Negro de mierda
–...promediaba el segundo tiempo y el equipo visitante no pasaba la mitad de la cancha. Sobre los tres cuartos de nuestro terreno mis dos zagueros, complacidos del poco trabajo que tenían pero a la vez, un tanto aburridos de ser meros espectadores de un partido que cómodamente ganábamos 4 a 0, conversaban con el solitario 9 del rival.
– ¡Che! ¡Qué relajo se armó con esto de Suárez y Evrá! Ahora hasta quieren iniciarle una causa penal. ¡Es increíble! –dijo uno de los defensas, más precisamente el zaguero derecho, un pelirrojo pecoso y fornido, un tanto grueso y con unos muslos que parecían troncos de secoyas.
– Sí, es una cagada. Pero lo más increíble es ver tanta hipocresía. En las radios y la TV no se habla de otra cosa, y ahora hasta los intelectualoides han salido a hablar de que en Uruguay existe racismo, y las comunidades de afro descendientes han puesto el grito en el cielo diciendo que en los ómnibus se nota la discriminación de las personas... ¡Vaya novedad! Si desde que somos pequeños nos enseñan a separar, a dividir, a diferenciar, tanto en nuestras casas como en la escuela. La discriminación casi siempre se da en contra de las minorías que existen en el entorno en el que nos movemos... ¡Miren, miren! ¿Vieron la plancha le metió el petizo Gómez al gringo Jones? –dijo Píriz el zaguero izquierdo, un espigado y atlético negro de zancadas largas y estilizadas como las de una gacela.
– ¡!@#$! Apuesto a que el juez cagón no le saca ni tarjeta amarilla. ¡Claro! ¡Como siempre favoreciendo a los equipos grandes! –dijo el nueve de Rentistas, ese flacucho desgarbado y calvo que calza botines talla 46.
– Pero... ¡Mirá como se revuelca el gringo! ¡Cómo siempre! ¡Mostrando lo cagón que es! Apenas lo tocan salta como un bicho y llora como una magdalena– acotó el pecoso Pérez.
– ¡Dejáte de joder! El petizo Gómez es un asesino. ¿No se acuerdan de la vez que fracturó al manco Rodríguez? ¿Y de aquella en que le metió un codazo al Chino López y le partió el caballete? ¡Es un animal ese petizo! ¡Tendría que estar en la cárcel y no jugando al fútbol!
– ¡Mirá que sos manteca, Pelado! –dijo Píriz en tono burlón.
– ¡Dejáte de joder Negro! Si la otra vez, en el partido aquel en que les rompimos el culo, fui a trabarte una pelota y te tiraste como si te hubiese pegado un balazo.
– ¡Ah! En aquellos tiempos mi novia estaba tomando unas clases de actuación, porque las amigas le metieron en la cabeza que tenía cualidades de actriz, y se me dio por imitarla. –dijo Píriz soltando una carcajada.
– ¿Y ahora que quieren los enfermos aquellos de la tribuna? ¡Miren la botella que tiraron! –gritó Pérez– ¡Son unos anormales! ¿A qué !@#$ vienen a la cancha? ¡Esos son los que tendrían que estar presos, y no el pobre petizo que no tiene otra culpa que la de ser más duro que una baldosa!
– ¡Al final te calientan los periodistas truchos y los putos políticos! ¡Son todos unos corruptos de !@#$ a los que solo les importa su propio bolsillo! Salen en la tele hablando de la inseguridad y de las medidas para frenar la violencia, pero nada dicen de este sistema que cada vez se parece más a un gigantesco campo de concentración, con miles de millones de conejillos de indias viviendo y muriendo tan solo para que los que están allá arriba obtengan más poder y dinero. Y cuanto más separados estamos los unos de los otros, más fácil les resulta manejar las marionetas. Desde chiquitos aprendemos que siempre debemos ir detrás del premio, como el perro de carrera que corre detrás de la liebre, o la liebre que va en busca de la zanahoria atada al palo que se mueve a más velocidad. ¡Todo es una !@#$ locura en que lo único que importa es el dinero! – dijo Píriz mientras se revisaba un tapón del botín izquierdo.
– ¡Che Negro! Al final... ¿Vas a renovar contrato o no? –le preguntó el Pelado Antunes.
– No sé Pelado. Los putos dirigentes no me quieren dar un aumento en el contrato y mi representante me dice que no me preocupe, que me está por salir el pase a un cuadro grande de Brasil.
– ¡No me jodas! ¡Mirá vos! ¡Están pagando buena plata los brasucas che! Ojalá me saliese a mí algo así. Con los putos pesos que gano en esta !@#$ de equipo, y con la pensión alimenticia que le paso a mis hijos, apenas me alcanza para el alquiler.
– ¡Je je! Me acuerdo de una vez que fui de vacaciones a Torres – dijo Pérez–. Me subí al ascensor con tres mujeres. En el primer piso se bajó una brasilera que iba hablando por celular, y cuando la puerta se cerró, escuché que una de las mujeres le preguntaba a la otra, que resultó ser la hija:
– ¿Te vas a hacer la ortodoncia cuando volvamos?
– No sé Mamá. Aún no me decido –le respondió la hija.
– No te hagas nada, dije yo de metido. Al final parece que todas tuvieran los dientes como hechos en el mismo molde.
– ¡Ah! ¡Sos argentino como nosotras! – exclamó la mujer– Te habíamos visto por el hotel y pensamos que eras brasilero.
– No, soy uruguayo – respondí.
– ¿Uruguayo? ¿Y qué hacés aquí? –preguntó la mina.
– ¡Y qué voy a hacer! ¡Veraneando! ¡Cómo ustedes!
– ¡Ay! ¡Con todas las playas que tienen!
– ¿Qué tiene que ver? Ustedes también tienen playas y sin embargo se van en masa a vacacionar en otros países.
– La mujer no supo qué contestar y, cambiando de tema, me dijo:
– ¡Ay! ¿Viste?
– ¿Qué? – dije yo.
– ¡Ay! ¿No lo sentiste? ¿No sentiste el olor que tenía esa negra? – dijo con cara de asco refiriéndose a la brasileña que se había bajado en el primer piso.
– No. ¿Qué olor?
– ¡Ay! ¡Ese olor! ¡Todos los negros lo tienen!
– El Pelado Pérez interrumpió el relato al ver que el juez cobraba penal, y luego de ser atajado y enviado al tiro de esquina por el arquero, prosiguió:
– Entonces les dije... ¿Qué hacen ustedes acá en Brasil? ¡Si está lleno de negros! – y me quedaron mirando de ojos bien abiertos. Por suerte el ascensor se detuvo en mi piso y me bajé sin oír respuesta. Me preguntaba qué carajo hacían ese par de taradas en Brasil, hablando en forma despectiva de los negros. Esa fue la única vez que presencié un acto de racismo –finalizó el Pelado.
– Sí, está bien. Pero eso fue más bien una de las tantas formas de discriminación que existen, Pelado – contestó el Negro Píriz, y continuó–. Lo mismo hubiese pasado con un tipo vestido con ropas raídas y sucias, o con un viejo con olor a orín. Lo mismo pasa, cuando el empleado del banco le contesta con el ceño fruncido al obrero de la construcción que va a reclamar que el cajero le tragó la tarjeta, y en cambio le sonríe al médico que va a realizar un depósito en su abultada cuenta. Eso también es discriminación. El otro día leí que la palabra "!@#$", es una de las más utilizadas a la hora de proferir un insulto. ¡Y pónganse a pensar un poco! Antes de !@#$, generalmente... ¿Qué decimos?
– Ante el silencio de sus interlocutores, el Negro Píriz prosiguió:
– Decimos gordo de, negro de, pelado de, auto de, !@#$ de, guacho de, rengo de, mesa de, colorado de, manya de, viejo de, puerta de... No importa si insultamos al conductor que nos cierra con su auto en una esquina o a la puerta que nos aprieta un dedo. En otras partes del mundo tampoco escapan a este tipo de práctica los católicos, los islámicos, los mormones o los judíos, los sudamericanos, como el "sudaca" que dicen le espetó Evrá al Pistolero Suárez, los gitanos, yanquis, gallegos, yoruguas, polacos, porteños, enfermos de Sida, los pobres muertos de hambre y, les aseguro, una larguísima y casi interminable lista de calificativos por el estilo…
– ¿No te parece que es así? –dijo Píriz mirándose a los ojos con su compañero de zaga, al tiempo que el Pelado Cardozo partía veloz en procura de una pelota que de manera casi fortuita, había logrado enviarle unos de sus compañeros.
– Ahí el Negro Píriz salió corriendo como una exhalación detrás del Pelado. Unos centímetros antes de pisar el área, lo bajó de una patada en el pie de apoyo, permitiéndome así agarrar la pelota.
– ¿Y qué pasó? – preguntó Carlos.
– ¡La !@#$ que te parió Negro de !@#$! – le dijo Cardozo, levantándose luego de dar un par de vueltas en el pasto.
– ¡Andá! ¡Pelado maricón! ¡Si ni te toqué! ¡La !@#$ de tu madre! – le gritó el Negro parándose de frente al Pelado, quien le tiró un cortito a la pantorrilla–. El Negro se revolcó por el pasto, y cuando el Juez llegó, les sacó tarjeta roja a los dos. Se fueron puteándose entre sí, cada uno por su túnel rumbo a los vestuarios.
– ¡Me estás jodiendo!
– ¡No boludo! ¡Te estoy diciendo la verdad! Para completarla, el juez cobró penal. ¡Y había sido fuera del área! Pero lo tiró el cagón de Jones y se lo atajé.
– Gonzalo, ¿qué pasó con el Negro y el Pelado? – preguntó Carlos.
– ¡El Negro y el Pelado terminaron esa noche en la casa del Colorado Pérez comiéndose un asado! ¡Si son culo y calzón!
– ¡Pero qué medio par de pajeros! Ahora... ¡Decíme la verdad! Para mi gusto, tu cuento estuvo demasiado colorido. ¿Me vas a decir que ese trío de anormales estuvo quince minutos hablando en el medio de la cancha durante el partido?
– ¡Y qué querés Carloncho! ¡Si Rentistas es una murga! ¡Nos llegaron solo esa vez y para colmo erraron el penal!
– ¿Por qué no te vas a cagar Gonzalo? ¡Si ese cuadro cagón de !@#$ que tenés, necesita de la ayuda de los jueces para ganar!
– ¿Ayuda de los jueces? Si les metimos 5 goles ¡tarado!
– ¡Andá! ¡Manya !@#$! ¡Nacional les rompió el orto en el último clásico! ¿Qué venís a hablar de Rentistas? Yo soy de los bichos colorados, ¡y a mucha honra! ¡Cuadro del sistema! ¡Tu cuadro es el cuadro del Sistema! ¡A ustedes los favorecen en todo! ¡Hasta les quieren dar parte del Roosevelt para que se construyan el estadio! ¡Ni cancha tienen!
– ¡Dejáte de joder! ¡Bicho colorado! ¡Colorado de vergüenza tendrías que estar por ser hincha de un equipo de !@#$ como ese! ¡Pajero!
– ¡Andáte a la !@#$! ¡Imbécil!
– Pero... ¡Peláte! ¡Gordo tarado!
– ¿Por qué no me la chupás un poquito? Con razón en el barrio te dicen el !@#$. ¡Sos una mamadera!
– ¡Dale! ¡Gordo banana! ¡No me rompas más los huevos! ¡Y vamos que mamá nos está llamando para comer!
* * * * * * *
Mi primer libro para descargar GRATIS
http://www.literanda.com/index.php/autor/narrativa-contemporanea/al-jamod-camar/66-la-guerra-de-kaazam
–...promediaba el segundo tiempo y el equipo visitante no pasaba la mitad de la cancha. Sobre los tres cuartos de nuestro terreno mis dos zagueros, complacidos del poco trabajo que tenían pero a la vez, un tanto aburridos de ser meros espectadores de un partido que cómodamente ganábamos 4 a 0, conversaban con el solitario 9 del rival.
– ¡Che! ¡Qué relajo se armó con esto de Suárez y Evrá! Ahora hasta quieren iniciarle una causa penal. ¡Es increíble! –dijo uno de los defensas, más precisamente el zaguero derecho, un pelirrojo pecoso y fornido, un tanto grueso y con unos muslos que parecían troncos de secoyas.
– Sí, es una cagada. Pero lo más increíble es ver tanta hipocresía. En las radios y la TV no se habla de otra cosa, y ahora hasta los intelectualoides han salido a hablar de que en Uruguay existe racismo, y las comunidades de afro descendientes han puesto el grito en el cielo diciendo que en los ómnibus se nota la discriminación de las personas... ¡Vaya novedad! Si desde que somos pequeños nos enseñan a separar, a dividir, a diferenciar, tanto en nuestras casas como en la escuela. La discriminación casi siempre se da en contra de las minorías que existen en el entorno en el que nos movemos... ¡Miren, miren! ¿Vieron la plancha le metió el petizo Gómez al gringo Jones? –dijo Píriz el zaguero izquierdo, un espigado y atlético negro de zancadas largas y estilizadas como las de una gacela.
– ¡!@#$! Apuesto a que el juez cagón no le saca ni tarjeta amarilla. ¡Claro! ¡Como siempre favoreciendo a los equipos grandes! –dijo el nueve de Rentistas, ese flacucho desgarbado y calvo que calza botines talla 46.
– Pero... ¡Mirá como se revuelca el gringo! ¡Cómo siempre! ¡Mostrando lo cagón que es! Apenas lo tocan salta como un bicho y llora como una magdalena– acotó el pecoso Pérez.
– ¡Dejáte de joder! El petizo Gómez es un asesino. ¿No se acuerdan de la vez que fracturó al manco Rodríguez? ¿Y de aquella en que le metió un codazo al Chino López y le partió el caballete? ¡Es un animal ese petizo! ¡Tendría que estar en la cárcel y no jugando al fútbol!
– ¡Mirá que sos manteca, Pelado! –dijo Píriz en tono burlón.
– ¡Dejáte de joder Negro! Si la otra vez, en el partido aquel en que les rompimos el culo, fui a trabarte una pelota y te tiraste como si te hubiese pegado un balazo.
– ¡Ah! En aquellos tiempos mi novia estaba tomando unas clases de actuación, porque las amigas le metieron en la cabeza que tenía cualidades de actriz, y se me dio por imitarla. –dijo Píriz soltando una carcajada.
– ¿Y ahora que quieren los enfermos aquellos de la tribuna? ¡Miren la botella que tiraron! –gritó Pérez– ¡Son unos anormales! ¿A qué !@#$ vienen a la cancha? ¡Esos son los que tendrían que estar presos, y no el pobre petizo que no tiene otra culpa que la de ser más duro que una baldosa!
– ¡Al final te calientan los periodistas truchos y los putos políticos! ¡Son todos unos corruptos de !@#$ a los que solo les importa su propio bolsillo! Salen en la tele hablando de la inseguridad y de las medidas para frenar la violencia, pero nada dicen de este sistema que cada vez se parece más a un gigantesco campo de concentración, con miles de millones de conejillos de indias viviendo y muriendo tan solo para que los que están allá arriba obtengan más poder y dinero. Y cuanto más separados estamos los unos de los otros, más fácil les resulta manejar las marionetas. Desde chiquitos aprendemos que siempre debemos ir detrás del premio, como el perro de carrera que corre detrás de la liebre, o la liebre que va en busca de la zanahoria atada al palo que se mueve a más velocidad. ¡Todo es una !@#$ locura en que lo único que importa es el dinero! – dijo Píriz mientras se revisaba un tapón del botín izquierdo.
– ¡Che Negro! Al final... ¿Vas a renovar contrato o no? –le preguntó el Pelado Antunes.
– No sé Pelado. Los putos dirigentes no me quieren dar un aumento en el contrato y mi representante me dice que no me preocupe, que me está por salir el pase a un cuadro grande de Brasil.
– ¡No me jodas! ¡Mirá vos! ¡Están pagando buena plata los brasucas che! Ojalá me saliese a mí algo así. Con los putos pesos que gano en esta !@#$ de equipo, y con la pensión alimenticia que le paso a mis hijos, apenas me alcanza para el alquiler.
– ¡Je je! Me acuerdo de una vez que fui de vacaciones a Torres – dijo Pérez–. Me subí al ascensor con tres mujeres. En el primer piso se bajó una brasilera que iba hablando por celular, y cuando la puerta se cerró, escuché que una de las mujeres le preguntaba a la otra, que resultó ser la hija:
– ¿Te vas a hacer la ortodoncia cuando volvamos?
– No sé Mamá. Aún no me decido –le respondió la hija.
– No te hagas nada, dije yo de metido. Al final parece que todas tuvieran los dientes como hechos en el mismo molde.
– ¡Ah! ¡Sos argentino como nosotras! – exclamó la mujer– Te habíamos visto por el hotel y pensamos que eras brasilero.
– No, soy uruguayo – respondí.
– ¿Uruguayo? ¿Y qué hacés aquí? –preguntó la mina.
– ¡Y qué voy a hacer! ¡Veraneando! ¡Cómo ustedes!
– ¡Ay! ¡Con todas las playas que tienen!
– ¿Qué tiene que ver? Ustedes también tienen playas y sin embargo se van en masa a vacacionar en otros países.
– La mujer no supo qué contestar y, cambiando de tema, me dijo:
– ¡Ay! ¿Viste?
– ¿Qué? – dije yo.
– ¡Ay! ¿No lo sentiste? ¿No sentiste el olor que tenía esa negra? – dijo con cara de asco refiriéndose a la brasileña que se había bajado en el primer piso.
– No. ¿Qué olor?
– ¡Ay! ¡Ese olor! ¡Todos los negros lo tienen!
– El Pelado Pérez interrumpió el relato al ver que el juez cobraba penal, y luego de ser atajado y enviado al tiro de esquina por el arquero, prosiguió:
– Entonces les dije... ¿Qué hacen ustedes acá en Brasil? ¡Si está lleno de negros! – y me quedaron mirando de ojos bien abiertos. Por suerte el ascensor se detuvo en mi piso y me bajé sin oír respuesta. Me preguntaba qué carajo hacían ese par de taradas en Brasil, hablando en forma despectiva de los negros. Esa fue la única vez que presencié un acto de racismo –finalizó el Pelado.
– Sí, está bien. Pero eso fue más bien una de las tantas formas de discriminación que existen, Pelado – contestó el Negro Píriz, y continuó–. Lo mismo hubiese pasado con un tipo vestido con ropas raídas y sucias, o con un viejo con olor a orín. Lo mismo pasa, cuando el empleado del banco le contesta con el ceño fruncido al obrero de la construcción que va a reclamar que el cajero le tragó la tarjeta, y en cambio le sonríe al médico que va a realizar un depósito en su abultada cuenta. Eso también es discriminación. El otro día leí que la palabra "!@#$", es una de las más utilizadas a la hora de proferir un insulto. ¡Y pónganse a pensar un poco! Antes de !@#$, generalmente... ¿Qué decimos?
– Ante el silencio de sus interlocutores, el Negro Píriz prosiguió:
– Decimos gordo de, negro de, pelado de, auto de, !@#$ de, guacho de, rengo de, mesa de, colorado de, manya de, viejo de, puerta de... No importa si insultamos al conductor que nos cierra con su auto en una esquina o a la puerta que nos aprieta un dedo. En otras partes del mundo tampoco escapan a este tipo de práctica los católicos, los islámicos, los mormones o los judíos, los sudamericanos, como el "sudaca" que dicen le espetó Evrá al Pistolero Suárez, los gitanos, yanquis, gallegos, yoruguas, polacos, porteños, enfermos de Sida, los pobres muertos de hambre y, les aseguro, una larguísima y casi interminable lista de calificativos por el estilo…
– ¿No te parece que es así? –dijo Píriz mirándose a los ojos con su compañero de zaga, al tiempo que el Pelado Cardozo partía veloz en procura de una pelota que de manera casi fortuita, había logrado enviarle unos de sus compañeros.
– Ahí el Negro Píriz salió corriendo como una exhalación detrás del Pelado. Unos centímetros antes de pisar el área, lo bajó de una patada en el pie de apoyo, permitiéndome así agarrar la pelota.
– ¿Y qué pasó? – preguntó Carlos.
– ¡La !@#$ que te parió Negro de !@#$! – le dijo Cardozo, levantándose luego de dar un par de vueltas en el pasto.
– ¡Andá! ¡Pelado maricón! ¡Si ni te toqué! ¡La !@#$ de tu madre! – le gritó el Negro parándose de frente al Pelado, quien le tiró un cortito a la pantorrilla–. El Negro se revolcó por el pasto, y cuando el Juez llegó, les sacó tarjeta roja a los dos. Se fueron puteándose entre sí, cada uno por su túnel rumbo a los vestuarios.
– ¡Me estás jodiendo!
– ¡No boludo! ¡Te estoy diciendo la verdad! Para completarla, el juez cobró penal. ¡Y había sido fuera del área! Pero lo tiró el cagón de Jones y se lo atajé.
– Gonzalo, ¿qué pasó con el Negro y el Pelado? – preguntó Carlos.
– ¡El Negro y el Pelado terminaron esa noche en la casa del Colorado Pérez comiéndose un asado! ¡Si son culo y calzón!
– ¡Pero qué medio par de pajeros! Ahora... ¡Decíme la verdad! Para mi gusto, tu cuento estuvo demasiado colorido. ¿Me vas a decir que ese trío de anormales estuvo quince minutos hablando en el medio de la cancha durante el partido?
– ¡Y qué querés Carloncho! ¡Si Rentistas es una murga! ¡Nos llegaron solo esa vez y para colmo erraron el penal!
– ¿Por qué no te vas a cagar Gonzalo? ¡Si ese cuadro cagón de !@#$ que tenés, necesita de la ayuda de los jueces para ganar!
– ¿Ayuda de los jueces? Si les metimos 5 goles ¡tarado!
– ¡Andá! ¡Manya !@#$! ¡Nacional les rompió el orto en el último clásico! ¿Qué venís a hablar de Rentistas? Yo soy de los bichos colorados, ¡y a mucha honra! ¡Cuadro del sistema! ¡Tu cuadro es el cuadro del Sistema! ¡A ustedes los favorecen en todo! ¡Hasta les quieren dar parte del Roosevelt para que se construyan el estadio! ¡Ni cancha tienen!
– ¡Dejáte de joder! ¡Bicho colorado! ¡Colorado de vergüenza tendrías que estar por ser hincha de un equipo de !@#$ como ese! ¡Pajero!
– ¡Andáte a la !@#$! ¡Imbécil!
– Pero... ¡Peláte! ¡Gordo tarado!
– ¿Por qué no me la chupás un poquito? Con razón en el barrio te dicen el !@#$. ¡Sos una mamadera!
– ¡Dale! ¡Gordo banana! ¡No me rompas más los huevos! ¡Y vamos que mamá nos está llamando para comer!
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