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No tiene usted por qué avergonzarse, y debe decir que lo es claramente, ya que en este mundo debe haber de todo, y los líderes, ya religiosos o políticos, necesitan de los trompeteros y monagos que vayan perfumando por donde pasan. Toque, buen hombre, toque su trompeta con alegría, sople hasta perder el aliento, y anuncie buenas nuevas, aunque sean más viejas que viejo es el mundo. 

Usted a lo suyo, a exaltar a sus amos sin desmayo, y con mayor alegría si tiene recompensa, y, caso de que no, como le pasa y pasará a muchos, debe quedarles el honor de haber empleado su tiempo y su esfuerzo trompetero al servicio de ellos. No hay amo sin esclavo, ni esclavo que necesite ser mandado.

No se avergüence pues, que en la vida es tan necesario el líder como el que le ríe las gracias, le perfuma a su paso, o le prepara un lecho de flores. Ahora bien, entienda que en esta vida existimos hombres y mujeres libres, nada entregados a la sumisión del que manda.

Saludos.