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En los manuales del filibusterismo parlamentario existe un apartado muy conocido que recomienda que, si alguna cuestión no te interesa o la quieres dilatar, formes una comisión parlamentaria. Es la mejor manera de eternizarla, de convertirla en un circo mediático y que acabe con unos acuerdos de mínimos que sean tan mínimos que no haya que aplicar o ya sea demasiados tarde para hacerlo. El PP ha conseguido de convertir los pactos de la Moncloa que proponía Pedro Sánchez y que rebautizó como “Tabla de la Reconstrucción”, para quitar el polvo tardo franquista que tenía el primer nombre, en una Comisión parlamentaria. El PSOE-UP no ha tenido más remedio que aceptarlo (¿otro sapo que se traga Iglesias?) cosa que es un síntoma claro de debilidad política de la coalición, después de la reunión que han tenido Sánchez y Casado.
Casado, teledirigido por José María Aznar, no tiene interés en ningún pacto que no sea para salvar la unidad de España y echar del gobierno a los socios PSOE-UP. Intenta de sacar el máximo rédito partidista de la caótica gestión que el gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias están haciendo de la crisis del coronavirus, pero como partido de gobierno tiene que guardar la compostura y hacer ver que va a favor de los pactos de Estado. Ahora, a la hora de jugar con las cifras de muertos, no tiene escrúpulos a lanzar las autonomías que gobierna contra el gobierno español, con la presidenta de Madrid como punta de lanza de una demagogia que sirve para tapar su incompetencia. Todo esto, empleando un lenguaje ultranacionalista y anticomunista que costaría mucho de diferenciar del de Vox. El PP sabe que un pacto de Estado es ahora mismo dar oxígeno a Sánchez y su socio Iglesias, pero como considera que no puede oponerse frontalmente, lo dilata en una comisión del Congreso español, que hoy por hoy está cerrado y no tiene fecha de reapertura.
El plan del PP también remata cualquier posible participación efectiva de las Comunidades Autónomas, como había ideado Sánchez, porque las relega a la Comisión General de Comunidades Autónomas del Senado español, donde se tendrían que debatir las cuestiones que las afectan. Esta comisión del Senado no ha funcionado nunca y tanto Catalunya como el País Vasco suelen evitar de acudir porque no pretende sino diluir su condición de naciones, con un maquillaje de federalismo igualitario. Funciona al estilo de las reuniones dominicales de Pedro Sánchez, en que comunica las decisiones que ha tomado y los presidentes autonómicos tienen el derecho de expresar la opinión, sin que nunca sea tomada en consideración, sobre todo la de Quim Torra e Íñigo Urkullu.
La liquidación de la Tabla de la Reconstrucción por el PP deja Sánchez-Iglesias en un mal paso, porque les costará de vender este engaño al resto de partidos, y todavía más a los independentistas. Unos Pactos de la Moncloa o Tabla de la Reconstrucción tenían el peligro que fueran más allá de la necesidad de tomar medidas para superar la crisis económica e intentaran, aprovechando la ocasión, de blindar la recentralización que se ha hecho de la gestión de la pandemia. Este peligro no ha desaparecido, porque en esto el PP y el PSOE son como dos gotas de agua. A las reuniones que Pedro Sánchez ha hecho con Gabriel Rufián i Laura Borràs no ha profundizado mucho a la hora de definir qué implicaban estos pactos porque seguramente tampoco lo sabe exactamente. Sánchez ha informado ERC y JxC enviando un correo electrónico a las seis de la tarde. Esto demuestra qué poco interés le suscita la presencia del independentismo. Un desinterés que es mutuo, cuando menos hasta ahora.
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Y ES QUE NADIE HA SIDO CAPAZ DE DESATAR
LO ATADO Y BIEN ATADO
En los manuales del filibusterismo parlamentario existe un apartado muy conocido que recomienda que, si alguna cuestión no te interesa o la quieres dilatar, formes una comisión parlamentaria. Es la mejor manera de eternizarla, de convertirla en un circo mediático y que acabe con unos acuerdos de mínimos que sean tan mínimos que no haya que aplicar o ya sea demasiados tarde para hacerlo. El PP ha conseguido de convertir los pactos de la Moncloa que proponía Pedro Sánchez y que rebautizó como “Tabla de la Reconstrucción”, para quitar el polvo tardo franquista que tenía el primer nombre, en una Comisión parlamentaria. El PSOE-UP no ha tenido más remedio que aceptarlo (¿otro sapo que se traga Iglesias?) cosa que es un síntoma claro de debilidad política de la coalición, después de la reunión que han tenido Sánchez y Casado.
Casado, teledirigido por José María Aznar, no tiene interés en ningún pacto que no sea para salvar la unidad de España y echar del gobierno a los socios PSOE-UP. Intenta de sacar el máximo rédito partidista de la caótica gestión que el gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias están haciendo de la crisis del coronavirus, pero como partido de gobierno tiene que guardar la compostura y hacer ver que va a favor de los pactos de Estado. Ahora, a la hora de jugar con las cifras de muertos, no tiene escrúpulos a lanzar las autonomías que gobierna contra el gobierno español, con la presidenta de Madrid como punta de lanza de una demagogia que sirve para tapar su incompetencia. Todo esto, empleando un lenguaje ultranacionalista y anticomunista que costaría mucho de diferenciar del de Vox. El PP sabe que un pacto de Estado es ahora mismo dar oxígeno a Sánchez y su socio Iglesias, pero como considera que no puede oponerse frontalmente, lo dilata en una comisión del Congreso español, que hoy por hoy está cerrado y no tiene fecha de reapertura.
El plan del PP también remata cualquier posible participación efectiva de las Comunidades Autónomas, como había ideado Sánchez, porque las relega a la Comisión General de Comunidades Autónomas del Senado español, donde se tendrían que debatir las cuestiones que las afectan. Esta comisión del Senado no ha funcionado nunca y tanto Catalunya como el País Vasco suelen evitar de acudir porque no pretende sino diluir su condición de naciones, con un maquillaje de federalismo igualitario. Funciona al estilo de las reuniones dominicales de Pedro Sánchez, en que comunica las decisiones que ha tomado y los presidentes autonómicos tienen el derecho de expresar la opinión, sin que nunca sea tomada en consideración, sobre todo la de Quim Torra e Íñigo Urkullu.
La liquidación de la Tabla de la Reconstrucción por el PP deja Sánchez-Iglesias en un mal paso, porque les costará de vender este engaño al resto de partidos, y todavía más a los independentistas. Unos Pactos de la Moncloa o Tabla de la Reconstrucción tenían el peligro que fueran más allá de la necesidad de tomar medidas para superar la crisis económica e intentaran, aprovechando la ocasión, de blindar la recentralización que se ha hecho de la gestión de la pandemia. Este peligro no ha desaparecido, porque en esto el PP y el PSOE son como dos gotas de agua. A las reuniones que Pedro Sánchez ha hecho con Gabriel Rufián i Laura Borràs no ha profundizado mucho a la hora de definir qué implicaban estos pactos porque seguramente tampoco lo sabe exactamente. Sánchez ha informado ERC y JxC enviando un correo electrónico a las seis de la tarde. Esto demuestra qué poco interés le suscita la presencia del independentismo. Un desinterés que es mutuo, cuando menos hasta ahora.
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