Gilipollas...si hay que insultar se hace, ya me arrepentiré.
El imbécil de baba éste (gilipollas perdido ... y aumentando según pasa el tiempo) es un peligro para la humanidad, lo tengo cada vez más claro, y me explico: Un "subnormal profundo autoconsiderado intelectual", como el elemento éste, no supondría mayor peligro si solo le dejasen escribir en su casa con una tiza y en una pequeña pizarra (su familia exclusivamente tendría que sufrirlo), pero resulta que le dan un rincón en un periódico (de importante tirada) para que pueda desfogarse el nene cafre, lo que supone que sus estupideces (queramos o no como es el caso presente) trascienden y nos llegan a los sufridos transeúntes de esta España nuestra.
(En caso de morirse él ......... quedaría un hermoso espacio vacío para que lo pudiese ocupar alguien válido. Para mí sería una buena noticia).
Cuando se entere que su querido banquero con estilo creció gracias a la chusma que pedía préstamos , hipótecas y se entrampaba se sentirá decepcionado...si es que llega a entenderlo¿Sostres se cree un aristócrata o algo por el estilo?
Hace ya tiempo escribió algo que hablaba de los intelectuales incluyéndose él entre ellos (algo así como ... "nosotros, los buenos intelectuales").
Lo que a mí me pone tensa hoy es haber descubierto mi alma negra. Y es que ante la muerte de un banquero no he sido capaz de tenderme en el suelo y orar, y eso que Emilio Botín era –y sus herederos siguen siéndolo– acreedor devenido en accionista del diario en el que antaño pernocté. Pero es que no estoy acostumbrada a que los banqueros traspasen. Mucho más hecha me hallo a que lo hagan los grandes actores y actrices, los estupendos directores, los magníficos fotógrafos, las extraordinarias escritoras, los estremecedores narradores… En fin, gente que, en comparación, nada ha hecho por la humanidad. Habituada a recordar a los prescindibles, a los desechados por estas gentes, ignoro en qué consiste la loa a esos hombres que supieron construir un imperio y llevar el nombre de España más allá de nuestras fronteras –Suiza, por ejemplo– y que, no contentos con ello, siempre echaron una mano a los medios de comunicación endeudados, a los exmandatarios que iban por ahí dándose cabezazos como topos, en busca de una puerta giratoria, a ese hoy doliente don Isidoro de El Corte Inglés, al que compró nuestras tarjetas de compra a crédito para que no se viera en la miseria. Un hombre, don Botín, al que no le dolían prendas para arrancar el indulto de Alfredo Sáez. En fin, tantas obras y tanto bien, un mecenazgo el suyo de tal altura, que una no se siente a la ídem, ni puede imaginarse pergeñándole una necro en condiciones. ¿Qué podemos hacer nosotros, los sinbanco, en homenaje a este hombre que repartía su generosidad a bolsas llenas, y que nunca pedía nada a cambio, posiblemente ni morirse? ¿Comprarle una corona colectiva? Poco me parece. Andad, hijos míos, coged la Visa y acercaos a un cajero automático del Santander. En la medida de lo posible, dedicadle una comisión póstuma. Seguro que eso sí lo agradece.
Lo que a mí me pone tensa hoy es haber descubierto mi alma negra. Y es que ante la muerte de un banquero no he sido capaz de tenderme en el suelo y orar, y eso que Emilio Botín era –y sus herederos siguen siéndolo– acreedor devenido en accionista del diario en el que antaño pernocté. Pero es que no estoy acostumbrada a que los banqueros traspasen. Mucho más hecha me hallo a que lo hagan los grandes actores y actrices, los estupendos directores, los magníficos fotógrafos, las extraordinarias escritoras, los estremecedores narradores… En fin, gente que, en comparación, nada ha hecho por la humanidad. Habituada a recordar a los prescindibles, a los desechados por estas gentes, ignoro en qué consiste la loa a esos hombres que supieron construir un imperio y llevar el nombre de España más allá de nuestras fronteras –Suiza, por ejemplo– y que, no contentos con ello, siempre echaron una mano a los medios de comunicación endeudados, a los exmandatarios que iban por ahí dándose cabezazos como topos, en busca de una puerta giratoria, a ese hoy doliente don Isidoro de El Corte Inglés, al que compró nuestras tarjetas de compra a crédito para que no se viera en la miseria. Un hombre, don Botín, al que no le dolían prendas para arrancar el indulto de Alfredo Sáez. En fin, tantas obras y tanto bien, un mecenazgo el suyo de tal altura, que una no se siente a la ídem, ni puede imaginarse pergeñándole una necro en condiciones. ¿Qué podemos hacer nosotros, los sinbanco, en homenaje a este hombre que repartía su generosidad a bolsas llenas, y que nunca pedía nada a cambio, posiblemente ni morirse? ¿Comprarle una corona colectiva? Poco me parece. Andad, hijos míos, coged la Visa y acercaos a un cajero automático del Santander. En la medida de lo posible, dedicadle una comisión póstuma. Seguro que eso sí lo agradece.
Publicado por Kike García el 10 de septiembre, 2014
Tras una vida dedicada por entero a “petarlo”, esta mañana ha fallecido el puto amo, también conocido como “the winner” o “el más grande de la zona euro”, como él mismo se hacía llamar según confirman a la prensa fuentes cercanas al entorno del crack. El puto amo, de 79 años, habría sufrido un infarto “probablemente mientras hacía cosas de puto amo”.
El fallecido, que empezó a ser la hostia desde joven, era bisnieto, nieto, sobrino, hijo, hermano y padre de otros putos amos.
La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ha expresado este miércoles el pésame del Ejecutivo por el fallecimiento del “presidente de ser la puta leche” que supone, a su juicio, una pérdida irrecuperable para España.
La vicepresidenta ha hecho hincapié en que fallece una de las personas más importantes de España y “comprometida con su país”, con cuya carrera haciendo “lo que le salía de ahí” ha contribuido a la “Marca España”, convirtiéndola en una “referencia de calidad respecto a ir a tope y arrasar con todo”.
“Era el puto amo de España y punto y lo seguirá siendo en nuestra memoria. Viva el Papa, viva el Rey, viva el orden y la ley. Pim, pam, toma Lacasitos”, ha declarado un admirador, claramente afectado, a la prensa.
“A cualquiera de esos de la Forbes me los paso por la piedra”, solía decir el puto jefe, a quien no se le acababa el dinero ni tirándolo, según él mismo reconoció en muchas ocasiones haciéndose el chulo.
Este miércoles se reunirá una comisión para designar a un nuevo jefazo en sustitución del puto amo.