noqueas, solo tuyo, los apostadores del bar no se quedaran con nada.-
Pronto los gritos del publico no se hicieron esperar.
-¿Qué traes pinche niño? ¿Aparte de bonito eres rico? ¿Quién te crees que eres, Chuck Norris?-
-¡¡¡Pártele la madre, xing!!!! ¡¡¡Desfigura tu cara y arrebátele el cheque!!
-¡Este niño cree que puede zangolotear su dinero aquí, dale una lección a ese blanquito de mierda!
Todo tipo de gritos hacia mi raza, mi país, mi posición social, y mis pretensiones con mi dinero, si fuera más voluble, estaría llorando en tik tok, pero yo no soy así.
La campana no se hizo sonar, y yo, sin pronunciar una palabra, le sedi el primer movimiento.
El ataco con un puñetazo, y vaya que percibí de inmediato su reputación de matador, ese puño de por si era enorme, pero cuando viene directo a tu rostro, sientes como se hace enorme, es como ver un tractor a punto de arrollarte. Mi mirada estaba extasiada, mire como estaba a punto de ser arrollado por un puño enorme y mis endorfinas inmediatamente se pusieron al 100, una sensación cubrió todo mi cuerpo, una sensación que me hizo esquivar de inmediato un golpe arrollador, aprovechando la adrenalina para saltar las paredes de la reja, primera la de mi derecha, luego la del centro del octágono, luego la del vértice izquierdo, para conectar con una de mis rodillazos patentados justo en el lado del menton. Un golpe potente certero y con mucha elegancia como a mi gusta.
Cuando el grandote con nombre de oso en chino se desmallo, yo procedía a voltear y decirle al público anonado.
-El que quiera el millón, puede venir aquí cuando quiera-
Después de eso, el público se volvió loco, algunos no se hicieron esperar para retarme, entre ellos un par de imitadores de bruce lee, convictos y exconvictos, criminales y motociclistas con todo tipo de tatuajes, alguno incluso con tatuajes budistas (cosa que tengo entendido es blasfemo hacia aquella religión). Todos listos para arrebatarme ese millón de dólares de mi incidente cuerpo.
Paso un par de semanas completas y yo me había convertido en la atracción principal de los barrios bajos, en solo dos semanas ya había aceptado el reto y superado a dos sujetos imitadores de bruce lee, 14 boxeadores chinos, 12 vatos con entrenamiento ninjutsu, 7 golpeadores rusos y uno que otro exconvicto colado por ahí.
Me sentía extasiado, con una sonrisa que nadie en el mundo podía borrar, use mi dinero para apostar mi orgullo y funciono a la perfección, no se que me hacia mas feliz, tener incontables peleas o sentirme más macho que nadie.
En uno de mis breaks para almorzar, note que en la barra de la esquina del bar estaba el mismo anciano de 1.65 metros sentado, ligando y nalgueando a las meseras. En un alterado y para nada irracional impulso le grite al viejo.
-Si vas a nalguear, al menos deja buena propina, anciano-
Me miro fijamente solo para que 5 segundos después le volviera a tomar otro enorme trago a su botella de wisky. A mi nunca me ha gustado que me ignoren, así que voltee mi tenedorcito unas cuantas vueltas y se lo lance como si fuera un dardo. La velocidad del tenedor y la puntería eran perfectas, lo suficiente para penetrar profundo aun si le daba en la frente, solo para el vejestorio lo atrapara con los dedos, el anular y el meñique, como si estuviera muy confiado, para rematar, soltó el dedo a la mesa y no solo lo encajo, si no que atravesó la mesa de madera gruesa y lo penetro el peso, cuestionándome si eso era si quiera físicamente posible. Lo que hizo fue mirarme de vuelta y sacarse una sonrisa burlona con esa boca chimuela, suficiente para que yo me cabreara.
Rápidamente me acerque a ese respetable octogenario con ánimos de expresarle mi descontento con su actitud:
-Oye, yo te he visto aquí, recuerdo que estuviste aquí desde el primer día, viendo las peleas desde el rincón mas lejos, y notando tu francamente inhumana habilidad de penetrar cosas, me pregunto, porque no has aceptado mi reto, ¡Vamos anciano! ¡No me contendré, si eso te preocupa! -
-JAJAJAJAJAJAJAJAJA, que niño tan estúpido-
Su gesto burlon se hizo mas pronunciado, yo no podía darme el lujo de perder la compostura, así que opte por devolverle la provocación.
-Vamos anciano, se que talvez un viejito no tenga mucho que hacer con el dinero a estas alturas de la vida, pero ya pensaste en tu herencia, ¿Qué es una pelea? -
-Entre mas malo te tratas de ver, mas patético eres-
Procedido a carcajearse, cada vez mas y mas fuerte
-Yo soy un monje saolín, ¿crees que alguien como yo querría tu cochino dinero? ¿Se supone que me estas retando? ¿O solo me estas rogando que acepte tu patético y cochino dinero?
Un golpe a mi orgullo no podía quedarse impune, así que proseguí a apuntar con una patada, para mi sorpresa y antes de darme cuenta, el estaba montado sobre mi pierna.
-¿Qué pasa niño rico? ¿Lastime tu orgullo de un millón de dólares?
Antes de que siquiera tuviera tiempo de sorprenderme o responder, el anciano prosiguió a patearme en la cara y derribarme.
No voy a mentir, la patada fue muy dura, estaba batallando para ver la imagen nítida nuevamente, aun no podía darme el lujo de verme invalido, así que proseguí con mi provocación.
-Hablas de orgullo y aun así te rebajaste a mi nivel, de donde yo vengo no es muy distinto a aceptar abiertamente un reto.-
Dije mientras sonreía y me levantaba.
-Vaya que eres patético niño, enserio crees que puedes apostar tu orgullo, cuando todo lo que haces es invitar a un montón de idiotas a que inflen tu ego-
La imagen seguía borrosa, pero aun así lograba distinguir su sonrisa.
-¿Pero sabes que niño? Reconozco que tienes cojones, así que con gusto aceptar tu millón de dólares, si logras vencerme. -
-…..eh?-No sé si porque estaba mareado o porque era una petición rara, pero creo que dijo…
-Al parecer tu estas mas ansioso por que acepte tu reto que yo, y a mi ver, tu eres el que mas estará satisfecho si te lo quitan, así que adelante, intenta golpearme una vez y te complaceré tomando todo tu dinero-
No sabía si era una burla, si era una costumbre rara shaolin o si el viejo había bebido demasiado, lo único que era capaz de aseverar con seguridad, era que el viejo se estaba burlando de mi.
Yo era Antón José, yo vivía con la filosofía de no deberle nada a nadie, de nunca pedir ni perdón ni permiso, de valorar la hombría más que otra cosa, no sé qué tradición estaba siguiendo o que pasaba por su mente, pero si estaba seguro de que se estaba burlando de mi, así que sin dudarlo, me abalance sobre él.
-¡¡OREAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!
Grite mientras corría y lanzaba mi patada de full contact más furiosa, era todo o nada.
Pronto y sin previo aviso, tenía un puño estampado en la cara, seguido del pecho hombros, piernas, brazos, incluso mis manos sentía como se rompían, como si de la nada tronara.
Pasaron dos horas, el hombre africano, cuyo nombre era Faulo, creo, me aviso que el anciano que me apaleo se había ido en cuanto me noqueo y que el iba a pagar por los gastos médicos, y que si algún ladrón del bar se atrevía a robarme el checa, el vendría a la mañana siguiente a quebrarle los dedos como si fuera un mafioso.
“Crees que puedes apostar tu orgullo, pero lo cierto es que solo invitas a un montón de idiotas a que inflen tu ego”
Esas palabras me hicieron eco en la cabeza durante los siguientes días, deje los barrios esperando por una oportunidad de encontrarme con aquel vejestorio, pero en todos mis 8 años de viaje de artes marciales, creo que nunca he aprendido lo que de verdad estaba esperando aprende.
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