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    Tribuna feminista

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    Mensaje por marapez Lun Mayo 06, 2024 1:37 pm

    Pues vaya un espectáculo que han dado a los niños... unos y otros.
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    Mensaje por Tatsumaru Sáb Jun 22, 2024 4:56 pm

    Viendo sin poner mucha atención ayer una cosa sobre crímenes reales, el enfoque es un pelín interesante porque se trata de "contado por la vícitma desde meses atrás." Los casos que han echado comparten lo mismo. Son mujeres que terminaron muertas por un vecino de su suburbio estadounidense de clase media al negarles lo que pueden suponer, una relación.
    En el primer caso repetían continuamente que "era muy guapa" y añadieron una vez en forma de testimonio de amiga que "pese a eso nunca estaba del todo lo suficientemente interesada en las propuestas que recibía."
    ¿Que a qué viene esto? Te cuentan , mejor dicho les cuentan, que tienen que estar guapas y el serlo les causa que las asesinen. Seguro que hay alguna otra enseñanza al ver estos true crime y el contexto, pero ahora no estoy para dar la lata más.

    A marapez le gusta esta publicaciòn

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    Mensaje por Tatsumaru Lun Sep 02, 2024 10:51 am

    Bien, esto no sé como explicarlo, pero así andamos. Neutral
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    Mensaje por marapez Lun Sep 02, 2024 11:09 am

    No tenia otra canción ?
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    Mensaje por Tatsumaru Lun Sep 02, 2024 11:31 am

    No se sabe el por qué le pareció  buena idea.
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    Mensaje por el.loco.lucas Lun Sep 02, 2024 11:33 am

    Hay que estar muy mal de la cabeza para bromear con esas cosas. Ya "lo han dimitido".
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    Mensaje por Tatsumaru Lun Sep 02, 2024 11:58 am

    el.loco.lucas escribió:Hay que estar muy mal de la cabeza para bromear con esas cosas. Ya "lo han dimitido".
    Desde el primer minuto que se conoció esto se pidió. Como dato creo que antes fue alcalde  por Vox entre 2019 y 2023,
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    Mensaje por marapez Jue Sep 05, 2024 11:10 am

    51 hombres se sientan en el banquillo por el caso de sumisión química que ha sacudido Francia



    51 hombres se sientan desde el lunes en el banquillo del tribunal penal de Aviñón, en un caso que ha escandalizado a Francia, el mayor relacionado con la sumisión química en la historia judicial del país. Dominique Pélicot, de 71 años, está acusado de drogar a su esposa en múltiples ocasiones para que fuera violada por hombres con los que él entraba en contacto por Internet; unos hechos que el acusado reconoció ante la policía desde el momento de su detención.

    La investigación comenzó el 12 de septiembre de 2020, cuando los agentes acudieron a un supermercado de Carpentras (cerca de Aviñón). Dominique Pélicot había sido retenido por los guardias de seguridad, después de haber sido descubierto en los pasillos grabando con un teléfono móvil bajo la falda de varias clientas. Posteriormente, los investigadores incautaron un ordenador portátil en su domicilio en el que descubrieron un archivo titulado ‘Abuso’. Contenía más de 20.000 fotos y vídeos, etiquetados con una fecha, un nombre o apodo y un título.
    Dominique Pélicot contactaba con hombres a través de una web y los invitaba a su casa, y a su dormitorio. Allí encontraban inconsciente a su mujer, a la que previamente había incapacitado con una dosis de un potente ansiolítico que le suministraba en la cena. El modus operandi puesto a punto incluía instrucciones estrictas que los visitantes de Pélicot debían seguir: no llevar perfume ni oler a tabaco, dejar el coche en un aparcamiento a poca distancia del domicilio y hacer a pie el resto del camino, y calentarse las manos en el radiador para que el frío no despertase a su mujer.
    Los investigadores han contabilizado 92 violaciones entre julio de 2011 y octubre de 2020, perpetradas por más de 80 hombres. Las primeras se remontan a 2011, cuando la pareja aún vivía en la región de París, antes de trasladarse a la de Vaucluse en 2013, tras su jubilación. Dos de los acusados están siendo juzgados por actos cometidos cuando Dominique Pélicot ya sabía que estaba siendo investigado, en 2020.
    En otoño de ese año los policías informaron a Gisèle Pélicot sobre las grabaciones que habían descubierto en el ordenador de su marido, al que ella había descrito ante los investigadores como “un gran tipo”. “50 años de su vida pulverizados en sólo unos segundos en una comisaría de provincias, al descubrir que había pasado todo ese tiempo con un hombre que amaba pero que no conocía”, relataba el pasado marzo su hija, Caroline Darian, en una entrevista en el canal de televisión TMC.

    La víctima no se oculta

    En posteriores declaraciones, Gisèle Pélicot explicaba a los investigadores haber sufrido durante años problemas que había comentado varias veces con sus hijos y su médico de cabecera: cansancio crónico, problemas de memoria y dolores ginecológicos a los que no encontraba explicación. Un examen forense posterior detectó varias enfermedades de transmisión sexual.
    Los investigadores de la Policía de Carpentras encargados del caso descubrieron también que Dominique Pélicot había filmado a sus nueras en el cuarto de baño, utilizando un teléfono escondido en un neceser, y luego había publicado las imágenes en una web.
    El lunes por la mañana, día de apertura del proceso, el tribunal rechazó la petición del acusado para que tuviera lugar a puerta cerrada. El juicio, que durará cuatro meses, se celebra en presencia del público y de la prensa, tal y como habían solicitado la víctima y los tres hijos de la pareja. “Gisèle Pélicot está decidida a afrontar sus miradas, empezando por la de su exmarido”, afirmó esta semana Stéphane Babonneau, uno de sus abogados. Aunque habrá “momentos extremadamente difíciles, siente que no tiene nada que ocultar y que no tiene nada de qué avergonzarse: la vergüenza tiene que estar en el otro lado”. El testimonio de la víctima ante el tribunal está previsto para este jueves.
    De los más de 80 agresores, la Policía de Carpentras ha podido identificar a 50. La fiscalía de Aviñón solicitó que fueran puestos a disposición del Tribunal Penal departamental acusados de violación con agravantes. Con edades comprendidas entre los 22 y 70 años en el momento de los hechos, los acusados proceden de la misma región. La mayoría no tenía antecedentes penales y cinco de ellos son objeto de una acusación adicional: durante un registro de sus ordenadores, la policía encontró imágenes de pornografía infantil.

    Otros casos

    Partes del sumario desveladas hace unos meses por el periódico Le Parisien muestran que en el momento de los interrogatorios muchos trataron de justificar los hechos de diferentes formas. Varios de ellos afirman que Dominique Pélicot les aseguró que su mujer estaba de acuerdo, uno de ellos habla de “violación involuntaria”. Una explicación no plausible, según los expertos citados en la instrucción, ya que el estado de la víctima no podía confundirse con un sueño normal, sino que estaba más cerca del coma. Otros consideraron que el consentimiento del marido era suficiente.

    En uno de los casos, Dominique Pélicot suministró drogas a uno de los agresores para que ambos violasen, mediante sumisión química, a la mujer del segundo, lo que ha dado pie a otro proceso judicial.
    Además, la muestra de ADN obtenida de Dominique Pélicot en el momento de su detención y los interrogatorios han permitido a la Policía relacionarlo con otros dos casos abiertos. Por un lado, la agresión sexual a una mujer en mayo de 1999 en la región de París. Por otro lado, la violación y asesinato de Sophie Narme en París, el 4 de diciembre de 1991, un caso que desde entonces ha permanecido sin resolver. Un juez de instrucción de Nanterre le ha inculpado por ambos crímenes.


    https://www.eldiario.es/internacional/51-hombres-sientan-banquillo-caso-sumision-quimica-sacudido-francia_1_11628987.html


    A veces me pregunto que pasa por esas cabezas.  Evil or Very Mad
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    Mensaje por marapez Vie Sep 06, 2024 12:44 pm

    La memoria bordada con hilo y aguja



    En muchas culturas, el concepto de tejer o hilar se confunde con el de narrar, con la memoria colectiva que se mantiene viva gracias a los relatos que pasan de generación en generación. En el ejercicio de tejer la memoria, las mujeres han tenido un papel fundamental, no sólo escribiendo con tinta, como los hombres, sino también con sus hilos y sus agujas. La historia de las arpilleras chilenas va sobre mujeres que casi no sabían escribir pero que fueron capaces de bordar y coser la memoria democrática del país. Lo hicieron con retazos de tela vieja que convirtieron en tapices que representaban escenas de la vida en dictadura, aquellas que no salían en los medios de comunicación ni tampoco se podían contar en voz alta. 
    Las arpilleras comenzaron a fabricarse poco después del golpe militar en los círculos de mujeres familiares de presos políticos y personas detenidas desaparecidas que pasaban largas horas esperando noticias en las dependencias de la Iglesia Católica. Alguien se acordó de las arpilleras de Violeta Parra y pensó que era una buena idea poner a estas mujeres a coser y bordar para aliviar sus esperas. Rápidamente las manos comenzaron a narrar la violencia que se vivía. Las detenciones, los centros de tortura y la búsqueda incesante de detenidos desaparecidos. Los grupos de arpilleristas se fueron multiplicando y los tapices comenzaron a hablar también de otras caras de la dictadura como el hambre, el desempleo o la falta de acceso a la salud y a la vivienda. 
    A diferencia de Violeta Parra que solo bordaba sobre telas rústicas, las arpilleristas de la dictadura sumaron nuevos materiales. Géneros, plásticos, lana, cuero y cartón se utilizaron para crear paisajes y relatos sobre un soporte de tela basta o arpillera- de ahí su nombre. A muchas escenas se les añadía un pequeño texto o una frase explicativa bordada. “¿Dónde están?”, “No más muertes”, “Tenemos hambre de justicia”. A través del uso de texturas y colores, creaban efectos de espacio, de lejanía o de volumen, representaban figuras humanas pero también elementos del paisaje que las rodeaba, como el mar o la cordillera. Sus creaciones transmitían angustia pero también esperanza y se convirtieron en un acto de denuncia y de desobediencia que salía clandestinamente del país para explicar en el extranjero lo que estaba sucediendo en Chile. 
    La escritora Marjorie Agosín ha comparado el proceso de creación de las arpilleras al de componer un poema o plantar un árbol que conmemora una muerte. Un proceso que nace de un lugar profundo, de una zona de intimidad que acaba encarnando la voz pública que permite que las mismas manos que servían para acariciar, cuenten luego la historia trágica de sus seres queridos. Las arpilleras de la dictadura muestran personas inmolándose, que vagan sosteniendo las fotos de sus familiares o se encadenan frente a los juzgados. Pero también retratan los sueños y los deseos de las mujeres que les dieron vida y que transformaron su sufrimiento en pequeñas piezas de arte, cada una única y diferente como la chilena que la hizo. 
    A pesar de su gran valor artístico, histórico y testimonial, no sabemos quienes fueron sus autoras. Tal y como ha sucedido a lo largo de la historia con los tejidos y manualidades hechas por mujeres en comunidad, las arpilleras permanecieron como una obra anónima que se atribuyó al grupo que las hizo. En algunos casos, se incluyó un bolsillo cosido en el reverso con un breve mensaje escrito en papel para orientar al destinatario. “Este tapiz representa a un cantante chileno que fue detenido, torturado y asesinado en un campo de prisioneros políticos”, dice el mensaje escondido en una arpillera de 1978 con dos episodios. En uno se representa a Víctor Jara cantando y en el otro, el cuerpo y la guitarra rota. La arpillerista incluyó también una frase bordada de la canción La plegaria a un labrador: “Levántate y mira la montaña de donde viene el viento, el sol y el agua”. Y coronó la escena con estos mismos elementos representados con telas de colores.
    Una muestra importante de arpilleras se conserva en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago de Chile pero muchas siguen en manos de las personas que las compraron en el país o en el extranjero. Porque además de ser una herramienta de denuncia, fueron una actividad económica que permitió a las mujeres que las fabricaban acceder a recursos en un entorno de grave crisis económica y cesantía. No es casualidad que uno de los episodios más representados en las arpilleras sean las ollas comunes que organizaban para hacer frente al hambre. 
    Las arpilleras son un testimonio esencial de la memoria histórica y democrática de Chile en el que las mujeres han tenido un papel protagónico, uno que no ha tenido aún el debido reconocimiento. El hecho que no se firmaran, revela hasta qué punto sus propias autoras no creían que pudieran formar parte algún día del Arte en mayúsculas, el que hacen los hombres y se exhibe en los grandes museos. Un arte que ha excluido históricamente las obras hechas por mujeres en otros formatos y en el que el valor de una pieza está indisolublemente ligado al nombre de su creador. Esta perspectiva androcéntrica y de clase ha excluido de los circuitos artísticos las arpilleras, pero también los quilts con los que las afroamericanas relataban sus leyendas y su historia de esclavitud o las mantas tejidas de las indias navajo precursoras del arte abstracto. Creaciones que han salido del trabajo hecho por mujeres con hilo y aguja y que han servido también para coser y bordar la memoria democrática de sus pueblos.
    La memoria no es una cuestión aislada, forma parte de los recuerdos individuales a través de los cuales se teje ese gran manto que es la memoria histórica que sigue siendo inseparable de la individual. Mi memoria como chilena es parte de la desmemoria colectiva de mi país. De los silencios que se crearon respecto a la violencia que generó la dictadura y sobre lo que se prefirió pasar por alto para no molestar a los vencedores que impusieron su relato y su historia oficial. 

    Las arpilleras nos enseñan la dificultad de convivir con la memoria y con el trauma individual y colectivo explicando historias que son al mismo tiempo una escena particular, que representa un momento histórico de Chile, y una universal, que nos interpela como humanidad. Recuperarlas para el arte y la memoria es un modo de rescatar la historia escrita bajo un código distinto al de la palabra. Uno que nos permite conocer medio siglo más tarde lo que significó la dictadura chilena y la violación de los derechos humanos, pero también cómo se organizó la resistencia femenina al régimen a través de una actividad tradicionalmente reservada a las mujeres que tuvo como única arma de lucha el hilo y la aguja.
    Beatriz Silva es periodista chilena, diputada independiente por el PSC y editora y autora del libro Chile, 50 años después (Catarata)
    https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/memoria-bordada-hilo-aguja_129_11632063.html
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    Mensaje por marapez Dom Sep 08, 2024 1:04 pm

    La canción machista del alcalde de Vita y la cultura de la violación que ya todo el mundo sabe identificar



    Antonio Martín Hernández, alcalde conservador de Vita (Ávila), entonó los cánticos frente a los vecinos del pueblo. "Le subí la faldita y le bajé la braguita", canturreó el regidor sobre el escenario este fin de semana, en un contexto de fiestas populares. Enseguida, un grupo de activistas feministas difundió el vídeo con el momento exacto de la actuación en redes sociales: "No es gracioso, no es una anécdota, no es una tontería. Banalizar sobre la violencia sexual es cultura de la violación. Narrar la violación de una niña es apología de la pederastia". 

    El lunes, el alcalde pidió perdón. Señaló que no era su intención "ofender a nadie" y añadió que siempre ha "respetado a las niñas". En declaraciones a EFE, aseguró que por el momento no se planteaba dimitir, después de haber sido expulsado del grupo municipal del PP. Eso sí, recalcó que se trataba de "una canción que se cantaba tradicionalmente por las fiestas de Vita". La orquesta que le cedió espacio para la escenificación, ha reconocido que el alcalde les "informó de que iba a cantar un himno del pueblo".

    En nombre de la tradición

    También hablaron de tradición los alumnos del colegio Elías Ahuja que, dirigiéndose a sus compañeras, clamaron hace dos años: "Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas... sois unas putas ninfómanas, os prometo que vais a follar todas en la capea, ¡vamos Ahuja!". 
    Lo tradicional también revestía algunos de los cuentos populares que se colaban y se siguen colando cada día en los hogares de casi todas las familias. Historias sobre princesas sumisas y sobre bellas durmientes que eran en realidad víctimas de violencia sexual. Los productos culturales han sido siempre eso: expresiones fruto del sentir popular. Como el sketch de Martes y Trece Mi marido me pega, como la publicidad sexista, como las canciones que alardean de relaciones entre adultos y niñas de quince años o como los comentarios de algún presentador estrella sobre la ropa interior de su invitada.
    ¿Qué tienen en común todos estos elementos? Las expertas lo dicen sin titubeos: cultura de la violación.

    "Cuando hablamos del origen social y cultural de la violencia, nos referimos a este tipo de prácticas". Habla Bárbara Zorrilla, psicóloga especializada en violencia de género. Ese es precisamente el problema, el  modo en que "se esconden bajo lo que conocemos como tradición unos mensajes claramente violentos y machistas". El hecho de que "seamos nosotros quienes los transmitamos y convirtamos en tradición, es lo que hace que se siga perpetuando y normalizando" ese mensaje. Para la psicóloga, uno de los principales problemas para combatir la violencia es precisamente "la dificultad de identificarla". "Cómo van a ser conscientes las víctimas de haber sufrido violencia sexual, si ni siquiera sabemos identificarla en una cación popular", se pregunta.
    Al fin y al cabo, "ninguna agresión existiría sin una base cultural y social previa", agrega Bárbara Tardón, doctora en estudios Interdisciplinares de Género por la Universidad Autónoma de Madrid. "Es importante entender que cuando hablamos de la cultura de la violación, no nos referimos sólo al hecho de violar a alguien: estamos hablando de creencias e ideas, un conjunto de mitos, prejuicios y una cultura que justifica la existencia de agresiones, a veces de manera muy invisible y otras veces de forma muy evidente". En ese contexto, añade, hay tradiciones que "han reforzado siempre la cultura de la violación y siguen presentes hoy en día". Así que hablar de tradición "no es excusa ni mucho menos".

    "Me cabrea la falta de sentido común y dignidad"

    Así lo cree también Violeta Assiego, jurista feminista especializada en derechos humanos y exdirectora general de derechos de la infancia y de la adolescencia del Ministerio de Derechos Sociales. El alcalde del municipio utiliza el socorrido pretexto de la tradición y "se olvida del cargo que representa", dice al otro lado del teléfono. La amnesia incluye "su papel institucional, su responsabilidad y obligaciones ante la lucha contra las violencias sexuales", así que "por encima de una tradición está su compromiso institucional y sus obligaciones". 

    Pero además, añade la jurista, "la letra es gravísima: estamos hablando de la comisión de un delito paso a paso contra una niña".
    La letra completa de la canción dice lo siguiente: "Me encontré una niña sola en el bosque, la cogí de la manita, me la llevé a mi casita y la metí en mi camita. Le subí la faldita y le bajé la braguita. Le eché el primer caliqueño, le eché el segundo caliqueño y el tercero ya no hay quien lo eche, ya no queda leche".

    Assiego se pregunta, en el marco de la reparación a las víctimas –otro deber institucional–, "cómo se pueden sentir muchas mujeres que hayan sufrido violencia sexual siendo niñas por parte de hombres adultos".
    Responde Alexandra Membrive, superviviente de violencia sexual en la infancia. "Me cabrea, porque está incitando a que haya más víctimas. Me cabrea la falta de sentido común, dignidad, cuidado y buen trato hacia la infancia, sobre todo a las niñas". Membrive encaja dentro de una total "impunidad esa manera de cosificar a la infancia", una forma de "manifestación heteropatriarcal" que se ceba con las niñas y perpetúa, en su opinión, la violencia sexual.
    Pero las voces consultadas insisten en no caer en el desánimo. Precisamente que la conducta del regidor haya sido señalada con aplastante unanimidad, es síntoma de cambio. Tardón recuerda el momento en que la exministra de Igualdad Irene Montero decidió hablar de cultura de la violación en el Congreso. La entonces presidenta de la Cámara Baja, Meritxell Batet, señaló que sus palabras no eran "adecuadas en términos parlamentarios". Aquello ocurrió hace dos años. "Desde entonces todo el mundo empezó a hablar de cultura de la violación, pero las feministas llevan décadas haciéndolo. Hoy, por fin, se empieza a identificar", celebra la experta.






    https://www.infolibre.es/igualdad/alcalde-vita-cultura-violacion_1_1872994.html
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    Mensaje por marapez Dom Sep 08, 2024 1:09 pm

    La dignidad de Gisèle



    “Quiero que la vergüenza cambie de lado”. Tras esa afirmación, Gisèle pedía que fueran ellos, sus violadores, los que sufran el escarnio público por lo que hicieron. La dignidad de Gisèle Pelicot, su historia, sus años de calvario siendo drogada y violada por más de 70 hombres (sólo han podido identificar y llevar a juicio a 51), todos desconocidos que aceptaron la “oferta” que hizo su marido en internet (la ofrecía para esas orgías sexuales a cambio de dinero y a cambio de grabar esas agresiones, sin que ella lo supiera, sin que ella lo recordara después), está conmocionando al mundo.

    Su hija y sus nietos le han acompañado en todo este proceso y en su petición de que el juicio no sea a puerta cerrada como querían los violadores. Quiere que la prensa pueda entrar, que las cámaras puedan grabar y fotografiar sus rostros y sus testimonios. Ellos ya han dicho, en un intento de defender lo indefendible, que pensaban que todo aquello era consentido, que violar a una mujer inconsciente era algo asumido por ella y por su marido, que, recordemos, lo grababa todo. Eso ocurrió durante años. Durante todo ese tiempo Gisèle tuvo hijos, los crio, pensó que tenía una vida “normal” y que el hombre con el que la compartía le amaba, como él le repetía una y otra vez: “Eres el amor de mi vida”.

    Gisèle sufría dolores de cabeza, consecuencia de las drogas que le daba su marido; dolores vaginales, consecuencia de las violaciones, pero nunca supo el porqué de esos dolores. Hasta que lo descubrió, hasta que supo que su marido era un monstruo, el peor que se pueda uno imaginar. Él entonces hizo lo que hacen siempre este tipo de cobardes: hacerle pasar por loca, por celosa, por enajenada. Pero no coló. Los investigadores encontraron más de 20 mil archivos con todo el material que él iba almacenando bajo el título de “mi puta” o “su violador”.
    La impunidad de ese monstruo y de los otros más de 70 que consumaron las agresiones fue total durante mucho tiempo. Su conciencia nunca les paró, ¿para qué? Nunca vieron a Gisèle como una persona, como una mujer con sus anhelos, con sus miedos: era un trozo de carne al que utilizar en cada sesión. Si aquello estaba bien o mal, ¿para qué preguntárselo? Y cuesta creer que ninguno de ellos, ni el marido, ni los cómplices, ni los que repetían (porque algunos fueron varias veces), se desvelaran por las noches por el ruido de su conciencia, por las dudas de lo que hacían. La tomaron como un juguete sexual. Ni más ni menos. Sabían que ella estaba drogada y que era imposible que consintiera aquello, pero ¿para qué preguntar?
    El juicio se va a alargar durante semanas, meses. Está previsto que las sesiones terminen en diciembre. Gisèle tendrá que escuchar testimonios terribles de lo que le hicieron, verá imágenes de esas agresiones, las que grababa su propio marido, con el que estuvo casada 50 años. Vivirá un calvario, seguro, pero con la dignidad de haberlo hecho público. De haber dejado que todo el mundo vea, conozca y escuche lo que le hicieron. Quiere que sea así. Una decisión valiente: podía haber mantenido su anonimato, haber protegido su intimidad. Pero Gisèle prefiere toda la exposición pública porque sabe que, con eso, habrá alguien que quizás se replantee denunciar, “para que ninguna mujer sufra una sumisión química”.

    https://www.infolibre.es/opinion/columnas/a-la-escucha/dignidad-gisele_129_1873210.html
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    Mensaje por marapez Dom Sep 08, 2024 1:27 pm

    La dignidad de una mujer magnífica



    “Abuso/noche del 26 de mayo con Marc Sodo. 5ª vez”.
    “Abuso/noche del 9 de junio con Charly. 6ª vez”.
    Así rotulaba Dominique Pélicot los archivos informáticos en los que registraba las violaciones perpetradas por otros hombres a su esposa –cincuenta años de matrimonio, diez de agresiones–mientras él los miraba. El horror, la perversión, el vicio, la utilización del cuerpo de la mujer en grado casi inimaginable. “He sido sacrificada en el altar del vicio”, ha declarado Gisèle. Más de cien violaciones, alrededor de ochenta hombres distintos, cuatro ETS contagiadas y una mujer que se declara interiormente “un campo de ruinas”. Supongo que podría hablarles de nombramientos o de cupos o de tantas cosas en las que seguiremos enganchados en la actualidad, pero para mí la noticia de la semana, la que me ha estremecido, la que me ha llegado al tuétano ha sido la historia de esta mujer magnífica a la que ni la infamia ha arrebatado la dignidad. Por eso, porque se lo debemos, porque ella ha dado la cara y ha querido transparencia por las que han sido y las que pueden ser víctimas como ella, la traigo hoy a estas líneas. “La vergüenza debe cambiar de bando” dijo con la cabeza bien alta. A ello vamos. 
    La trataron como “a un saco de basura”. Lo hizo el hombre con el que compartía la vida –“un chic mec” pensaba ella–, lo hicieron vecinos de toda condición, lo hizo Monsieur-Tout-le-Monde, cualquiera, el hombre corriente: bomberos, periodistas, obreros, militares, repartidores, informáticos entre los 26 y los 74 años, casi todos esposos y padres. Más familias destrozadas, hijos y mujeres descubriendo el monstruo con el que duermen o que les dio la vida. Sólo tres se fueron sin violarla cuando vieron que estaba tan sedada que parecía muerta. Los demás lo hicieron y varios repitieron. Un espanto inhumano que merece una reflexión más allá de los problemas de consentimiento y de la sumisión química. 
    Vayamos al meollo del asunto. El tal Pélicot trasteaba en Internet desde su pequeña pedanía. Viendo porno, claro, y en la red descubrió un chat llamado Coco en el que existía una sala que albergaba a hombres que hallaban placer en violar a mujeres inconscientes. “A sus espaldas” se llamaba el grupo. Antaño nunca se hubieran atrevido a confesar lo que los psicoanalistas denominan su perversión sexual, antaño la sociedad también, y que ahora han pasado a considerarse parafilias, en algún caso como forma de blanqueamiento de instintos o tendencias cuya puesta en práctica es absolutamente inadmisible. 
    Veamos el tránsito semántico de la perversión (per-versus-cion, acción dada la vuelta, desviada) y la aparentemente más amable parafilia (para-filia, inclinación hacia lo impropio o anormal) que siendo palabras que en origen tienen la misma significación, en castellano suponen suavizar lo que de inmediatamente malvado nos sugiere perverso a lo más suave que el sufijo filia trae a la mente. No deja de ser una forma eufemística. Obviamente parafilias hay de todo tipo, muchas de ellas que no causan daño a nadie, o incluso que se busca practicar con personas de complementarios o parecidos gustos. Pero en ese grupo se incluyen perversiones que implican obligatoriamente causar un mal: la pedofilia o la fantasía de violación o el voyerismo sobre la violación a la pareja, por ejemplo, o de la sumisión no consentida. Hay que evitar cualquier intento de subsumirlas en un saco en el que caben “gustos sexuales” porque en todo caso se trata de tendencias sexuales que deben ser reprimidas. Por eso sólo me gusta hablar de parafilias cuando se trata de divergencias sexuales que pueden entrañar el consentimiento, pero a las otras, a las que solo se pueden satisfacer dañando a otros, a esas me gusta llamarlas perversiones sexuales y a los que las sufren sólo les cabría en puridad reprimir su satisfacción para siempre. ¿Por qué pues se las representa libremente en la pornografía? ¿Por qué se habla de ellas libremente en chats en la red? Si somos tan conscientes de que el discurso del odio entraña el posible paso a los actos violentos, ¿no sucede en este terreno? 
    Siempre ha habido perversiones sexuales, algunas terribles, y a Sade relatarlas le costó la cárcel –recordarán aquella escena de 'La Filosofía en el Tocador' en la que hombres enfermos de sífilis eyaculan dentro de la madre de Eugenia a la que luego cosen los genitales para asegurar una muerte lenta: “Verdaderamente, Dolmancé, es horrible lo que nos hace hacer; es ultrajar al mismo tiempo la naturaleza, el cielo y las leyes más sagradas de la humanidad”–. Pero estamos en el siglo XXI y la red ha proporcionado elementos de los que nunca dispusieron. Ahora se localizan entre sí y hablan en grupo lo que antes jamás hubieran confesado. Ahora en los supermercados del porno, a la luz o subterráneos, encuentran lo que buscan muchas veces obtenido de forma delictiva. Ahora pueden encontrarse y ponerse de acuerdo para llevar a la práctica sus infames fantasías. Incluso es factible que muchos, arrastrados por la necesidad de escalar el estímulo, lleguen en su búsqueda a encontrar aberraciones y sevicias en las que nunca habían ni pensado.
    Pélicot obtenía placer “de ver a su esposa forzada a prácticas que ella rechazaba habitualmente”. Se ha manifestado presa de una adicción. Los otros pusieron en práctica, porque podían, porque estaba a su alcance, la aberración en la que pensaban o de la que hablaban. Las fantasías sexuales siempre constituyeron una vía privada de escape o de placer que la inmensa mayoría de la población nunca pensó llevar a la práctica. Es el contexto el que ahora favorece ese tránsito inadmisible, inhumano y delictivo. “Pasan al acto porque hacen saltar todos los cerrojos, porque no les detiene ni la conciencia ni lo prohibido ni el superego ni el control social ni las leyes”, afirma una de las peritos que ha participado en la evaluación de los procesados. Hombres de a pie, hombres cualquiera, buenos padres de familia hacen “saltar los cerrojos” y pasan a la acción. En esa única frase la experta resume todos los filtros que la humanidad fue instaurando para frenar el paso del pensamiento al acto que humilla, veja y daña a otros. 

    La enorme dignidad de Gisèle –que pronto podrá dejar atrás el apellido de su verdugo y recobrar el de soltera–⁸, su cabeza alta ante las aberraciones sufridas de las que no es responsable, nos recuerdan que una sociedad en la que cada vez más individuos son capaces de “saltar los cerrojos” es una sociedad cada vez más invivible y más inhumana. Y que la tecnología no sólo libera lo bueno sino que da rienda suelta a todos los espantos que habitan en el interior del ser humano.  Y, por último, que algunas formas de control social más allá de las leyes deben existir para no blanquear lo repugnante, lo dañino, lo aberrante. 
    Ahora la tendencia es precisamente la contraria y así nos va. 

    https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/dignidad-mujer-magnifica_129_11636593.html
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    Mensaje por el.loco.lucas Dom Sep 08, 2024 3:32 pm

    El crimen de ser mujer en Afganistán: “Un talibán puede llamar a tu puerta por la noche, violarte, llevarte y casarse contigo”

    El último edicto de los fundamentalistas, que prohíbe que se escuche la voz de las mujeres en público, consolida un ‘apartheid’ de género en el país. Mientras, crece el miedo, la violencia y los problemas de salud mental ante la parálisis internacional


    https://elpais.com/planeta-futuro/2024-09-08/el-crimen-de-ser-mujer-en-afganistan-un-taliban-puede-llamar-a-tu-puerta-por-la-noche-violarte-llevarte-y-casarse-contigo.html


    Y nadie hace nada para parar este disparate Suspect
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    Mensaje por marapez Lun Sep 09, 2024 10:13 am

    el.loco.lucas escribió:El crimen de ser mujer en Afganistán: “Un talibán puede llamar a tu puerta por la noche, violarte, llevarte y casarse contigo”

    El último edicto de los fundamentalistas, que prohíbe que se escuche la voz de las mujeres en público, consolida un ‘apartheid’ de género en el país. Mientras, crece el miedo, la violencia y los problemas de salud mental ante la parálisis internacional


    https://elpais.com/planeta-futuro/2024-09-08/el-crimen-de-ser-mujer-en-afganistan-un-taliban-puede-llamar-a-tu-puerta-por-la-noche-violarte-llevarte-y-casarse-contigo.html


    Y nadie hace nada para parar este disparate Suspect

    Lo acabo de leer ahora mismo. Te me has adelantado. 
    Y todavía alguien se pregunta para que sirve el 8 de marzo.
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    Mensaje por marapez Lun Sep 09, 2024 10:16 am

    Hartas



    Hay una clase de horror inimaginable. Sucede ahí afuera, y tú siempre lo ves desde la distancia que, crees, te separa de lo monstruoso, ese adjetivo que tanto se utiliza para deshumanizar lo que es humano. Pero cuando eres una mujer, la distancia siempre es la misma. Lo que cambia, en todo caso, es la suerte o el contexto social. 
    Todas estamos profundamente hartas, todas estamos profundamente horrorizadas esta semana con el caso de Gisèle P, esa mujer francesa que ha salido con toda la dignidad del mundo en el macrojuicio contra su marido, el hombre que la violó durante años y la sedó para que otros hombres también lo hicieran, 51 tipos concretamente. Es todo tan atroz que cuesta hasta leerlo, supongo que porque todas pensamos, en el fondo, que algo así nos podría pasar potencialmente a nosotras. 
    Hay otra víctima más en esa familia, aunque todos los son: la hija. Bajo el seudónimo de Caroline Darian, la pasada semana abandonó la sala llorando menos de 20 minutos después del inicio de la audiencia. En el ordenador de su padre, al que ahora no llama así, 'padre’, sino progenitor, los investigadores encontraron fotomontajes de ella desnuda. Ella lo describe como un padre cálido y presente en un libro que publicó en 2022 sobre el caso, ‘And I Stopped Calling You Papa’ (‘Y dejé de llamarte papá’). Allí cuenta cómo siempre la llevaba a la escuela, la recogía cuando salía de fiesta, la consolaba, la ayudaba. Vamos, un padrazo. Pero también la fotografiaba desnuda sin su consentimiento. Ahora, teme, puede que también abusase de ella, aunque él lo niega. 
    Así que ahí está ese padre y marido aparentemente cálido y amable, electricista de profesión, ciclista en sus tiempos libres. Y están todos los demás acusados que representan un caleidoscopio de la sociedad francesa de clase media y la clase trabajadora: enfermeros, soldados, carpinteros, expertos en informática, periodistas locales, con edades entre los 26 y 74 años. Muchos tienen familias, muchos tienen hijos.
    Siempre es más fácil identificar a los violadores como los “otros”: ignorantes, extranjeros, bestias, animales, monstruos, tipos bebidos, tipos a los que se les fue la cabeza, celosos compulsivos, alimañas, inadaptados sociales, violentos. Porque hablar de los agresores como una excepción, anomalía, o monstruosidad, ayuda a presentar la violencia sexual como algo ajeno a la masculinidad. Pero, como bien demuestra este caso, lo cierto es que las agresiones no solo ocurren en callejones oscuros, también dentro de las casas. Y los violadores no son animales ni monstruos; son padres, maridos, hijos, amigos, colegas, hombres de familia. Sabemos que lo son porque los que llegan a enfrentarse al sistema judicial como está ocurriendo ahora mismo en Francia, se describen en esos juicios como buenas personas, como seres humanos que simplemente cometieron un error o que malinterpretaron una determinada situación.  

    Fijaos cómo está de arraigada la cultura de la violación que casi todos accedieron a llevar a cabo la agresión, pese a saber que Gisèle estaba drogada e inconsciente. Fijaos cómo de arraigada está la cultura de la violación que el caso ha provocado hasta un examen de conciencia entre los propios médicos franceses, porque Gisèle había visitado a ginecólogos y neurólogos por una serie de síntomas desconcertantes, pero no había recibido ningún diagnóstico que apuntase hacia los abusos sexuales. Ningún médico, siquiera, consideró esa hipótesis. 
    El juicio durará hasta el 20 de diciembre, así que aún nos queda mucho horror por digerir y asimilar. Ojalá más hombres leyeran sobre este caso y sobre otras violaciones, y no se pusieran inmediatamente a la defensiva, agitando el ‘not all men’ como bandera. Sí, seguramente tú que lees esto no seas como estos sujetos y seguramente creas que nadie en tu entorno puede ser uno de esos depredadores sexuales. Pero lo cierto es que sí, por estadística alguien de tu entorno puede serlo. No te estamos atacando, estamos pidiendo que te horrorices tanto como nosotras para cambiar las cosas. Y esto no va de compartir un post sentido en redes sociales, va de mucho más que eso.


    https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/hartas_129_11637807.html?

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