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| EL VIEJO CÓMICO ARTI-XOXIAL
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 por Akra-Leuke Miér Feb 19, 2020 11:39 pm
EL VIEJO CÓMICO ARTI-XOXIAL Una triste historia narrada en capítulos Capítulo I Aquella noche del mes de mayo de 187*, cuando ya se acercaba la hora del toque de queda, y en los restaurantes y cafeterías de la calle del Coso zaragozana se notaba el trajín de los empleados entregando a los clientes sus abrigos y sombreros para que desalojaran el local, ya que la hora del cierre obligado por las autoridades estaba cerca, una figura, arropada por una lujosa capa, sombrero de copa, elegante bastón en mano con remate cabeza de león de oro auténtico, caminaba pausadamente mientras su mente, alejada de la obligación de refugiarse por la orden de arresto de quienes anduviesen por las calles tras el toque militar, iba recordando lo que fue en años pasados y ya no lo era, ni siquiera reconocido cuando se tropezaba con los aragoneses que no hacía mucho le aplaudían a rabiar tras sus magníficas interpretaciones, ya de los clásicos universales, o de las obras de Calderón, Lope de Vega o los modernos de su tiempo como Zorrilla. Se trataba del extraordinario intérprete teatral Juan del Hierbo, de nombre artístico Arti-Xoxial. Recordaba el gran actor las muchas veces que repetía, aclamado, su salida al escenario para recibir los aplausos y los olés y bravos de sus admiradores, no sólo en España toda, desde las grandes ciudades, Madrid, Barcelona, Bilbao, su Zaragoza… a pequeña poblaciones de provincias, sino en ciudades allende los mares que varias veces cruzó: Buenos Aires, México, Santiago de Chile, Caracas, etcétera. Era el galán preferido en las obras de actualidad y el gran intérprete de los clásicos, y hoy, a sus sesenta años, nadie le recordaba, ni la prensa antes tan efusiva, tenía unas palabras para él. Como si no existiera. Artísticamente era un muerto viviente. En su lento caminar calle del Coso hacia plaza de España, al pasar por un viejo café, que aún tenía a sus clientes en ruidosa despedida, pudo contemplarse en un gran espejo situado en la puerta del establecimiento, iluminado el lugar por las luces de gas de la elegante avenida, y ciertamente, pese a todavía su esbelta figura, sus ricos ropajes, su sombrero de copa que se quitó para hacerle a su propia imagen reflejada un saludo al viejo estilo, le remarcó su vejez, cosa para un artista de teatro muy dolorosa, y su pelo, antes negro como el azabache, al quitarse el sombrero para el elegante saludo, lo contempló más blanco que nunca. El que fuera en otros tiempos el gran intérprete que llenaba los teatros, Arti-Xoxial, sintió un fuerte dolor en su corazón y una tremenda angustia en su alma. Ya no pisaría los teatros, ya no recibiría aplausos, olés y bravos, ya la gente joven no lo reconocería por calles y paseos saludándole con simpatía y efusivamente, y con toda certeza ni las gentes mayores como hace tiempo ya venía observando. El público, ¡qué desagradecido!, olvida con facilidad, pues en las carteleras de los teatros que él dominaba ayer, hoy, otros interpretes, con toda probabilidad no tan admirables y excelentes, ocuparían lo que para él fue su señorío. (Continuará).
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por Akra-Leuke Jue Feb 20, 2020 1:28 pm . Capítulo II Juan del Hierbo, de nombre artístico Arti-Xoxial, viejo artista hoy en plena decadencia por la edad que todo lo transmuta, cogió una piedra del suelo y la lanzó contra el espejo, haciéndolo en mil añicos. No pudo resistir ver su imagen tan deteriorada comparada con sus veintitantos o treinta años cuando encandilaba a todas las mujeres, damas y no tanto, cuando su elegancia era la envida de tantos hombres, y por su buen acierto en la interpretación, aclamado por todo el mundo, la dentera de sus compañeros de escena. Pero no sólo era eso, que ya, tristemente, se estaba acostumbrando, era que su nombre no aparecía en la prensa, ningún comentarista teatral lo mencionaba, ni siquiera para comparar a los nuevos intérpretes con él, que de seguro él los mejoraba. Era, según pensaba, como si de repente hubiese entrado en una caja de madera y llevado al camposanto donde solo una cruz y una pequeña inscripción lo recordase. En Juan del Hierbo, de nombre artístico Arti-Xoxial, aún existía esa vanidad que hay en todo artista del teatro. Él sabía que no ha habido otro como él interpretando al Romeo de Shakespeare o el Hamlet, como también nadie supo interpretar tan magistralmente al Calisto de Rojas, o el don Juan Tenorio de Zorrilla, o el Segismundo de Calderón…, el verse olvidado le amargaba su existencia. Quería, necesitaba notoriedad. Aunque solo fuera una última representación, que todo el mundo hablara de él, tal así que si nadie lo llamaba para subir a un escenario, debía pensar en hacer algo que asombrara al mundo; fuere lo que fuere, se decía, pero debo hacerlo y luego retirarme a mi casa de la montaña y allí esperar al fin de mis días. (Continuará).
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por Akra-Leuke Vie Feb 21, 2020 4:33 pm . Capítulo III Aquella noche, en la soledad de su habitación, Juan del Hierbo, apodado para la escena como Arti-Xoxial, meditó sobre lo que debiera hacer para que de nuevo toda la prensa, no solo la aragonesa, sino la nacional y de provincias, incluso la del mundo entero, hablasen de él. Que so nombre corriese de boca en boca. Hombre de buen corazón pensó en hacer un gran bien, una gran obra benéfica, pero conocedor de la raza humana un gran bien no tendría la repercusión internacional como un acto de maldad, y es lo que haría. Eso sí, realizada de tal manera que solo se hablara del acto, que no se supiese del autor de momento, para luego, en un gesto de orgullo indicar que él había sido el autor, para hacerle entender a aquella sociedad que lo tenía olvidado, que más que por vanidad lo hizo por venganza por e olvido al que lo tenían sometido. No era justo, pensaba el gran intérprete, el olvido al que estaba condenado, por tanto debiera hacérselo pagar a esa sociedad injusta, que ya no recordaba los grandes momentos que él, con su arte escénica, les había hecho vivir: reír, llorar, gozar en definitiva gracias a su buen hacer en la escena. Esa noche no podía conciliar el sueño, y su mente pensaba constantemente qué acto cometer para que la opinión publica reparara en ella y en entonces le vino a la mente el teatro, algo tendría que hacer relacionado con él, algo relacionado con el teatro H*** de la ciudad de Zaragoza, el lugar donde tantos triunfos cosechó, donde a tanta gente maravilló con sus interpretaciones, y por su mente pasaron escenas que hicieron levantar al público de sus asientos y aclamarle casi con locura. Mañana, pensó Juan del Hierbo, de nombre artístico Arti-Xoxial, iré a la función de la noche, y conociendo todo el teatro de palmo a palmo, creo que allí realizaré mi más sublime representación, la que se recordará por los siglos de los siglos, pero no seré Segismundo, ni Tenorio, ni Romeo, ni Hamlet, seré yo, sólo yo, Juan del Hierbo de nombre para las carteleras Arti-Xoxial. He de darle una lección al mundo que le asombre, que hable de mí, para bien o para mal, pues eso ya no me importa, pero los dejaré asombrados. Y más tarde me reiré..
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por Akra-Leuke Sáb Feb 22, 2020 12:18 am . Capítulo IV Al día siguiente nuestro personaje de nombre artístico Arti-Xoxial, nacido Juan del Hierbo, marchó para ver la representación del Tenorio en el que fuera su teatro donde tantos éxitos cosechó. Arropado con su capa, sombrero de copa, y elegante bastón de madera de ébano y rematado con una cabeza de león de puro oro, con su hopalanda roja, parecía todo un dandi que hacía volver la cabeza a más de una y uno, pero no era reconocido como el gran actor que fue, más bien como figura cómica, pues alguna risica se dejó oír. Así es la fama —pensaba él— pero su venganza sería terrible. Durante la representación criticaba para sí los errores interpretativos del actor que hacía el papel del Tenorio, su gran papel, y encontraba fallos en los movimientos, en la entonación del verso, y hasta para él su ridículo maquillaje que intentaba parecer más joven de lo que era y lo envejecía. Si el público asistente, lleno el teatro, lo aplaudía, Arti-Xoxial cerraba los ojos y creía que iban dirigida hacia él la manifestación de reconocimiento, pero sabedor de la realidad solo sentía celos y envidia, lo cual lo encorajinaba más. El final de la obra con el público puesto en pie, no lo pudo soportar. Sentado en su butaca, con los ojos cerrados, asía con tal fuerza su bastón de elegante finura y rematado con cabeza de león de rico oro, para no oír el atronador aplauso y las veces que obligaron al elenco y a la primera figura a salir de nuevo al escenario. Poco al poco el teatro fue vaciándose, y él, que conocía a fondo todos sus rincones, se deslizó a una parte del proscenio en donde quedaría escondido hasta que el teatro se vaciase al completo de espectadores, artistas y empleados. Deseaba recorrerlo nuevamente, entrar en lo que fuera su camerino y esperar impaciente como si a continuación fuese llamado a escena como tantas veces lo fue por el empleado de turno. El silencio en el gran teatro era total, en él solo había un alma rondando, la suya, que rápidamente fue en busca del que fuera su camerino. Lo contempló durante unos minutos y rápidamente se acercó al espejo y comenzó, una por una, a tirar al suelo las fotos que en el él estaban colocadas, fotos que él también colocó en ese mismo espejo, preferentemente de sus triunfos, cuando era su inquilino. De un manotazo tiró al suelo los afeites, pinceles, pinturas y todo lo que estaba sobre el tocador y habría servido para maquillar a su sustituto. ¡Su sustituto! pensó, ¡qué más quisiera ese fantoche incapaz de darle el tono adecuado al verso! Qué inútil cuando Lucía le pregunta que quién abre ese castillo y éste no supo poner todo el énfasis al pronunciar ¡este bolsillo!, cosa que cuando él, el mejor Tenorio conocido, pronunciaba, alzando con su mano una bolsa con monedas que moviéndolo hacía tintinear, lograba levantar al público de su asientos con fuertes aplausos. Se desplazó a los vestuarios, y abriendo una y otra puerta reconoció los trajes que él había utilizado en sus representaciones, algo envejecidos, como él, pero allí estaban y se le presentaban con el orgullo de haber sido utilizados por el mejor actor teatral de todos los tiempos. Después se colocó en el centro del escenario y comenzó a recitar las palabras del don Juan dichas a doña Inés en la famosa escena del sofá, y tras ellas creyó escuchar los atronadores aplausos de un público enamorado de su verso y conmovido por la buena interpretación. Sus ojos cerrados contemplaron, como en un sueño de ilusión, el recinto lleno al completo, las miradas enamoradas de las elegantes y enjoyadas mujeres que ocupaban las primeras filas, y el reconocimiento de su arte por parte de los caballeros que las acompañaban. (Continuará).
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por Akra-Leuke Sáb Feb 22, 2020 1:56 pm .
Nota. Hoy sábado y mañana domingo, no habrá continuación del relato, pues hay que respetar el descanso semanal. Los muchos lectores que me han solicitado los capítulos siguientes, que tengan un poco de paciencia, que todo llegará.
Gracias por su comprensión.
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por Akra-Leuke Lun Feb 24, 2020 3:42 pm . Capítulo V Final de la narración Juan del Hierbo, en su mejor papel como Arti-Xoxial, se sentía feliz, otra vez lleno su teatro, pues así él lo veía pese a no haber nadie en la sala; otra vez el público aclamándole, y otra vez la gente entusiasmada levantada de sus butacas le regalaban el bravo y el olé y eres el más grande. Se sentía feliz, claro que sí, y pensaba ofrecerles su mejor interpretación, real y fantástica al mismo tiempo. Fue de inmediato a los almacenes en donde en armarios clasificados estaban los ropajes de todos los personajes de época, y directamente abrió aquel en que ya, anteriormente, había visto: el traje de Nerón. Con los ropajes del emperador de Roma se contempló en uno de los espejos, y su figura le resultó agradable; era un papel que nunca había interpretado, y esta noche se lo obsequiaría a todos sus enamorados espectadores. Y así vestido fue de nuevo al escenario y les prometió a todos, que en su imaginación contemplaba extasiados con él, que esa noche sería el Gran Nerón quemando la ciudad eterna de Roma, y comenzó a amontonar en el propio centro del escenario ropas, decorados, y toda clase de prendas que entendió fáciles de arder. Quemaría el teatro, y se marcharía por una de la salidas traseras que tan bien conocía para que nadie supiera que él lo había destruido. Marcharía a su casa situada en un ático del centro de la ciudad zaragozana, y se iría enterando de las noticias hasta que, si un día le apetecía, diría a todos que fue él su autor para satisfacer su venganza por el olvido injustamente padecido. Efectivamente toda la prensa del día siguiente amanecía con la triste noticia de que el Gran Teatro de H*** había sido pasto de las llamas, y que en esa desgracia el fuego se había extendido a las casa colindantes con tal rapidez y ante la dificultad de haber sido en la noche y mientras sus moradores dormían, causó una docena de fallecidos y unos treinta con graves problemas de intoxicación. Los bomberos consiguieron apagar el fuego tras varias horas de extenso trabajo, y examinado el recinto una vez convertido en cenizas y hierros retorcidos, se sorprendieron, puesto que la Empresa comunicó que ningún empleado quedaba por las noches, al encontrar un cadáver todo irreconocible, totalmente carbonizado, que estaba en una de las puertas traseras de salida, que solo la usan los empleados y artistas. Ante tal situación que presentaba dudaban si podría ser identificado. Lo más llamativo es que tenía una mano agarrada al abridor, como si hubiese intentado salir de la estancia, y en la otra, la derecha, asía fuertemente algo que quedaba de lo que debió ser un elegante bastón, con una cabeza de figura de león, de oro puro, en su remate. Nadie, ni empleados, artistas o al propia Empresa del teatro, ha podido saber de quién se trataba, pues los encargados del cierre aseguran que todo el mundo salió al terminar la función. FIN por Contenido patrocinado
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