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 Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.

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Sukubis
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MensajeTema: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyMiér Ago 31, 2011 3:49 pm

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Bases del Concurso:

1.- Podrán participar con sus Relatos todos los foreros que así lo deseen, con un máximo de un texto por forero.

2.- Los textos deberán llevar un título y no haber sido publicados con anterioridad. La temática de los textos será libre, con la salvedad de que será obligatorio que en el mismo aparezcan una serie de palabras elegidas por el organizador del concurso.

3.- El tamaño de los textos no será superior a 4 páginas del Word, tamaño de la fuente 11.

4.- Los textos se enviarán por mp a la persona que esté organizando el concurso. Esta persona podrá participar si así lo desea con su relato, pero no podrá votar. Este primer concurso lo organizaré yo, el resto los irá organizando el ganador de cada concurso. La idea es hacer un concurso al mes.

5.- Habrá tres clasificados, 1º, 2º y 3º. El premio será un diploma.

6.- El plazo de presentación de textos empezará el día 1º de septiembre y terminará el 20 de septiembre. Es decir, se deja un plazo de 20 días. Cuando acabe este plazo se publicarán los textos, es decir el 21.

7.- Para las votaciones habrá una semana. En esta ocasión empezarán el día 21 hasta el 28 de Septiembre. Nadie podrá votarse a sí mismo y todos los participantes están obligados a votar. También pueden votar todos los foreros que así lo deseen.Se votará un máximo de 3 textos con 1,2 y 3 puntos. Cuando terminen las votaciones desvelaremos la autoría de los textos así como los ganadores, quedando fijado quién será el organizador del siguiente concurso. En caso de que haya empate entre dos textos en el primer lugar, se volverá a hacer una votación de los mismos para desempatar.

8.- Este hilo sólo se usará para la publicación de los textos y las votaciones, por favor, que nadie haga comentarios por aquí. Los comentarios se harán en el hilo "Comentarios sobre el concurso de Relatos Breves", esto nos facilitará a todos la tarea de leer los textos, las votaciones y su posterior recuento.

Para terminar os dejo las palabras que han de aparecer en este primer concurso:


- Mar, Memoria, Mirada, Momento y Mudar.

Mucha suerte a todos, espero contar con muchos participantes. [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyDom Sep 25, 2011 11:09 pm

1. MI MODESTO MENSAJE

Madre mia, me muero.
Mi manso mar muda,
me maldice.
Mi memoria me mortifica:
mis mil miradas maliciosas,
mil momentos malgastados.
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Sukubis
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyDom Sep 25, 2011 11:09 pm

2. LA CANICA AZUL

Desde siempre le encantaron esas esferas de cristal, las tenía de todos los colores, de todos los tamaños. Algunas como ojos pardos o de colores diversos dentro, otras ciegas, unicolores. Para él todas eran fascinantes.
Creía que era buen augurio conseguir una por casualidad. A veces se paraba en la calle o en el parque si llegaba a ver alguna tirada por el piso. Así fue como consiguió su canica favorita: la canica azul. Era en realidad una canica rara, parecía un pedazo de cielo, brillante, refulgente. Por un momento pensó que era la lagrima de algún ángel. Era bellísima.
Recreaba en su memoria el día en que la consiguió. ¿Cómo no recordarlo? Ese día había perdido algo muy valioso e irremplazable; ese día el abuelito Julio se había ido al cielo. No había llorado, su mamita le había dicho que el abuelito estaba ya muy cansado y que quería dormir mucho tiempo. Así que se durmió para siempre, para poder dar descanso a su cuerpo. No quiso estar triste, pero lo echaba mucho de menos. Su madre y él habían ido al mar y habían dejado que una ola se llevara consigo las cenizas del abuelo. Luego, mientras su madre atendía a los amigos y familiares más cercanos en casa, él había salido a liberar el peso de su alma, a mudar de aire. El brillo celeste atrajo su atención, le hizo un guiño y entonces la vio. Se inclinó para recogerla entre las piedras en el parque. La sostuvo en la palma de su mano y le dedicó una mirada atenta. No era la más grande, ni la más pequeña. A lo sumo tendría un centímetro de radio. Sin embargo, su color era extraordinario. De estar el cielo así de azul cualquiera diría que era sin duda un reflejo. Mirar la canica le distrajo de la nostalgia.
La colección de canicas aumentó año tras año, hasta que con la edad se aficionó a otras cosas y conservó sólo aquella más bonitas. Las demás las regaló. A sus primos, a algún amigo. Su canica esperaría hasta estar, un día, en las manos de un afortunado pequeño con ojos de mar y cielo. Pero esa es otra historia.
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyDom Sep 25, 2011 11:10 pm

3. EL AMANTE INVIDENTE

Solo había oscuridad. Sus ojos no percibían nada, ninguna señal era capaz de llegar hasta ellos. Tras un rato sentada con el antifaz tapándole el rostro sus sentidos estaban más alerta que nunca. Escuchó unos pasos que se acercaban, notó el desplazamiento del aire al llegar alguien a su lado y sintió una mano que tomaba la suya y le ayudaba a levantarse. Guiada por su acompañante fue hasta la pared y allí levantó las manos para tocar el cuadro que tenía enfrente. Sus dedos sintieron la humedad del agua, la suavidad de la espuma de las olas, el tacto algodonoso de las nubes. A su nariz llegó el olor del salitre, de la brisa marina, de las algas secándose sobre las rocas. Distinguió el frío del agua del mar y la tibieza del cielo, con el punto caliente donde estaba el sol. Recorrió el cuadro una y otra vez, recreándose en las sensaciones que provocaban las diferencias de textura, de temperatura y de olor, y sintiendo como creaban la imagen completa de un paisaje marino.

Le dio de nuevo la mano al guía, que le condujo a otro cuadro. Los aromas del eucalipto y las flores silvestres, el tacto de la hierba y los troncos de madera, el calor de la solana y el frescor de la umbría se combinaban haciendo que reviviera una imagen alpina. Se entretuvo en los detalles, el rugoso árbol solitario, el frío del pico nevado, la caricia de la pradera florecida, hasta que en silencio pidió a la mano que le condujera a otro cuadro. Una y otra vez disfrutó de las sensaciones que le provocaba cada obra. El aroma dulzón de una laguna de aguas estancadas, las diferentes superficies de las frutas de un bodegón, el calor de una hoguera en un paisaje invernal, el tacto granuloso de las arenas del desierto, todo le evocaba poderosas imágenes al combinarse en su mente. El último lienzo era un desnudo femenino sobre una cama cubierta de muselina y seda, suaves sensaciones que palpaba entre fragancias embriagadoras y el calor que desprendía la piel en el cuadro. Se reconoció a sí misma.

- No debías haber expuesto este cuadro, Bruno…

- ¿Por qué no? Nadie va a saber que eres tú, para los que veis solo es un rectángulo gris colgado en la pared.

Salieron de la sala de exposiciones pero Bruno no dejó que Alicia se quitara el antifaz. Tenía otra sorpresa para ella, el restaurante que había inaugurado junto a la galería. Los comensales, con los ojos vendados, podían disfrutar con mayor intensidad de toda la gama de sensaciones que proporcionaban los platos. Primero probó una manzana asada rellena de pato confitado, dátiles, piñones y gorgonzola, con el contraste entre el frío de los dátiles y la tibieza de la manzana, entre aromas de clavo y canela. Después saboreó los distintos ingredientes de un mariscal frío, las lenguas de erizo, las almejas, el piure, los mejillones, aderezados con el sabor del cilantro y el limón y con el punto picante de una pizca de ají, todo ello acompañado por un Somontano blanco con aromas cítricos y toques de manzana. El postre fue un helado aromatizado de vainilla bañado en chocolate amargo caliente.

Después de cenar fueron al hotel, con los ojos de Alicia aún vendados. Esa noche continuó la avalancha de sensaciones con caricias de satén y terciopelo, aromas de mirra y almizcle, sabores de sal y de miel, ardores que brotaban incontenibles de la piel. Felices y agotados les despertó el calor del sol al amanecer.

************************************************************************

El éxito de la primera exposición de Bruno fue unánime. Para la crítica había inventando una nueva forma de arte, el sentidismo, y sus cuadros fueron expuestos en las principales galerías del mundo. El público hacía largas colas para tocar sus obras y los marchantes las vendían alcanzando precios muy altos. Alicia también triunfaba, ella era la que había inventado los lienzos térmicos que permitían regular la temperatura en cada zona, las pinturas que reproducían texturas o rugosidades en vez de colores, los pigmentos que aportaban olores de forma permanente a cada parte del cuadro. Mientras él recorría el mundo difundiendo su obra y disfrutando del aplauso de los entendidos, ella creaba un negocio para proveer las necesidades de la legión de imitadores que surgieron. Todos querían experimentar esa forma de arte y solo ella podía proporcionar los materiales que necesitaban. Contrató a Alberto, un experto en gestión de empresas y le puso al frente del negocio. Pronto tuvo varias fábricas en marcha, una red de distribución de sus productos y un departamento de I+D que aumentaba cada día el número de sus patentes. Cuanto mayor era el éxito de la obra de Bruno, mayor era la demanda de los productos de Alicia.

Tuvieron una fuerte discusión cuando él se entero de que estaban añadiendo colorantes a las pinturas. Los cuadros que pintaban los imitadores de Bruno eran imágenes visibles, reconocibles, en lugar de rectángulos de tono gris uniforme. Mientras que en los primeros cuadros no se sabía lo que representaban hasta que no se recorrían con las yemas de los dedos, los nuevos lienzos permitían ver la imagen antes de palparla. A Bruno eso le parecía una prostitución de su arte, él creía que para disfrutar los cuadros había que explorarlos sin la distracción de la vista, con los ojos acostumbrados a la oscuridad y dejando que solo el tacto y el olfato transmitieran información al cerebro hasta formar una imagen de la nada. Alberto le explicó que para los demás artistas era mucho más fácil pintar si veían lo que estaban haciendo y el público no quería perder el tiempo acostumbrándose a la falta de luz, pero él no quiso atender a razones y se fue indignado.

La tercera exposición de Bruno fue un fracaso. Su arte se había ido volviendo extraño, pasando de una línea figurativa hacia unos planteamientos más abstractos. La crítica no entendió esta nueva etapa y el público le volvió la espalda. Se apartó de la vida pública y se recluyó en su estudio, pintando cuadros cada vez más personales que solo él comprendía. Aquello les distanció y acabó separándoles. Alicia se terminó casando con Alberto y tuvieron dos hijos, Carolina y Damián, mientras el negocio de la pintura sentidista iba cada vez mejor.

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Alberto se mató en un accidente de tráfico. Alicia quiso ponerse de nuevo al frente de la empresa y se encontró con una ayuda inesperada: Carolina, de solo dieciocho años, que solía acompañar a su padre al trabajo y conocía desde pequeña los entresijos del negocio. Pronto se vio que había heredado el olfato empresarial de su padre y no solo mantuvo la producción sino que la expandió a nuevos mercados. Comenzó creando una línea de pintura para habitaciones, con suaves aromas de jazmín, lavanda o alhelí y tactos de tul, tisú o muaré, que tuvo un gran éxito en la decoración de interiores. Después lanzó una gama de pinturas para muebles que proporcionaban el tacto de la pizarra, el cuero curtido o la madera sin pulir y olores como el de la hierba segada o el pan recién hecho. Más tarde amplió las actividades del grupo hacia el sector hotelero, creando una nueva línea de spas. En ellos los clientes, con los ojos vendados, iban pasando por varias salas en las que percibían diferentes combinaciones de olor y temperatura y recibían masajes en mesas cuya superficie proporcionaba sensaciones táctiles a todo su cuerpo, en una secuencia perfectamente estudiada por expertos sentidistas para conseguir la máxima relajación.

Bruno siguió pintando cuadros cada vez más incomprensibles y malviviendo en un pequeño estudio con lo que obtenía por su venta, mientras se sumergía en el consumo del alcohol. Pasó de unas bebidas a otras más fuertes hasta terminar en la absenta, que tomaba mientras pintaba sin descanso. Alicia le ayudaba en secreto, comprando sus obras sin que él lo supiera, llegando a tener una enorme colección de ellas. Un día le hallaron muerto en el suelo de su estudio tras una borrachera de absenta mayor de lo normal. Eso provocó, como es normal en el mundo del arte, un aumento de la cotización de sus cuadros, pues todo el mundo quería tener un Bruno auténtico, sobre todo de la primera época.

Alicia prestó parte de su colección para una retrospectiva en memoria de Bruno. Le gustaba ir al museo a ver al público disfrutando de las pinturas, aunque la mayoría pasaba de largo ante las de los últimos años. Sin embargo se fijó en que había grupos de ciegos que se pasaban horas palpando los últimos trabajos de Bruno, sin cansarse y con una expresión de felicidad en sus rostros. Al preguntarles qué representaban esos cuadros, para ella incomprensibles, le miraban con pena y le decían que no lo podría entender. Que igual que ella al tocar un texto escrito en Braille solo sentía un hormigueo en las yemas de los dedos, sin poder comprender las ideas que transmitía el texto que allí estaba escrito o las emociones que expresaba, el conjunto de sensaciones que transmitía un cuadro abstracto de Bruno creaba una imagen en sus mentes que ella nunca podría conocer.

Cuando terminó la exposición preparó una galería de pintura privada en un largo salón de su casa, en la que solo colgó cuadros de Bruno y a la que invitaba a sus nuevos amigos. Damián a veces subía a la galería a acompañar a su madre en medio de una imagen singular: una larga sala con las paredes cubiertas de cuadros, todos de un tono gris metálico uniforme, ante los que se movían grupos de ciegos tocando embelesados sus superficies bajo la mirada de una mujer de cincuenta y tantos años, que les observaba fijándose en sus expresiones para tratar de averiguar qué sentían al tocar las pinturas.

************************************************************************

El primer síntoma fue una reducción del campo visual pues notaba un borde negro como si mirase a través de un tubo. No les dijo nada a sus hijos y fue a ver a un especialista que le explicó que todavía estaba a tiempo, pero que no podía esperar demasiado para comenzar el tratamiento. Alicia volvió a casa, pensó varios días en lo que quería hacer y finalmente decidió no hacer nada. Disimulaba su falta de visión haciendo creer que necesitaba ayuda para caminar, de modo que sus hijos contrataron una señora de compañía para que estuviera con ella. Finalmente se dieron cuenta de que casi no veía, pero cuando consiguieron llevarla a un oftalmólogo este les dijo que era demasiado tarde, que ya no había nada que hacer. Su hija le recriminó amargamente por su dejadez que iba a provocar su ceguera, pero ella no le quiso contestar nada y la dejó pensando que sí, que había sido por dejadez, sin darle una explicación que ella no habría podido ni querido entender.

Damián se terminó por mudar a la mansión con ella, pues al estar soltero y sin trabajar en nada podía dedicarle más tiempo. Aunque tampoco se veían mucho porque él viajaba por el mundo divirtiéndose y pasaba pocas temporadas en la casa, donde Alicia se dedicó a aprender a llevar a cabo las tareas cotidianas sin ver. Le enseñaron a leer en Braille y adaptó la vivienda a sus necesidades para hacerla más cómoda siguiendo los consejos de sus amigos ciegos. Pronto se acostumbró a una nueva rutina, pasar las horas en la galería con sus queridos cuadros, que cambiaba poniendo en las paredes algunos de los que tenía almacenados y guardando otros que dejaban de gustarle.

Pasaron los años y su vida se fue volviendo más tranquila. Damián se casó y se divorció tres veces, pero sin dejar de acompañar a su madre cada vez que podía. Carolina siguió al frente del negocio, convertido en una multinacional química y hostelera, y le dio dos nietos que alegraban a Alicia alterando la paz de su casa cuando iban a verla. Pero lo que realmente le llenaba eran las horas que se pasaba de pie ante los cuadros. Con el tiempo había empezado a entrever algo detrás del tacto áspero del lino, el olor del trigo molido, el contraste entre las zonas cálidas y frías. Una imagen que se quería formar en su mente, algo que se presiente que está ahí pero no se termina de encontrar. Así fueron pasando los años.

Igual que durante el aprendizaje de una lengua nueva hay un día en el que te descubres pensando en otro idioma, o que tras muchas horas intentando resolver un problema la solución se te aparece completa en un instante de inspiración, así le llegó a Alicia su revelación, su momento de epifanía. Estaba recorriendo con sus dedos uno de los últimos cuadros de Bruno, algo que ya había hecho más de mil veces, cuando de pronto tuvo una iluminación. Volvió a recorrer las tramas de distinta rugosidad, inhaló los aromas que desprendía el lienzo con el rostro transfigurado y entendió, de golpe y completamente lo que Bruno quería transmitir. Se pasó toda la tarde ante el mismo cuadro, recorriendo su superficie una y otra vez, hasta que la llamaron para cenar.

Al día siguiente mandó subir del almacén los cuadros más extraños, más abstractos, aquellos que nunca habían significado nada para ella. Ahora, con su nueva capacidad de percepción, comprendía lo que expresaban: las emociones, los pensamientos, los sentimientos del autor mientras realizaba su obra.

Allí sigue todavía. Pasa las horas compartiendo su amor con Bruno, por fin entiende todo lo que él sentía y nunca le supo decir con palabras, ya están sus almas unidas en la gloriosa y resplandeciente oscuridad.
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Sukubis
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyDom Sep 25, 2011 11:11 pm

4. EL NIÑO DE LAS MAREAS

La goleta mercante Desesperation flotaba indolente en la rada del puerto de Yotemango, la mayor población de las Islas de los Ladrones. Habían recalado allí por ser el único fondeadero practicable y abrigado en muchas millas a la redonda, al no haber podido achicar en alta mar el agua que se filtraba por entre las junturas de los tablones que estaban inferiores a la línea de flotación. Llevaban dos meses atracados, y las reparaciones habían concluido calafateando rápidamente en sus primeros días. Lo que les retenía era el nivel de la marea, que muchos juraban que había descendido en picado desde que habían entrado. No hacía falta tirar la sonda para comprobar el bajo nivel de las aguas. El casco casi rozaba con el fondo y arañaba la madera. Peor era la extraña y espesa niebla que los envolvía, completamente inusual en aquellas latitudes del Océano Pacífico. La tripulación desesperaba, bajar a tierra firme era una invitación a perderse en la neblina y ser desvalijado, los pocos que se habían atrevido no lograban saber nunca las localizaciones exactas de las cabañas del pueblo, y decían que parecía cosa de encantamiento perder la memoria del emplazamiento de una que servía de cantina, lo mismo estaba un día a unos pasos a la derecha del barco que al siguiente no aparecer. Pasaban el tiempo con juegos interminables, cuando comenzaron a jugar al veo, veo y se dieron cuenta que todas las letritas empezaban por la N de niebla y que las derivaciones como E, de espesa, o B de blancura no remediaban el hastío incluso dejaron de jugar, permaneciendo todos silenciosos y hoscos, con la niebla pendiendo como parte de sus propios cabellos.

Un día a media tarde, aunque esto se calculaba por los relojes y no por la posición del sol, una canoa de los isleños, toda pompa y circunstancia, adornada con ramas y pájaros de fantasía se aproximó al Desesperation. Pidieron subir a bordo, lo hizo uno serio, con aire de funcionario. Tras los saludos entre el capitán y el isleño este dijo:
-¿Tú querer salir de nuestra bonita tierra?
-Sí, por supuesto, pero estamos a un paso de encallar. Si subiera la marea tampoco sería juicioso, hay varios bajíos cercanos que no se detectarían por esta espesura.- explicó el capitán
- Vale, vale, tú no contarme tu vida, todos tener problemos. Si tu querer salir tu pagar a tocateja, cuarta parte de tu mercancía.
- ¿Cómo decís, caballero?
-Nosotros arreglar si tú pagar por adelantado, más diente de oro que en boca tú tener. Nosotros llamar a niño del tapón y niño de las mareas para que agua, chum, chum, rebose y tú vayas a la mar y digas adiós.

El capitán no salía de su asombro, pero la referencia a poder abandonar el desolado paraje en el que estaban aprisionados animó a la tripulación congregada y levantó alguna risa de incredulidad. Apostaban unos pocos a favor y la mayoría en contra de la viabilidad de la propuesta, al fin sucedía algo inesperado que les borraba el muermo. Como no tenía mucho que perder, y sería divertido ver como fracasaba el solemne indígena, el capitán aceptó el trato con una condición, después de todo aflojar la cuarta parte de lo que se guardaba en las bodegas de repente no era juicioso.

- Quiero por adelantado una muestra de lo que afirmáis, si no supone inconveniente - dijo el capitán
- Buen negociante este barbas es, complacerte haré. Primero firma contrato- y le enseñó un caparazón de tortuga que traía consigo, garabateado en su totalidad con el ininteligible idioma de los isleños, y por si fuese poco con la endiablada jerga de los abogados de esas regiones-. Dedo poner debajo de donde dice yoprimo- y le entregó un cuenco lleno de tinta de calamar para que pringase el dedo.

Una vez firmado el comprobante el funcionario formó una bocina con las manos y gritó:

-¡Niño, pon tapón! ¡Niño Kachimba, deja un rato el fumar!

De la canoa ceremonial se descorrió una lona que escondía un enorme conglomerado pastoso de cañas, ramas y brea, al tiempo que la pertinaz niebla se aclaraba lo suficiente. Uno de los jovenes se lo ató al cuerpo con varios pesos atados y buceó los escasos metros que le separaban del lecho marino. El nivel del agua no varió al finalizar su actuación, pero muchos se frotaban los ojos incrédulos.

-No sube, caballero-dijo el capitán
-Sólo primera fase, tapón en desagüe de puerto, si tu querer ver más paga mitad del cuarto acordado
-Sea
-¡Niño de la marea, dale a medio gas!- dijo el isleño
Los tambores atronaron y las caracolas sonaron en un promontorio que caía en vertical sobre el puerto. Un pequeño, de barriga colosal, apareció en lo alto. Con un movimiento se quitó el taparrabos, pidió con la mirada la aprobación del funcionario isleño, y empezó a orinar en forma de una catarata constante, con un ruido tal que espantaba a las gaviotas. Aquello se prolongó durante cinco minutos, hasta que se le dio la orden de parar.

- Tú comprobar, incrédulo- dijo el funcionario de la isla al capitán, dirigiendo su mirada hacia el espumoso mar.
Y era cierto, el nivel del agua había subido en unas brazas, no las suficientes para que el barco saliese de su prisión. Diversas ideas cruzaron la mente del capitán al ver tan refinado e inexplicable método de robo y de chantaje, pero al tener su palabra ligada por un contrato y ser un un inglés cabal desistió de llamarles ladrones y de montar en cólera. En consecuencia pidió que "el niño de las mareas" soltase todo lo que llevase dentro, el isleño se negó, argumentado que eso entraría en un nuevo contrato. El capitán no se hizo de rogar, y estampó su dedo en una nueva tortuga:

- ¡ Manguimangui, Korrequetelaspela!- ordenó el isleño a la multitud de canoas que se habían ido aproximando y a sus ocupantes, a la vez que enseñaba unos alicates al capitán y le indicaba que:- Tranki, tener experiencia en sacal dientes oro, una vez doctol de ballenero decirme como. Tú tumbarte en cubierta, pol favol.

Una vez cumplidas con todas las formalidades el niño de las mareas volvió a salpicar toda la superficie del mar estruendosamente. Los marineros de la Desesperation no pudieron llevar la contabilidad de la mercancía que se les arrebataba en su mudar de las bodegas a las canoas. El capitán, ciertamente dolorido por la falta de anestesia y maldiciendo a los doctores enrolados en los balleneros, hizo que se izara el ancla y se largasen velas. Pero la niebla no se disipaba, y barruntando la jugada preparó el dedo para firmar otro contrato. Creía haber oido que cierto "niño de la Kachimba" controlaba la niebla, por medio de sus caladas a Dios sabe qué descomunal pipa. No andaba nada desencaminado.

Cuando enfilaron la bocana del puerto, más ligeros de calado por la ausencia de casi toda la totalidad de su mercancia, el segundo de a bordo divisó algo por su catalejo

- Señor, es un junco de piratas chinos. Podría ser el carnicero del capitán Fumankú. Tomad- y le cedió el catalejo al capitán, el cual vio las velas rojas características de los que merodeaban los Mares de China en busca de botín. En la cubierta del junco pudo percibir a un chino malencarado, que telegrafió el universal gesto de amenaza de rebanar el cuello por medio de una pasada de la mano, una mano erizada de afiladas y largas uñas, como es costumbre entre los piratas chinos lucir.
- Volvemos a Yotemango, nuestro pescuezo no valdría ni un real en un enfrentamiento con esa mala bestia- dijo el capitán
- Pero señor, ¿no podría tratarse de otro engaño de los isleños?
- Imposible, Señor Blueberry, inimaginable ¡A puerto! Los de la isla son, en cierta manera, gente honrada en comparación. Y si Fumankú nos espera es porque no se atreve a enfilar hacia puerto, teme las consecuencias.

Siento contradecir en este punto al juicioso capitán de la Deseperation. Lo que él desconocía era que en unos arrecifes lejanos los isleños habían desembarcado construyendo un fino trabajo de carpintería. Con un par de tablas habían imitado la forma de los juncos piratas chinos y se habían teñido la piel de amarillo con el zumo de unas plantas de aquellas tierras. El supuesto capitán Fumankú se había cortado por accidente con una de las varillas de madera afiladas que se había pegado en los dedos. El corte era superficial, pero el que representaba el papel de Fumankú era muy sensiblero, así que lloraba por toda la superficie del arrecife en todo momento. Nadie le podía consolar:

-Duele, duele, duele, ahhhh, pupita...- se quejaba, y el Deseperation se internaba de nuevo en la seguridad del puerto, huyendo de su ira.
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyDom Sep 25, 2011 11:12 pm

5. RECUERDOS INANIMADOS.

Siempre me he preguntado si las cosas tienen memoria, mejor dicho, ¿ tiene un árbol memoria?. a veces me imagino a un robusto roble con la mirada perdida recordando a ese joven que raspó su corteza para dejar una huella eterna de su amor por una joven que nunca le correspondió. Tal vez en la memoria de ese roble permanezcan años de eternas lluvias y años de asoladoras sequías, tal vez recuerde con agrado al ancianito que se sentaba bajo su sombra a descansar tras faenar en su trozo de tierra y recoger solo unas pocas patatas. Todos ellos hace tiempo que abonan la tierra con sus huesos, él sigue ahí.
Tal vez ese roble recuerda que la primera vez que mudó sus hojas era apenas un arbolillo débil y tembloroso, entre sus recuerdos tal vez se encuentren añoranzas de sus hermanos , ese alto y vigoroso que ahora surca el mar convertido en un elegante velero, esos otros que ahora encierran en su interior esa bebida que a los humanos les hace perder la cabeza, también es posible que recuerde que esa piedra ya cubierta por completo de musgo que está junto a sus raíces ha compartido una vida junto a él,¿ tendrá sus mismos recuerdos?.
¿ Recordará ese roble cuando llegó la civilización?, su enorme robledal se fue despoblando poco a poco ante la invasión de máquinas y obreros que convirtieron ese bosque en un campo de golf, lleno de coquetos chalets a los lados, ahora el roble se yergue en una parcela exhibido como un trofeo de caza, ya es el último de su familia.
¿ Se preguntará el roble por qué ahora un jardinero le atiende y le mima a diario, cuando hace solo un momento atacaron y destrozaron su casa, su familia y a los animales que compartían su hábitat?. Momentos, para un humano un momento es algo sumamente pasajero, un recuerdo momentaneo, un árbol de centenares de años debe de tener otro concepto del momento, tal vez una estación completa, tal vez incluso un año.
Tal vez el roble sepa que todo lo que empieza termina y por eso año a año riega la tierra con sus frutos para que sus recuerdos se perpetúen, tal vez esos pequeños frutos son los recuerdos del roble, que para que no se pierdan en el tiempo los encierra en esa semilla y los regala al mundo.
Hoy comparto con ese roble mi más preciado recuerdo, bajo sus ramas sobre la verde hierba verde, amé a una mujer como sólo se ama una vez, bajo sus ramas recibí el mejor regalo que nadie puede recibir, ese amor se convirtió en un hijo, tal vez el roble al contemplar mi dicha quiso obsequiarme con un recuerdo, momentaneo para él, eterno para mi.
Cuando yo me halla ido y el roble siga aquí, que mis cenizas formen parte de sus raíces, así al menos año a año mi memoria no se perderá y la haré florecer en pequeños frutos que algún día harán renacer un enorme bosque de nuevo.
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyDom Sep 25, 2011 11:14 pm

6. ANSELMO

Roger siempre se ponía nervioso cuando empezaba a oler a mar.
Aprisionado, aunque cómodo en su jaula, entre maletas, lloriqueaba, y en ocasiones, ladraba de puro contento. Cada verano realizábamos el mismo trayecto: De Madrid a la playa de Madrid. Allí nos esperaba, también cada año, el mismo apartamento, con los mismos muebles viejos, las mismas cortinas ajadas y sin mudar desde que me alcanza la memoria, el mismo cajón de los cubiertos inordenable, la misma baldosa rota, y algunos azulejos desprendidos más en el baño. Pero se podía pasar el verano sin necesitar más lujos. A papá y a mamá les gustaba el precio y la zona, y a Roger y a mí nos gustaba la playa, ¿para qué más?.

La playa, en realidad, (me dijo mi padre) era una bahía; unas antiguas salinas que habían sido drenadas y se habían acabado convirtiendo en terreno edificable con un paseo marítimo de casi dos kilómetros. Desde las azoteas de los apartamentos, hacia el interior, aún se veían los restos de los cuadriculados trazados, abandonados a su suerte, y semicubiertos de rastrojos y algún charco que mostraba todavía lo que algún día fueron.
El rebaño turístico frecuentaba el paseo marítimo en busca de brisa, helados, cervezas y paellas. Cada noche se llenaba de paseantes de todos los colores y tamaños: Parejas, parejitas y pandillas, familias completas, niños en bici o patinete desafiando al peligro, y viandantes solitarios que acababan sentados en algún banco para abrir una novela y terminar de desconectar del mundo poblado, o en la orilla del mar, sobre la arena, para contemplar la luna (cuando la había) y perderse en sus pensamientos.
Pero a Roger y a mí no nos gustaba el paseo.

Cada mañana temprano (Roger tiene un despertador en la vejiga) caminábamos (o corríamos) hasta el final de la zona urbanizada, donde encontrábamos un muelle de amarre que nunca vi utilizar como tal, unas rocas siempre plagadas de mejillones (a veces me tocaba llevar un cubo para llenarlo, encargo de mi mamá), una casita en ruina que venía genial cuando nos pillaba por allí alguna tormenta, y a Anselmo.
Anselmo no faltaba un solo día si el tiempo lo permitía. Le llevaba su esposa en coche hasta allí, y después, en brazos, a lo largo del muelle, para finalmente sentarle en el extremo sobre una silla de esparto y madera, de patas cortas.
Anselmo no tenía piernas, pero eso no era óbice para que, nada más amanecer, se dispusiera a poner en práctica su afición favorita: la pesca.
Anselmo es el mejor “hombre del tiempo” que he conocido. Todos los días me adelantaba el parte meteorológico del día siguiente, extraído del mar, el cielo y el viento, y no fallaba nunca. Yo le procesaba admiración por ello.

- Ya puedo atinar, Currillo; de ello depende que un día no se me lleve una ola
estando aquí sentado.-Me decía.

Había roto el hielo con él una mañana que Roger se había levantado juguetón, y decidió, sin permiso, llevarse de la cesta de Anselmo una colosal dorada, absurda idea la suya, si tenemos en cuenta que no le gusta el pescado, mas de agradecer, porque el pescador y yo, desde ese día, hicimos buenas migas.
El que ya podía llamarse “ mi amigo Anselmo” una semana después, era mayor que mi papá, pero más joven que mi abuelo. Eso me generaba cierto jaleo mental que a veces me hacía hablarle de usted, y otras tutearle. Él no hacía nunca caso a mis cambios de tratamiento; nunca se lo tomó mal. Me llamaba Curro, aunque todo el mundo me llamara Paco, y Don Esteban, el tutor de mi curso, me llamara Francisco. Esto de vivir con tres nombres es un rollo, mis padres debieron haberlo pensado dos veces antes de escogerlo para mí.

Anselmo me contó que, como no quiso estudiar, aunque habría podido hacerlo, acabó trabajando en un buque frigorífico, hasta que un accidente con la cortadora de hielo le dejó sin piernas y sin trabajo. Por suerte llevaban un médico a bordo y mucho hielo, y aguantó vivo las horas necesarias hasta llegar a un puerto donde pudieron finalmente, al menos, salvarle la vida.
-En Agosto, doradas; en Septiembre, palometa, -me decía cuando conseguía pescar alguna pieza.
Llevaba un cuaderno con algunos “encargos” apuntados, encargos que no siempre podía cumplir, porque ello dependía de la suerte que tuviera esa jornada con la caña, con las mareas, y con la colaboración de los peces, que no siempre era desinteresada.
A veces me mandaba a la zona arenosa de la playa en busca de cebo. Roger y yo corríamos a por los gusanitos que se podían encontrar nada más escarbar en la arena, concretamente por la zona más húmeda, allá donde las olas morían. Roger ladraba a los gusanitos (o lombricillas, nunca supe lo que eran) cuando los veía bailotear en mi mano. En mi bolsillo llevaba una caja vacía de cerillas que mi amigo me daba para guardarlos y llevárselos, y así lo hacía, triunfante, como si nadie sino yo pudiera realizar semejante proeza. Anselmo, además, se ocupaba a conciencia de alimentar mi ego:

-Cuánto vales, Curro, qué haría yo sin ti.
Mi papá era reacio a que yo tuviera un amigo tan diferente a mí. Casi a media mañana yo volvía a casa para desayunar con mi familia y bajarme con ellos a la playa, a sortear sombrillas y aspirar aromas de bronceador de coco, qué remedio. Durante el tiempo que tardaba en enfriarse el Cola-Cao, les contaba las anécdotas de vida de mi amigo, sin miedo de delatar admiración por él, tan seguro estaba de que a ellos también les fascinarían. Pero no, no les fascinaba precisamente. Quizá fuera de entender, porque algunas de las batallitas de mi amigo no eran precisamente para ser escuchadas por niños, aunque yo, llegando a casa, las soltaba con total desvergüenza, riéndome solo, como él había hecho previamente conmigo. Les instaba insistentemente, además, a que vinieran alguna mañana conmigo a conocerle.

-Probablemente sea un borracho más de los que pululan por ahí. No me gusta que trates tanto con él, Paco. – Afirmaba mi padre, seguro, como siempre, de sus conjeturas.

Me enfadaba oírle hablar así de mi amigo, e intentaba, alzando la voz, que abandonara aquellos pensamientos tan ridículos. Pero papá sabía callarme con una mirada y, aunque yo ya tenía trece años, aún me imponía respeto. Bueno, con quince me lo sigue imponiendo todavía, para qué mentir…

En este mismo verano que ahora termina, me dispuse el serio propósito de conseguir que mis padres (al menos papá) y Anselmo se conocieran. Por un lado contaba con la supuesta ventaja de que ellos ya se iban haciendo a la idea de que yo quería seguir alimentando esa amistad, que ya iba para tres años con éste. Por otro, con mi propia evolución durante estos tres años, que, si bien no me proporcionaba la madurez que ellos tenían, sí la capacidad, como adolescente de pro, de ir aprendiendo a ignorar todo reproche que me echaran encima, y seguía hablándoles con toda naturalidad de Anselmo cada día, en aras de que, a la fuerza, acabaran acostumbrándose y aceptando mi decisión. Además, y para ganarme puntos, comencé a ayudar a papá en tareas de bricolaje, le llevaba el periódico cada mañana cuando volvía del muelle, e incluso acepté hacerme amigo de dos gemelos insoportables, hijos de un matrimonio, también insoportable, con el que papá y mamá habían trabado amistad. Mas no fue suficiente. Un día, mientras intentábamos montar unos marcos que ya nos habíamos encontrado rotos cuando llegamos, y mamá preparaba las bolsas con toallas y bronceadores para bajarnos en breve a la playa, papá me habló:

-Hemos pensado no volver a alquilar el apartamento, Paco. Me han llegado a los oídos “cosas” referentes a tu amigo que no me han gustado, y me temo que es la mejor manera de cortar esta relación absurda que tenéis.

-Pero ¿qué cosas, papá? ¡qué cosas!

-Las que seguro que tú ya sabes, hijo. Tonteos con las drogas cuando aún tenía… (me señaló las piernas, sin nombrarlas), temporadas de cárcel, alcohol… todo eso que no quiero que tengas cerca.
Salí corriendo, dando un portazo, y Roger, fiel como siempre, detrás de mí. Casi le pillé la cola con la puerta. Cuando llegué al muelle, Anselmo ya recogía su caña y sus aparejos de pesca, disponiéndose a esperar a su esposa, que no tardaría en llegar.

-¿Qué te ha pasado?

Se lo conté todo. Lloré como el crío que pensaba que ya no era.

-Es lógico.- Fue su única respuesta, sin mirarme siquiera.

Volví a casa cabizbajo, lleno de rabia y de ira; no recuerdo haber hablado más en todo aquél día. Roger me reclamaba juegos de continuo, mas yo no estaba por la labor. No quise bajar a la playa con mis padres. No encontraba el momento de sentirme mejor. A la mañana siguiente tenía pensado no ir al muelle, no quería ver a Anselmo, pero mi perro me llevó arrastras. Ya que había acabado allí, quise preguntarle a mi amigo el porqué de su respuesta.

- De todo lo que te he contado, Curro, no tomes ejemplo. Si yo hubiera sido como el hijo que tu padre quiere para sí, no habría tenido que embarcarme para ganarme la vida. Toma, dale ésto de mi parte.

Me extendió una bolsa y un sobre con una carta cerrada. En la bolsa había una dorada enorme, aún coleando. Pensé que el gesto de acercamiento hacia quien le acusaba de impresentable, era merecedor de que olvidara mis rencores, y acudí raudo a casa con el pescado embolsado y la carta.

Mi padre se sorprendió, y abrió el sobre. No me enseñó lo que había dentro. Cogió su gorra y su chaqueta (refrescaba por las mañanas, ya a finales de Agosto), y salió de casa. Mi mamá me sonrió después de leer la hoja cuadriculada; eso me dio esperanzas. No me atreví a pedírsela, mas no hizo falta; ella misma me la dió.

“Estimado señor. Usted, desde su experiencia, le ha enseñado a su hijo cómo debe ser y lo que debe hacer para convertirse en hombre de bien, y me alegra, porque le tengo gran aprecio al chico. Me consta que es usted un buen padre. Yo, desde mi papel de amigo, sólo puedo enseñarle cómo no debe ser, y qué no debe hacer, para conseguir lo mismo. Un saludo y mi admiración. Quería haberles llevado una palometa, pero hasta Septiembre, no hay.”

Papá volvió con otra cara, casi a la hora de comer. Ese día no hubo playa, pero no nos importó.
Esperé impaciente sus palabras.

-¿Te parece, Paco, que vayamos esta tarde a comprar una caña? Anselmo quiere enseñarme a pescar.


Desde ahora, cada verano será distinto, como distintos están siendo los días desde que papá viene conmigo y con Roger al muelle cada mañana temprano. Ya hemos conseguido empezar a traer a casa de vez en cuando nuestra propia pesca, y mamá, tan contenta. Papá también ha empezado a sacar de su chistera historias de juventud que no quiere que aprenda. Eso me gusta, porque me permite regañarle. Sé que a partir de ahora vendremos aquí de otra manera. Y Roger seguirá ladrando y gimiendo, feliz en su jaula, dentro del coche, cuando comience a oler el mar.
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyDom Sep 25, 2011 11:15 pm

7. UN VIAJE CASI REAL

Avistamos un caballo que parecía reposar en una loma paciendo tranquilamente, a unos doscientos metros de distancia. Íbamos en un coche desvencijado poco después de amanecer, por una carretera que, a veces, dejaba ver el mar azul y por la que en ese momento no transitaba nadie. Imaginé en segundos montado a la grupa de un potro blanco, y el sonido de sus cascos me recorría el cuerpo. No llevaba riendas, pero él sabía quizá adónde nos dirigíamos ajustando el paso según el terreno. Pero fue acercarme un poco más y comprobar de que todo era ilusión: se trataba de un joven rubio y delgado apoyado en el manillar de su motocicleta. Volví a sentir el rugido del motor, y el olor a goma cuarteada, gasoil y aceite quemado. Fue una gran decepción que no tardó en disiparse. Al dejarlo atrás, Sebas gritó: Mirad, ¡allí hay un toro enorme! Era cierto, a la izquierda del campo de girasoles se alzaba un toro zaino que parecía lanzarnos una mirada amenazadora.

Ninguno de nosotros fue nunca a una corrida de toros, pero sabíamos algo del arte taurino. Sin pensarlo dos veces, nos dividimos las tareas: Alemán, tú banderillero; Sebas, tú haces de matador, Quique estaría al quite, y yo con mi potro blanco haría las veces de picador. En seguida nos sentimos dispuestos a lidiarlo, éramos los quijotes del siglo XXI, sin miedo al peligro. Lo perdimos de vista porque la carretera pasaba una vaguada, pero al subir a la loma soltamos una carcajada: solo se trataba de un anuncio de un vino de Jerez.

Alemán conducía alocadamente con una mano, sin fijarse en absoluto en el cielo que nos cubría, pero sí en el camino, dispuesto a aplastar sin piedad a cualquier animal que se le cruzara; mientras tanto Sebas no paraba de cambiar la emisora de radio sin encontrar su música favorita. Quique estaba ensimismado en una revista científica completamente ausente. Yo acumulaba imágenes en mi memoria, el pequeño arroyo que atravesamos, las sombras de las nubes que avanzaban por los campos. Ansioso de aventuras, iba asignando a cada uno un papel en nuevas historias, un rol que no le cuadrase, un papel imposible de ejecutar, acciones que se iban desarrollando en mi interior espontáneamente. De vez en cuando soltaba una risotada amplia imaginando la escena; Alemán, sonriente, me espiaba por el retrovisor; Sebas subía el volumen a un nivel insoportable; Quique apartaba sus ojos de la revista y me decía: “Tú estás loco, Javier, pero como un cencerro”. Nunca les dije lo que pasaba por mi cabeza, ellos volvían a lo suyo y yo iniciaba una nueva historia.

Nunca he soportado la pestilencia que desprende un coche nuevo, casi me marea su artificiosidad y el olor a resina calentada, me encojo con el aire acondicionado y todo está tan pulcro que temes ensuciarlo, imposible evadirse así. Prefiero estos vehículos destartalados, incómodos, lo suficientemente sucios, las ventanillas bajadas, poder fumar aunque caiga la ceniza, comer aunque se manche el asiento, poder tumbarse y sacar los pies por la ventanilla… Añoro no estar en otro siglo y viajar en carreta de mulos, no tener prisa en llegar, pararse en cualquier lugar a pasar la noche, sin saber dónde te encuentras… mudarme a otra época.

No sé cómo sucedió, pero me vi de pronto en una especie de máquina del tiempo, pero distinta a la del libro de H.G.Wells. Era como un cilindro metálico, y yo viajaba en un compartimento tumbado boca abajo. A través de una ventanilla, pude observar multitud de cabinas similares repartidas regularmente. Unas desprendían una luz verde, que supuse indicaban que el viajero se había desmaterializado y estaba en otro lugar del tiempo. Otras emitían un fulgor violáceo, que significaba el regreso de su ocupante. De la mía advertí que emanaba una luz amarilla, como preparada para ser activada. Miré dentro de mi cabina, a mi izquierda se situaba una placa que decía: “Para su iniciar el funcionamiento del viaje, pulsar el botón inferior” Una vez pulsado se encendía una pantalla en la parte frontal, donde aparecían detallados una docena de pasos para activar la programación. Como última advertencia se leía: “El usuario dispondrá exactamente de 24 horas terrestres para su viaje al tiempo, al término de las cuales regresará de nuevo a esta cabina, por la que podrá salir pulsando el botón rojo. Disfrútelo, solo dispone de una posibilidad”.

Todo era tan real que descarté que fuera un sueño; no sabía cómo había llegado hasta allí, sentía al mismo tiempo miedo y curiosidad… “solo dispone de una posibilidad”. Cuando me decidí a seguir las instrucciones me di cuenta que consistían en una especie de test de preguntas personales y aparentemente arbitrarias, por lo que deduje que el lugar y época asignadas dependían de la veracidad de las respuestas, quizá el programa te enviara al momento adecuado a tu personalidad. ¡Qué hacer! Aún contestando con sinceridad ignoraba todo sobre los parámetros de este viaje, y cada uno de los viajeros sería lanzado a una experiencia fuera de su control.

Me decidí a pesar de todo… pensé de nuevo “solo dispongo de una posibilidad”. Las seis primeras preguntas se solventaban con un escueto “sí” ó “no”, y las seis restantes en cambio podía optarse por las respuestas “Pésimo”, “Malo”, “Regular”, “Bueno” y “Óptimo”. Las fui contestando de forma espontánea, sin pensármelas prácticamente nada. Al finalizar, en la pantalla apareció inmediatamente una cuenta atrás: 10,9,8,7… Entonces me invadió un pánico absoluto, un miedo indescriptible a lo desconocido. Quise arrepentirme, una gran sensación de pánico se apoderó de mí, imaginando que todo era un juego de mal gusto sin ninguna garantía de regreso, que podía perderme en el infinito espacial para siempre. Sudaba a raudales, casi paralizado, con los ojos que se me salían de las cuencas, el corazón acelerado, no podía respirar… 6, 5, 4, 3, 2, 1… sentí entonces una brusca sacudida que me hizo golpear en el techo…

_¿Que ha pasado? ¿Dónde estoy?
_Eh, Javi… ¡despierta hombre!...!de buena nos hemos librado!
_Pero… ¿qué?... pero si eres tú…

Miré alrededor, parados en un semáforo, en un atasco tremendo, en un lugar desconocido, por lo visto un camión nos había embestido de lleno en la parte trasera, y el golpe nos había lanzado unos contra otros.
_¿Estáis todos bien?_ Oí la voz de Alemán y entonces pude reconocerle, un hilo de sangre le bajaba de la nariz mientras se apretaba la frente con un gesto de dolor.
_Sí - dije. Noto un golpe en la cabeza, pero… ¿y la máquina del tiempo?
_¿Qué dice este tío? ¿Qué máquina, Javi?_ dijo Sebas, ¡como no sea el camión que se ha empotrado atrás!
_¿Qué mal sueño es éste? ¿Estáis todos locos o qué? Yo iba en una máquina del tiempo… ¡estaba a punto de despegar!
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyDom Sep 25, 2011 11:15 pm

8. LA TRISTEZA DE SU ROSTRO

La conocía desde hacía ya muchos años, diez para ser exactos, justo desde aquella tarde en que quien por aquel entonces fuera mi mejor amigo me la presentase como su novia. Recuerdo que había quedado con él en el bar donde habitualmente jugábamos al mus. Recuerdo también que llovía mucho, un verdadero mar cayendo del cielo que me hizo llegar a la cita hecho una verdadera sopa. Pero poco más es lo que mi memoria guarda de aquel encuentro. Respecto a ella sólo decir que me produjo una primera impresión más bien desfavorable o, siendo más preciso, que no me causó impresión alguna; indiferencia sería la palabra más adecuada. No era desde luego el tipo de persona en la que uno reparase a primera vista: rasgos anodinos, parca en palabras, muy tímida, seria, alguien en definitiva que pasaba fácilmente desapercibida. Con el tiempo, a medida que fui frecuentándola más, llegué a descubrir parte de esas virtudes y encantos que componían su lado positivo, aunque, la verdad sea dicha, nunca me encandiló demasiado. No era desde luego mi tipo ideal de mujer. Terminó casándose con mi amigo al año más o menos de empezar a salir juntos.

Sólo fue mi amante una única vez, y ocurrió más bien por casualidad, sin premeditación de ningún género, al menos por mi parte, imagino que tampoco por la de ella. El día anterior a que sucediera me había topado con ella en la notaría que hay próxima a la oficina donde trabajo. Yo había ido allí a llevar unos documentos contables que debía legalizar; ella porque al parecer necesitaba una copia de no sé qué Escritura. El caso era que hacía varios meses que no nos veíamos, de modo que aquella fortuita coincidencia resultó una grata sorpresa para ambos. Tiempo atrás habían sido habituales los encuentros entre nuestras respectivas parejas, solíamos quedar los cuatro, ella y su marido y mi mujer y yo, con relativa asiduidad, bien en su casa o en la nuestra, bien en cualquier otro lugar previamente concertado; pero de un tiempo a esta parte tales encuentros se habían ido haciendo cada vez menos frecuentes. Así las cosas, como ambos teníamos algo de prisa esa mañana y dado que nuestros recíprocos lugares de trabajo estaban bastante próximos el uno del otro, decidimos concertar una cita para comer juntos al día siguiente. Algo natural por otra parte entre amigos que hacía tiempo que no se veían. Y, en efecto, al día siguiente compartimos mesa y mantel en un conocido restaurante italiano de la zona.

La comida resultó amena, si bien los platos se sucedieron sin que acaeciese entre nosotros nada especialmente digno de mención. Nos limitamos durante su transcurso a hacer un repaso superficial del devenir de nuestras mutuas vidas a lo largo de los últimos meses, lo típico en estos casos. Luego fuimos a tomar café a una cafetería próxima, entre cuyas paredes habría de dar inicio, ahora sí, nuestra peculiar aventura sentimental. No sé bien cómo empezó todo, sólo recuerdo que en un momento dado de la conversación ella se puso a llorar amargamente. Sorprendido, le pregunté qué le pasaba, y ella me explicó entonces que su marido la engañaba desde hacía muchísimo tiempo, que la había engañado en realidad desde casi el mismo día de su boda, y que lo había hecho no con una, sino con muchas amantes. Yo ya sabía que mi amigo era un crápula de mucho cuidado, de modo que no me causó excesivo asombro esta confesión de infidelidad que me hacía su mujer. Lo que sí me dejó, en cambio, bastante sorprendido fue que ella se hubiese derrumbado, así tan de repente, precisamente ante mí y me hubiera hecho partícipe de semejante revelación, y digo que me sorprendió porque jamás entre ella y yo hubo un vínculo lo suficientemente estrecho como para que fluyeran entre ambos las confidencias, menos aún las de ese tipo. He de presumir que no aguantaba más y se vino abajo, vencida por la necesidad de buscar consuelo y desahogo ante cualquier oído presto a escuchar sus cuitas; supongo que yo estuve ahí en el momento justo y que mi papel lo habría podido desempeñar cualquier otro que, al igual que yo, se hubiera cruzado en su camino en ese preciso instante. El caso fue que me dio pena y, movido por la conmiseración, la abracé con ternura y traté de infundirle calor y ánimos. Ella respondió con fuerza a aquel abrazo y siguió llorando sobre mi pecho. La notaba muy frágil, tremendamente frágil, lo que hizo aflorar en mí un instinto protector que rara vez se me manifestaba, al menos no con tanta pujanza. Recuerdo que en aquellos momentos odié a mi amigo. Recuerdo también que comencé a experimentar una vigorosa erección. Y en un momento dado el amistoso abrazo se había convertido en un aluvión de besos apasionados donde mi boca y la suya se buscaban frenéticamente.

Ninguno de los dos cometimos la torpeza de intentar dar verbal enunciado a aquel súbito despertar de los sentidos. Seguimos besándonos como si fuésemos amantes de toda la vida y poco después, en lo que venía a ser un acuerdo tácito, nos dirigimos a un hotel cercano. Me sorprendió verla desnuda. Lo cierto era que nunca hasta esa tarde la había mirado con ojos libidinosos, pero en cambio, mientras la contemplaba en aquella habitación, desnuda frente a mí, me fijé que tenía un culo bonito, una cintura vaporosa y unas tetas pequeñas pero hermosas también, con los pezones firmes y desafiantes apuntando hacia el horizonte. Ella temblaba como un flan. Más tarde habría de confesarme que era la primera vez que engañaba sexualmente a su marido y que eso la hacía sentirse muy nerviosa y cohibida. Yo la abracé con ternura, besé su frente, sus párpados entrecerrados, su nariz, sus mejillas, su cuello, para luego tomarla entre mis brazos y depositarla suavemente sobre el lecho, entre cuyas sábanas dimos rienda suelta a nuestra pasión desatada. Ella tuvo un orgasmo rápido que exteriorizó con convulsiones espasmódicas y un grito ahogado. Sus ojos desprendían fuego. Yo me corrí poco después. Más tarde, satisfechos tras este ascenso al edén de los goces, nos dimos un delicioso baño de agua y espuma; dentro de la bañera chapoteamos como dos niños traviesos y, entre risas y caricias, nos enjabonamos y lavamos el uno al otro. Mientras abrazaba por detrás su cuerpo mojado, susurré sobre su oído lo bella que me parecía. Ella me respondió que no mintiese. Yo volví hacia el mío su rostro y la sonreí con dulzura. Ella me besó. Su boca húmeda sabía deliciosa y los calambres del deseo volvieron a provocarme una erección.

Hicimos el amor de nuevo, aunque en este segundo acto ya no fue tan intensa la fogosidad desprendida, no percibí de hecho llamaradas surgiendo de los ojos de mi amante mientras la penetraba, más bien noté en ellos tristeza, una tristeza que en cierto modo venía a denotar ausencia, como si ya sólo permaneciese allí su cuerpo, ese que yo poseía a través de las acometidas de la carne, mas no su mente ni sus emociones. Esta impresión me hizo sentir incómodo y, concluida la nueva contienda amatoria, quise preguntarle al respecto, pero no me atreví. De todas formas, no me pareció que esa tristeza suya respondiera a un repentino sentimiento de culpabilidad derivado del hecho de estar engañando a su marido; no, no daba la impresión de ir por ahí los tiros; parecía obedecer por el contrario a otras causas más profundas, quizá a la decepción, al desencanto que invariablemente sufre quien busca ansiosamente algo que no termina de encontrar, en su caso deduzco que afecto, gotas de cariño que, provenientes de otro ser humano, introdujeran armonía dentro de su pecho, un cariño que se le negaba y que, más allá de la pasión que juntos desplegamos sobre el lecho de aquel cuarto de hotel, no debía de hallar tampoco en mí.

Poco después, ya agotados del juego del amor, nos despedimos y cada uno marchó para su casa. De nuevo percibí en esa despedida un profundo halo de tristeza envolviendo su rostro, análogo al que ya había advertido durante esa segunda vez en que nuestros cuerpos se acoplaran en los afanes amatorios. Supongo que en realidad no le había abandonado desde entonces, si bien, parecía aún más acentuado, como una segunda piel sobrepuesta a su epidermis. Toda ella, su mirada, la expresión de sus ojos, el tono de su voz al hablar, venía a ser heraldo de una profunda insatisfacción. En cualquier caso, nada dijo al respecto, ni yo tampoco dije nada. Nos separamos sin más, sin concertar una nueva cita, como si nada especial hubiese sucedido entre nosotros, como si las horas transcurridas desde que terminó la comida en el restaurante no hubiesen existido en realidad, el simbólico grabado de una mera entelequia, y nos despidiéramos como lo que hasta entonces habíamos sido: tan sólo dos amigos que se veían de vez en cuando.

A veces pienso que aquel suceso no vino a ser en el fondo para ella más que una venganza, perpetrada sin alevosía ni premeditación, pero venganza al fin y al cabo, aunque no en el sentido de desagravio contra su marido infiel, sino más bien dirigida contra ese destino atroz que le había gravado con una existencia plana y huera de verdaderos alicientes. Fue un modo de súbita rebelión, de decir aquí estoy yo y me enfrento a vosotros, infaustos hados, para que sepáis que no siempre voy a agachar la cerviz y obedecer ciegamente vuestros tediosos designios. Luego se dio cuenta del acerbo sabor que tenía esa venganza, con la que ningún daño, ni siquiera burla, había causado a su invisible enemigo, quien a buen seguro iba a seguir ofreciéndole cada día y cada noche el mismo plato insípido que le brindara desde hacía años, y esa certidumbre fue la que posiblemente untó su alma con la hiel de la tristeza.

Para mí no significó tampoco gran cosa en lo que a despliegue emocional se refiere. Tan sólo la amé, si es que de amor puede hablarse, durante esas concretas horas que vivimos juntos en el hotel; luego, pasados tales momentos de efervescencia, aquel presunto amor, a semejanza de las pantallas de humo que se forman tras un breve incendio, terminó desvaneciéndose por entero. Y a fe que me duele no haberla en verdad amado, porque ella, ahora lo sé con bastante certeza, buscaba precisamente eso: amor, un amor que yo no supe darle.

Después de aquello volvimos a vernos algunas veces más, si bien, casi siempre encuentros casuales favorecidos por la proximidad de nuestros respectivos centros de trabajo, nunca de hecho concertamos ninguna nueva cita, ni tampoco volvimos en estos esporádicos encuentros a ser inflamados por las llamas del deseo. Fuimos, por así decirlo, amantes de una única ocasión. Es más, entre nosotros se arbitró un tácito pacto de silencio que nos compelía a omitir en nuestras conversaciones cualquier mención sobre lo sucedido aquella tarde, por más que como una presencia invisible tal realidad pretérita nos envolviera en su alargada sombra y sus distantes ecos no dejaran de retumbar en nuestros oídos.

De todas formas, hace ya mucho tiempo que no he vuelto a verla. Su marido, el que fuera gran amigo mío, también hace mucho tiempo que no me habla, aunque sí que habla, y mal por cierto, de mí a mis espaldas, de lo que he tenido noticia por terceros de plena confianza. No creo, sin embargo, que esa maledicencia suya hacia mi persona tenga que ver con lo acaecido entre su esposa y yo; de hecho, apostaría a que no sabe nada al respecto. Actualmente es consejero delegado de una importante compañía relacionada con la conferencia episcopal, pero al parecer, por lo que tengo entendido, su promiscuidad no ha disminuido un ápice; a fin de cuentas, quien es serpiente no deja nunca de serlo y, por mucho que pueda mudar de piel, jamás cambiará de naturaleza.

Últimamente me sorprendo a menudo pensando en ella, aunque en tales ocasiones la imagen que suele aletear dentro de mi cerebro es la que la representa tocada en su rostro por esa expresión triste que tanta conmoción me causara en su momento, tristeza que a buen seguro continuará aún percudiendo los rincones de su alma como el moho en una bodega vieja, testimonio palmario de una vida vacía y plana, una vida en la que sólo mentiras y subterfugios sirven y servirán de paliativo con los que ir someramente restañando una herida de difícil curación.
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyDom Sep 25, 2011 11:16 pm

9. HANIEL Y EL HOTEL LORENA

Haniel volvía a pasear meditabundo, de hecho pensaba en la propuesta de Bael, en realidad no había grandes diferencias, el mundo angélico era como un monopolio de gas y electricidad, unos vendían gas y otros electricidad, pero todo esa historia de diferenciación entre ángeles y demonios eran especulaciones humanas sin ninguna base real. Que él supiese el único ángel que tenía fama de caerse era Beelzebub y eso era porque le daba a la ambrosia y al néctar en las partidas de poker con una excesiva liberalidad. Y ahí estaba Samael, justo en la penumbra, parecía un poco altivo pero no era seguro que lo fuese, sucede que en la penumbra había menos gente que en la luz o en las tinieblas y, además, estar con Lilith, que como dáimón era encantadora pero como Lamia era de cuidado, debía tener su mérito, y lo cierto es que ambos se llevaban bien desde hacia milenios.

Con estas cavilaciones pasó por delante del bar del Hotel Lorena y se fijo en un letrero, ponía “se necesita barman con experiencia”, era raro que en un Hotel de la categoría del Lorena pidiesen un barman con un sencillo letrero en el cristal, pero… Haniel se encogió metafóricamente de hombros y entró al bar del hotel, fue directo a la barra y preguntó por el encargado.

-¿Para que le busca?- preguntó el camarero.

-Es por el letrero de afuera –repuso Haniel-

-¡Ah! bueno, voy a buscar al señor Adrià –dijo el camarero-

Al momento apareció el encargado del bar y se presentó –Soy Salvador Adrià el barman jefe.

Haniel dio su pseudónimo humano e intercambiaron las formalidades.

Adrià explicó –El bar del Lorena no es cualquier cosa, aquí la clientela es selecta y ofrecemos una variada y compleja carta de coktails, de hecho yo mismo he innovado en ese campo nitrogenando algunos elementos para alcanzar la esencia de los mismos de una manera deconstructiva. Necesitamos a alguien flexible, que sepa tratar a los clientes, que tenga experiencia y, a la vez, abierto a innovaciones ¿Cuáles son sus credenciales?

Haniel podía haber estado en un apuro de no ser porque era un ángel de séptimo nivel, lo que implicaba poder manipular a los humanos en cosas pequeñas como aquellas, porque su referencia era el “Acapulco” y la referencia del “Acapulco” era poco recomendable.

No obstante, ni siquiera le hizo falta su capacidad para manipular, cuando dijo el “bar Acapulco”, Adrià quedó pensativo, la reputación era pésima pero la diferencia de fondo con el Lorena era escasa, la clientela de uno y otros era casi la misma solo que a diferentes niveles: visitantes, señoritas de compañía y mafiosos de “alto standing” y cambiar los policías por hombres de negocios, poco más. Y alguien bregado en el “Acapulco” sin duda tenía experiencia para tratar con aquella fauna. Así que Adrià contestó –Bien, el puesto es suyo, a prueba, naturalmente, tenga en cuenta que nuestra clientela es muy específica y creo que todo irá bien.

-¡Estupendo! –replicó Haniel- ¿Cuándo empiezo?

-Ahora mismo si lo desea –dijo Adrià- andamos escasos de personal.

-Muy bien –dijo Haniel- pero necesitaré un uniforme.

-No hay problema –le contestó Adrià- vaya usted al almacén tenemos de todas las tallas.

Y así comenzó Haniel su nueva singladura ahora en el Lorena.

Mientras tanto Carlos el Calvo había estado haciendo compras en las carísimas tiendas del hotel, cambió las marcas pero no el estilo de su indumentaria, necesitaba mudar de ropa, adquirió un traje Armani, de color negro –de hecho adquirió varios, todos negros-, diversas camisas y jerseys de cuello alto o redondo, calcetines de hilo y varios zapatos italianos, todo negro, hasta la ropa interior la escogió de ese color. Salió de la tienda ya vestido con uno de los trajes Armani, un jersey de cuello alto y zapatos italianos, completamente de negro, encargó que el resto lo llevasen a su suite, lo único que no compró fue corbatas, había decidido prescindir de esa prenda.

Después de las compras se dirigió al bar del Hotel, le apetecía un San Francisco, después de tanto tiempo deseaba un cocktail y uno con nombre de santo le pareció irónico.

Así que fue derecho a la barra, y en su nuevo, seco y autoritario –aunque no descortés- estilo, dijo –Póngame un San Francisco.

El barman, con cierto automatismo que denotaba “tablas” se lo sirvió a su cliente, lo miro y sonrió y…se le congeló la sonrisa ¡porque aquel extraño hombre le lanzó una mirada fija!, una mirada muy rara, parecía, aunque fuese imposible, que hubiese reconocido su auténtica naturaleza pero ¿Cómo iba a hacer eso un humano?

Carlos, en efecto, lo había reconocido, y es que las señales estaban ahí, nadie más lo hubiera hecho –salvo un ángel de un lado u otro-, pero Carlos había tenido por lectura, además de la Biblia de Jerusalén y el “Consolatio Philosophae” de Boecio, las obras completas de Sor Agreda de la Cruz, que le trajeron poco después de su encierro, y se había leído y releído “La Mística Ciudad de Dios” que relataba las potestades y guerras angélicas –esto último era añadido de Sor Agreda pero lo primero era cierto- y Carlos pensó que Fortuna volvía a sonreírle, porque un ángel le iría a las mil maravillas para sus tratos y ajustes de cuentas con la Santa Madre Iglesia y, en concreto, con Bernardo y Ebbon, que no apartaba de su memoria. Así que Carlos, en ese momento, dijo –usted es un ángel-

No era pregunta o broma sino afirmación taxativa, así lo entendió Haniel, que enmudeció, por primera en su extensa vida, ante un humano.

Carlos dijo –tenemos cosas de las que hablar y negocios que tratar, venga usted a verme, cuando acabe su turno, a la suite Loira, le estaré esperando.

Sin más, el extrañísimo hombre apuró su copa y se marchó.

Haniel empezaba a pensar que Zascael era gafe o no era quién había dicho, estaba en un mar de dudas, todo iba por unos derroteros muy raros y tirando a poco agradables o a inquietantes desde su encuentro. Sea como fuere, debería tratar con aquel individuo.

Continuará…
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Sukubis
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyDom Sep 25, 2011 11:24 pm

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Sevedu
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyLun Sep 26, 2011 12:07 am

- Anselmo 3 Ptos.
- El niño de las mareas 2 Ptos.
- Mi modesto mensaje 1 Pto.
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Sukubis
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyLun Sep 26, 2011 1:01 am

Sevedu escribió:
- Anselmo 3 Ptos.
- El niño de las mareas 2 Ptos.
- Mi modesto mensaje 1 Pto.
Gracias Seve Wink
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marapez
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyLun Sep 26, 2011 6:20 pm

La canica azul............. 3 puntos
Recuerdos inanimados.. 2 puntos
Haniel y el hotel Lorena. 1 punto
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Tatsumaru
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyLun Sep 26, 2011 7:59 pm

3 p-Un viaje casi real

2p-Recuerdos inanimados

1p- El amante invidente
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Sukubis
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyMar Sep 27, 2011 1:18 am

marapez escribió:
La canica azul............. 3 puntos
Recuerdos inanimados.. 2 puntos
Haniel y el hotel Lorena. 1 punto
Wink gracias Marapez
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyMar Sep 27, 2011 1:19 am

Tatsumaru escribió:
3 p-Un viaje casi real

2p-Recuerdos inanimados

1p- El amante invidente
Gracias Tatsumaru study
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MARTIMONI
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyMar Sep 27, 2011 1:35 am

Recuerdos inanimados 3 P
El amante invidente 2 P
Un viaje casi real 1 P
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyMar Sep 27, 2011 1:38 am

MARTIMONI escribió:
Recuerdos inanimados 3 P
El amante invidente 2 P
Un viaje casi real 1 P
Gracias Marti
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manulondra
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyMar Sep 27, 2011 2:52 pm

¿No se pueden votar 5 textos? Embarassed

3 puntos .... Anselmo
2 puntos .... El amante invidente
1 punto .... Recuerdos inanimados


Muy buenos,... suerte!
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http://manulondra-reflexiones.blogspot.com/
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyMar Sep 27, 2011 3:29 pm

manulondra escribió:
¿No se pueden votar 5 textos? Embarassed

3 puntos .... Anselmo
2 puntos .... El amante invidente
1 punto .... Recuerdos inanimados


Muy buenos,... suerte!
Gracias, Manuel.
Lamentablemente no. Aunque te digo que yo me alegro de no tener que votar.
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mmonchi
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mmonchi


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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyMar Sep 27, 2011 9:23 pm

Anselmo: 3 puntos

Recuerdos inanimados: 2 puntos

El niño de las mareas: 1 punto.



Me gustaría seguir votando, pero no puede ser.Wink
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyMar Sep 27, 2011 10:08 pm

mmonchi escribió:
Anselmo: 3 puntos

Recuerdos inanimados: 2 puntos

El niño de las mareas: 1 punto.



Me gustaría seguir votando, pero no puede ser.Wink

Pues si, ha habido una buena cosecha . Gracias Mmonchi abrazo
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el.loco.lucas
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el.loco.lucas


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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyMiér Sep 28, 2011 1:33 am

El niño de las mareas: 3 puntos. (me he reido mucho Wink )

Anselmo: 2 puntos.

Un viaje casi real: 1 punto.




Preciosas las imágenes con que ilustras el concurso Sukubis.
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. EmptyMiér Sep 28, 2011 1:59 am

el.loco.lucas escribió:
El niño de las mareas: 3 puntos. (me he reido mucho Wink )

Anselmo: 2 puntos.

Un viaje casi real: 1 punto.




Preciosas las imágenes con que ilustras el concurso Sukubis.
Lucas, gracias por tomarte el tiempo de leernos...

pd. gracias por lo de las imágenes... es la escuela que traigo
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MensajeTema: Re: Concurso de Relatos Breves Todoslosforos.   Concurso de Relatos Breves Todoslosforos. Empty

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