Zerg Rush escribió:Ok, Cuba es una dictadura, pero sobre Colombia, Brasil, Arabia Saudita, Israel, Turquía.... se escucha bien poco. Ah claro, alli gobiernan los amigos, por esto no cuentan, sobre todo si Juanca se esconde en Arabia Saudita junto con la pasta que se llevó.
El tema va sobre Cuba por los últimos acontecimientos. No mezcles churras con merinas. Y Juan Carlos creo que no está en Arabia Saudí. Y otra cosa: creo saber que no se ha llevado dinero de la caja del estado español como si han hecho (entre otros) gente del PP y del PSOE. A cada uno lo suyo...
No se que tiene que ver Cuba con Colombia, Brasil, Arabia Saudita, Israel y Turquía...
Eso es un recurso muy socorrido cuando se trata la problemática de un país concreto traer a mención lo que pasa en el resto de países del mundo mundial como justificación de lo que ocurre en uno es un argumento muy utilizado, pues se considera eso como argumento de mucho peso, si por ejemplo algo en España va mal los gobiernos pueden acudir a recursos de ese tipo para justificar su nefasta gestión; argumentando que en el resto de países europeos todo comienza a ir mal por ejemplo y España no va a ser menos y puede ir peor, con lo que todo queda o está dentro de lo correcto y previsible.
Zerg Rush escribió:Ok, Cuba es una dictadura, pero sobre Colombia, Brasil, Arabia Saudita, Israel, Turquía.... se escucha bien poco. Ah claro, alli gobiernan los amigos, por esto no cuentan, sobre todo si Juanca se esconde en Arabia Saudita junto con la pasta que se llevó.
El tema va sobre Cuba por los últimos acontecimientos. No mezcles churras con merinas. Y Juan Carlos creo que no está en Arabia Saudí. Y otra cosa: creo saber que no se ha llevado dinero de la caja del estado español como si han hecho (entre otros) gente del PP y del PSOE. A cada uno lo suyo...
No se que tiene que ver Cuba con Colombia, Brasil, Arabia Saudita, Israel y Turquía...
Esto es precisamente el problema, en los medios aparecen noticias de Cuba cada dos por tres, como ejemplo de que mal es el comunismo, mientras en Colombia aparecen hechos mucho mas graves con asesinatos y torturas a opositores y también en Brasil con los escuadrones de muerte, "limpiando" los barrios pobres, pero de estos no se escucha nada. Tampoco se menciona los 200 civiles asesinados en Israel. Pasa cuando se emplean hechos bárbaros en otros países de forma parcial, no para condenar estos hechos, sino como argumento para atacar al propio gobierno, tan comunista que acata los mandatos de la CE, la central comunista por excelencia.
Ya sabemos todo eso o por lo menos debemos saberlo pues todo eso se ha mencionado ya en los medios de comunicación cuando ha sido el momento y lo mismo se está haciendo con Cuba ahora, lo que no se puede es estar a toda hora trayendo a mención cosas que ya han tenido lugar y que ya todos conocemos..
El escritor cubano Leonardo Padura pidió difundir este texto con su opinión sobre la situación en Cuba a partir de las protestas del domingo 11 de julio: "es el resultado de la desesperación de una sociedad que atraviesa no solo una larga crisis económica y una puntual crisis sanitaria, sino también una crisis de confianza y una pérdida de expectativas"
Parece muy posible que todo lo ocurrido en Cuba a partir del pasado domingo 11 de julio lo hayan alentado un número mayor o menor de personas opuestas al sistema, pagadas incluso algunas de ellas, con intenciones de desestabilizar el país y provocar una situación de caos e inseguridad. También es cierto que luego, como suele suceder en estos eventos, ocurrieron oportunistas y lamentables actos de vandalismo. Pero pienso que ni una ni otra evidencia le quitan un ápice de razón al alarido que hemos escuchado. Un grito que es también el resultado de la desesperación de una sociedad que atraviesa no solo una larga crisis económica y una puntual crisis sanitaria, sino también una crisis de confianza y una pérdida de expectativas.
A ese reclamo desesperado, las autoridades cubanas no deberían responder con las habituales consignas, repetidas durante años, y con las respuestas que esas autoridades quieren escuchar. Ni siquiera con explicaciones, por convincentes y necesarias que sean. Lo que se impone son las soluciones que muchos ciudadanos esperan o reclaman, unos manifestándose en la calle, otros opinando en las redes sociales y expresando su desencanto o inconformidad, muchos contando los pocos y devaluados pesos que tienen en sus empobrecidos bolsillos y muchos, muchos más, haciendo en resignado silencio colas de varias horas bajo el sol o la lluvia, con pandemia incluida, colas en los mercados para comprar alimentos, colas en las farmacias para comprar medicinas, colas para alcanzar el pan nuestro de cada día y para todo lo imaginable y necesario.
Creo que nadie con un mínimo de sentimiento de pertenencia, con un sentido de la soberanía, con una responsabilidad cívica puede querer (ni siquiera creer) que la solución de esos problemas venga de cualquier tipo de intervención extranjera, mucho menos de carácter militar, como han llegado a pedir algunos, y que, también es cierto, representa una amenaza que no deja de ser un escenario posible.
Creo además que cualquier cubano dentro o fuera de la isla sabe que el bloqueo o embargo comercial y financiero estadounidense, como quieran llamarlo, es real y se ha internacionalizado y recrudecido en los últimos años y que es un fardo demasiado pesado para la economía cubana (como lo sería para cualquier otra economía). Los que viven fuera de la isla y hoy mismo quieren ayudar a sus familiares en medio de una situación crítica, han podido comprobar que existe y cuánto existe al verse prácticamente imposibilitados de enviar una remesa a sus allegados, por solo citar una situación que afecta a muchos. Se trata de una vieja política que, por cierto (a veces algunos lo olvidan) prácticamente todo el mundo ha condenado por muchos años en sucesivas asambleas de Naciones Unidas.
Y creo que tampoco nadie puede negar que también se ha desatado una campaña mediática en la que, hasta de las formas más burdas, se han lanzado informaciones falsas que al principio y al final solo sirven para restar credibilidad a sus gestores.
Pero creo, junto con todo lo anterior, que los cubanos necesitan recuperar la esperanza y tener una imagen posible de su futuro. Si se pierde la esperanza se pierde el sentido de cualquier proyecto social humanista. Y la esperanza no se recupera con la fuerza. Se le rescata y alimenta con esas soluciones y los cambios y los diálogos sociales, que, por no llegar, han causado, entre otros muchos efectos devastadores, las ansias migratorias de tantos cubanos y ahora provocaron el grito de desesperación de gentes entre las que seguramente hubo personas pagadas y delincuentes oportunistas, aunque me niego a creer que en mi país, a estas alturas, pueda haber tanta gente, tantas personas nacidas y educadas entre nosotros que se vendan o delincan. Porque si así fuera, sería el resultado de la sociedad que los ha fomentado.
La manera espontánea, sin la atadura a ningún liderazgo, sin recibir nada a cambio ni robar nada en el camino, con que también una cantidad notable de personas se ha manifestado en las calles y en las redes, debe ser una advertencia y pienso que es una muestra alarmante de las distancias que se han abierto entre las esferas políticas dirigentes y la calle (y así lo han reconocido incluso dirigentes cubanos). Y es que solo así se explica que haya ocurrido lo que ha ocurrido, más en un país donde casi todo se sabe cuando quiere saberse, como todos también sabemos.
Para convencer y calmar a esos desesperados el método no puede ser las soluciones de fuerza y oscuridad, como imponer el apagón digital que ha cortado por días las comunicaciones de muchos, pero que sin embargo no ha impedido las conexiones de los que quieren decir algo, a favor o en contra. Mucho menos puede emplearse como argumento de convencimiento la respuesta violenta, en especial contra los no violentos. Y ya se sabe que la violencia puede ser no solo física.
Muchas cosas parecen estar hoy en juego. Quizás incluso si tras la tempestad regresa la calma. Tal vez los extremistas y fundamentalistas no logren imponer sus soluciones extremistas y fundamentalistas, y no se enraíce un peligroso estado de odio que ha ido creciendo en los últimos años.
Pero, en cualquier caso, resulta necesario que lleguen las soluciones, unas respuestas que no solo deberían ser de índole material sino también de carácter político, y así una Cuba inclusiva y mejor pueda atender las razones de este grito de desesperación y extravío de las esperanza que, en silencio pero con fuerza, desde antes del 11 de julio, venían dando muchos de nuestros compatriotas, esos lamentos que no fueron oídos y de cuyas lluvias surgieron estos lodos.
Como cubano que vive en Cuba y trabaja y crea en Cuba, asumo que es mi derecho pensar y opinar sobre el país en que vivo, trabajo y donde creo. Ya sé que en tiempos como este y por intentar decir una opinión, suele suceder que «Siempre se es reaccionario para alguien y rojo para alguien», como alguna vez dijera Claudio Sánchez Albornoz. También asumo ese riesgo, como hombre que pretende ser libre, que espera ser cada vez más libre.
Este me lo has pisado... y tengo que reconocer que Padura no entra dentro de mis escritores favoritos. (se que no es políticamente correcto decir esto pero no he podido terminar ninguno de sus libros. )
Cuba: después de las protestas, la criminalización
El Gobierno no reconoce las protestas sociales ni su responsabilidad en las causas que la originaron: los participantes, según ellos, son personas confundidas, delincuentes y mercenarios
Ya Luke Shaw había metido el primer gol del partido final de la Eurocopa cuando Laura Vargas sintió los gritos de las personas que se congregaban en el parque de la calle Fábrica, en el habanero barrio de Luyanó. Ella había visto en Facebook imágenes de la protesta social que se había iniciado horas antes en San Antonio de los Baños, a 35 kilómetros de su casa. Salió como estaba vestida: con una camiseta y unas chancletas. Cogió su teléfono y junto a su novio se unieron a los manifestantes.
"No sabíamos bien qué hacer, si coger o no por la avenida principal, ni que destino tomar, al final decidimos ir rumbo al Capitolio. Al principio éramos cerca de 50, pero nos encontramos con otros grupos por el camino. Me sorprendió la cantidad de personas muy jóvenes y los adultos mayores. Un muchacho, a quien no conocía, iba diciendo no a la violencia, no se dejen provocar y otras frases para tratar de mantener la calma, otras personas gritaban ¡Libertad!, ¡Patria y Vida!, ¡Hasta cuándo esto! Él fue el primero que la Policía se llevó".
Serían las cuatro de la tarde del domingo 11 de julio de 2021 cuando Laura llegó al Capitolio, la sede del Parlamento nacional y el punto cero de la ciudad. En ese momento, el presidente Miguel Díaz-Canel comenzaba una transmisión en televisión nacional.
"Sabemos que hay otras localidades del país donde grupos de personas en determinadas calles y plazas se han concentrado movidas también por propósitos tan malsanos. Convocamos a todos los revolucionarios a salir a las calles a defender la Revolución en todos los lugares".
Una orden de combate dio el presidente para que comenzaran los enfrentamientos en las calles. Sus partidarios también salieron. Se registraron protestas en más de 40 localidades en todas las provincias del país y las fuerzas de seguridad trataron de reprimirlas. Este hecho es inédito en los últimos 60 años en Cuba, nunca antes el pueblo había tomado las calles de forma masiva para protestar contra el Gobierno; pero sus causas se fundamentan en la crisis económica y social que vive el país agravada por un aumento de casos de COVID-19.
No fueron protestas ordenadas. La gente salió a la calle sobre todo en barrios pobres y zonas marginales. Salieron esos que tienen que hacer largas colas en las tiendas para comprar alimentos a precios excesivos, esos a los que las palabras "bloqueo económico" y "confianza en la Revolución" no les resuelve el plato de comida o las medicinas que necesitan y que escasean, esos que han tenido apagones eléctricos casi a diario en el último mes de más de cuatro horas.
Ese día también volcaron carros policiales, saquearon tiendas estatales y, en algunos casos, tiraron piedras, palos o botellas de cristal; pero también recibieron golpes, abusos desproporcionados de la fuerza pública y detenciones. Una semana después todavía hay personas que no han regresado a su casa.
Para Yunior García, joven dramaturgo que se presentó junto a otros artistas frente a la sede del Instituto Cubano de Radio y Televisión para exigir 15 minutos de réplica al aire, "el 11 de julio se rompió totalmente el mito de los grupúsculos. Se dejó bien claro que hay una gran parte del pueblo de Cuba que está harta, que ya no quiere este pacto social que ha durado demasiado tiempo y que se ha oxidado, que está anquilosado, que es obsoleto, que ya entró en fase terminal de obsolescencia". Yunior fue apresado e interrogado junto a otros jóvenes que no cometieron ningún delito. En su página de Facebook ha relatado lo que vivió en las horas posteriores a las protestas. "Fui detenido con el mismo desprecio con que Hitler trataba a los judíos en la Alemania nazi. Y en mi celda para 12 personas en el Vivac, éramos tan diversos como en una República", ha escrito.
No había un liderazgo, nadie les dijo a las personas lo que podían hacer o no, o a dónde dirigirse, la llama se fue esparciendo y en cada lugar de Cuba hay una historia distinta. Las motivaciones fueron personales. En todos los casos había asombro y euforia. Laura y Yunior son solo dos visiones de los miles que estaban en las calles el domingo –y en muy pocos casos, el lunes– y que el Gobierno ha llamado confundidos, delincuentes o mercenarios.
A las protestas siguió una interrupción nacional del servicio de Internet por datos móviles y la deslegitimación de los hechos. La versión oficial es que "los sucesos se trataron de disturbios y no de manifestaciones pacíficas espontáneas, responden a un plan extranjero y son parte de una guerra mediática contra Cuba". El bloqueo, el Gobierno de Estados Unidos y los medios de comunicación cargan sobre sus espaldas la responsabilidad por estos actos.
Durante mucho tiempo, el Gobierno norteamericano ha alentado planes y financiado disidentes en Cuba, es sabido; pero la política ha cambiado, las reglas del juego y la legitimidad de los actores es otra y también las voces que quieren cambio.
En Cuba el Gobierno no concibe a una oposición, no de forma pública, regulada y con derechos políticos. Ha vivido sin ella por muchos años.
Desde que pasó a ser ponente de la sentencia sobre el recurso de inconstitucionalidad del estado de alarma, Pedro González-Trevijano ha venido trabajando subrepticiamente para articular una mayoría que se ha lanzado sobre los despojos de la ponencia de Fernando Valdés como ave carroñera, legitimando a VOX y PP
La tesis de la necesidad del estado de excepción en lugar del estado de alarma para hacer frente a la emergencia sanitaria generada por la irrupción de la COVID-19 se puso en circulación muy pronto. El 14 de abril de 2020 ya lo denuncié en este mismo espacio. Desde entonces se ha venido trabajando, unas veces de manera abierta, otras de forma subrepticia, a favor de dicha tesis, que al final ha acabado haciendo suya el Tribunal Constitucional (TC) en la sentencia dada a conocer la semana pasada, aunque todavía no se conozca en su literalidad.
La iniciativa se traduciría en un recurso de inconstitucionalidad interpuesto por VOX contra el Decreto de declaración del primer estado de alarma. No parecía en principio que dicha iniciativa fuera a tener mucho recorrido. Fernando Valdés fue el magistrado al que se asignó la redacción del proyecto de sentencia y la conclusión a la que llegó se pronunció inequívocamente por la constitucionalidad del recurso al estado de alarma para hacer frente a la pandemia. Parecía incluso que se trataba de un caso que podría ser resuelto por una mayoría clara, que podía incluso llegar a la unanimidad en el TC.
Pero Fernando Valdés se inhabilitó para continuar ejerciendo como magistrado constitucional por un acto de violencia contra su mujer, por el que está siendo investigado judicialmente, aunque todavía no haya llegado a la fase del juicio oral y no se haya dictado sentencia. Tras conocerse dicha conducta, era evidente que Fernando Valdés tenía que dejar de ser magistrado constitucional, independientemente de lo que pueda decir la sentencia que en su día se dicte en este asunto.
El magistrado Pedro González-Trevijano lo sustituiría como ponente en la redacción del proyecto de sentencia. Con esta sustitución el impulso a la tesis del estado de excepción frente al estado de alarma cobraría nueva vida.
No es de extrañar. Pedro González-Trevijano fue rector de la Universidad Rey Juan Carlos, de la que era y sigue siendo catedrático de Derecho Constitucional. Fue un Rector de trayectoria poco clara. Llegó a estar implicado en un posible caso de soborno. Pero fue conocido, sobre todo, por ser el rector que dio cobertura a las irregularidades del también catedrático de Derecho Constitucional, Enrique Álvarez Conde, en beneficio de muy importantes dirigentes del PP en dicha Universidad, entre las que destacó Cristina Cifuentes. El sistema de mamandurrias académicas, por utilizar la expresión de Esperanza Aguirre, a favor de dirigentes del PP fue, sin duda, el motivo por el que el PP lo propuso para ser magistrado del TC. Su parcialidad partidista como rector era la mejor garantía de lo que sería su ejecutoria como magistrado constitucional.
Y en este terreno el PP nunca se equivoca. Desde que pasó a ser ponente de la sentencia sobre el recurso de inconstitucionalidad sobre el estado de alarma, Pedro González-Trevijano ha venido trabajando subrepticiamente para articular una mayoría que se ha lanzado sobre los despojos de la ponencia de Fernando Valdés como ave carroñera, legitimando con ello el discurso político de VOX y PP.
La sentencia es un paso más en la tarea de agitación contra el Gobierno por parte de órganos constitucionales, que carecen de legitimación democrática directa y cuya renovación resulta imposible cuando el PP se encuentra en la oposición. Aún siendo grave, no es la sentencia lo peor. Lo peor es que supone un indicador de lo que va a ser la ejecutoria del TC en lo que queda de legislatura. Nadie puede llamarse a engaño. El olor a podrido que emana de esta sentencia, por venir de donde viene, se va a ir extendiendo por todo el sistema político generando un clima difícilmente respirable.
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