Juan Manuel era un ser atormentado; problemas de índole familiar desde su infancia al nacer en un lugar desordenado, crecido donde los ejemplos de sus mayores no eran beneficiosos para ningún niño, llenó su alma de frustraciones y fobias.
Melindroso, cobarde, y lleno de odio hacia la humanidad a quien culpaba de sus desgracias, se fue haciendo mayor.
Ya crecido, se sentía apartado de todos. Su mal carácter, belicoso, huidizo, mal hablado, desconfiado… le hacía poco proclive a crear amistades, lo cual necesitaba imperiosamente pero no alcanzaba a conseguir; es más, sin quererlo o pretenderlo, era él la causa de que no prosperara ninguna.
Un día, ya rozando la cuarentena, supo de un medio de comunicación; este en que ahora nos encontramos, los Foros de Internet, y ahí comenzó una nueva andadura de la que se sentía satisfecho en su cobardía. Bajo un anonimato se revolvía contra todos, pero era tanta su ignominia que pretendió ejercer como un evangelizador que llevaba la palabra de Dios a todo el mundo predicando el Evangelio.
Y como todo loco, o medio loco que se cree un enviado de la providencia, condenaba, el muy insensato, a quien no le agradaba su manera de ser; de ahí que enviara a las calderas de los infiernos a medio mundo, por no enviar al mundo entero. Lógicamente, como le ocurre a todos los iluminados, era más bien motivo de mofa que de discusión. De tal manera que sus frustraciones primitivas fueron en aumento; a la sensación de recibir la espalda de todos, añadió la burla y el desprecio general, porque condenaba a todos llamándoles pecadores e ingratos a su dios; siendo pues, su comportamiento, más propio de un ser vengativo e ignominioso, que de un Mensajero de la Palabra.
Curtido, como se creía en mil batallas evangélicas, sólo era un espantajo por los caminos que recorría; el hedor de su locura la transmitía por donde pasaba. Encontró gentes afectuosas que le ofrecían la mano haciéndole ver de su insensatez, pero su odio ancestral hacia el mundo iba en aumento conforme pasaban los días, los meses, los años… ¡Pobre loco! Nadie le hacía caso, y ante el desprecio de todos por su insensatez, tomó una nueva iniciativa más insana que la anterior: ofender a quien se encontraba en su camino o bien él buscaba caminos donde encontrar a quien ofender. Pero loco de remate como estaba, ignoraba el muy irracional que no ofende quien quiere, sino quien puede, y un esperpento como él poco podía ofender a las gentes. Más bien, nada.
De momento, así queda la historia.
El Postiguet
