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 Erase una vez, un tal Zaplana, ministro de Aznar

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MensajeTema: Erase una vez, un tal Zaplana, ministro de Aznar   Erase una vez, un tal Zaplana, ministro de Aznar EmptySáb Sep 24, 2022 9:29 am

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Erase una vez, un tal Zaplana, ministro de Aznar

El 19 de agosto, el diario Levante publicó la fotografía de un grupo de amigos que había participado en el tradicional “Certamen de Paellas” que organiza el club náutico de Jávea. El segundo a la izquierda es un sesentón bronceado, delgado, ataviado con un polo morado marino, bermudas de color beig y mocasinesnáuticos marrones. Tiene la mirada un poco perdida, pero asoma una débil sonrisa. Es una mueca estática, casi en blanco y negro, lejos de la sonrisa del campeón seductor de los buenos tiempos, de Terra Mítica, de Julio Iglesias o de Irene Papas. Se ve desganado, no se esfuerza mucho. Tampoco varía el gesto para exponer el perfil bueno en el objetivo de la cámara. El titular del diario decía: “Zaplana reaparece en las paellas de Jávea”.

Cuando Eduardo Zaplana Hernández-Soro se dejó hacer esta fotografía, tan típica del verano en la Costa Blanca, solo hacía dos meses que Isabel Rodríguez, la titular del juzgado de instrucción 8 de València, había cerrado las investigaciones del llamado “caso Erial” y había dictado el acto de procesamiento, contra él y contra diecinueve personas más; entre las cuales, otro ex-presidente de la Generalitat y ex-vicepresidente de Bankia, José Luís Olivas. El nombre del caso Erial, hace referencia a cómo de baldía se quedaba la caja de la Generalitat después del paso del comilón e insaciable Eduardo Zaplana por la presidencia.

El calendario de Zaplana va llenándose de hitos y días marcados. Pero falta uno fundamental que tendrá que marcar en rojo en su agenda, que es la fecha de la apertura del juicio. Mientras espera en Madrid, acaba de celebrar que hace 1.300 días acabó su peripecia penitenciaria. Ahora son 1.300 días y cuatro días más. Los delitos que le imputan suman más de quince años de prisión. Sin contar los bisiestos: 5.475 días.

Esta libertad que le permite participar en un certamen de paellas y pasear por los alrededores del estadio Santiago Bernabeu de Madrid, lo mantiene desprovisto de pasaporte, no puede salir fuera del estado español y tiene que ir cada día quince días al juzgado a firmar. También, según sus abogados, desposeído de bienes y pertenencias. Han sido frecuentes las peticiones de Zaplana para que le desbloquearon las cuentas porque, decía, no tenía liquidez para los gastos del día a día.

En la prisión o en el hospital

Eduardo Zaplana ingresó en el módulo de enfermería de la prisión de Picassent el día siguiente a la detención. Antes había participado en una ruta triangular que pasaba por Benidorm y Madrid, saliendo de València, porque tenía que estar presente en los cacheos que la Guardia Civil hacía en sus domicilios. Explica el periodista Francesc Arabí en su libro “Ciudadano Zaplana” que en la enfermería de Picassent se encontró con un antiguo compañero de aventuras y de gobierno, Rafael Blasco, que ya cumplía condena por el caso Cooperación.

Las investigaciones que culminaron con la detención de Zaplana y otros colaboradores, entre los cuales salieron los nombres de sospechosos habituales como la familia Cotino, empezó en 2015, el mismo año que al ex-presidente le detectaron una leucemia. Lo trataron en el hospital La Fe de València, donde lo sometieron, entre más procedimientos, a un trasplante de médula. En el momento de la detención, continuaba el proceso de recuperación de esta enfermedad tan grave.

Esto hizo que los abogados del ex-presidente pidieran la libertad inmediata. Enseguida, consiguieron informes médicos que certificaban que Zaplana corría peligro si continuaba interno en el recinto penitenciario. La jueza Isabel Rodríguez siempre se negó. Quería evitar, de todas todas, la destrucción de pruebas e, incluso, que Zaplana huyera. Al ver que pasaban los días, los abogados empezaron una campaña apelando al sentimiento humanitario de la jueza. Ponían encima la mesa la fragilidad en que se encontraba el reo y pedían que la prisión preventiva la cumpliera en arresto domiciliario. Ella siempre se negó.

La jueza mantuvo Eduardo Zaplana 259 días en prisión provisional, los que ella consideraba necesarios para evitar manipulaciones o destrucciones de pruebas. Los últimos 51, los pasó ingresado en el hospital La Fe. Los abogados presentaban informes que decían que en el recinto penitenciario estaba muy expuesto a infecciones que ponían en peligro su vida. Incluso, el subdirector del departamento de leucemia del MD Anderson Cancer de Houston, Guillermo García-Manero, lanzó una advertencia contundente a la jueza: “Si Zaplana volvía a la prisión, podía tener complicaciones que le provocarían la muerte de manera inmediata”.

Estas afirmaciones zarandearon la vida política. Y no tan solo la valenciana. La imagen de un Zaplana agonizando en la prisión era un trago que nadie se quiso tragar. Otra cosa es que esto ocurriera en sus palacetes o en su yate… Así, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, dijo que desde un punto de vista humanitario no era adecuado que Zaplana continuara en prisión preventiva. Pablo Iglesias, Arnaldo Otegi, Mónica Oltra i Jon Iñarritu son otros políticos que pidieron públicamente la excarcelación de Zaplana. Para que luego digan de la izquierda bolivariana y de los etarras...

La presión sobre la jueza fue tan grande, que los jueces de instrucción de València emitieron un comunicado pidiendo que la dejaran trabajar y denunciando que aquello era un acoso inadmisible.

La cronología del encarcelamiento de Zaplana fue el siguiente: ingresó la madrugada del 25 de mayo en Picassent; el 18 de diciembre lo trasladaron a La Fe. El 7 de febrero de 2019 la jueza ordenó la libertad con restricciones y solo cuatro días después, el 11 de febrero, recibió el alta hospitalaria. Y se fue a casa.

La detención

A Eduardo Zaplana lo detuvieron a las ocho y cinco de la mañana del martes 22 de mayo de 2018 cuando salía del garaje de su domicilio de València. Conducía un BMW X5 morado marino. Los agentes del UCO lo hicieron bajar del coche. El resto, es hemeroteca. Historia reciente que ya llena libros y ensayos. Aquella mañana de primavera acababa de estallar la llamada la operación Erial. Fue una sacudida fuerte a los cimientos del PP del País Valenciano, que atravesaba un desierto cubierto de minas que iban estallando a golpe de sumario, de dosier y de operación policial.

La imagen de Zaplana con un blazer color morado marino y texanos, con la mirada perdida y desconcertado, es la metáfora de la caída de quien había sido el virrey todo poderoso de España en el País Valenc. De quién llegó a ser ministro de España, altísimo directivo de Telefónica con sueldo estratosférico, presidente del Club Siglo XXI… Es el contra-espejo de quien se pudo comprar un Opel Vectra dieciséis válvulas, que empezó la ascensión meteórica comprando una tránsfuga regidora del PSOE para acceder a la alcaldía de Benidorm, y de allá solo podía subir y subir y subir, con aquel suegro tan influyente y poderoso; con aquellos compañeros de viaje inseparables que fueron Maria Consuelo Reyna y su marido, Jesús Sánchez Carrascosa, murciano como él, y siempre dispuestos a firmar un panegírico o una entrevista masaje en el diario que controlaban; con el Canal 9 de la propaganda política y del NO-DO, siempre enseñando el perfil bueno; con los negocios redondos de Tierra Mítica que hundieron Bancaja, la CAM… Tantas y tantacorruptelas que acabaron en un naufragio personal que empezó a escribirse aquel 22 de mayo, fiesta de santa Rita, patrona de los imposibles, en València, en la calle de Pasqual y Genís.

Las diligencias que comportó aquel terremoto político y social de 2018 empezaron el mes de noviembre del 2015, el mismo año que al ex-presidente le diagnosticaron la leucemia que se trataba en el hospital La Fe de València.

El caso Erial

El caso investiga el cobro de comisiones ilegales por parte de Zaplana por la privatización del servicio de la ITV y por la concesión del plan eólico del País Valenciá. Un informe del UCO afirma que Zaplana blanqueó cuatro millones y medio de euros provenientes de comisiones cobradas por haber concedido estos negocios a empresarios amigos que se lo agradecían en forma de donaciones económicas muy generosas.

Zaplana siempre lo ha negado y ha pedido que se anulen todas las diligencias. Según la jueza, una parte del dinero escondido detrás de pantallas, testaferros y personas interpuestas no se ha recuperado. Pero otra parte, sí. Son el dinero intervenido en Andorra. Allá había cuentas a nombre de Joaquín Barceló, Pachano, amigo del alma del ex-presidente. En total, sumaban quince millones de euros.

Capo de una organización criminal

El acto de procesamiento emitido el mes de junio acusa Zaplana de organización criminal y blanqueo de capital. Afirma la jueza: “Estamos ante una organización formada por personas que, aprovechándose de los cargos políticos que ostentaban o habían ostentado al largo los años, y ayudados por empresarios individuales, facilitaron la obtención de contratos públicos, y todas las partes obtuvieron beneficios económicos. Unos más que otros. Y estos beneficios se blanquearon.”

También dice la jueza Rodríguez que Zaplana lo tenía todo planificado para quedar escondido y a la sombra para eludir posibles responsabilidades, y que por eso usó amigos y conocidos.

El jonqui del dinero y las cloacas de Villarejo

La investigación que acabó con la operación Erial no podía empezar de una manera más rocambolesca. Un ciudadano sirio alquiló un piso que antes había sido la residencia de la familia Zaplana en el edificio de la Pagoda, en València. Según parece, cuando hicieron el traslado, algunos papeles quedaron abandonados en los cajones. El ciudadano sirio, que, casualmente, era amigo de Marcos Benavent, conocido como el “jonqui del dinero”, le entregó estos documentos. A Benavent los ojos se le abrieron como naranjas cuando vio que en aquel pliego había un tipo de esquema del entramado empresarial, mecanismos, algunos nombres y estructuras de las rutas que seguían el dinero sucio hasta quedar limpios como una patena. Benavent confió este sobre a su abogado. En un cacheo en el despacho del abogado, mientras se investigaban las corruptelas de Benavent, la Guardia Civil encontró el mapa del tesoro.

A medida que se acercaba la fecha de cerrar las investigaciones, crecía el nerviosismo en el entorno de Zaplana y de sus abogados. Todavía tiene amigos en el PP. Alguno de ellos, muy estrecho y muy fiel, como Luis Santamaría, es diputado en el congreso español.

El mes de octubre pasado, y en el transcurso de la comisión que investiga la operación Kitchen, que hizo comparecer el ex-comisario José Manuel Villarejo, Santamaría le preguntó, como por casualidad, si se había olvidado de alguna operación encargada por el PSOE contra el PP., Villarejo respondió: “Creo recordar que había una serie de operaciones, como por ejemplo, las relaciones que tenía el señor Rodrigo Rato con un banco que después tuvo problemas. Creo recordar también que había un interés, no sé por qué, a destruir al señor Zaplana y se usó un informador sirio, un confidente del CNI el nombre del cual ahora no recuerdo, para ver las fórmulas…”

Esta es la España del PP, la que de nuevo quieren instalar.


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