Todo aquel que milita en la política sabe que todos los días hay que comerse un sapo. El dilema del kirchnerismo al enfriarse la economía (donde el crecimiento es nulo o negativo con suspensiones de trabajadores en automotrices, en YPF, y fuerte caída de la construcción), es continuar con la retórica inflamada de ser los abanderados de la lucha anticapitalista o pactar con el alcalde de Buenos Aires con miras al 2015.
La imagen de los legisladores kirchnerista con Cabandié a la cabeza, votando los grandes negociados inmobiliarios que diseñó Mauri Macri da vergüenza ajena.
Para que se entienda, el kirchnerismo votó habilitaciones para shoppings, venta de bienes públicos, autorización para tomar deuda externa y cesión de tierras del Estado para desarrollar negocios inmobiliarios.
¡Es decir, acompañó todo aquello a lo que dijo oponerse durante la Década Ganada!
Estos chorizos que gobiernan la Nación y la Ciudad de Buenos Aires pactan a espaldas de la gente y mientras tanto La Cámpora habla de un "relato" anticorporativo y una revolución que solo está en la imaginación de los lúmpenes que les siguen.