Cosas de nuestra inseguridad social
Hoy que he visitado el ambulatorio del barrio, en donde están los especialistas médicos, me he acordado de mi amigo Ramón, y de la muerte tan estúpida que tuvo.
Mi amigo padecía de las cervicales, tanto que se mareaba, cuando giraba o meneaba la cabeza, por lo que su doctora de cabecera o familia, lo derivó al traumatólogo. y una vez allí, y con estos nuevos métodos que se han inventado para ahorrarse personal, y para llegar a la consulta, tuvo que pasar su tarjeta sanitaria por un lector y este le dio una papeleta con la información de la visita, planta, puerta, nombre del doctor, etc. y un código de letras y números para que cuando este código apareciera, en la pantalla, entrar a la consulta. Claro, pero este código solo aparece unos segundos en la pantalla, y tienes que estar atento a ella, de forma que si se te pasa, y no entras a la puerta que te indican, ya no te visitan.
Así que el pobre Ramón con el cuello todo rígido, agarrotado y la vista fija, y mientras aparecía dicho código, se mareaba, y cuando por fin entro al despacho, después de media hora esperando, andaba como un beodo, dando traspiés y casi sin equilibrio. El traumatólogo al verle, interrogarle y palpándole las vértebras cervicales, y vista su gravedad, lo envió urgentemente a que le hicieran unas placas de rayos x en el mismo edificio, y hacia allí se dirigió Ramón, después de mucho preguntar, y ya algo repuesto de su obligada posición mirando la pantalla.
Vuelta a esperar en otra fría sala, y cuando entró tuvo la fatalidad de que la máquina de rayos cx era de las antiguas, no como las modernas que son como pequeños robots y que se te adaptan a la posición del cuerpo que pongas, y no como las antiguas que hay que estar en incómodas posiciones y a las órdenes del sanitario. Así que entro se tumbó en la camilla, y cuando el operador del chisme aquel, todo grande y oscuro, le dijo ""no se mueva"" ""No respire" Él obedeció a rajatabla, no en vano había sido legionario y las órdenes que le daban las obedecía hasta la muerte. Y pasaron los minutos, y el sanitario aquel distraído por el comentario de una compañera que entro a saludarlo, se olvidó de decirle a mi amigo que respirará de nuevo, así que este se fue poniendo primero amarillo, después rojo, y al mucho rato después, cuando el camillero que se acordó de que tenía a un apaciente en la camilla, fue a verlo, se lo encontró todo fiambre y con la lengua fuera.
Y ese fue el fin de mi querido amigo valiente legionario que murió víctima de nuestra inseguridad social. No somos na.
Saludos