La hija del poeta Rafael Alberti y María Teresa León visita España para presentar tres obras de su madre y su primera antología poética: 'Amazona en la Centella'.
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MADRID.- Cuando Aitana Alberti León (Buenos Aires, 1941) echa la vista atrás ve aquella humilde casa de Buenos Aires en la que sus padres, María Teresa León y Rafael Alberti, se hospedaron tras huir de la España derrotada de 1939. Vislumbra aquel pasillo larguísimo que moría en las habitaciones y en el estudio de su padre, al final de la casa. Pero sobre todo aún guarda en la retina aquel salón con forma de cuadrado en el que su madre tenía una tabla de madera que hacía las funciones de mesa en la que sentarse a escribir. Cuando Aitana Alberti cierra los ojos aún puede ver a su madre, a María Teresa León, escribiendo esa magnífica prosa que aún hoy la sigue emocionando como el primer día que la leyó.
"Mantener vivo el legado cultural que dejó mi madre lo es todo para mi. Le tengo una gran admiración como escritora. Creo que su estilo es espectacular, una cosa de una modernidad y una vigencia que no te lo puedes creer. No parece que sea del siglo pasado. ¡Podría ser de ayer mismo! Pero, además, es que es mi madre. Sé por todo lo que tuvo que pasar en un exilio de 38 años. Era una mujer increíble", comienza a relatar Aitana Alberti, que recibe a Público en casa de su hija, en Madrid.
Lo que "tuvo que pasar" María Teresa León se resume muy bien en una frase que pronunció Alberti pocos meses antes de morir en una conferencia en El Escorial: "Fue una persona maravillosa, pero maravillosamente desdichada”. Juntos compartieron activismo en el PCE, en la Guerra Civil y en el exilio. Juntos evacuaron las obras del Museo del Prado, celebración la Alianza de Escritores Antifascistas, llevaron el teatro a la primera línea de frente y consiguieron rehacer una vida en el exilio. Juntos también regresaron a España, en 1977. Pero María Teresa ya no sabía dónde regresaba. El alzheimer había ganado la batalla.
"Yo le decía desde el avión las cosas que íbamos viendo cuando nos acercábamos a tierra y ella sólo me decía 'qué bonito, qué bonito'. Ya no sabía dónde estaba. Pensaba que seguía en Roma. En aquel momento, nadie hablaba del alzheimer. No se conocía", rememora Aitana, que acto seguido cita las palabras que su padre pronunció al regresar: “Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta”.
En aquel avión también estaba ella, Aitana Alberti, que desde 1984 reside en La Habana y de Cuba dice, como Neruda, que es su única residencia en la Tierra. En su muñeca, sin embargo, brillan los colores de la bandera de la II República. El amarillo, el rojo y el violeta. "Soy republicana y lo seré hasta la muerte", responde esta mujer, que se siente "argentina-hispana-cubana". "Cuba me encanta. Es un país al que admiro mucho", señalaba a este periódico días antes de la muerte de Fidel Castro, que la sorprendió en Madrid, rindiendo homenaje al poeta comunista también fallecido Marcos Ana.
De otro poeta, Pablo Neruda, Aitana guarda muchos recuerdos. Por ejemplo, el nombre con el que el poeta chileno y Rafael Alberti apodaban a María Teresa: "El ojo de Molotov". "Llamaban así a mi madre porque lo controlaba todo, lo veía todo. Era el ojo que todo lo veía. La mujer de Neruda también era muy despistada así que mi madre cuidada un poco de los tres", dice Aitana, que recuerda que siendo niña viajó a Chile con sus padres hasta casa la casa del Premio Nobel de Literatura.
"Vi su famosa colección de caracoles. Era una habitación estrecha y tenía unas cristaleras enormes. Esa colección comenzó con un caracol que mi padre le regaló a Neruda cuando salieron de Francia después de la Guerra Civil. Era un tritón. Mi padre me habló de él y siempre pensé que sería un caracol gigante, pero era menudito, menudito. Neruda siempre coleccionaba cosas mundanas", recuerda.
Aitana ha regresado a España para presentar en una pequeña gira Amazona en la centella (Editorial Atrapasueños), su primera antología poética, y tres obras de su madre: Contra viento y marea, la primera novela de León; Cervantes el soldado que nos enseñó a hablar y El gran amor de Gustavo Adolfo Bécquer. Los cuatro ejemplares están toda la entrevista encima de la mesa. Los consulta y lee en voz alta a menudo. Sobre todo los de su madre.
"Si mi madre hubiera sido un hombre estaría considerada como una de las mejores de la historia de España. La historia del siglo XX es cruel con las mujeres. Los grandes escritores lo son porque sus textos trascienden a su época y por eso constituyen la llamada literatura universal. Y mi madre tenía esa manera de escribir. No pierde actualidad. Lees sus cuentos y parecen de ahora. Escribe magistral", prosigue.
Es inevitable que el peso de la memoria esté presente en toda la conversación. Uno no puede evitar pensar en la trayectoria del Premio Cervantes de las Letras y de María Teresa León, quizá el mayor exponente del talento literario de la Generación del 27 y la mayor prueba de la amnesia colectiva que sufre el país. Así, la memoria del legado literario, artístico y político de sus padres sobrevuela el diálogo. Lo que España pudo ser y no fue. Las batallas perdidas. Los desaparecidos. Poca gente como Aitana puede representar tanto de lo que fue aquel sueño colectivo de la II República. Su nombre, de hecho, se debe a la sierra alicantina que sus padres veían al marcharse de España.
Pero a Aitana le costó asimilarse como una escritora. El talento de sus padres sí que supuso un freno para su ego. No pocos editores le recomendaron que publicara sus escritos, pero a este mujer de 75 años le costó acceder a las peticiones. "Es evidente que a uno le crea cierto complejo tener dos padres como Alberti y León. He publicado pocas cosas y lo selecciono muy bien. Me da cierto apuro y es evidente que ser hija de dos genios influye en esto", señala esta mujer que, no obstante, lleva escribiendo poemas, en la intimidad que otorga una pluma y un papel, desde los primeros años de su adolescencia.
Tanto es así que en algún momento, Aitana ha confesado que cuando tenía 14 años Rafael y María Teresa decidieron coger la pequeña libreta en la que la adolescente escribía sus primeros versos y mandar a editar el contenido para ofrecer un libro como regalo de cumpleaños: Poemas de Aitana Alberti. Aquel regaló lo comenzó a disfrutar con los años. También con los años comenzó a quitarse de encima los miedos y complejos y a publicar lo que escribía. "Un buen día me dije que era una tontería y que si sentía la necesidad de escribir debía de hacerlo", dice.
Gracias a que Aitana se quitó de encima los complejos llega su primera antología de poemas. Ella pide que esta entrevista se cierre con el grito de "fin al bloqueo económico y comercial a Cuba". El periodista, sin embargo, falta a su palabra para cerrar con el poema que Aitana dedicó a su madre y que lleva por título Casi elegía:
En esta noche en que he ido perdiéndome vaciándome
de mí y de los otros
sólo ha quedado una forma sin dueño
Entonces te ha mirado como nunca
ni cuando lo eras todo y yo el germen posible
No quisiera pensar los lejanos derrumbes
por donde fui escapando
pero ahí están para mi mal incólumes
Tampoco sé decirte cuándo tu agua pura
me abandonó dejando
un casi olvido de mareas felices
Eco de tu palabra sobre batidos vientos
en la alta soledad murmuran las banderas
oigo los viejos himnos las canciones selladas
al comienzo del tiempo
y pasan los soldados envueltos en la tierra
Qué pesadumbre amarte
cuando ya hasta los árboles emblanquecen
y las fotografías desconocen los nombres
y los tiernos animales queridos abandonan
uno a uno la ronda
y no hay más libros dulcemente caídos
ni huellas de mis pies en tus pasos
Sin embargo algo se mueve en esta noche
algo en el yerto sueño se levanta
Cuando despierte el alba recordaré el sabor
de tus mejillas.
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