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Lo hemos visto ayer mismo en Catalunya, y no me refiero a los votantes de los partidos nacionalistas o separatistas, que esos ni son españoles ni son nada —¡puaff!— sino a los españoles de verdad, los de la banderita tu eres roja y eres gualda como no sé qué vinos, que han abandonado al más ilustre, más inteligente, más moderado y carismático de los políticos: don Mariano Rajoy. ¿Cómo habéis podido ser tan osados para tal canallada al dejarlo abandonado en la cuneta? Todo un gran líder de España, y de Europa y del mundo si se lo propusiera, abandonado y marginal, y casi a punto de obligarle a marcharse. ¡Injustos, que sois unos injustos y desagradecidos! Los pérfidos separatistas os habían empujado hacia el precipicio, y él, con esa bondad de padre amoroso, y con los más grandes sacrificios, os entregó a una Virreina, doña Soraya, y colocó a sus ministros como Consejeros para atender la provincia catalana, y así le pagáis… Ahora es cuando más me doy cuenta de la degradación de España, otrora madre de los mejores hombres, hoy convertidos en egoístas, desagradecidos, torpes e ingratos. Llegará el día en que os arrepintáis dándoos cuenta de vuestra perversidad.
Esperemos pues, que la inteligencia que hoy os ha abandonado, se reincorpore a vuestros cerebros y aclaméis a tan excelso patriota, al más grande, al más inteligente, noble, honrado, valiente, de hermoso talante, de belleza superior a los dioses helénicos, de gallarda figura, de un patriotismo excelso, y de un corazón de león que más quisiera para él un tal Ricardo. Y cuando os deis cuenta de vuestra infamia, el crujir de dientes será como temblor de tierra y explosión de volcán al unísono, y una voz entre las tinieblas os dirá malditos e insensatos, que habéis profanado el honor del mejor, mientras los mares invadirán la tierra. ¡Que Dios nos pille confesados!
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