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Todo votante o seguidor de un partido político queda claro que gusta que el suyo gane y pueda ejercer sus ideas de gobierno, pero como todos no pueden ganar, el que no llega debe, si es demócrata de verdad, reconocerlo y darlo como bueno, y, si además de demócrata es de izquierdas, hacer una autocrítica del por qué lo que su partido ofrecía a la sociedad, que para usted era lo mejor, ésta le ha dado la espalda.
Y pueden ser varias cosas además de la propia idea política, como por ejemplo que el votante haya dejado de creer en ella, que no le guste, incluso que aun gustándole la entienda como populista sabiendo que no es posible poner el marcha las propuestas. Porque no nos engañemos, se puede prometer el oro y el moro, pero llevarla a buen término ya es cosa diferente, y lo que se ve como sencillo desde fuera de los gobiernos, dentro es otra cosa, si es que no se pretende romper con todo, cosa imposible en un mundo tan globalizado, y en concreto, en España, como miembro del Club Europeo, acatar ciertas obligaciones llegadas desde Bruselas.
Mi consejo hacia usted, podemita que ve en su partido las mil maravillas, y en su líder tota la decencia del mundo, además de la gran simpatía que imana, su carisma, su modestia que para otros pueda ser vanidad y prepotencia, su altruismo que para los contrarios pueda parecer un ego desmedido, etcétera. Usted, en su derecho, puede arremeter contra todo el que le niegue la bondad del partido y la grandeza del líder, y si lo desea lo debe propagar por cielo, tierra y mar, de la misma manera que otros creyentes en otros partidos y embelesados de sus líderes, lo propaguen hasta en el mismísimo infierno. Pero, por supuesto, puede que los que como usted crean igual sean minoría, y al verse en inferior número se sienta frustrado.
Yo le aconsejaría que no se sintiera así, que debe tener esperanza de que todo cambie a favor, y, aunque concretamente en Podemos vea que todo se va yendo al traste, que cada vez son menos los cautivados por don Pablo y su eterno bolígrafo en mano, piense que no hay mal que cien años dure, y que pueden venir tiempos mejores.
Y no deje la trompeta aclamadora en el desván. Sáquela y desde el balcón trompetee alabanzas y hosannas; aplauda a rabiar sus frases, sus opiniones, sus propuestas, sus proyectos por mucho que tengan de populismo. Siéntase feliz, pues su propaganda es honesta ya que usted cree honestamente y ciegamente en él y el partido. Diga sin rubor: “Soy trompetero de Pablo”, que no todo el mundo puede serlo. Y no puede serlo por muchas razones, porque el carisma de Pablo no les haya seducido, atraído, subyugado, enamorados de su labia y dotes de atracción; pero a usted sí le tocó en el alma, y eso debe ser su orgullo. No se esconda en al armario podemita y salga de él bandera en mano. Si lo hace, si deja la frustración de lado, será feliz.
Hágame caso y muéstrese como le gusta ser. No todos le entenderán, pero con tal que le entienda don Pablo, usted debe estar satisfecho.
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