Samba o pasodoble es un baile poco edificante. Pero el morbo del tema impide dirigir el foco informativo hacia otro lado.

Como dijo Cicerón a Catilina: ¿Quousque tandem abutere, patientia nostra? (¿hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia?).

Estoy dando clase en Sao Paulo. Pongo alternativamente las televisiones española y brasileña. Un concepto se repite en las dos: corrupción. En la política española y en la brasileña. Un horror de telediarios. Después de los políticos, fiscales y jueces se convierten en protagonistas.

Cada día la situación es más complicada. La maraña de redes corruptas es más compleja, sus ramificaciones llegan hasta muy arriba. En Brasil parece que hasta Lula, la presidenta Dilma y el Presidente del Senado, aunque de momento solo ha tenido consecuencias políticas, ahora empiezan las judiciales. En España igual, primero vienen las consecuencias políticas, cada vez más rápidas una vez se imputa o investiga al político, luego vienen las judiciales con su natural parsimonia.

Las consecuencias políticas son movidas, ligeras y vibrantes. Van a ritmo de samba en Brasil y de pasodoble en España. La orquesta son los medios de comunicación que tocan con ánimo vibrante para que bailen los protagonistas. Son orquestas tipo Ray Conniff, con sus trompetistas y saxofonistas sentados detrás de los parapetos con el nombre del grupo; maestros que se levantan moviéndose al son de la música cuando llega el momento cumbre de la pieza interpretada.

Con ello obligan a los protagonistas a bailar al son del ritmo, tropical en un caso, torero en el otro. En la plaza el público observa sus movimientos, los critican o los alaban según su preferencia política. Un espectáculo a la vez excitante y patético; paradójico, lleno de curiosidad y de tristeza

¿Qué fue del noble arte de la política? ¿De la preocupación por lo público?

Samba o pasodoble es un baile poco edificante. Pero el morbo del tema impide dirigir el foco informativo hacia otro lado. No en balde dicen lo americanos: good news, no news (buenas noticias, no son noticias); o en su versión más corriente, no news, good news (si no hay noticias, buenas noticias). Yo mismo, no me he podido sustraer a la tentación de rellenar estas líneas con su sustancia.

Como dijo Cicerón a Catilina: ¿Quousque tandem abutere, patientia nostra? (¿hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia?).

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