ESPAÑA NECESITA UNA INVASIÓN
Ya sé que para una nación invasora, ser invadida debe parecer tremendo, pero cuando una persona tiene la sangre viciada necesita una gran transfusión que sustituya a la que tiene, y la sangre de España está viciada, muy viciada.
De los dirigentes políticos, estatales, autonómicos, provinciales o municipales no hablaré ahora aquí porque los calificativos que le endosaría a la gran mayoría serían tremendos, y no viene al caso; ya los conocemos todos, pero deberíamos reconocer que la propia sociedad también está viciada. Si repasamos estos últimos años, donde todo el mundo creía ser millonario, gastando lo que ni tenía ni en muchos años podría conseguir, queda claro que sus errores han llevado a la situación de hoy. Pero cuando digo viciada no me refiero a la locura del gasto excesivo, ni siquiera al vicio moral por la pérdida de valores, me refiero a lo siguiente.
Una parte de la sociedad, que se cree representada por los partidos conservadores, no ve tacha en éstos; no ve o no quiere ver la corrupción entre sus dirigentes, y sólo ve, critica y expande la corrupción del vecino, de los llamados partidos progresistas. Y los partidarios de estas organizaciones políticas, hacen tres cuartas partes de lo mismo: ignoran la corrupción de estas organizaciones y hacen crítica y publicitan las corrupciones de los contrarios. Así no se puede acabar con mal endémico de esta sociedad.
Necesitamos de alguien que sepa corregir esta enfermedad crónica, que no nos viene de ahora, sino que es vieja y está enquistada. Unos ven la solución en la férrea dictadura militar sin alcanzar a entender que la última, como todas las anterior, han significado un retroceso de la sociedad en comparación con nuestros vecinos. Otros ven la solución en una revolución de corte marxista. Craso error uno y otro, porque los países avanzados de nuestro entorno no han realizado su progreso gracias a ninguna de estas posturas, sino en la idea de trabajar, en perfeccionar su trabajo, en el ahorro y no gastar lo que no hay y menos en cosas superfluas. Yo siempre he tenido en mi mente la idea que me fue transmitida por mis antepasados, y es la que esta frase encierra perfectamente: “No tenemos para pan, y compramos abanicos”.
Hay mucha corrupción, y no en las altas esferas únicamente, aunque allí es grande y causa tremendos problemas, sino que en cierta medida están metida en la sociedad. Se observa como determinado “perdón” hacia los corruptos como pensando en que yo, en su puesto, haría lo mismo. Desde el trabajador que se escaquea de sus obligaciones hasta el pequeño empresario que no es honesto en sus declaraciones a la Hacienda pública. El desorbitado ejemplo de la economía sumergida en España tanto por parte de unos como de otros. La satisfacción personal de engañar que al final es engañarse a uno mismo... en definitiva, que España es una sociedad enferma; una sociedad que necesita savia nueva urgentemente, sangre nueva nada viciada para renovarse. Y ya se sabe que “o renovarse o morirse”
España, amigos, no tiene capacidad alguna de renovación por sí misma. España debiera ser invadida. Lo de “vivan las cadenas” ya no tiene significado. Lo de “que inventen ellos” si estupidez lo fue entonces, hoy es un suicidio. El “vuelva usted mañana”, la mayor idiotez en un mundo tan vertiginoso y activo. El que somos los mejores y “por eso nos tienen envidia”, la mayor burrada que se pueda oír.
El llamado “rescate económico”, no es ni más ni menos que una nueva cadena. Es una hipoteca gravosa para muchas generaciones venideras. Es verdad que se necesita, por tanto derroche y tanto robo, pero junto a ese rescate es necesario que vengan de fuera para deshacer este embrollo donde nosotros nos hemos metido, por pasarnos unas veces y por no llegar casi siempre.
Creo que la suerte ya está echada. El final de España es, o invasión, o desaparición. La renovación interna ya es imposible. No nos extrañemos que cada cual intente ir a la suya. España, como nación, ya no tiene futuro, se lo ha jugado y lo ha perdido.
El Postiguet
Ya sé que para una nación invasora, ser invadida debe parecer tremendo, pero cuando una persona tiene la sangre viciada necesita una gran transfusión que sustituya a la que tiene, y la sangre de España está viciada, muy viciada.
De los dirigentes políticos, estatales, autonómicos, provinciales o municipales no hablaré ahora aquí porque los calificativos que le endosaría a la gran mayoría serían tremendos, y no viene al caso; ya los conocemos todos, pero deberíamos reconocer que la propia sociedad también está viciada. Si repasamos estos últimos años, donde todo el mundo creía ser millonario, gastando lo que ni tenía ni en muchos años podría conseguir, queda claro que sus errores han llevado a la situación de hoy. Pero cuando digo viciada no me refiero a la locura del gasto excesivo, ni siquiera al vicio moral por la pérdida de valores, me refiero a lo siguiente.
Una parte de la sociedad, que se cree representada por los partidos conservadores, no ve tacha en éstos; no ve o no quiere ver la corrupción entre sus dirigentes, y sólo ve, critica y expande la corrupción del vecino, de los llamados partidos progresistas. Y los partidarios de estas organizaciones políticas, hacen tres cuartas partes de lo mismo: ignoran la corrupción de estas organizaciones y hacen crítica y publicitan las corrupciones de los contrarios. Así no se puede acabar con mal endémico de esta sociedad.
Necesitamos de alguien que sepa corregir esta enfermedad crónica, que no nos viene de ahora, sino que es vieja y está enquistada. Unos ven la solución en la férrea dictadura militar sin alcanzar a entender que la última, como todas las anterior, han significado un retroceso de la sociedad en comparación con nuestros vecinos. Otros ven la solución en una revolución de corte marxista. Craso error uno y otro, porque los países avanzados de nuestro entorno no han realizado su progreso gracias a ninguna de estas posturas, sino en la idea de trabajar, en perfeccionar su trabajo, en el ahorro y no gastar lo que no hay y menos en cosas superfluas. Yo siempre he tenido en mi mente la idea que me fue transmitida por mis antepasados, y es la que esta frase encierra perfectamente: “No tenemos para pan, y compramos abanicos”.
Hay mucha corrupción, y no en las altas esferas únicamente, aunque allí es grande y causa tremendos problemas, sino que en cierta medida están metida en la sociedad. Se observa como determinado “perdón” hacia los corruptos como pensando en que yo, en su puesto, haría lo mismo. Desde el trabajador que se escaquea de sus obligaciones hasta el pequeño empresario que no es honesto en sus declaraciones a la Hacienda pública. El desorbitado ejemplo de la economía sumergida en España tanto por parte de unos como de otros. La satisfacción personal de engañar que al final es engañarse a uno mismo... en definitiva, que España es una sociedad enferma; una sociedad que necesita savia nueva urgentemente, sangre nueva nada viciada para renovarse. Y ya se sabe que “o renovarse o morirse”
España, amigos, no tiene capacidad alguna de renovación por sí misma. España debiera ser invadida. Lo de “vivan las cadenas” ya no tiene significado. Lo de “que inventen ellos” si estupidez lo fue entonces, hoy es un suicidio. El “vuelva usted mañana”, la mayor idiotez en un mundo tan vertiginoso y activo. El que somos los mejores y “por eso nos tienen envidia”, la mayor burrada que se pueda oír.
El llamado “rescate económico”, no es ni más ni menos que una nueva cadena. Es una hipoteca gravosa para muchas generaciones venideras. Es verdad que se necesita, por tanto derroche y tanto robo, pero junto a ese rescate es necesario que vengan de fuera para deshacer este embrollo donde nosotros nos hemos metido, por pasarnos unas veces y por no llegar casi siempre.
Creo que la suerte ya está echada. El final de España es, o invasión, o desaparición. La renovación interna ya es imposible. No nos extrañemos que cada cual intente ir a la suya. España, como nación, ya no tiene futuro, se lo ha jugado y lo ha perdido.
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