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    Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana"

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    Mensaje por tindio Lun Sep 19, 2011 11:43 am

    La revolución neurocientífica modificará los conceptos del yo y de la realidad



    Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana", afirma el neurocientífico Francisco J. Rubia


    El pasado 10 de septiembre, el neurocientífico
    Francisco J. Rubia, Catedrático de la Facultad de Medicina de la
    Universidad Complutense de Madrid, dictó la siguiente conferencia,
    dentro del marco del 43º Congreso de la European Brain and Behaviour
    Society de Sevilla, sobre los últimos avances de la neurociencia. Según
    Rubia, los hallazgos realizados en este campo en los últimos años han
    sido múltiples y podrían producir lo que él denomina "la cuarta
    humillación humana", tras el final del geocentrismo, la aparición de la
    teoría de la evolución y el descubrimiento del inconsciente. Estos
    hallazgos llevarían, de hecho, a cuestionarse conceptos tan
    fundamentales para nuestra cosmovisión como la naturaleza de la realidad
    o del yo o la existencia del libre albedrío. Por Francisco J. Rubia.


    Se ha dicho que la humanidad ha pasado por tres revoluciones sociales que han supuesto un avance considerable.



    La primera, la revolución agrícola
    hace unos 10.000 años, cuando el hombre se asienta y comienza a labrar
    la tierra produciendo alimentos y creando las ciudades. La segunda, la revolución industrial hace unos 250 años, con la invención de la máquina de vapor y la producción de mercancías y la extensión de los mercados.



    Y en nuestro tiempo, la tercera revolución debida a la creación
    del microchip, que dio lugar a la sociedad de la información con un
    intercambio de conocimientos antes desconocido.



    Algunos autores consideran que la cuarta revolución será la
    revolución neurocientífica, que ya está invadiendo numerosas disciplinas
    y creando nuevas, colocando el prefijo “neuro” ante disciplinas
    tradicionales.



    Así, hoy se habla de neuroeconomía, neuromarketing,
    neurofilosofía, neuroética, neuroeducación, neuropolítica y un largo
    etcétera. Todas estas nuevas disciplinas pretenden aplicar los nuevos
    conocimientos de la neurociencia a sus materias, esperando que esta
    aportación sirva para darles un nuevo impulso y desarrollo.


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    La revolución y sus efectos


    Es un hecho que la declaración de la década del cerebro por el Congreso de los Estados Unidos, alentada por la Library of the Congress y por el NIH
    en los años noventa del siglo pasado, supuso una fuerte inyección,
    sobre todo económica, para las investigaciones neurocientíficas. Desde
    la neurobiología molecular hasta las técnicas modernas de imagen
    cerebral, los estudios tanto básicos como clínicos se multiplicaron, y
    desde entonces se han acumulado muchos conocimientos que ahora esas
    nuevas disciplinas pretenden aplicar.



    A mi modo de entender, cuando se habla de revolución
    neurocientífica habría que diferenciar entre una revolución objetiva que
    se traduce en esos nuevos conocimientos y sus aplicaciones, y una
    revolución subjetiva de la que hablaremos luego y que, a mi juicio, es
    mucho más trascendente que la revolución objetiva.



    Dentro de la revolución objetiva habría que mencionar la
    utilización cada vez más frecuente de las técnicas de imagen cerebral, o
    técnicas de neuroimagen, no sólo en el estudio de enfermedades, sino
    también del ser humano normal y sano, ya que son técnicas no invasivas
    que pueden aplicarse sin intervención cruenta alguna.



    En el sistema judicial, por ejemplo, se están aplicando cada vez
    más esas técnicas que van a sustituir pronto a los polígrafos detectores
    de mentiras del pasado, ya que la exactitud de sus resultados supera a
    la de los detectores tradicionales, con la esperanza de que pronto será
    imposible engañar a los jueces y fiscales.



    El presidente de la Fundación MacArthur de Estados Unidos, Jonathan Fanton,
    dice que la neurociencia puede tener un impacto sobre el sistema legal
    tan dramático como los test de ADN. Esta fundación invirtió 10 millones
    de dólares en 2007 en varias universidades, para entender cómo la
    neurotecnología impactaría sobre los sistemas legales en todo el mundo.



    Y el neurocientífico Michael Gazzaniga,
    de la Universidad de California en Santa Barbara, afirma que pruebas
    neurocientíficas ya se han utilizado para persuadir a jurados a decidir
    sentencias, y que los tribunales han admitido los resultados del uso de
    técnicas de imagen cerebral durante juicios para apoyar peticiones que
    justificaban actos criminales basándose en la demencia de los
    implicados.


    Neuroarmas y neurosociedad


    Recientemente, en Estados Unidos se han invertido millones de dólares en
    universidades para investigaciones neurotecnológicas. El MIT,
    por ejemplo, recibió 350 millones de dólares para el Instituto McGovern
    de investigación cerebral y, en la última década, el National Institute
    of Health dobló su presupuesto, alcanzando los siete mil millones de
    dólares para el estudio de enfermedades del sistema nervioso.



    Por otro lado, tanto empresas privadas como agencias de
    inteligencia están invirtiendo mucho dinero en ese intento de aplicación
    de los conocimientos generados en neurociencia para utilizarlos en su
    beneficio. El estudio, por ejemplo, de la base neurobiológica de la toma
    de decisiones es de suma importancia para los ejecutivos de las
    empresas. Y en la elaboración de los anuncios de productos y mercancías,
    la utilización de esos conocimientos también está adquiriendo una gran
    importancia.



    El posible uso de los conocimientos neurocientíficos en el campo
    de batalla es más preocupante. Los ejércitos modernos están
    desarrollando ‘neuroarmas’ que pueden ir desde la eliminación de
    contenidos de la memoria hasta las armas neurotóxicas que pueden
    transformar los estados de ánimo, producir cambios psicológicos e
    incluso eliminar al enemigo. Recordemos lo sucedido en Chechenia el 26
    de octubre del 2002, cuando las fuerzas rusas OSNAZ introdujeron un gas
    que mató tanto a terroristas como a rehenes en un teatro de Moscú.


    Aparte de sus aplicaciones médicas, la neurotecnología está invadiendo
    otros terrenos, como las finanzas, la mercadotecnia, la religión, la
    guerra o el arte. Estamos entrando en lo que Zack Lynch ha llamado ‘la
    neurosociedad’.



    Aún queda por conocer lo más importante


    Aunque durante mucho tiempo el descubrimiento del genoma humano
    ha centrado la atención del público creando numerosas expectativas
    futuras, la neurociencia ha ido avanzando y despertando asimismo la
    impresión de que se avecinan importantes descubrimientos. Las técnicas
    de neuroimagen, los psicofármacos, las interfases entre el cerebro y las
    máquinas, las técnicas de estimulación cerebral, los implantes de
    células troncales en el cerebro o las posibilidades que se abren con la
    terapia génica están hoy en todos los medios de comunicación.



    En algunos casos, las técnicas de neuroimagen han podido detectar
    idearios racistas, diferenciar contenidos falsos y verdaderos de la
    memoria o el contenido de algunos pensamientos. Aunque estos datos son
    aún muy preliminares, sin embargo ya nos están indicando por dónde se
    orientarán los próximos hallazgos en este campo cuando mejore la
    resolución espacial y temporal de las técnicas que hoy se utilizan.



    A pesar de todos estos avances, no podemos olvidar lo que aún
    falta por saber. Hace ya siete años, once conocidos neurocientíficos
    alemanes publicaron un Manifiesto sobre el presente y el futuro de la
    investigación cerebral. En él hablaban de tres niveles distintos: El
    nivel superior que explica la función de grandes áreas cerebrales; el
    nivel medio que describe lo que ocurre en las asociaciones de cientos o
    miles de células nerviosas en el cerebro; y el nivel inferior que abarca
    los procesos a nivel celular y molecular. Según estos neurocientíficos
    hemos avanzado significativamente en los niveles superior e inferior,
    pero no en el nivel medio, cuando precisamente son las asociaciones o
    redes neuronales la base de los procesos mentales.



    Con qué reglas trabaja el cerebro; cómo refleja así el mundo, de
    manera que la percepción inmediata y la experiencia pasada se fundan;
    cómo la acción interna se vive como su acción y cómo planifica las
    acciones futuras, todo esto seguimos sin entenderlo más que en sus
    comienzos. Tampoco está claro, dicen los neurocientíficos alemanes, cómo
    podríamos investigarlo con los medios de que disponemos hoy.



    Aparte de esto, queda por conocer lo más importante: cómo se pasa
    de las descargas neuronales a la consciencia; con otras palabras, cómo
    es el paso de lo objetivo a lo subjetivo, algo que se considera por
    muchos autores el problema más difícil en neurociencia. Es el antiguo
    enigma de la relación cerebro-mente.



    Pero todo esto, como dije anteriormente, pertenece a lo que
    podíamos llamar la revolución neurocientífica objetiva, mientras que lo
    que, a mi juicio, es más relevante es lo que denomino revolución
    neurocientífica subjetiva, de la que trataremos a continuación.




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    Una cuarta humillación

    Y digo que la revolución neurocientífica subjetiva es más relevante
    porque va a modificar de manera considerable la opinión que tenemos
    sobre el mundo que nos rodea y sobre nosotros mismos. El título de esta
    conferencia me vino a la mente cuando releí una pequeña obra de Sigmund Freud,
    el gran psicólogo vienés, titulada "Una dificultad del psicoanálisis",
    en la que Freud hizo la reflexión de que el ser humano había sufrido a
    lo largo de la historia tres humillaciones importantes en su amor
    propio.



    La primera, la de Nicolás Copérnico
    en el siglo XVI, que había acabado con el geocentrismo, es decir, con
    la idea de que la tierra era el centro del universo y de la creación. La
    tierra no era más que un planeta, y no de los más importantes, del sol.
    Hoy esta idea no sólo está confirmada, sino que sabemos que el sol no
    es más que uno de los millones de soles que componen una de las muchas
    galaxias que existen, por lo que la importancia de la Tierra ha ido
    disminuyendo a pasos agigantados.

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    La segunda humillación provino del biólogo inglés Charles Darwin en el siglo XIX, con su teoría de la evolución,
    que hoy nadie pone en duda excepto algunos grupúsculos cristianos
    creacionistas en Estados Unidos. Aunque después de más de 150 años
    todavía hay personas que no han asumido lo que ella significa, o sea
    nuestra procedencia de animales que nos han precedido en la evolución.
    Esto significó sin duda un gran golpe a la idea de que éramos la perla
    de la creación divina, que habíamos sido creados de golpe por un soplo
    de la divinidad, como se dice en el Génesis. Con ello, la explicación de
    la Biblia pasó a ser lo que es: un mito o leyenda como muchas otras.



    Para Freud, la tercera humillación vendría dada por su descubrimiento, que no fue tal, del inconsciente.
    El inconsciente ya había sido descrito a lo largo del siglo XIX por
    varios médicos naturalistas románticos alemanes, pero Freud hizo de él
    el centro de sus estudios y le dio una importancia que otros no le
    habían dado. El resultado de esos estudios fue saber que la consciencia
    era sólo la punta de un iceberg, y que debajo del agua se encontraba una
    inmensa mayoría de funciones que, a pesar de ser inconscientes,
    gobernaban y dirigían la conducta humana. La tercera humillación, pues,
    era que el ser humano no era ni siquiera dueño de muchos de sus actos.
    Hoy se calcula que de todas las operaciones que el cerebro realiza, sólo
    una ínfima parte, un uno o dos por ciento, es consciente; el resto se
    lleva a cabo sin que sepamos que se está realizando. Con otras palabras:
    probablemente Freud se quedó corto.



    A mi entender, nos aguarda una cuarta humillación, de la que hoy
    sólo vislumbramos su comienzo: la revolución neurocientífica que está
    poniendo en entredicho convicciones tan firmes como la existencia del yo, la realidad exterior o la voluntad libre.



    Temas todos estos que tradicionalmente no han sido objeto de
    estudio por parte de las ciencias naturales, convencidos como estábamos
    que eran objeto de la teología, la filosofía o, como mucho, de la
    psicología. Pero que hoy sí que se cuentan entre los objetos de estudio
    de la neurociencia para darnos a entender que hemos estado equivocados
    hasta ahora cuando dábamos carta de naturaleza a determinados conceptos
    que muy posiblemente eran y siguen siendo fruto de nuestros deseos.



    El ser humano no tiene, por ejemplo, ningún motivo para pensar en
    la continuidad de su persona, de su yo, que considera que es el mismo
    desde la cuna a la tumba, sabiendo que nada ni en su cuerpo ni en su
    alrededor tiene permanencia. Y, sin embargo, ¿quién nos va a convencer
    de que no existe ese yo que subjetivamente está tan presente como la
    propia realidad exterior?



    Los órganos de los sentidos nos han engañado desde siempre y lo
    sabemos, como ya lo sabían los filósofos griegos de la naturaleza de las
    colonias jónicas en Asia Menor. La neurociencia moderna nos dice que ni
    los colores ni los olores, ni los gustos ni los sonidos existen en la
    naturaleza, sino que son creaciones del cerebro. Sin embargo, ¿quién no
    está convencido de que esas ‘proyecciones’ del cerebro no son tales y
    que las cualidades de los órganos de los sentidos son parte de la
    realidad que percibimos?



    No obstante, ya en el pasado Descartes,
    por ejemplo, en el siglo XVII había dicho que las cualidades
    secundarias de las cosas, colores, sonidos, gustos, olores, etc., no
    existían fuera de nosotros, sino en nosotros como sujetos sintientes. Y
    el filósofo napolitano del siglo XVIII Giambattista Vico
    escribía en su libro "La antiquísima sabiduría de los italianos": “Si
    los sentidos son capacidades activas, de ahí se deduce que nosotros
    creamos los colores al ver, los gustos al gustar y los tonos al oír, así
    como el frío y el calor al tocar”.



    Revisión del concepto de realidad



    El filósofo inglés Charli Broad
    decía que el cerebro es como una válvula reductora que filtraba el
    inmenso caudal de datos que fluía desde los órganos de los sentidos al
    cerebro. Además, los propios órganos de los sentidos perciben sólo una
    pequeña parte de la realidad. Por eso, desde el punto de vista
    neurofisiológico, llamar realidad a lo que percibimos es completamente
    inadecuado y sin sentido.



    Y el filósofo irlandés George Berkeley
    decía que sólo conocemos lo que percibimos, de manera que sus
    contemporáneos discutieron si cuando caía un árbol en el bosque y nadie
    estuviera presente para escucharlo haría algún ruido o no. Por lo que
    hoy sabemos, indudablemente no habría ningún ruido, ya que el sonido no
    es ninguna cualidad de la realidad absoluta, sino sólo de la nuestra.



    La conclusión que podemos sacar de todo esto es que cuando
    hablamos de materia, del mundo material, parece que nos estamos
    refiriendo a una realidad subyacente, cuando de hecho nos referimos en
    gran parte a imágenes de nuestra mente.



    En uno de los escritos filosóficos hindúes, el llamado Ashtavakra Gita
    se dice: “El mundo que de mí ha emanado, en mí se resuelve como la
    vasija en el barro, la ola en el océano y el brazalete de oro en el oro
    de que está compuesto”. Como es sabido, en los Vedas hindúes el mundo,
    así como el yo, son considerados maya, esto es, ilusión. Y los Vedas se
    remontan a unos 2.000 años antes de nuestra era.



    En el Libro tibetano de la Gran Liberación,
    también llamado Bardo Thodol, encontramos la frase siguiente: “La
    materia se deriva de la mente o consciencia y no la mente o consciencia
    de la materia”.



    Por cierto, en física cuántica
    se conoce que el acto de observar un fenómeno afecta a lo que se está
    observando, algo similar a lo que sabemos que hace el cerebro durante la
    percepción.



    Uno de los escritores llamados constructivistas, Heinz von Foerster
    dice: “Objetividad es el delirio de un sujeto que piensa que observar
    se puede hacer sin él”. Este mismo autor llama la atención sobre el
    hecho de que tenemos unos cien millones de receptores sensoriales frente
    a unos diez billones de sinapsis en nuestro sistema nervioso, lo que
    interpreta como que somos 100.000 veces más receptivos a lo que ocurre
    dentro de nuestro cerebro que a las informaciones procedentes de los
    órganos de los sentidos.



    El descubridor de la dietilamida del ácido lisérgico, LSD, Albert Hoffmann,
    fallecido hace sólo tres años a la edad de 102 años, decía: “Reconocí
    que todo mi mundo se basaba en mis vivencias subjetivas, que estaba
    dentro de mí y no fuera”.



    El yo como cualidad emergente



    Se han planteado tres argumentos a favor de que el yo es una
    construcción cerebral. En primer lugar, su ontogenia, o sea cuándo surge
    ese concepto en el desarrollo del ser humano. Al parecer, el niño no
    nace con ese concepto del yo, sino que se encuentra en la primera fase
    de su vida en un estado indiferenciado de fusión con el mundo, es decir,
    sin autoconsciencia. Es a partir de los dos años y medio o tres cuando
    surge esa impresión subjetiva de un yo propio que se diferencia del
    resto de la realidad y se enfrenta a ella. No deja de ser curioso que
    hablemos del yo y del mundo cuando ese yo es parte también de ese mundo.




    En antropología se sabe que en comunidades humanas más primitivas
    se tenía una concepción de la persona o del yo esencialmente
    sociocéntrica, o sea ligada a la pertenencia al clan o a la tribu y,
    desde luego, mucho menos individualista que en nuestra cultura
    occidental. Algunos antropólogos consideran que el yo individualizado no
    es una idea innata, sino una noción que ha tenido un desarrollo
    histórico.



    Entre los indios ojiwba, por ejemplo, una tribu de los algonquinos
    que todavía existe en algunas reservas, principalmente en Minnesota en
    Estados Unidos, el concepto que estos indios tenían de sí mismos no
    tenía nada que ver con el concepto occidental. No diferenciaban bien
    entre mito y realidad, entre ensueño y vigilia o entre humanos y
    animales.



    El antropólogo Brian Morris
    es de la opinión que el yo en esencia es una abstracción y que se
    refiere más a un proceso que a una entidad. Mientras que el pensamiento
    occidental tiene un concepto del yo egocéntrico, en otras culturas este
    concepto es más sociocéntrico y en muchas de ellas el dualismo
    tradicional del yo frente al mundo está completamente difuminado.



    Hay otro argumento que nos hace sospechar que el yo es una
    construcción cerebral. Para evitar que los ataques epilépticos que se
    producen en un hemisferio cerebral se propaguen al hemisferio del lado
    contrario por las fibras que unen ambos y que forman lo que se llama el
    cuerpo calloso, con doscientos millones de fibras, algunos
    neurocirujanos seccionaron el cuerpo calloso generando así lo que se ha
    llamado pacientes con cerebro dividido o escindido que fueron estudiados
    intensamente sobre todo en Estados Unidos.



    Aparte de muchos otros fenómenos, uno de los resultados más
    llamativos de esta operación fue que estos pacientes tenían pensamientos
    independientes en cada hemisferio. El investigador que recibió en 1961
    el premio Nobel por estos estudios fue el psicólogo norteamericano Roger Sperry
    y que decía lo siguiente: “Cada hemisferio parece tener sus sensaciones
    separadas y privadas, sus propios conceptos y sus propios impulsos para
    la acción. La evidencia sugiere que dos consciencias van en paralelo
    en ambos hemisferios de estas personas con cerebro escindido”.



    Como vemos, Sperry aceptaba la existencia en estos sujetos de dos
    consciencias, una en cada hemisferio, lo que sugiere que en condiciones
    normales estas dos consciencias aparecen como una sola, por la
    predominancia de una de ellas o por la fusión de ambas.


    En algunos pacientes esta situación creaba enormes conflictos, como, por
    ejemplo, que la mano izquierda, controlada por un hemisferio, cometiese
    un error y la mano derecha intentase corregirlo, o lo que es peor, que
    una mano abriese un cajón y la otra intentase cerrarlo. La conclusión de
    estas observaciones fue que en estos pacientes existían dos
    personalidades distintas, dos yos, con dos consciencias diferentes que
    se expresaban no sólo en las acciones, sino también en los pensamientos.
    Otra conclusión importante fue que la consciencia del yo tenía que
    estar ligada a las funciones de la corteza cerebral.


    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Esta división del yo en dos no es necesario que se produzca en los
    pacientes con hemisferios separados por el cirujano, La psiquiatría sabe
    hace mucho tiempo de casos de desdoblamiento de personalidad, como la
    que se describe en la película “Psicosis” de Hitchcock.



    También se conoce un trastorno de personalidad múltiple que se
    atribuye a una violación incestuosa en edad temprana de estos pacientes.
    Se ha supuesto que el shock emocional que supone ser violado o violada
    por una persona de la propia familia puede conducir, según algunos
    autores, a una excitación tan grande de la amígdala, una región
    perteneciente al sistema límbico o cerebro emocional, que lleve a una
    inhibición por ésta de distintas partes del hipocampo, otra región
    relacionada con la memoria, generando así personalidades múltiples e
    independientes.



    Se ha planteado la hipótesis de que todos nacemos con el potencial
    de desarrollar múltiples personalidades, y en el curso de un desarrollo
    normal conseguimos más o menos consolidar un sentido integrado de la
    personalidad. Algo de eso debe haber, pues si observamos el
    comportamiento, por ejemplo, de adolescentes normales cuando se
    encuentran con sus padres, con su novio o novia o con sus compañeros de
    juerga estos comportamientos son tan distintos que parece que proceden
    de distintas personalidades.



    Resumiendo todos estos hechos podríamos decir que el yo es una
    entidad que desarrolla el cerebro como cualidad emergente, entidad con
    la que no nacemos, sino que se desarrolla a partir de la maduración de
    estructuras corticales y en interacción con el entorno, dependiendo, por
    tanto, de la cultura en la que la persona se encuentra.



    ¿Qué pasa con la voluntad?



    Sin duda, nuestra civilización occidental ha acentuado enormemente
    esta cualidad del yo, generando individuos especialmente poco sensibles
    a los intereses colectivos. Precisamente por ser algo individual, que
    nos diferencia de los demás, también nos separa de ellos.



    Otro dato que amenaza con minar la imagen que tenemos de nosotros
    mismos es el tema de la voluntad libre. Los datos de que hoy disponemos
    apuntan a que la libertad es una ilusión, una ficción cerebral. Nadie
    puede afirmar que estos datos sean definitivos, porque definitivo no hay
    nada en ciencia, pero son datos experimentales que nos dicen que no
    somos libres de tomar decisiones cuando estamos ante la posibilidad de
    elegir entre varias opciones. Antes de que tengamos la impresión
    subjetiva de voluntad, el cerebro se ha puesto en marcha de manera
    inconsciente.



    Experimentos realizados con modernas técnicas de imagen cerebral
    han mostrado que esa actividad inconsciente del cerebro precede a la
    impresión subjetiva de voluntad nada menos que en seis segundos. Y, sin
    embargo, de nuevo la impresión subjetiva de libertad es tan fuerte que
    pensamos que la interpretación de los resultados de estos experimentos
    no puede ser cierta.



    Se suele decir que libertad es la capacidad de hacer lo contrario
    de lo que realmente hacemos. Pero esto no es otra cosa, a mi entender,
    que tener grados de libertad, o sea una gama de opciones entre las
    cuales elegimos una. Estos grados de libertad son mayores mientras más
    desarrollado sea el cerebro, de manera que los humanos tenemos más
    grados de libertad que otros mamíferos y éstos más que los anfibios,
    etc. Pero si confundimos la libertad con los grados de libertad entonces
    todos los animales son libres por tener distintas opciones en su
    conducta. Lo decisivo no es que tengamos posibilidades de elección, sino
    por qué y cómo elegimos lo que elegimos y no otra posibilidad.



    La ciencia nos dice que el universo está sometido a leyes
    deterministas, por lo que el físico Albert Einstein se preguntaba que
    por qué el cerebro tenía que ser una excepción y fuese la única parte de
    la materia del universo que fuese libre y no determinada como el resto.




    Hoy en día muchos filósofos llamados compatibilistas piensan que a
    pesar de estar determinados como el resto del universo, los humanos
    somos libres siempre y cuando nuestras acciones surjan de nosotros
    mismos. Aquí se olvida lo que había dicho Freud de los condicionamientos
    inconscientes que dirigen nuestra conducta. En psicología no se dice
    que seamos libres si nuestra conducta está guiada por motivaciones
    inconscientes sobre las que el llamado yo consciente no tiene ningún
    control.



    No deja de ser curioso el hecho de que sepamos que no tenemos
    ningún control consciente sobre lo que almacenamos en la memoria y, sin
    embargo, no nos preocupe este hecho, cuando precisamente desde el punto
    de vista de la supervivencia la memoria es mucho más importante que la
    libertad.



    La falta de libertad ya había sido planteada en el pasado por el
    filósofo holandés Baruch Spinoza que decía que los hombres se
    consideraban libres porque ignoraban las causas que determinaban sus
    acciones.



    La importancia de estos resultados es evidente. La existencia o no
    de libertad, libre albedrío o voluntad libre es también de enorme
    importancia para otras disciplinas, por ejemplo para la religión, ya que
    sin libertad el ser humano no es culpable de pecado, concepto clave y
    fundamental para las tres religiones abrahámicas: judaísmo, cristianismo
    e islamismo.



    En jurisprudencia y en psiquiatría forense, el tema de la libertad
    es de gran relevancia, dado que de ahí se derivan los conceptos de
    responsabilidad, imputabilidad y castigo para los que delinquen. Pero la
    libertad es también importante en ética, en filosofía social y
    política, en la filosofía de la mente, en metafísica, en la teoría del
    conocimiento, en la filosofía de las leyes, en la filosofía de la
    ciencia y en la filosofía de la religión.



    El cerebro y la espiritualidad



    Otro tema que está siendo estudiado por la neurociencia es el tema de la espiritualidad.
    Desde que es posible provocar experimentalmente experiencias
    espirituales, religiosas o místicas estimulando determinadas regiones
    del lóbulo temporal pertenecientes al sistema límbico o cerebro
    emocional, la neurociencia ha entrado en un tema que tradicionalmente ha
    pertenecido a la teología. Se habla hoy, a mi entender equivocadamente,
    de neuroteología para referirse a la búsqueda de la espiritualidad en
    el cerebro. Y digo que equivocadamente, porque teología significa
    etimológicamente un tratado de dios, como si ya se diese por sentado su
    existencia, algo que la neurociencia no hace.

    Pero lo realmente revolucionario, a mi juicio, es el hecho de que la
    materia, como el cerebro, sea capaz de producir espiritualidad. De ahí
    que yo al cerebro le he llamado “espiriteria”, una contracción de
    espíritu y materia. En cualquier caso, parece evidente que el concepto
    tradicional de ‘materia’ no debería ser aplicable al cerebro. Además, la
    separación dualista cartesiana entre espíritu y materia no tendría
    sentido.



    Como vemos, en el pasado se consideraba inapropiado que la
    neurociencia se ocupase de las funciones mentales, antes llamadas
    funciones anímicas, o sea del alma, como lo está haciendo ahora. Hoy
    estamos al comienzo de un derribo sistemático de conceptos que, algunos
    de ellos, son pilares en los que se asienta nada menos que gran parte de
    nuestra cultura occidental.



    De ahí que piense que se avecina una nueva humillación del ser
    humano, una revolución protagonizada por los resultados de la
    neurociencia. De nuevo, una ciencia está a punto de abrirnos los ojos a
    realidades que nada tienen que ver con las que hemos vivido durante
    siglos: éstas han sido producto de nuestro cerebro y las realidades que
    las sustituyan también lo serán. Pero ahora, soñar con una realidad
    independiente del cerebro humano será posible pero no real.



    Nos llama la atención el progreso objetivo de la neurociencia,
    como el papel de la genética en varios trastornos mentales, los estudios
    de biología molecular que nos han explicado cómo determinados genes
    pueden llevar a producir síntomas clínicos. Admiramos los
    descubrimientos que muestran la producción de nuevas neuronas en el
    hipocampo, o los mecanismos moleculares asociados a la memoria y al
    aprendizaje. Hemos descubierto neuronas que son la base de la empatía,
    probablemente también del lenguaje y de la moralidad, como las neuronas
    espejo, pero los temas que he mencionado en relación con la revolución
    subjetiva van más allá porque van a cambiar la imagen que tenemos del
    mundo y de nosotros mismos. Las humanidades, junto con la neurociencia,
    tendrán que colaborar para diseñar una nueva imagen del ser humano que,
    sin duda, será distinta a la que hoy conocemos.



    En suma: estamos ante una auténtica revolución de nuestras ideas: una revolución neurocientífica.




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    Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana" Empty Re: Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana"

    Mensaje por _DESTELLO_ Lun Sep 19, 2011 12:02 pm

    Muy , pero que muy INTERESANTE tema. Me ha gustado mucho. Wink

    Un artículo estupendo , me ha entretenido un buen rato. saltoalegria
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    Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana" Empty Re: Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana"

    Mensaje por tay Mar Sep 20, 2011 5:10 pm

    Avances en cuestiones como la autoconsciencia (el yo), la inconsciencia, la realiidad exterior (para tí y para mí, por ejemplo, los colores no son los mismos, no es nuevo que solamente existen realidades subjetivas, y la espiritualidad (estudiándose ésta independientemente de las creencias) son positivos sin lugar a dudas. Todo ello puede repercutir en adelantos importantes, sobre todo en medicina, y eso sí marcaría una revolución, no quizá tan importantes como la agrícola o la industrial, pero casi.
    En cuanto a los estudios sobre la voluntad (cuyos estudios en animales también nos están sorprendiendo, órdigas con los monos), el genoma, y las técnicas que permiten por ejemplo, como se ha dicho, sustituir al polígrafo por un sistema infalible de averiguación de la verdad, siempre se verían ralentizados por cuestiones éticas y legales. La cadena de ADN no ha hecho prácticamente más que asomar la nariz, y ya tenemos diferencias en las legislaciones sobre aplicación médica de células madre, del mismo modo que sostiene paralelamente un debate abierto sobre el derecho a la privacidad (posibilidad de incluir obligatoriamente la identificación genética en archivos médicos, fiscales y policiales, etc etc). Verdad es que, casi todos los descubrimientos importantes, hasta que han podido llevarse a cabo, se han topado siempre con esas barreras. Habría que ver cuánto tiempo tardan en abrirse, para qué países (no todas las legislaciones son permisivas para según qué adelantos, y las religiones tambén levantan sus propios muros), y con qué aplicaciones concretas.
    Vamos rápido, pero no tanto...

    Ahora no sé qué darte, si un positivo, o un negativo. A tu voluntad lo dejo.
    De momento, un aplauso por el hilo, caballero.
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    Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana" Empty Re: Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana"

    Mensaje por Maulet Mar Sep 20, 2011 5:21 pm

    Sólo sé que no sé nada. scratch
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    Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana" Empty Re: Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana"

    Mensaje por Sevedu Mar Sep 20, 2011 5:43 pm

    O sea que ahora feo y con el cerebro averiao...tamos buenos.. [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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    Mensaje por Atlántida Mar Sep 20, 2011 7:47 pm

    Sevedu escribió:O sea que ahora feo y con el cerebro averiao...tamos buenos.. [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

    ¡Jope, averiao no, solo es que no entiendes nada! Razz
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    Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana" Empty Re: Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana"

    Mensaje por Sevedu Mar Sep 20, 2011 7:49 pm

    Atlántida escribió:
    Sevedu escribió:O sea que ahora feo y con el cerebro averiao...tamos buenos.. [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

    ¡Jope, averiao no, solo es que no entiendes nada! [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

    Bueno eso ya me pasaba antes, no me entero de nada.... [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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    Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana" Empty Re: Los hallazgos sobre el cerebro podrían suponer "la cuarta humillación humana"

    Mensaje por tay Mar Sep 20, 2011 8:11 pm

    A ver si creeis que yo entiendo muchooooo!!! Pero oye, se lo lee uno dos o seis veces y ya parece que se abre el cerebrito y entra.

    Pero bueno, por seguir con el comentario. No creo que ninguno de esos avances supongan humillación alguna comparable, por ejemplo, a la teoría copernicana, aunque se tiren también abajo teorías que se han dado por sentadas desde siglos. Una muestra son los avances en psiquiatría y neurología, que lejos de escandalizar, han sido bastante bien aceptados. Sencillamente porque ocurre en una época de mentes más abiertas, a excepción de aquellas que se apoyan aún en creencias determinadas y que, por propio interés, condenan e intentan tirar abajo con argumentos casi "de fe" o de ética lo que son descubrimientos científicos que no tienen vuelta de hoja. Por tanto, para ellos tampoco supondrá una humillación, tanto en cuanto seguirán en sus trece; si acaso un motivo de cabreo, pero a eso ya estamos acostumbrados...
    Por cierto, la bombilla incandescente perpetua también iba a ser el descubrimiento del siglo, y de nada sirvió, ni prosperó, por puros intereses económicos. Podría extrapolarse a algunos descubrimientos farmacéuticos (algunos que sí supondrían avances positivos e importantes en tratamientos hasta ahora medianamente abordados) que, por los mismos motivos, dudo que vean la luz en una temporada muy larga, si es que la ven

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