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Dentro de mi idea de escribir acerca de lo que opino sobre determinados aspectos del ser humano, ahora lo hago sobre el ostentoso, que es el antípoda de mi anterior comentario acerca del tímido.

Así como el tímido es retraído, el ostentoso se esfuerza por estar siempre en primer término. Ostenta sortijas de oro, las ropas más caras y de marcas más sofisticadas, se desvive por exhibir sus conocimientos y hace alarde de sus relaciones, de su próspero negocio y si es masculino de sus amistades o conquistas femeninas. Siempre es el primero, el que tiene más éxito, el triunfador o el más inteligente. Le gusta rodearse de muebles llamativos, se viste con derroche y le encanta llevar a su lado un mujer cubierta de joyas y pieles. Cree ser el que mejor recibe a sus invitados y luce ante ellos, o en su casa, desde los objetos de plata hasta las viejas botellas. Desgraciadamente para él, encuentra muchas veces gentes que se impresionan con facilidad y que doblan ante él la rodilla, pero la persona de buen gusto no lo hará nunca, cosa que suele fastidiarle mucho, ya que, con gesto sonriente lo dejará de lado empleando toda amabilidad.

El P©stiguet