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    Mujeres pagan por un rato con un joven guapo

    jimo
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    Mensaje por jimo Jue Sep 20, 2012 11:49 pm

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    Corea del Sur no es la misma. Su rápido crecimiento económico ha impulsado un cambio radical a su conservadora estructura social, hasta el punto que una tradición que estaba reservada a satisfacer a los hombres ahora está dirigida a las mujeres.

    Inspirados en las geishas japonesas y en las kisaeng surcoreanas, en Seúl son cada vez más populares los clubes en los que son las mujeres están dispuestas a pagar miles de dólares por la compañía de un hombre.

    Es el caso del Bar 123, ubicado en una de las zonas más lujosas de la capital surcoreana. En su interior, con la luz tenue, forman fila una decena de jóvenes esperan ser llamados.

    Musculosos, con perfectos cortes de pelo, se van moviendo de un lado a otro del pequeño cuarto, mostrando sus atributos a a un grupo de mujeres que se toman su tiempo para decidir con quién van a pasar las siguientes horas.

    Un "oído atento"

    En estos bares de acompañantes, que los surcoreanos llaman en inglés "Host bars", hay una serie de lugares reservados en el que las mujeres pasan algún tiempo con un hombre, conversando y bebiendo. En algunas ocasiones hay algo más, pero no es algo implícito.

    Una de las clientas, Minkyoung, es gerenta de camareras de un hotel de cinco estrellas. Ella le contó la corresponsal de la BBC en Seúl, Lucy Williamson, que visitaba el club una o dos veces por mes.

    Minkyoung es muy bonita y se viste de forma inmaculada. Por apariencia, no se ve como alguien que necesita pagar por la compañía de un hombre pero, como ella misma lo explica, en estos sitios recibe más atención, tiene más opciones y, sobre todo, hay más control.

    "En los bares comunes los hombres que beben sólo tienen un objetivo, vivir una aventura de una noche. Pero yo no busco eso, y esa es la razón por la que vengo aquí, porque quiero divertirme", aseguró.

    La función de los anfitriones está bien definida: acompañar y entretener. En su repertorio deben servir las bebidas, charlar, escuchar, bailar y cantar karaoke.

    El sexo no se ofrece, ya que sería ilegal, pero a Minkyoung y muchas otras mujeres que frecuentan estos locales les agrada coquetear y acariciarse con sus "parejas".

    Costo variable

    Los acompañantes aseguran que alrededor de la mitad de sus clientas están dispuestas a pagar por sexo, sea en el club o fuera de él. No hay una tarifa fija, y el costo varía dependiendo de la persona.

    James trabaja en el Bar 123 desde hace varios años. "Estos chicos son profesionales, saben lo que están haciendo", explicó. "Después de hablar con una mujer durante una hora, nosotros sabemos cuánto dinero gana y qué hace para vivir. En ese tiempo ya habremos analizado su personalidad y lo que está dispuesta a dar".

    Más allá de la satisfacción que le da su trabajo, James es la versión masculina de las anfitrionas que forman parte de una de las tradiciones más arraigadas -y misóginas- de Corea del Sur: los salones donde grupos de hombres se juntan y son atendidos por atractivas mujeres.

    En algunos no se puede tocar

    Pero no todos los lugares son como el Bar 123. El considerado padrino de esta industria, Kim Dong-hee, creó una cadena de establecimientos que publicita abiertamente.

    En los Red Model Bars hay una regla que los diferencia del resto: no se permite tocar. Las mujeres llegan, escogen a su acompañante y se sientan en un cubículo en el que hay una mesa que los separa. A partir de allí pueden conversar toda la noche.

    Kim Nayu visita uno de los locales a diario: paga entre $487 y $650 por jornada.

    "Hablar con un amigo sería más barato", admitió, "pero ellos no escuchan mucho. Están ocupados y se apuran para hablar sólo de sus problemas, de ellos mismos. Aquí me prestan atención y me escuchan".

    Jasper Kim, director del Grupo de Investigación Global Asia-Pacífico en Seúl, considera que el capitalismo es responsable directo de este cambio social.

    "Creo que con todo este rápido crecimiento también hubo un transformación drástica, y los surcoreanos simplemente no saben cómo hacerle frente. El capitalismo también está alterando normas básicas de la sociedad", aseguró.

    "Ya no existe el elemento humano que había en la sociedad coreana. La gente está concentrada en la tecnología, en su trabajo. Ya no piensan en las relaciones humanas", lamentó Kim.

    Es un reto para la sociedad surcoreana, que observa como la mujer, gracias a su poder económico, ha encontrado una forma "respetable" de hacer frente a roles tradicionales de ambos géneros. Un elemento que no será fácil de ignorar.

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