Este artículo me gustó mucho, lo comparto porque si bien habla de América Latina, creo que el planteo excede la problemática continental.
Saludos!.
La mentira inhumana
22/05/2013 | Por Pablo Bilsky* (Para el periódico RedacciónRosario)
La desmercantilización de los bienes simbólicos y la desmonopolización de los medios concentrados en pos de una inclusiva pluralidad de voces se cuentan entre los mayores desafíos de los gobiernos que en América latina intentan superar el paradigma neoliberal. La salud de la democracia en la región depende en buena medida del resultado de esta batalla cultural.
La información como derecho humano fundamental, como bien simbólico indispensable para la democracia y la inclusión social. Esta forma de considerar la información, y sus muchas y profundas implicancias ideológicas, es la que está en el centro de la batalla cultural que tiene lugar por estos días en la región.
En la Argentina se sancionó en 2009 una ley de servicios de comunicación audiovisual que reemplazó una norma de la dictadura militar, y que está siendo resistida por sectores conservadores que de esta manera exhiben su vinculación profunda con el pensamiento autoritario. En Ecuador, Rafael Correa luchó, hasta ahora sin éxito, para aprobar una nueva ley de medios. Lula también lo intentó, pero no pudo contra O Globo y es una de las materias pendientes que le dejó a su sucesora, Dilma Rousseff, que tampoco ha logrado avanzar en este sentido. En Uruguay, el gobierno envió esta semana al Parlamento un proyecto de ley de medios inspirada en la norma argentina.
Esta lucha entre gobiernos democráticos y medios hegemónicos concentrados dista mucho de ser una novedad en el continente. Lo que quizás sí tenga ciertos componentes de novedad es la manera en la que esta vieja puja se expresa hoy, por el particular contexto social actual, por los cambios tecnológicos que reconfiguraron los medios de comunicación, y debido también a la particular correlación de fuerzas, propia de cada época.
Los resultados de las elecciones presidenciales en Argentina, Uruguay, Brasil, Ecuador, Bolivia y Venezuela demuestran que medios monopólicos al servicio de los poderes fácticos no siempre logran torcer la voluntad de las mayorías. Tampoco logran inventar un candidato ganador.
Pero sí pueden hacer daño, crear confusión, difundir miedos y falsos apocalipsis, y propalar y alimentar odios y resentimientos. Sí pueden meter ruido, impedir el debate, degradar la discusión política y ejercer la sistemática manipulación, exhibiendo de esta manera una mirada despectiva y profundamente reaccionaria en su consideración del lugar del receptor.
Una de las claves para analizar el tema se encuentra, tal vez, en la actual correlación de fuerzas entre los estados, por un lado, y las grandes corporaciones mediáticas, por el otro. Las grandes corporaciones actúan, en forma cada vez más desembozada, como la oposición política a los gobiernos. Y han acumulado, en muchos casos, más poder que los estados, con la posibilidad de desestabilizar las instituciones democráticas y trabar en forma sistemática las acciones de los gobiernos. Quizás sea necesario, además, pensar este escenario en el marco, más global y abarcativo, de la actual etapa del capitalismo financiero.
El retroceso de los gobiernos europeos ante la prepotencia de los que realmente gobiernan, los banqueros, es un ejemplo paradigmático en este sentido. No es casual que una de las más sencillas y efectivas formas de manipulación utilizadas por los medios hegemónicos es desvincular lo que sucede en Europa con lo que sucede en América latina.
Las políticas de ajuste que hoy hacen estragos en Europa son las que ya se aplicaron aquí en los años 90. Por eso las derechas latinoamericanas callan, disimulan, no largan prenda con relación a qué proponen. Lo que proponen es indecible, inconfesable. Lo que proponen es el ajuste de siempre, la exclusión, la dependencia. No se animan a decirlo, pero se les nota. En ese no decir, en eso no dicho pero bien orlado con ruidos, mentiras y operaciones, está contenida, larvada, escondida, la inconfesable propuesta.
En su colección de ensayos Construir al enemigo, Umberto Eco denuncia que junto a las formas más tradicionales de la censura, los medios exhiben hoy otras maneras más retorcidas y perversas de manipulación. Tradicionalmente, señala Eco, la censura intenta callar, silencia voces: el silencio es una de sus manifestaciones más claras. Pero hoy los medios, asegura Eco, además de esa forma de censura, hacen uso del ruido, la confusión, la superposición desordenada y manipulada de datos e informaciones para crear confusión e impedir la reflexión.
La información descontextualizada, por ejemplo, deja de ser información. El rechazo total y absoluto de una gestión de gobierno, si tomamos otro ejemplo, hace pensar que semejante totalidad, una totalidad perfecta, sin excepciones, sin matices es, en el fondo, una falsedad, una construcción para ejercer la manipulación. Cuesta imaginar acciones humanas que respondan a semejante fantasía totalitaria. “La totalidad es lo falso”, aseguró Theodor Adorno.
La mentira criminal
La utilización sistemática de la mentira por parte de los sectores económicos concentrados muchas veces roza el golpismo y la criminalidad. Lo ocurrido en Brasil la semana pasada es apenas un caso extremo de lo que habitualmente sucede en América latina.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, pidió a la policía que investigue quién difundió falsamente que el gobierno iba a suspender el programa social Bolsa Familia.
El rumor provocó corridas a los bancos y tumultos en agencias bancarias en al menos doce estados del país. “Es algo absurdamente inhumano. El autor de este rumor es criminal. Le pedimos a la policía federal que descubra quién quería llevar intranquilidad a los brasileños que están saliendo de la extrema pobreza”, afirmó la mandataria.
Los rumores hablaban de la supuesta decisión del gobierno de poner fin al programa creado por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que atiende actualmente a 13,8 millones de familias pobres, que reciben un mínimo de 70 reales (unos 35 dólares) por mes. Bolsa Familia celebró sus diez años de implementación con un balance positivo: redujo de manera importante las desigualdades sociales y la pobreza en el país, sin restringirse a ser una mera asistencia, como solía descalificarla la oposición. Las estadísticas muestran por ejemplo que el 70 por ciento de los beneficiados con más de 17 años consiguieron trabajo, y de este modo contribuyen al aumento de la renta familiar.
Resulta revelador que la derecha brasileña haya elegido este subsidio para montar la operación: detestan esta herramienta de inclusión que sacó de la pobreza a millones de personas. Es el símbolo máximo de lo que odian. En el discurso de los sectores medios más racistas, masoquistas y resentidos, este tipo de ayuda social ocupa un sitio de privilegio.
Los rumores desataron un breve caos en Brasil. Miles de personas se aglomeraron en los cajeros automáticos de la Caixa Económica Federal, el banco estatal responsable de la distribución de los subsidios, para intentar retirar lo que creían que sería el último depósito. La corrida provocó tumultos en las agencias bancarias, donde en algunos casos tuvo que intervenir la policía. El gobierno de Brasil debió convocar a rueda de prensa para desmentir los rumores y asegurar que Bolsa Familia proseguirá sin cambios y con un presupuesto de 12 mil millones de dólares para este año.
La presidenta Rousseff aprovechó para confirmar el compromiso con su programa bandera. “Quiero dejar claro aquí el compromiso de mi gobierno con el Bolsa Familia. No renunciaremos al Bolsa Familia. No crean en las rumores porque las rumores de este país a veces ocurren de manera sorprendente”, afirmó la mandataria brasileña.
El ruido que generan los medios hegemónicos dificulta la reflexión, confunde, distrae la atención de los verdaderos problemas que aquejan al continente. Sin propuestas que logren convencer al electorado, a la derecha sólo le queda apelar a alguna de las formas de la violencia: la violencia simbólica de la manipulación, la violencia física en las calles, ambas al servicio de la conservación de la violencia más profunda, la sistémica, la de una estructura social injusta y excluyente.
“Si no estás atento, los medios de comunicación harán que odies a los oprimidos y ames a los opresores”, señaló Malcom X.
Link al artículo "La mentira inhumana"
*Pablo Bilsky escribe para varios medios de comunicación, en su mayoría alternativos, es Profesor adjunto a cargo de la titularidad de la cátedra Literatura Española en la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades y Artes - Universidad Nacional de Rosario - Argentina. (ampliar)
Saludos!.
La mentira inhumana
22/05/2013 | Por Pablo Bilsky* (Para el periódico RedacciónRosario)
La desmercantilización de los bienes simbólicos y la desmonopolización de los medios concentrados en pos de una inclusiva pluralidad de voces se cuentan entre los mayores desafíos de los gobiernos que en América latina intentan superar el paradigma neoliberal. La salud de la democracia en la región depende en buena medida del resultado de esta batalla cultural.
La información como derecho humano fundamental, como bien simbólico indispensable para la democracia y la inclusión social. Esta forma de considerar la información, y sus muchas y profundas implicancias ideológicas, es la que está en el centro de la batalla cultural que tiene lugar por estos días en la región.
En la Argentina se sancionó en 2009 una ley de servicios de comunicación audiovisual que reemplazó una norma de la dictadura militar, y que está siendo resistida por sectores conservadores que de esta manera exhiben su vinculación profunda con el pensamiento autoritario. En Ecuador, Rafael Correa luchó, hasta ahora sin éxito, para aprobar una nueva ley de medios. Lula también lo intentó, pero no pudo contra O Globo y es una de las materias pendientes que le dejó a su sucesora, Dilma Rousseff, que tampoco ha logrado avanzar en este sentido. En Uruguay, el gobierno envió esta semana al Parlamento un proyecto de ley de medios inspirada en la norma argentina.
Esta lucha entre gobiernos democráticos y medios hegemónicos concentrados dista mucho de ser una novedad en el continente. Lo que quizás sí tenga ciertos componentes de novedad es la manera en la que esta vieja puja se expresa hoy, por el particular contexto social actual, por los cambios tecnológicos que reconfiguraron los medios de comunicación, y debido también a la particular correlación de fuerzas, propia de cada época.
Los resultados de las elecciones presidenciales en Argentina, Uruguay, Brasil, Ecuador, Bolivia y Venezuela demuestran que medios monopólicos al servicio de los poderes fácticos no siempre logran torcer la voluntad de las mayorías. Tampoco logran inventar un candidato ganador.
Pero sí pueden hacer daño, crear confusión, difundir miedos y falsos apocalipsis, y propalar y alimentar odios y resentimientos. Sí pueden meter ruido, impedir el debate, degradar la discusión política y ejercer la sistemática manipulación, exhibiendo de esta manera una mirada despectiva y profundamente reaccionaria en su consideración del lugar del receptor.
Una de las claves para analizar el tema se encuentra, tal vez, en la actual correlación de fuerzas entre los estados, por un lado, y las grandes corporaciones mediáticas, por el otro. Las grandes corporaciones actúan, en forma cada vez más desembozada, como la oposición política a los gobiernos. Y han acumulado, en muchos casos, más poder que los estados, con la posibilidad de desestabilizar las instituciones democráticas y trabar en forma sistemática las acciones de los gobiernos. Quizás sea necesario, además, pensar este escenario en el marco, más global y abarcativo, de la actual etapa del capitalismo financiero.
El retroceso de los gobiernos europeos ante la prepotencia de los que realmente gobiernan, los banqueros, es un ejemplo paradigmático en este sentido. No es casual que una de las más sencillas y efectivas formas de manipulación utilizadas por los medios hegemónicos es desvincular lo que sucede en Europa con lo que sucede en América latina.
Las políticas de ajuste que hoy hacen estragos en Europa son las que ya se aplicaron aquí en los años 90. Por eso las derechas latinoamericanas callan, disimulan, no largan prenda con relación a qué proponen. Lo que proponen es indecible, inconfesable. Lo que proponen es el ajuste de siempre, la exclusión, la dependencia. No se animan a decirlo, pero se les nota. En ese no decir, en eso no dicho pero bien orlado con ruidos, mentiras y operaciones, está contenida, larvada, escondida, la inconfesable propuesta.
En su colección de ensayos Construir al enemigo, Umberto Eco denuncia que junto a las formas más tradicionales de la censura, los medios exhiben hoy otras maneras más retorcidas y perversas de manipulación. Tradicionalmente, señala Eco, la censura intenta callar, silencia voces: el silencio es una de sus manifestaciones más claras. Pero hoy los medios, asegura Eco, además de esa forma de censura, hacen uso del ruido, la confusión, la superposición desordenada y manipulada de datos e informaciones para crear confusión e impedir la reflexión.
La información descontextualizada, por ejemplo, deja de ser información. El rechazo total y absoluto de una gestión de gobierno, si tomamos otro ejemplo, hace pensar que semejante totalidad, una totalidad perfecta, sin excepciones, sin matices es, en el fondo, una falsedad, una construcción para ejercer la manipulación. Cuesta imaginar acciones humanas que respondan a semejante fantasía totalitaria. “La totalidad es lo falso”, aseguró Theodor Adorno.
La mentira criminal
La utilización sistemática de la mentira por parte de los sectores económicos concentrados muchas veces roza el golpismo y la criminalidad. Lo ocurrido en Brasil la semana pasada es apenas un caso extremo de lo que habitualmente sucede en América latina.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, pidió a la policía que investigue quién difundió falsamente que el gobierno iba a suspender el programa social Bolsa Familia.
El rumor provocó corridas a los bancos y tumultos en agencias bancarias en al menos doce estados del país. “Es algo absurdamente inhumano. El autor de este rumor es criminal. Le pedimos a la policía federal que descubra quién quería llevar intranquilidad a los brasileños que están saliendo de la extrema pobreza”, afirmó la mandataria.
Los rumores hablaban de la supuesta decisión del gobierno de poner fin al programa creado por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que atiende actualmente a 13,8 millones de familias pobres, que reciben un mínimo de 70 reales (unos 35 dólares) por mes. Bolsa Familia celebró sus diez años de implementación con un balance positivo: redujo de manera importante las desigualdades sociales y la pobreza en el país, sin restringirse a ser una mera asistencia, como solía descalificarla la oposición. Las estadísticas muestran por ejemplo que el 70 por ciento de los beneficiados con más de 17 años consiguieron trabajo, y de este modo contribuyen al aumento de la renta familiar.
Resulta revelador que la derecha brasileña haya elegido este subsidio para montar la operación: detestan esta herramienta de inclusión que sacó de la pobreza a millones de personas. Es el símbolo máximo de lo que odian. En el discurso de los sectores medios más racistas, masoquistas y resentidos, este tipo de ayuda social ocupa un sitio de privilegio.
Los rumores desataron un breve caos en Brasil. Miles de personas se aglomeraron en los cajeros automáticos de la Caixa Económica Federal, el banco estatal responsable de la distribución de los subsidios, para intentar retirar lo que creían que sería el último depósito. La corrida provocó tumultos en las agencias bancarias, donde en algunos casos tuvo que intervenir la policía. El gobierno de Brasil debió convocar a rueda de prensa para desmentir los rumores y asegurar que Bolsa Familia proseguirá sin cambios y con un presupuesto de 12 mil millones de dólares para este año.
La presidenta Rousseff aprovechó para confirmar el compromiso con su programa bandera. “Quiero dejar claro aquí el compromiso de mi gobierno con el Bolsa Familia. No renunciaremos al Bolsa Familia. No crean en las rumores porque las rumores de este país a veces ocurren de manera sorprendente”, afirmó la mandataria brasileña.
El ruido que generan los medios hegemónicos dificulta la reflexión, confunde, distrae la atención de los verdaderos problemas que aquejan al continente. Sin propuestas que logren convencer al electorado, a la derecha sólo le queda apelar a alguna de las formas de la violencia: la violencia simbólica de la manipulación, la violencia física en las calles, ambas al servicio de la conservación de la violencia más profunda, la sistémica, la de una estructura social injusta y excluyente.
“Si no estás atento, los medios de comunicación harán que odies a los oprimidos y ames a los opresores”, señaló Malcom X.
Link al artículo "La mentira inhumana"
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