UN INCIDENTE CASUAL....COMO TODOS
Manel, el de la asociación de vecinos, es un poco bruto, pero buena persona. Organiza las excursiones del local, es amigo de hacer favores, y muy activo. Le falta, primero fue uno, y ahora ya son tres los dientes que no tiene en la parte de arriba de la dentadura, y abajo uno, y por eso cuando habla, no se le entiende mucho. Cuando se le dice que vaya al dentista, el responde que eso se lo tiene que pagar la seguridad social que para eso ha trabajado 40 años, porque también lleva gafas, y dice que con tanto gasto no puede.
Manel no ve mucho, más bien poco, pero se defiende, y por eso el otro día que se fue a un gran supermercado, de aquellos que tienen cines, y restaurantes, y parque para los niños, como iba masticando chicle, vio lo que parecía ser una papelera y allí lo tiro. Pero la papelera en reralidad, era un tío vestido todo de negro en un rincón, y que estaba agachado anudándose los cordones de sus zapatillas deportivas, y que además llevaba el pelo negro, mucho pelo, y a lo afro. El chicle vino a parar, y con toda la mala suerte en toda la pelambrera del desconocido que la sentir el chicle en la cabeza se incorporó casi gritando.
.- Oiga, que hace UD. porque nos mete el chicle en los cataplines.-
Manel al darse cuenta de metedura de pata, no sabía que decir, ni dónde meterse, se deshizo en disculpas, y a continuación hizo lo propio en estos casos, intentar remediar el estropicio causado, por lo que empezó a tirar del chicle, pegado ya entre los pelos de hombre papelera, mientras que con la otra mano le sujetaba la cabeza, y a cada tirón el de negro gritaba.
.- ¡Pero estese quieto ...hayyyy ..que me arranca los pelos, quieto, vayase,,, no otro tirón no hayyy....pare¡¡¡.
Nadie, ni la mujer, ni los curiosos que se acercaron, podían sujetar al Mane, que preso de un ataque de nervios, y farfullando frases inteligibles quería despegar de todas las formas posibles, el chicle de aquella selva negra y enmarallada, y para eso ya le había arrancado al de los pelos a lo afro, media pelambrera, y un montón de mechones de pelos, se acumulaban en el suelo.
Al final pudieron detener a terrorista del chicle, y con muchas disculpas y pedir perdones, se pudo conseguir que el hombre papelera no denunciara al agresor chiclero, ni que este llamara a los guardias de seguridad del centro. Y resulto ser, el de negro, un buen hombre, porque se fue de allí con la cabeza llena de trasquilones, y los ojos llorosos por el dolor de los tirones de pelos del Mane.
Rocinante