La expulsión de los jesuitas
Corría una frase por España, hace tiempo, y relacionada con la expulsión de los jesuitas, que decía así: “Los jesuitas no temían que se les expulsara, sino que se les conociera”.
Efectivamente, entre las muchas congregaciones de la secta católica, quizás sea la de los jesuitas la más perversa, tanto es así que nunca ha sido bien vista por los colegas de su propio entorno; y a veces ni por la curia romana.
Los jesuitas son unos enamorados del poder y del dinero, y toda su ambición es conseguir más y más sin límite alguno. No es que las demás congregaciones católicas no lo sean también pues, si aparentemente no lo dan a entender, el cosechar bienes terrenales es su principal disposición, pero tanta avaricia como los jesuitas no se conoce en otra; aunque de no ser así la iglesia romana no hubiese almacenado tanta riqueza a través de los siglos, y ya sabemos que en este mundo riqueza significa poder.
Les recomiendo lean la novela del valenciano Vicente Blasco Ibáñez titulada “la araña negra”, donde comprobamos como esa araña (el jesuita) sabe tejer una sutil tela donde enganchar a sus víctimas. Su predilección fueron siempre las familias acaudaladas, introduciéndose en ellas, tocando las fibras sensibles de los más débiles dentro de las mismas, apoderarse de sus debilidades para desangrarlas y hacerse dueños de sus fortunas. Con su fina sutileza eran las mujeres y los hijos menores sus principales víctimas, y dominados unos y otros, inyectando en ellos las creencias religiosas, acaparar el poder y ser los protagonistas dentro de las ricas familias españolas hasta lograr ser los depositarios y herederos de sus bienes terrenales.
Esta obra que les recomiendo debieran leerla, si gustan, con profunda atención; seguro que se horrorizarán de las artimañas, muchas veces delictivas, de estas sanguijuelas o, como bautizó el escritor: “arañas negras”. ¡Cuidado con ellas! Sus picaduras son mortales, o casi…
El Postiguet