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    LA ESTRATEGIA COMO POLÍTICA

    El Postiguet
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    Mensaje por El Postiguet Sáb Ene 13, 2018 12:58 pm

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    El problema de los políticos españoles, y ahora me refiero a los que van desde la extrema derecha a la extrema izquierda, es su absurda idea de que cuando el ciudadano los coloca en el lugar de gobierno lo sitúa en un cortijo de su propiedad. Craso error que aún hoy, en pleno siglo XXI, nos demuestran muchos. Siempre me manifiesto que la política debe ser el arte de trabajar para los ciudadanos, y, si hay ocasiones en que ir “contra” ellos, hay que hacerlo desde la estrategia inteligente y un buen hacer.
     
    Supongo que muchos de ustedes conocerán el llamado “Motín de Esquilache”, pero para los que no, lo recordaré. Se hacía necesario cambiar la indumentaria de los españoles de entonces: capas largas y grandes sombreros que dificultaba reconocerlos y, sobre todo, la posibilidad de llevar armas ocultas.
     
    El tal Esquilache, marqués y ministro del Gobierno de España, decidió que todos los españoles tendrían que cambiar esa indumentaria por la moda francesa de capas más cortas y sombreros más reducidos. El bando, sobre todo en la capital, nadie lo secundó, de tal manera que el ministro decidió sacar patrullas a la calle, y que a todo aquel que llevara esas capas y sombreros, los condujeran a un portal, y allí, el sastre que acompañaba a cada patrulla, recortaría la capa y recortaría el sombrero convirtiéndolo en un tricornio. Los ciudadanos madrileños se alzaron en protesta ante tal medida, y aunque con el movimiento ciudadano existieron otros motivos políticos, el caso es que fue secundado de manera multitudinaria. Es el único motín del mundo nacido como consecuencia de “una moda”. Este motín se llevó consigo al ministro que tuvo que dimitir.
     
    Y ahora llega la estrategia y la inteligencia de su sucesor. Ante el fracaso de la imposición de Esquilache, procuró hacer simpático a los ciudadanos el traje nuevo, llegado desde Francia, y antipático el que se usaba en España. ¿Cómo lo logró? Muy fácil, pues haciendo pasear por las calles madrileñas al personaje más odiado por el vulgo: el verdugo. A éste lo obligaba a pasear los las calles con el traje antiguo, capa grande y flotante, y sombrero de enormes medidas. Su diaria exhibición y ante la posible comparación con el verdugo, consiguió que en poco tiempo la capa larga y grande y el enorme sombrero desaparecieran de la estampa madrileña.

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