El tango, la música de Buenos Aires

El tango es una de las manifestaciones culturales más representativas de la Argentina. Además de poseer un estilo de danza y un lenguaje musical distintivos, el tango se caracteriza por el uso del lunfardo, las temáticas melancólicas y las referencias a la vida urbana de Buenos Aires.
El tango nació en Argentina a mediados del siglo pasado, gracias a la formación de barrios carenciados en los que convivían paisanos llegados del interior, inmigrantes europeos y algunos porteños de escasos recursos. Surgió así una nueva clase social que pronto demostraría una gran necesidad de expresarse culturalmente. Éstos fueron los orígenes del tango, que en un principio se caracterizó por tener códigos muy cerrados.

Poco a poco, el tango fue difundiéndose hacia otros sectores de la sociedad, alcanzando una enorme popularidad a lo largo del país. Este nuevo arte tuvo un enorme impacto en Buenos Aires. Los ‘porteños’ se sintieron principalmente atraída por su danza íntima y dinámica; pero, con el tiempo, fueron apareciendo músicos talentosos que transformaron al tango en una música para escuchar, y no sólo para bailar. El bandoneón se convirtió en el aliado preferido de los tangueros, quienes llevaron a este instrumento a un nivel de expresión sin precedentes. Tal fue el caso del gran Aníbal Troilo y, más tarde, del maestro Astor Piazzolla.

En la actualidad, el tango sigue fiel a sus raíces: las letras de los nuevos tangueros siguen refiriéndose al hombre común y sus problemas, a la ciudad y a los amores perdidos. Desde hace ya varias décadas, el tango goza de prestigio internacional, y se ha convertido en un símbolo de la cultura argentina.

A continuación transcribimos la letra del emblemático tango ‘Uno’, de Enrique Santos Discépolo y Mariano Mores.
Escucha una fantástica versión por la cantante argentina Susana Rinaldi: Pincha aquí:

UNO

Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias.
Sabe que la lucha es cruel y es mucha,
pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina.
Uno va arrastrándose entre espinas,
y en su afán de dar su amor
sufre y se destroza, hasta entender
que uno se ha quedao sin corazón.
Precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
o un amor que lo engañó;
vacío ya de amar y de llorar
tanta traición...
Si yo tuviera el corazón,
el corazón que di;
si yo pudiera, como ayer,
querer sin presentir...
Es posible que a tus ojos,
que hoy me gritan su cariño,
los cerrara con mis besos
sin pensar que eran como esos
otros ojos, los perversos,
los que hundieron mi vivir...
Si yo tuviera el corazón,
el mismo que perdí;
si olvidara a la que ayer
lo destrozó y pudiera amarte...
Me abrazaría a tu ilusión
para llorar tu amor...
Pero Dios te trajo a mi destino
sin pensar que ya es muy tarde
y no sabré cómo quererte.
Déjame que llore como aquél
que sufre en vida la tortura
de llorar su propia muerte.
Pura como sos, habrías salvado
mi esperanza con tu amor.
Uno está tan solo en su dolor...
Uno está tan ciego en su penar...
Pero un frío cruel, que es peor que el odio,
punto muerto de las almas,
tumba horrenda de mi amor,
maldijo para siempre y se robó
toda ilusión