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    CUBRIR LAS APARIENCIAS, OBSESIÓN ESPAÑOLA

    Akra-Leuke
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    Mensaje por Akra-Leuke Mar Ene 14, 2020 11:53 pm

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    CUBRIR LAS APARIENCIAS, OBSESIÓN ESPAÑOLA
     
    Sé cortés y lisonjero.
    Sé liberal y esparcido,
    que el dinero y el sombrero
    son los que hacen amigos.
    (Calderón de la Barca “El alcalde de Zalamea).
     
    Y razón no le faltaba al autor español, conocedor, cómo no, de cómo eran sus conciudadanos. “Cubrir las apariencias” es frase de enorme profundidad en la psicología del español. Y como clara muestra la encontramos en “El Lazarillo de Tormes” que gustaba de pasearse con un mondadientes en la boca con la idea de hacer ver, cosa que no era cierta, de que ese día había comido carne. En España se hizo uso de la capa, que por cierto se mantuvo vistiendo contra viento y marea y ordenanzas, porque ésta, como dice el viejo proverbio “todo lo tapa”. La capa, según creencia del español de la España profunda, es la solución perfecta para aparentar elegancia sin necesidad de gastar un maravedí más que en la misma. ¿Quién podría adivinar lo que debajo de ella se ocultaba? Por ejemplo zurcidos, roces en puños y cuellos de las camisas, calzones roídos o coderas deshilachadas… en definitiva que la capa re`resentaba elegancia, dignidad y, sobre todo lo más importante: seguridad.
     
    Teófilo Gautier, cuando comenta sobre la Puerta del Sol madrileña, nos narra a graves personajes envueltos en sus capas, aunque haga ese calor atroz mesetario en pleno mes agosteño, con el pretexto de lo que defiende del frío también defiende del calor. Lo que defendía en realidad la capa, era de la vista crítica y curiosa de los demás, pero “los demás” hacían lo mismo, con lo cual nadie a nadie engañaba.
     
    Un ministro intentó cambiar la forma de vestir de los madrileños. La vestimenta consistía en capa grande, sombrero de ala ancha, que dificultaba la posibilidad de identificar a los delincuentes. El marqués de Esquilache tomó la decisión de que todos los ciudadanos de Madrid debían cambiar su atavío por la moda gala de capa corta y tricornio. Se decretó el bando, y nadie lo obedeció. El ministro insistió, sacando a la calle patrullas policiales acompañadas de un sastre y a cada madrileño encontrado con la prohibida vestimenta, se le recortaba la capa y apuntaba el ala del sombrero con alfileres convirtiéndolo en tricornio. Los madrileños se irritaron tanto al ver perdida esa prenda que ocultaba muchas carencias interiores, lanzándose a la calle en una especie de motín armado que hoy se conoce como el “motín de Esquilache”. El ministro tuvo que dimitir.
     
    Pero ¿a que no adivinan cómo se consiguió desde el Gobierno que el madrileño abandonara esa burda vestimenta? Muy sencillo conociendo el carácter del habitante de la meseta: hacer antipática esa manera de vestir. Para ello se paseaba por las calles de Madrid un personaje que siempre ha sido el más odiado por el vulgo: el verdugo. Éste era obligado a pasearse con capa flotante y sombrero de ala ancha constantemente por las principales calles y plazas, y los madrileños, para no ser confundidos con el verdugo, fueron cambiando a la moda francesa. ¿Se dan cuenta de lo importante que es para el que gobierna lo de “la imaginación al poder”?


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