El controvertido psicólogo estadounidense Frederick K. Morton ha cancelado su seminario para curar el catolicismo que iba a tener lugar este fin de semana en un céntrico hotel de Sevilla. Las amenazas y presiones de diversas cofradías de costaleros, asociaciones de teólogos y fabricantes de crucifijos, así como un escrito firmado por altas autoridades eclesiásticas han hecho reflexionar a Morton sobre la conveniencia de dictar su conferencia “Dios, ese viejo camelo”.
Morton, que lleva treinta y dos años impartiendo sus enseñanzas por todo el mundo, afirma que él mismo fue católico hasta los diecinueve años, cuando se descubrió de rodillas en una iglesia, rezando a una imagen de la Virgen para aprobar un examen de estadística en la facultad: “Pensé que no era una actitud muy racional pedirle a un cacho de palo pintado que me echara una mano en mi carrera. Tampoco era justo, ya que, en lugar de estudiar, yo me había pasado la semana entera bebiendo cerveza, jugando a las cartas y persiguiendo chicas en los bares”.
A raíz de estas reflexiones, Morton suspendió tres asignaturas pero escribió un artículo en la revista The Atheist Observer: “Los santos sordomudos”. Es un primer acercamiento a su terapia, al que luego siguieron: “Da lo mismo que chilles, que ahí arriba no hay nadie” y “Es sólo un pedazo de madera, bobo”, en el que, entre otras cosas, contaba sus tremendas experiencias en un colegio católico de Boston: “Nos enseñaban estupideces tales como que hay un señor barbudo sentado en las nubes que mira todo lo que haces, un señor que te quiere con amor infinito pero que te mandará al infierno por toda la eternidad como te pases un pelo”.
En su autobiografía, Si Dios existe, menudo fontanero, Morton relata una infancia de maltratos y abusos físicos y psíquicos por parte de los sacerdotes: “Nos contaban que si nos tocábamos nuestras partes íntimas, iríamos a parar a un río de lava hirviente donde nuestra carne y nuestros huesos se quemarían a cámara lenta por los siglos de los siglos. Yo empecé a sospechar el día en que, mientras me lo explicaba, el padre Everett empezó a sobarme la entrepierna. Hijo, esto es distinto, decía él. Esto es amor divino. Tú disfruta”.
Morton (sobre el que pesa una fatwa por su libro El islam también se cura, y que tiene prohibida la entrada en varios países asiáticos tras la publicación de Budismo para tontos) se ha ganado una merecida reputación de polemista. Aunque, según él, hay pruebas científicas y filosóficas de sobra para desmontar la falacia religiosa, Morton prefiere un argumento más original, la idea de que la religión va contra la naturaleza: “Si te fijas atentamente no verás iglesias en la jungla.
Tampoco sinagogas en el desierto, ni templos en el polo. Los chimpancés, los mejillones y los osos pardos no adoran a seres sobrenaturales. Lo que sí verás en la naturaleza es un amplio y variado comportamiento homosexual entre muchas especies. Por ejemplo, hay leones machos que copulan entre ellos, aunque todavía no se ha visto ninguno que viole a cachorros de león ni aunque le pongas alzacuellos”.
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