Siempre he considerado a los elefantes unos de los animales más nobles e inteligentes que existen sobre la tierra y me indigna ver cómo, a lo largo de la historia, han sido y son asesinados y maltratados por parte de nuestra raza. Hoy en día, los que se encuentran privados de libertad, por suerte tienen un final más noble y menos doloroso que los que os mostramos a continuación pero no hay que olvidar que los pocos que quedan libres, todavía son masacrados por cazadores ilegales para que un puñado de estúpidos luzcan sus cuernos en sus salones o para que otro puñado de ignorantes tomen sus brebajes y pócimas milagrosas que supuestamente curaran sus males.
Sobre las ejecuciones públicas, que decir, pasado un siglo desde las de estos elefantes, las plazas de toros continúan llenándose los domingos.
Repletas de gente que aplaudirá y gozará con la sangre y el sufrimiento de un animal, llamando arte al asesinato. En fin, podría despotricar durante tres días seguidos sobre todos estos asuntos de nuestra falta de respeto sobre el resto de especies con las que compartimos el planeta, pero no es la intención de este post, que no es otra que la de dar a conocer la triste historia de tres elefantes que en su día fueron condenados a muerte por seguir sus instintos y no comportarse como “buenos humanos”.
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Chunee
Chunee fue un elefante indio, grande y poderoso que durante años arrancó gritos de exclamación a todos aquellos que acudían a verlo a su circo, en Londres. Antes de ser comprado por el circo trabajó para algunas representaciones teatrales en el Teatro real y en el Covent Garden, ya que su carácter tranquilo y apacible permitía tenerlo sobre el escenario, incluso Lord Byron llegó a decir en una ocasión que se había sorprendido de la enorme inteligencia y buen hacer del paquidermo. Todo fue bien hasta que Chunee sufrió una infección en uno de sus colmillos que, debido al dolor, le cambió el carácter, perdiendo el control y matando a uno de sus cuidadores del circo durante un paseo.
Como las leyes de la época marcaban, sin distinguir entre humanos y animales, Chunee fue condenado a morir fusilado.
Así fue que en 1826, el pelotón ejecutor disparó 152 proyectiles de mosquete contra el elefante. Pese a todo, los disparos no pudieron acabar con él aunque sí que le infringieron graves heridas. Su cuidador principal acabó con su sufrimiento degollándolo con una espada.
El esqueleto de Chunee fue expuesto hasta 1941, cuando un bombardeo de la Luftwaffe sobre el Real Colegio de Cirujanos acabó con los últimos restos de su existencia.
A penas 50 años tras la muerte de Chunee, nacía Topsy, que acabaría con un final tan trágico como el primero. Topsy fue domesticada en el cisco Forepaugh, de Coney Island, durante toda su vida recibió muchos maltratos por parte de sus cuidadores que incluso la obligaban a fumar habanos. Las continuas palizas que recibía la convirtieron en un animal inseguro e inestable, hasta que un día atacó a sus cuidadores matando a tres de ellos. Condenada a muerte, la ASPCA -American Society for the Prevention of Cruelty to Animals-se interpuso para que su muerte no fuera demasiado cruel.
En este punto apareció en escena Thomas Edison, que vio en esta ejecución pública una buena oportunidad para demostrar cuan peligrosa era la corriente alterna de su contrincante, Nicola Tesla. Y así fue que en 1903, tras comer una última cena de zanahorias, como marcaban las leyes, Topsy fue ejecutada por electrocución. Los 6600 voltios de corriente alterna que se le suministraron acabaron con su vida en menos de un minuto y todo fue presenciado en directo por más de 1500 personas. Edison, que en esos momentos también experimentaba con el celuloide, gravó todo el evento para luego exponerlo por todo el país.
Mary
Trece años después de la ejecución pública de Topsy, se repetía la misma historia con la elefanta Mary, anunciada durante años por sus propietarios como “la mayor criatura viva sobre la tierra”. Curiosamente, las asociaciones de defensa de los animales que se opusieron a que Topsy fuera ahorcada, no aparecieron esta vez en escena para evitar que el 13 de septiembre de 1916, Mary fuera colgada desde una grúa, en la estación de Erwin (Tennessee) ante la presencia de más de 2500 personas.
Mary, propiedad del circo Sparks World Famous Shows, había arremetido contra un asistente novato. Al pasar unos días del accidente los periódicos sensacionalistas comenzaron a inventar historias de Mary en las que aseguraban que ésta había asesinado a varios hombres en el pasado. Como es lógico el miedo creció, Mary se volvió famosa, y Charlie Sparks, el dueño del circo y oportunista desalmado, decidió aprovechar la fama de la elefanta realizando un juicio y ejecutándola en un evento pago. La tarde en que ejecutaron a Mary, una multitud se agolpó en los alrededores de la estación, deseosos de ver cómo ahorcaban a la “elefanta asesina”. Las crónicas describen al animal rodeado de cadenas y elevado por una grúa de los ferrocarriles. Por si fuera poco, en un primer intento las cadenas se rompieron y la elefanta cayó desplomada desde varios metros de altura. Algunos testigos describieron el sonido de los huesos y los tendones de Mary al partirse en pedazos. Una vez en el aire, la elefanta murió en pocos minutos.