Comparo mis emociones en una primera cita como cuando el primer día de clases. Revisaba el uniforme, las blusas, las medias, zapatos… Todo!
Pues algo similar con la primera cita. Todo expectativa. Reviso lo que me voy a poner una y otra vez. Incluso, hasta repaso lo que voy a decir. Ensayo peinados y me pruebo sandalias. ¿A quién quiero engañar? ¿Primera cita? Tiempo que no acudo a una.
La última vez que acudí a una primera cita, fue eso mismo, primera y última. Después de estar casi dos horas pegada al espejo arreglándome para que todo estuviera en su sitio y de catálogo, resulta que el caballero apareció todo sudado, con pantalones cortos, calzando medias con sandalias. Sí, con sandalias. Ni que fuera samurai. Habló un mar de sandeces, y al primer intento de pedir una copa de vino me recordó que las cuentas eran separadas. Y si pensé que la tarde no podía ser peor, al caballero que había pedido una ensalada de espinaca, se le pegó un pedazo de la hoja en el diente, cosa que todavía al día de hoy me hace soltar la risotada cada vez que veo un plato con el manjar de Popeye.
Recién leí una encuesta que realizó el diario británico Daily Mail, en su versión online, sobre las experiencias de 1,000 personas en sus primeras citas. El 63% de estas comentó que su experiencia había sido desastrosa, desde hombres que se aparecieron en la cita con su madre y toda la conversación giró alrededor de esta, hasta mujeres que sacaron una calculadora para contar las calorías que consumían. En el caso del hombre que llevó a su progenitora, la cita no duró ni media hora.
Comentaba una chica de la encuesta que en una ocasión acudió a una cita con un chico a un restaurante y todo iba “peaches and cream”, hasta el momento en que escucha una voz que lo llama por su nombre: ¡Jeremy! Cuando el hombre se viró se encontró con dos damas –madre e hija-, quienes habían salido –las dos- con el susodicho y así se lo dejaron saber a la chica. Ella le preguntó si era verdad, y él muy tranquilo le dijo que sí, que si tenía algún problema con eso.
Otra de las damas encuestadas comentó que estaba de lo más entusiasmada con la idea de salir con un hombre viudo. Dijo que de ese modo se libraba de la presencia de una ex que lo estuviera llamando para pedirle cuentas. Equivocada la chica. El hombre en la cita no hizo más que hablar de la ex fallecida, llegando al extremo de decirle que el espíritu de ella siempre lo acompañaba y que incluso, en ese momento, estaba presente tomando nota.
Es que sucede cada cosa durante esos encuentros. Una que aún no ha botado el golpe de una horrorosa primera cita es mi amiga Raquelita. Cada vez que alguna de nosotras tiene un primer encuentro de tercer tipo con un terrícola se acude al viejo truco de la llamada. Dejamos que pase media hora y alguna llama para tantear el asunto. Recuerdo que me tocó llamar a Raquelita y me dijo que todo estaba bien. Eso hasta el momento –una hora después- de pedir la comida y el hombre le comentó que comería vegetales, por la fibra porque tenía un problema severo de estreñimiento. Pobre, tuvo que aguantar todo una disertación sobre las bondades de la irrigación intestinal.
O como le ocurrió a Pepe que tanto estuvo detrás de esta joven que le encantaba hasta que llegó el gran día en que “le honró con su presencia una cena”. Es que eso le dijo ella. La muy creída solo se la pasó hablando de ella, de sus logros, amoríos, trabajo, viajes, bla, bla, bla... Él, hastiado del monólogo, sacó su celular, entonces, la pseudodiva entró en cólera porque él no prestaba atención a “sus experiencias de vida”.
Otra que tuvo una “experience” para olvidar en una primera cita fue mi prima Lola, a quien el chico torturó con su espanglish por casi dos horas que duró el “date”. Y todo porque como es una maceta de siete suelas, prefirió que el hombre la fuera a buscar en su carro y así no gastar gasolina. ¡Error! Cuenta Lolita que aquel hombre hablaba una palabra en español y 12 en inglés. ¿La molestia? Creo que es de Jayuya o de Aguas Buenas. Y como le dijo a Lola nunca se ha montado en un avión. ¿El exceso de English? Well, no sé… maybe los hot dogs y los corn flakes. You know…
Es que lo digo y no me hacen caso. Siempre que salimos con alguien, esa primera vez, debemos llegar por nuestra cuenta para no tener que comernos lo que no nos gusta. Además de ir con el estómago lleno, bajar las expectativas, regla de oro. Eso al menos que su cita sea con Ryan Gosling o George Clooney, que no será porque el galanazo se nos fue con Amal.
Y lo otro, muy importante por cierto, siempre, siempre, tener guardado en la cartera un billete de $20. Ese es el pasaporte para salir corriendo y gritar… taxi!
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