Reflexiones acerca de la crisis
Ahora que todo el mundo habla de la crisis, y que todos saben el origen de la misma, tengo por norma de huir, o tomarme a broma por no decir otra cosa, cuando oigo que el mismo tiene un solo origen. Por lo general quienes así se dicen, acusan el origen de la crisis pensando más en sus intereses.
Para unos la culpa la tiene Zapatero, porque es Zapatero el origen de todas sus iras; otros acusan a los especuladores, que efectivamente tienen parte de culpa, pero no toda. Que si la burbuja inmobiliaria, que también tiene parte de ella, pero sólo parte. O que la culpa es de la izquierda, dice la derecha. Que es de la derecha, dice la izquierda; o de los trabajadores, o de los empresarios, o del “sursum corda” o de la Vaca lechera…
Porque esta crisis, aguda y muy dañina, es consecuencia de muchas acciones y de diversas actitudes, personales y sociales, que han confluido todas ellas en un mismo punto.
En realidad, si nos paramos a pensar de manera sosegada y exenta de partidismo alguno, veremos que todos los motivos que la han hecho llegar y ha sacudido las estructuras de nuestro edificio como si de un terremoto se tratase, tiene mucho que ver con un cambio de ciclo económico; el cambio tan radical que por diversas razones, y siempre por la avaricia de unos en conseguir mayores beneficios, hizo que aquello que en Europa o USA se fabricaba, ahora lo veamos etiquetado con “Made in cualquier país de Oriente” o de África o de donde sea... ya que en pro de mayores beneficios los fabricantes occidentales buscaron lugares donde la mano de obra era más barata. Este sea, quizás, el comienzo, pero no todo.
Tanto es así que lugares como China o la India, el antes llamado tercer mundo, hoy ya no lo sea, al menos tanto, y allí esté naciendo una nueva clase media, antes desconocida, mientras la clase media europea o estadounidense esté de capa caída. Y no solo son las factorías que allí se han trasladado, sino que en estos lugares además de esas clases medias que están naciendo, con poder adquisitivo paralelo al occidental, o superado, se estén formando unos profesionales que ya pueden competir con los de esta parte del mundo, pues se da la paradoja de que, por esa misma crisis que esta sociedad ha originado, aquí se esté rebajando la calidad de la enseñanza, mientras esos países la estén cuidando y mejorando.
En estos países es incomprensible que un alumno con cuatro o cinco materias suspendidas pase de curso. La exigencia en este aspecto importante es la que aquí se ha descuidado, y por ese descuido tenemos lo que tenemos. En estos países de desarrollo emergente, no cabe la idea de subvencionar a estudiantes universitarios que no alcancen méritos suficientes en notables o sobresalientes en sus calificaciones; pero en nuestra zona, y España es un claro ejemplo, se han permitido tantas aberraciones que el resultado lo estamos contemplando. La crisis, también lo es de valores, no solamente económica.
Nuestros políticos —los de aquí mayormente— han tomado la caja de los dineros como cosa suya y no se creen en la obligación de decir en qué gastan y cómo y para qué gastan, mientras por otra parte toda la sociedad reclama subvenciones, ayudas, lo que sea antes que exigirse a si mismos un mayor compromiso con todos, con esta sociedad que estamos debilitando o contemplando su debilitamiento cruzados de brazos. Esta apatía, especialmente en la juventud, que es la parte más castigada, es la que nos ha llevado al fracaso que hoy contemplamos, viendo que se nos supera por todos lados.
En lo que respecta a España, es asombrosa la apatía de la sociedad al ver de qué manera hemos sido engañados por mandamases a todo los niveles, desde el político, al gran empresariado, jueces y fiscales, incluso, y por desgracia, por la inactividad al no exigir coherencia, honestidad y trabajo en pro de la ciudadanía de la más alta magistratura, la Corona. Y esa apatía aparentemente ya es crónica en nuestra sociedad, y como una grave enfermedad sin visos de curación, está royendo el interior de la misma, convirtiéndola en sumisa, callada y entregada al fracaso.
El Banco de España ¿hacia dónde miraba cuando las Cajas de Ahorro minaban los ahorros de los pequeños ahorradores o cuando eran engañados miserablemente? ¿Nadie sabe que por determinados aeropuertos salen frecuentemente avionetas con destino a paraísos fiscales? ¿Nadie con autoridad se ha dado cuenta de ello? ¿O sí? ¿O son ellos?
¿Cómo se puede ser tan hipócrita que cuando se estaba en el poder no se le exigió a la iglesia el pago de sus obligaciones y ahora, en la oposición, se le pide al actual gobierno que lo ponga en práctica? Y éste, el Gobierno, ¿por qué ha mentido tanto? ¿por qué se ha reído de sus votantes y del resto de españoles?
¿Cómo se le exige a la ciudadanía tanto sacrificio mientras organizaciones políticas, sindicatos, banca, patronal, iglesia siguen con sus prebendas y ayudas económicas?
En definitiva para qué alargar más este simplicísimo discurso que se perderá como tantos otros se pierden… La crisis es culpa nuestra, de todos, unos por actividad y otros por comodidad y permisividad. Aquí todos hemos puesto nuestro granito de arena y aquí todos, aunque unos más que otros y siempre los menos serán los que más perderán, pagaremos las consecuencias; y lo que es peor, que seremos tan estúpidos que solamente veremos un culpable: aquel que no nos cae en gracia, y los, para nosotros simpáticos, que quizás tengan más culpa, los absolveremos de tanta desgracia como nos han traído.
Tenemos lo que nos merecemos, eso sí, calladitos como dulces borreguitos, mirando en la tele jugar a “la roja”, que para eso debemos ser buenos españoles y grandes patriotas, y los otros con cuentas cifradas en Suiza o la Isla de Mann. Así es que, ya sabéis, comprar una bandera de España en Carrefur y colocarla en el balcón, que otros sacarán de la patria un maletín con centenares de billetes de 500 euros, esos que estaban escondidos durante tanto tiempo.
Ahora que todo el mundo habla de la crisis, y que todos saben el origen de la misma, tengo por norma de huir, o tomarme a broma por no decir otra cosa, cuando oigo que el mismo tiene un solo origen. Por lo general quienes así se dicen, acusan el origen de la crisis pensando más en sus intereses.
Para unos la culpa la tiene Zapatero, porque es Zapatero el origen de todas sus iras; otros acusan a los especuladores, que efectivamente tienen parte de culpa, pero no toda. Que si la burbuja inmobiliaria, que también tiene parte de ella, pero sólo parte. O que la culpa es de la izquierda, dice la derecha. Que es de la derecha, dice la izquierda; o de los trabajadores, o de los empresarios, o del “sursum corda” o de la Vaca lechera…
Porque esta crisis, aguda y muy dañina, es consecuencia de muchas acciones y de diversas actitudes, personales y sociales, que han confluido todas ellas en un mismo punto.
En realidad, si nos paramos a pensar de manera sosegada y exenta de partidismo alguno, veremos que todos los motivos que la han hecho llegar y ha sacudido las estructuras de nuestro edificio como si de un terremoto se tratase, tiene mucho que ver con un cambio de ciclo económico; el cambio tan radical que por diversas razones, y siempre por la avaricia de unos en conseguir mayores beneficios, hizo que aquello que en Europa o USA se fabricaba, ahora lo veamos etiquetado con “Made in cualquier país de Oriente” o de África o de donde sea... ya que en pro de mayores beneficios los fabricantes occidentales buscaron lugares donde la mano de obra era más barata. Este sea, quizás, el comienzo, pero no todo.
Tanto es así que lugares como China o la India, el antes llamado tercer mundo, hoy ya no lo sea, al menos tanto, y allí esté naciendo una nueva clase media, antes desconocida, mientras la clase media europea o estadounidense esté de capa caída. Y no solo son las factorías que allí se han trasladado, sino que en estos lugares además de esas clases medias que están naciendo, con poder adquisitivo paralelo al occidental, o superado, se estén formando unos profesionales que ya pueden competir con los de esta parte del mundo, pues se da la paradoja de que, por esa misma crisis que esta sociedad ha originado, aquí se esté rebajando la calidad de la enseñanza, mientras esos países la estén cuidando y mejorando.
En estos países es incomprensible que un alumno con cuatro o cinco materias suspendidas pase de curso. La exigencia en este aspecto importante es la que aquí se ha descuidado, y por ese descuido tenemos lo que tenemos. En estos países de desarrollo emergente, no cabe la idea de subvencionar a estudiantes universitarios que no alcancen méritos suficientes en notables o sobresalientes en sus calificaciones; pero en nuestra zona, y España es un claro ejemplo, se han permitido tantas aberraciones que el resultado lo estamos contemplando. La crisis, también lo es de valores, no solamente económica.
Nuestros políticos —los de aquí mayormente— han tomado la caja de los dineros como cosa suya y no se creen en la obligación de decir en qué gastan y cómo y para qué gastan, mientras por otra parte toda la sociedad reclama subvenciones, ayudas, lo que sea antes que exigirse a si mismos un mayor compromiso con todos, con esta sociedad que estamos debilitando o contemplando su debilitamiento cruzados de brazos. Esta apatía, especialmente en la juventud, que es la parte más castigada, es la que nos ha llevado al fracaso que hoy contemplamos, viendo que se nos supera por todos lados.
En lo que respecta a España, es asombrosa la apatía de la sociedad al ver de qué manera hemos sido engañados por mandamases a todo los niveles, desde el político, al gran empresariado, jueces y fiscales, incluso, y por desgracia, por la inactividad al no exigir coherencia, honestidad y trabajo en pro de la ciudadanía de la más alta magistratura, la Corona. Y esa apatía aparentemente ya es crónica en nuestra sociedad, y como una grave enfermedad sin visos de curación, está royendo el interior de la misma, convirtiéndola en sumisa, callada y entregada al fracaso.
El Banco de España ¿hacia dónde miraba cuando las Cajas de Ahorro minaban los ahorros de los pequeños ahorradores o cuando eran engañados miserablemente? ¿Nadie sabe que por determinados aeropuertos salen frecuentemente avionetas con destino a paraísos fiscales? ¿Nadie con autoridad se ha dado cuenta de ello? ¿O sí? ¿O son ellos?
¿Cómo se puede ser tan hipócrita que cuando se estaba en el poder no se le exigió a la iglesia el pago de sus obligaciones y ahora, en la oposición, se le pide al actual gobierno que lo ponga en práctica? Y éste, el Gobierno, ¿por qué ha mentido tanto? ¿por qué se ha reído de sus votantes y del resto de españoles?
¿Cómo se le exige a la ciudadanía tanto sacrificio mientras organizaciones políticas, sindicatos, banca, patronal, iglesia siguen con sus prebendas y ayudas económicas?
En definitiva para qué alargar más este simplicísimo discurso que se perderá como tantos otros se pierden… La crisis es culpa nuestra, de todos, unos por actividad y otros por comodidad y permisividad. Aquí todos hemos puesto nuestro granito de arena y aquí todos, aunque unos más que otros y siempre los menos serán los que más perderán, pagaremos las consecuencias; y lo que es peor, que seremos tan estúpidos que solamente veremos un culpable: aquel que no nos cae en gracia, y los, para nosotros simpáticos, que quizás tengan más culpa, los absolveremos de tanta desgracia como nos han traído.
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