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pana
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MensajeTema: Cuentan   Cuentan EmptySáb Ago 31, 2013 4:12 pm

Cuentan los que saben, que el día treinta y uno de Agosto del año de nuestro Señor de 1813 se encontraba en el cantábrico el general Wellington, absorto sin duda contemplando la bravura del mismo, de manera que, el estruendo que las olas en su continuo e incansable devenir producía al golpear contra las rocas de la península Donostiarra le impidieron escuchar los desgarradores gritos de dolor  ¡el clamor de un pueblo que lo había recibido como a un amigo! Lo más que aquel noble británico cargado de títulos y de posesiones que la Regencia le había otorgado podía hacer, y de soslayo, era ver lo que sus valientes hacían con los que venían siendo considerados sus aliados.
Por eso, sus palabras expresadas tan solo un día antes en el cuartel general de Lesaca, nos suenan y sonaron entonces, como una burla por su doble sentido:

La misión Británica va cumpliendo paulatinamente sus objetivos.

Así, las tropas británicas cumplían con su misión, según algunos de esos que saben, encomendada por el general Castaños que pretendía de este modo dar una lección a los Donostiarras, ya los propios Habitantes de la península habían escuchado de boca de algunos Ingleses heridos  a los que habían atendido los propios Donostiarras, tras el fracaso del asalto el día 25 de Julio, los cuales afirmaban que era orden del general Castaños que todos los habitantes de Donosti fueran pasados a cuchillo, que se incendiara la ciudad y se acabara con ella hasta que no quedara piedra sobre piedra.

De modo que a las dos de la madrugada de un día como hoy del año 1813, y después de varios días de intenso bombardeo, en que se logra un mayor ensanchamiento de la brecha, se inició la operación de asalto formada por una columna de voluntarios, denominados "los desesperados". Estos, cuando llegan a la parte alta de la brecha abierta en la muralla, se encuentran con la sorpresa de hallarse a cuatro metros de altura sobre el suelo del interior de la misma, aprovechando los franceses este desconcierto para acribillarlos sin titubeos.
Cuando una nueva retirada parece lo más acertado, un incendio fortuito y el estallido de un depósito de munición francés crea la confusión en este bando. Suceso que es aprovechado por los asaltantes, obligando a replegarse a las tropas francesas hacia el Castillo, donde capitularán el 8 de septiembre.
Podían no obstante los aliados haber aprovechado el tirón y haber acabado en ese misma noche con la tropa francesa, pero tenían en mente otras ideas.
En este período la tropa aliada incendió, saqueó, violó y asesinó. El saqueo duró seis días y medio, salvándose del incendio sólo las dos parroquias y treinta y cinco casas, situadas en la calle Trinidad, que por tal motivo en la actualidad lleva el nombre de 31 de agosto. Estas casas no fueron quemadas porque servían de alojamiento para los oficiales británicos y portugueses, mientras iniciaban el ataque al Castillo.
El censo de habitantes, que antes del asedio ascendía a unos 5.500, había descendido a 2.600.
 
Esa fue la voluntad de los poderosos de entonces, si no hubiera sido por el valeroso esfuerzo de los habitantes de la ciudad que no se conformaron a aceptar los deseos de aquellos que por causa del odio y el rencor urdieron semejante trama, Donosti habría dejado de existir.
 
La prensa Española casi ni toco el tema en cuestión, la Regencia estaba demasiado interesada en acallar los vergonzosos acontecimientos, no obstante, un periódico Gaditano tuvo la osadía de publicar los hechos, lo hizo en forma de cartas intercambiadas entre parientes, en una de ellas se pudo leer lo siguiente:
 
“El dia 1º del que rige se apoderaron de un espíritu de furia: ultrajes, asesinatos y violación de mujeres eran cometidos por todos los puntos de la ciudad. Las casas se llenaron de cadáveres. La mujer que oponía esfuerzos superiores al sexo, perdía la vida en el acto; y no se libertaba de esta violencia la niña de 10 años ni la anciana de 60.”
 
Hoy se cumple el bicentenario del desastre. En realidad durante todo el año se han venido desarrollando en la ciudad diferentes actos conmemorativos del suceso, no con motivo de festejar la brutalidad de los hechos, sino con el empeño firme de seguir promoviendo una de las mas hermosas ciudades de esta tierra de los Vascos.
 
Salud.
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MensajeTema: Re: Cuentan   Cuentan EmptyVie Sep 06, 2013 10:15 pm

Cuentan que cuando el Sultan de Granada Abu al-Hachchach Yusuf Ibn Ismail fue a firmar el tratado de paz con su homónimo Castellano Alfonso XI, biznieto de Alfonso X el Sabio, quedo prendado de una joven y hermosa mujer. Esta era hija de un noble Nabarro, había sido raptada por unos desaprensivos y cambiada por dineros a la corte castellana. Su figura era esbelta,  otorgándole un porte señorial, que junto a sus andares y delicadas maneras, no dejaba lugar a dudas de que por lo menos era princesa. Su cabello dorado ondeando al viento ponía de manifiesto la rebeldía de la juventud,  tímida reivindicación del que anhela se le tenga en cuenta, y sus ojos, eran de un claro azul.
 
Si, tan maravillado quedo el Sultan que le fue imposible disimular su interés y, sin temor a descubrirse, tuvo a bien preguntar por la dama.
 
  - ¿Cual dama? Le preguntaron, puesto que ésta estaba acompañada por un simpar grupo de jóvenes y señoras de la nobleza castellana.
  - La joven que gracialmente ondea al viento su dorado cabello.
  - Ah!!! esa dama...
Le contaron de cómo era pariente del rey Felipe III  de Nabarra. De como había sido raptada  cuando visitaba Estella, de cómo había sido adquirida por precio al ser reconocida por el maestre de Santiago, Vasco Rodriguez Coronado y entregada a la corte castellana, la cual varios meses atrás había comunicado a los Nabarros que la princesa estaba perfectamente, a Dios gracias. Pero como fuese que los caminos no eran seguros y que los asuntos de castilla  exigían demasiado, le era imposible a la corte castellana acompañar a la joven hasta su tierra, solicitando a Nabarra que enviara su sequito para recogerla junto con los 2000 maravedís pagados en rescate, mas los gastos ocasionados para su  cuidado que equivalían a 100 maravedíes por mes.
 
Tras la firma del acuerdo de paz que comprometía al Sultan por cuatro años a que no entraran tropas desde África a la Península,  Alfonso XI y Yusuf I se sentaron juntos ante una mesa para con tranquilidad y buen animo intercambiar algunas afectuosas palabras. Fue entonces cuando Yusuf I solicito al monarca castellano se le concediera la gracia de pagar el rescate de la joven Nabarra junto con su manutención, y que si por ventura el rey nabarro daba alguna respuesta, se lo hiciera comunicar, para que el mismo en persona pudiera entregar a la joven a su familia.
 
Pareciéndole buena solución al monarca castellano, comunicoselo a la joven, la cual manifestó no estar de acuerdo con la propuesta, frunciendo el ceño.
 
Ya en Granada el Sultan ordeno se le preparase a la joven un aposento en  palacio de acuerdo a su linaje., al tiempo que indicaba a varios maestros del reino formaran a la princesa exigiendo inequívocamente que era necesario aprendiera la lengua Nazarí.
 
Cada tarde acudía el Sultan  al lado de la joven para comprobar sus progresos con el idioma, y acompañándola por los jardines, le iba mostrando las maravillas de Granada,  hablando con ella de esto y aquello,  de su amor por el arte, la arquitectura  y la cultura, así como su ferviente deseo de poder lograr para sus súbditos una paz duradera.
 
Como sea, o fuese que el roce hace el cariño, viendo la joven que el Sultan además de hombre de buen porte, estaba dotado de una gran cultura y no menor sensibilidad, fue, pizkanaka pizkanaka, haciéndole un hueco en su corazón. Un buen día, no pudiendo más el Sultan disimular la pasión que sentía por ella, le confeso su amor y le rogó que fuera su esposa, a lo cual ella accedió casi sin pensárselo.  Fue tal la alegría del Sultan, que mando acondicionar los jardines del palacio, así como las cocinas, la vajilla etc. etc. y declaro el dia de su boda como fiesta popular. Asistieron a la ceremonia además de los nobles Nazaríes, un grupo de nobles castellanos y, como no, los familiares de la esposa acompañados por el propio Rey de Nabarra. Si… y fueron felices y comieron perdices,. Egia da!!!!
 
Pasados apenas dos años la princesa se sintió indispuesta y tras varios días de malestar, ocurrió que perdió el habla y apenas se sentía sin fuerzas para levantarse de la cama. Angustiado su amante esposo mando llamar a los galenos  por si estos podían averiguar cuales eran las causas de tan terrible estado, los cuales tras examinarla concienzudamente determinaron que aparentemente a la princesa no le sucedía nada. No satisfecho el monarca con el diagnostico de los galenos de la corte, solicito a Córdoba le enviaran al prestigioso y honorable heredero de toda la sabiduría de Moshé ben Maimón, conocido por los castellanos con el nombre de Maimónides.
 
Visitole pues el prestigioso Judío para a segurar al buen Sultan que la joven se aquejaba de añoranza por su tierra, y que esa era la razón de su lamentable estado. No obstante como fuera que en el viaje le había acompañado un pariente de las tierras de Nabarra, concretamente de la noble ciudad de Estella, conocedor del nabarrorun, solicitaba al Sultan le concediera traerlo consigo al dia siguiente para que hablara con la joven, por si ventura ésta, al oír su propia lengua, recobrase aunque solo fuese un poco, el animo.
 
Así al día siguiente Ismael ben Amon,  inclinose ante al presencia de la joven y asiéndole de la mano le hablo:
 
-Zer gertazen zaizu maitia??
- Arimak min emanen dit.
- Zergaitik lastana?
- Elurra ikusi eta ukitu nahi dudalako, ume nintzelarik egiten nuen bezala
 
Ismael ben Amon contó al sabio galeno lo que habían hablado, y éste confirmo al Sultan lo que había sospechado, recomendándole que ordenara preparan en cocina viandas cuyo sabor se asemejara a las de su tierra, asegurándole que el buen Ismael les daría todas las indicaciones necesarias. Dijo también al Sultan, que necesario era que la joven  contemplase la nieve, incluso que la palpase con sus manos, pues, acostumbrada como estaba desde muy pequeña a que esta formara parte de su paisaje, y llevando ya tanto tiempo sin contemplar sus bellas pupilas semejante misterio climatológico, su mente había optado definitivamente por bloquearse.
 
Como la princesa estaba demasiado delicada para ser llevada a Sierra Nevada, el Sultan ordeno a todos los jardineros de Granada, hijos e incluso aprendices de éstos, desarraigaran todos los almendros que encontraran por los alrededores para que fuesen plantados en el terreno que daba a la balconada del aposento de la princesa, cosa que se hizo sin dilación y suma inteligencia.
Habiendo el Sultan rogado encarecidamente a Ismael que retrasara el regreso a Estella, a fin de que hablando con la princesa en su propia lengua, y con la ayuda de viandas propias de las tierras de Nabarra se fuera, pizkanaka pizkanaka recuperando. Por fin, una buena mañana de Marzo, sacaron a la princesa a la balconada de su alcoba, cuando esta vio los almendros en flor, se le ilumino el rostro y sonrió.
 
Sí, pizkanaka pizkanaka, la princesa fue abandonando su estado de melancolía. El Sultan ordeno se construyera un palacete en Sierra Morena donde la princesa acudía cada año y a partir de entonces fueron felices y comieron perdices.
 
Ala bazan edo ez bazan,
Zer dadila Kalabazan
Eta ager dadila erdiko plazan.
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MensajeTema: Re: Cuentan   Cuentan EmptyMiér Sep 11, 2013 10:44 pm

Cuentan que hace 40 años se levanto en armas el ejercito contra un pueblo. Un amigo mío, de mi misma edad, por lo tanto niños aún, me contó una anécdota respecto a aquello. Sucedía en Barcelona, pero... dejarme que os lo cuente a mi manera.

Barcelona Calle Castillejos, entre Padre Claret e Industria.

El niño se levantó de la cama como cada mañana, y se dirigió hacia la ventana para observar el ajetreado trajín de las maquinas que removían la tierra en el solar de enfrente, tan solo hacia tres semanas que habían levantado la valla de madera que cercaba la superficie vacía del solar, y el muchacho estaba sorprendido por la rapidez con que aquellas escavadotas y camiones habían apartado la tierra, convirtiendo la campa donde jugaba al fútbol con sus amigos, en una especie de piscina de tremendas dimensiones. 

“¡Niño!” Escuchó decir a su madre “date prisa, que el tiempo se pasa y hoy tienes que ir al colegio”. 

¡Como si no lo supiera!, ¡y lo pesado que le resultaba!, mas aún cuando tan solo unos días atrás, había estado de vacaciones, pero ahora sin embargo, ¡la rutina y la obligación!, de nuevo el paso del tiempo le había atrapado, llevándolo como en años anteriores a dedicar parte de sus preciosos instantes al tedioso y agobiante esfuerzo de aprender. Se vistió corriendo, y fue hacia la cocina, el tazón de leche con colacao estaba sobre la amplia mesa, asió el pan e hizo con el varios trozos que se asemejaban a enormes barcazas, que introducidas en el tazón acababan naufragando, y siendo estas rescatadas por la mágica cuchara, eran conducidas hacia su boca para acabar saciándolo.

“¿Has terminado?”, Oyó decir a su madre. “Cepíllate los dientes, y ponte las zapatillas nuevas, que esas otras están demasiado viejas”. El niño se dirigió hacia el baño, pensando si quizá su madre algún día se olvidaría de decirle las cosas que tenia que hacer, en cualquier caso enseguida dejo de pensar en ello, y empezó a preocuparse no por lo que su madre le dijera, sino mas bien por la mala costumbre que tenia de ordenarle la habitación y hacerle desaparecer las cosas a las que ella no daba ninguna importancia, y que sin embargo a el tanto le gustaban.

Fue corriendo hacia su habitación y miro bajo la cama, en el rincón de la izquierda. Respiro aliviado, ¡allí estaba!, aquel tirachinas le había proporcionado inmensas alegrías, con el había ganado campeonatos de puntería con sus amigos, pero era preciso esconderlo bien, porque si bien era verdad que su madre no le diría nada acerca del objeto en cuestión, también sabia que si este caía en sus manos, se convertiría precisamente en uno de esos objetos a los que ella no daba ninguna importancia. Lo agarro, y escondió rápidamente entre el pantalón, cubriéndolo después con el jersey, cogió la chaqueta y cayo en la cuenta…, introdujo la mano dentro del bolsillo, y se sorprendió gratamente, allí estaban los cuatro guijarros que había recogido el día anterior en el camino que hay junto al arrollo que transcurre al lado del colegio, no obstante no pudo evitar sentir cierta preocupación, ¿como era posible que su madre no se los hubiera arrebatado?

Desterró enseguida la preocupación y se encamino hacia la puerta, “espera” dijo su madre. ¡Que raro!, pensó. “Déjame que te vea, “si, estas muy bien cariño, dame un beso”. Se acerco a su madre y le dio el beso solicitado, esta lo abrazo, y le meso el cabello, “pórtate bien”, y le abrió la puerta.

Ya en la calle, y con el tirachinas en la mano, introdujo un guijarro en la tira de cuero, y sin apuntar disparo hacia la valla de madera. Su sorpresa fue mayúscula, no tanto por el sonido del impacto, sino por la letra pintada de color negro escrita en dicha valla: “P”. Miro hacia la izquierda de la calle, y luego hacia la derecha, y lo vio, un señor ataviado con un buzo azul y un rodillo en la mano, estaba dando grasa a los rieles de las enormes persianas de hierro del supermercado.

“¡Niño!” grito su madre, “vete al colegio, llegaras tarde”, echo a andar hacia el colegio, pero en ese momento el hombre introdujo el rodillo dentro del gran vote de grasa. Y untándolo bien se dirigió hacia la valla, se coloco al lado de la p, y empezó a escribir la segunda letra, arriba abajo, el movimiento del rodillo era vertical, todo indicaba que lo que escribía era una i. De repente sintió que alguien le agarraba de la mano, “vamos” dijo su madre, “conseguirás llegar tarde”. “¿Que hace ese señor?”, pregunto a su madre. “no se hijo, no lo se”.

Paso la mañana inquieto, sin poder olvidar el suceso de la mañana, y sin concentrarse para nada en las explicaciones de la profesora, estaba tan embelesado, que ni siquiera cayo en la cuenta de que esta no le había llamado la atención en ningún momento. Cuando salió del colegio corrió hacia la casa, al llegar pudo leer:

“PINOCHET ASESINO”

Subió las escaleras corriendo, y fue hacia su padre para preguntarle: 

-Papa, ¿Quién es Pinochet?
-Aún eres demasiado nuevo para saber esas cosas, hijo.
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