¿Mazón no tiene problemas de conciencia?
Cayó Nuria Montes (consejera de Industria) y caerá Salomé Pradas (consejera de Justicia e Interior y responsable de emergencias). La primera despreció/insultó a las víctimas de la DANA unas horas después de la tragedia de Valencia cuando, con cero empatía, les pidió que se quedaran en sus casas y no acudiesen al pabellón habilitado por la Generalitat como morgue a pedir información sobre sus familiares. La segunda admitió en una entrevista en Á Punt, la televisión pública valenciana, que desconocía que existiera un instrumento para mandar alertas a los móviles de los ciudadanos y advertir del riesgo de inundación.
El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, que no reconfortó ni a propios ni a extraños cuando compareció ante las Corts, como había pronosticado Feijóo, ha decidido que sean otros quienes asuman la responsabilidad de la catástrofe porque al parecer él no se siente responsable de nada.
Cuesta creer que alguien que estuvo desaparecido durante las dos horas y media más críticas de la tarde del 29 de octubre; que cambió varias veces de versión sobre su paradero; que telefoneó al alcalde de Cullera “en tono alegre y frívolo”; que ha sido desmentido con datos y documentos oficiales por la AEMET, la Confederación Hidrográfica del Júcar y la UME y que no ha sido capaz aún de pedir perdón, pueda mirar fijamente a los ojos de los valencianos. ¿Puede dormir sin problemas de conciencia? ¿No le invade la angustia? ¿No le resulta insoportable el dolor, la culpa o la vergüenza?
Cuesta creer también que Feijóo vaya a cruzarse de brazos ante semejante indignidad y mantenga la equidistancia en el reparto de las culpas. Más allá de que el Gobierno de España decidiera, como ha defendido, no tomar el mando ante la gravedad de los hechos por razones de operatividad y eficacia, nadie que haya seguido la cronología de los hechos puede ser equidistante en este asunto. Mazón tenía las competencias y tenía el instrumento a su alcance para haber evitado, no los daños materiales provocados por las inundaciones, pero sí que el número de fallecidos superase los 200.
Y todavía dice que asumirá las “responsabilidades políticas” si no es capaz de liderar la recuperación de las zonas devastadas. La deuda que tiene con los valencianos y que se le exige no es por las viviendas destruidas, ni por las carreteras arrasadas, ni por los vehículos arrollados… Su incumbencia son los muertos que pudo evitar si hubiera estado en su sitio y no en el reservado de un restaurante, en su primera versión, incomunicado y en la penúltima, “al tanto de todo”. Ambas versiones son impresentables porque tan irresponsable es no haber suspendido el almuerzo en cuestión sabiendo ya, por las alarmas comunicadas por los servicios meteorológicos y por los medios de comunicación, el alcance de las riadas como estar informado de lo que ocurría, no dar instrucciones para activar la alerta y no aparecer hasta dos horas y media más tarde.
En contra de lo que desearían en la calle Génova, aunque no lo admitan, Mazón está decidido a aguantar con la reconstrucción como coartada. Y Feijóo, a tragar. O no. Se verá. En el universo popular se barruntan que el líder del PP no está por la labor de que Mazón lastre, por segunda vez, sus posibilidades electorales, como ya hizo con el pacto de Gobierno con Vox mes y medio antes de las últimas generales, y que no cejará en el empeño hasta que el valenciano se marche. Este lunes, ante la Junta Directiva Nacional del PP, le pidió “humildad” y le instó a seguir “reconociendo errores y asumiendo responsabilidades” porque “ya no caben más equivocaciones”. Es, advierten los populares, el primer aviso de muchos más que llegarán. En privado y en público. Quienes conocen al gallego, saben que si algo ha demostrado en su carrera política es que ni olvida ni perdona y que, por mucho que cargue también contra el Gobierno de Sánchez, ha trazado sobre la cabeza de Mazón una cruz, símbolo inequívoco de que ya le ha sentenciado a muerte (políticamente, se entiende). La única duda es saber cuándo ejecutará el adagio.
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