Ustedes sabrán que dios, el dios de los cristianos que al parecer tiene poco que hacer, juega el muy insensato a complicar la vida de los humanos. Por una parte crea unos pocos individuos a los que según ellos mismos (no está escrito en parte alguna que sea sí) son tocados, o palpados, por su mano, y a veces una paloma (¿coja?), les deposita sobre la cabeza polvos estilo pica-pica y los envía a evangelizar al desierto... pero otras veces, el muy juguetón, se coloca entre los jugadores, de manera invisible, en un campo de fútbol y mete goles con la mano. No olvidemos "la mano de dios". La mano tonta se supone.
Y ahora toma la forma de árbitro asiático, y un suavecito toque lo transforma en un penalti de risa. Este dios juguetón, más bien diablillo por sus insanas ocurrencias, debiera preocuparse de que sus enviados al desierto no cayeran en tantas tentaciones del bajo vientre como comprobamos a diario. Si es un dios de verdad, no una mala fotocopia, y tiene poder universal, créelos capados para que el meteysaca no sea en ellos el deporte favorito, y si por un casual la han de meter, que no sea en parte joven, inocente y no contaminada. Este dios no hace la cosas bien, lo demostró hace millones de años en un chalet llamado Edén y sigue igual. Si en vez de dios estuviera trabajando en una empresa privada, ya estaba en la calle y sin despido ni finiquito en diferido.