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Sukubis
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Sukubis


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MensajeTema: Bandida   Bandida EmptyJue Jul 19, 2012 12:36 am

Bandida



Vestida para matar

Al fin me había confirmado que volveríamos a vernos. Habían pasado un par de meses desde nuestro último encuentro y decidí vestirme de acuerdo a mis deseos y mis ganas de estar con él. Luego de pensarlo un poco decidí llevar una mini falda, no era usual en mí pero la ocasión lo merecía. Escogí una blusa sencilla a juego y debajo usar un juego de brasier de encajes con un hilo a juego. “Vestida así ya vas desnuda” me repetía en la cabeza. A sabiendas de que le gustaban mis pies casi desnudos, me decanté por un par de sandalias que apenas tenían una tira delgada sobre el empeine, de poco tacón, lo justo para levantarme un par de centímetros del suelo.

Decidí dejar el cabello un poco salvaje y maquillarme suavemente, poniendo más intensidad en los ojos. Estuve lista con tiempo de sobra, por lo que se me ocurrió una travesura: colocar dentro de mí un par de bolas de geisha. Sabía que al caminar la suave vibración representarían una deliciosa tortura, pero pensar en la sorpresa y excitación que él sentiría al saber que las llevaba bien valía la pena.

Nos dimos cita en un pequeño local, en una calle llena de turistas. El bullicio de las calles y el ambiente de fiesta me animaban y me sentía dispuesta y alegre. Su mirada me indicó que había acertado al escoger mi vestimenta. Su sonrisa delataba que le sorprendía y le agradaba verme vestida así. “Vestida así ya vas desnuda” pensé y me reí de mis ocurrencias. Se puso de pie apenas me acerqué a la mesa y me besó en la boca y agradecí el no haberme puesto labial.
Nos sentamos y me invitó a una copa de vino, lo agradecí el vino estaba fresco y ligero, justo lo que necesitaba para iniciar la noche. Nos pusimos al día brevemente, me contó de su viaje, yo de mis cosas cotidianas y él lucía fascinado por mi cruce de piernas y el largo de mi falda. Intentando adivinar lo poco que cubría mi falda, hizo intentos nada discretos de tocarme los muslos… y me miraba y sonreía como si supiese algo o hubiera descubierto mi secreto. Yo sonreía divertida, efecto del vino y del ambiente, sabiendo que cuando descubriera la sorpresa iba a acelerarse.

El grupo que amenizaba el local tocaba delicioso, diversos temas desde el jazz, hasta la salsa con toques de son y boleros. Le propuse ir a bailar, lo que aceptó con agrado.
- Tenía muchas ganas de tocarte, de sentirte. Me dijo al oído. El espacio para bailar era reducido y aunque no había mucha gente era difícil bailar sin tropezar con alguien, así que nos quedamos en un rincón cerca de la cocina y los sanitarios y bailamos en un cuadrito. Sin cortarse ni un poco, me acarició las nalgas y me dijo al oído: “Eres una bandida, andas sin bragas”. Yo me reí divertida, él volvió a tocar mis nalgas desnudas un par de veces más, seguro de que yo no tenía ropa interior.

- Tengo ganas de cogerte aquí mismo. ¡Ya!
- No te atreves. Afirmé, mirándolo con gesto pícaro. Me llevó contra la pared y me besó y sin disimulo bajó su mano a mi entrepierna y buscó mi coño. Al descubrir el encaje de mi braga me miró a los ojos, en un gesto de reproche cómplice. Se sintió compensado al notar mi humedad y ladeando la braga buscó con sus dedos mi raja. La adrenalina a mil por hora quemando mis venas y sus dedos rugidos de llegar a la meta. Separó mis labios y encontró mi botón, lo atormentó con premura y yo lo abracé por el cuello y me pegué a su mano como si él me sostuviera al universo. Intentó sacar el dedo y yo moví la cadera hacia adelante. Buscando. Él sonrió y hundió aun más sus dedos en mí… sintió el hilo, la dureza de las bolas dentro de mi vagina, tiró del hilo y contraje. No las pudo sacar.
- ¿Estás loco? ¿Qué harías con ellas en la mano…?
- Ponerlas en tu copa. ¡Bandida! Se llevó los dedos a la boca y me dijo “mira cómo estás”
- Lo dices como si no te gustara, alguna queja.
- No, para nada, ninguna queja. Se chupó los dedos llenos de mis jugos y me propuso que nos fuéramos de allí.

¡Busquen una habitación!

Salimos del local apenas pagamos la cuenta, caminamos sorteando gente ya que se hospedaba en un hotel cercano. Yo seguía con la procesión por dentro, con la vibración de las bolas y las ganas encendidas. Él me llevaba de la mano, deteniéndose de vez en cuando para darme un beso. Subimos por unas escaleras mecánicas y aprovechó para meter mano debajo de mi falda nuevamente mientras me daba un beso. No me atrevía a mirar a los lados por no percatarme de la gente alrededor. No sabía si nos miraban o no, sólo sabía que tenía muchísimas ganas. Bromeando me dijo: portare bien o nos van a gritar: “busquen un cuarto”. Me reí a carcajadas. Me sentía todo lo descarada que se puede ser en tales circunstancias. Tampoco quería darle alas para que se atreviese a hacer algo más, sólo quería que llegáramos a la habitación.

Seguimos caminando apresurados y llegamos a hotel. El el ascensor entramos con algunas personas que venían de una convención, pero ni así se cortó. Parado a mi lado, estiró su mano para ir debajo de mi falda y darme un pellizquito. Al fin desembarcamos en el piso y entramos a la habitación y sin más nos besamos y me tocó con descaro por todas partes como si fuera un pulpo. Como si fuese a arrancarme la ropa que se empeñaba en no desaparecer. Haló de nuevo de mi hilo y lo empujé… y le dije:
- Dijiste que lo sacarías con la boca… y las bolas también.
- Lo dije y lo haré, me respondió con chulería.
- ¡Pues de rodillas, muñeco! Y poniéndose de rodillas me invitó a ir hacia él. Pasé mi pierna sobre su hombro y con la mano en la pared me sostuve. Ladeó el hilo y empezó a comerme el coño, sus manos me sostenían contra su boca, a la vez que amasaba mis nalgas. Yo me derretía y quería que me penetrara de inmediato, pero me sostenía de tal manera que no podía más que dejarlo hacer cómo deseaba… comiendo mi sexo mientras yo de pié resistía lo mejor posible el tormento placentero. No sé en qué momento empecé a follarle la boca, moviendo mi cadera para restregarme con su cara… me corrí en su boca cuando alcanzó sacar las bolas. Mis jugos mojaron su cara y lamió y mordió mi entrepierna mientras yo acariciaba su cabello.
Subió por mi cadera y bajó con los dientes mi hilo, yo no opuse ninguna resistencia. se puso de pie y me besó, con la cara brillante de mi propia corrida. Lo lamí, lo besé, abrazándolo con fuerza.
- Ahora te toca a ti, me dijo y ante mi cara de incógnita me recordó “dijiste que la chuparías de rodillas” Te toca…
Fingí una protesta y me puse de rodillas, bajé su pantalón y su polla saltó erguida, clamando por mi saliva. Lo chupé, lo lamí, me divertí besando su glande, poniéndolo entre mis senos y lamiendo sus huevos. No quería que se corriera, no todavía. Lo halé por los brazos para traerlo al suelo.
- Ven aquí. Yo estoy que no aguanto más… mi llamado era urgente, deseaba sentirlo dentro de mí.
Aun tenía los pantalones enredados en los pies y yo la mini puesta, estábamos ambos más vestidos que desnudos, aun así me puse a horcajadas sobre él y sin más me clavé en su polla y cabalgué sintiéndolo dentro de mí firme, a sabiendas de que los dos estábamos muy excitados y que aquel estado no podía ser eterno. Sentí mis temblores, las piernas me respondían a medias y sólo el ir y venir de mi sexo sobre su sexo se me antojaba necesario y vital. Sus manos buscaban mis senos, tomó mis dedos y se los llevó a la boca para chuparlos y quise poner en su boca mis senos, pero toda mi energía estaba en mi coño, frotándose contra su polla. Me corrí temblando de manera casi frenética y sintiendo su leche resbalar tibia por mi coño.
Cuando recuperé el aliento lo besé, me quité de encima de su cuerpo y permanecí allí acostada un rato más.
- ¡Me tienes jodido! Te aprovechas de mí dijo con ironía y estallé de nuevo en carcajadas.
- Fue bestial, tienes que admitirlo. No te quejes.
- No si no me quejo, en mi testamento dejaré una cláusula que te exonere de responsabilidad.
- La noche ha iniciado bien, ¿aun tienes energía para hacerlo?
- Si me la pones dura te vuelvo a coger.

Bastó con quitarme la blusa.
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