Para relatar brevemente y con permiso de la Autoridad vigente.

Presento mi relato titulado:

EL EXTRAÑO Y ABSURDO CASO DEL ASESINO DE JAMONES.


Charles Alban Mortimer, era un chacinero de Condado de Essex, al este de Inglaterra.
Haber nacido allí marcó su vida para siempre.
En el registro civil decía: Charles Alban Mortimer, nacido en Essex.

Charles siempre fué un chico cortito, incapaz de llegar a algo medianamente importante en la vida, de hecho, siempre llegaba tarde a todas partes, incluidas las suyas.

Tal limitación le obligó a elegir a muy temprana edad, entre ser hollinan del Essex United o chacinero en el barrio.
Y como siempre llegaba tarde, eligió ser chacinero del barrio, ya que estaba más cerca que el estadio de fútbol. Bueno…, eso y las hostias que solía llevarse cada vez que iba a un partido. Si no era alguien de su propio equipo, era algún "bobby" de servicio el que terminaba dándole una hostia. Se la mereciera, o no.
Pero se la llevaba fijo.

Toda esa frustración que acumulaba Charles, le llevó a la increíble situación de pagarle con los jamones de la Chacinería.
Si, tal era su estupidez, que acuchillaba los jamones hasta dejarlos más muertos de lo que estaban.

Hasta que en 1970, el teniente de homicidios, Daniel Elliot, de Scottland Yard, tuvo un extraño encuentro con Charles, en el mismísimo escenario de los crímenes: La Chacinería.
Fué entonces, cuando por una lógica intuición, decidió no investigar el asunto al no tener ni la más mínima sospecha sobre Charles.

Tres años después el teniente Daniel, se jubiló; con lo cual él y Scottland Yard, perdieron la oportunidad de resolver el caso del asesino de jamones.





Esta historia está basada en hechos reales.

Actualmente el teniente Daniel vive felizmente jubilado.
Y Charles Alban Mortimer, continua trabajado en la Chacinería de su barrio en Essex.





THE END (que es FIN)

Bueno, no está nada mal, me ha gustado,

No sabía el llobu dónde ponerlo. Este hilo puede servir:

EL NIÑO QUE PUDO HACERLO...


Dos niños llevaban toda la mañana patinando sobre un lago helado cuando, de pronto, el hielo se rompió y uno de ellos cayó al agua. La corriente interna lo desplazó unos metros por debajo de la parte helada, por lo que para salvarlo la única opción que había era romper la capa que lo cubría.

Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero al ver que nadie acudía buscó rápidamente una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas.
Golpeó, golpeó y golpeó hasta que con-siguió abrir una grieta por la que metió el brazo para agarrar a su compañero y salvarlo.

A los pocos minutos, avisados por los vecinos que habían oído los gritos de socorro, llegaron los bomberos.

Cuando les contaron lo ocurrido, no paraban de preguntarse cómo aquel niño tan pequeño había sido capaz de romper una capa de hielo tan gruesa.
-Es imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la fuerza suficiente ¿cómo ha podido conseguirlo? -comentaban entre ellos.

Un anciano que estaba por los alrededores, al escuchar la conversación, se acercó a los bomberos.
-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.
-¿Cómo? -respondieron sorprendidos.
-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.



Y no es un relato del llobu, sino que el llobu lo leyó en internet y quería compartirlo con los compañeros del foro.

Salud y República.

Una señora encontró el boleto de la Lotería en la calle y lo entregó en comisaría aún sabiendo que le correspondían cientos de miles de euros.Según la ley el ayuntamiento tenía que custodiarlo y publicar en el periódico un anuncio buscando a su dueño. Diez personas lo reclamaron, tenían que dar detalles sobre el número de serie y donde lo habían comprado. Se hizo la criba y quedaron dos candidatos, coincidían en el número de serie del boleto ganador, pero no en las circunstancias de la compra. Además coincidían en donde creían haberlo perdido. Un funcionario decidió en plan de broma hacer un experimento algo irregular, les dijo a los dos pretendientes que eligiesen de entre tres sobres el que contenía el décimo. El funcionario no había colocado nada, estaban vacíos. Uno titubeó, los miró fijamente y se decidió por el sobre a la derecha tras expresar su extrañeza por el método y aún así estar visiblemente nervioso y sudoroso. El otro no hizo gran cosa, parecía abstraido, aquello no parecía ir con él. No cogió ninguno de los sobres, aunque el funcionario le instó a elegir, no era una forma correcta de dilucidarlo y apostaba que no estaba allí, dijo. El pretendiente nervoso se lanzó a abrir con avidez el sobre y su cara de desilusión fue de una fiereza horrible. El pretendiente pasota  reaccionó al cabo de unos diez minutos cuando les habían pasado al despacho de la alcaldesa y dijo con calma cuando esta llegó:

-Dejémonos de historias. El décimo no es mío.
Posteriormente se le hicieron una batería de preguntas lógicas, pero esta historia no conoce su contenido. Así que los cómo, los por qué, y los  para qué no tendrán respuesta. Lo único que sabemos es que el pretendiente descartado fue contratado por el ayuntamiento de asesor. A su vez se le asignó un supervisor. Dicen que para no se repitiese el incidente o provocase otros nuevos malentendidos y controlarle. Otros, más esotéricos, que para controlar su don hacia ciertos fines. En fin, habladurías.
FIN.