Todo comenzó con una retransmisión de la Televisión Pública de Canarias, de la que soy consejera, y la nota de prensa que al respecto emití; con una foto -fake o no, es lo de menos- y con las noticias sobre el vestido de una presentadora.
En aquella nota expliqué, entre otras cosas, que me sentía -y me siento- avergonzada por el uso denigrante de la imagen de la mujer en la televisión pública de las islas, meros trozos de carne que deben mostrar cacho con el único objetivo de conseguir audiencia. Y todo ello, por si fuera poco, bajo el eslogan "al descubierto", porque se trataba de presentar esa noche -esa precisa noche- la nueva imagen del ente público y la "nueva" programación de la Televisión Pública Canaria.
Tras ello he tenido que escuchar, y leer, lo siguiente en algunos medios de comunicación: necesariamente tengo que ser fea por decir cosas como las que he dicho, también soy masculina; no me gusta la belleza femenina -seguramente por envidia- o que la misma se exponga como muestra de veneración del hombre a la mujer, de su afecto y respeto, algo que ya hacían griegos y romanos con sus desnudas esculturas. Soy, según algunos, una retrógrada, una moralista, una Torquemada, una "bragada" consejera, una ursulina. Y, por supuesto, ninguno de estos comentaristas y "colegas" de profesión se considera a sí mismo machista o misógino. Para nada.
También han estado los comentarios sobre lo que sí debería haber dicho, o cómo lo debería haber dicho. Pero esas no son lecciones del manual del perfecto patriarca. Son consejos, todos ellos, de hombres que sí saben mejor que yo (mujer) lo que debo pensar o decir. A todos, gracias. De corazón.
Si mis expresiones no son del gusto de Coalición Canaria, la Ley me ampara a no tener que recibir ninguna indicación imperativa de este o ningún otro partido político ni someterme a su criterio.
El comunicado que terminó emitiendo la Televisión Pública no fue mucho mejor: "Radio Televisión Canaria (RTVC) quiere dejar constancia de su total rechazo al ataque que han sufrido en los últimos días las presentadoras de las Campanadas de Fin de Año Eloísa González y Yanely Hernández. RTVC mantiene un respaldo total y absoluto a la profesionalidad de estas mujeres y a su derecho a tomar sus propias decisiones sin tener que aguantar insultos como "trozos de carne", profesionalidad que, además, ha sido avalada por la audiencia del Archipiélago, con un 64,4% de cuota de pantalla".
Si no querías caldo, toma dos tazas: la audiencia nos respalda. Todo vale.
Los hay con ganas de no entender nada: nunca he puesto en duda la profesionalidad de las presentadoras esa noche. Tampoco la de los presentadores. Nunca he puesto centímetros al escote o a la falda de nadie. No creo que el director de Producción deba ir con una cinta métrica a las retransmisiones de las que es responsable, como también lo son el director de la Televisión y presidente del Consejo Rector. Sería suficiente que fueran. Con criterio. Y recordando que las retransmisiones de la Radio Televisión Pública deben respetar los principios establecidos en la Ley como, por ejemplo, la no discriminación entre el hombre y la mujer.
Este debate lo centró mucho mejor que yo Yolanda Domínguez aquí mismo, en El Huffington Post. A sus palabras, más certeras que las mías, me remito: "Seamos honestos, que se vea una teta o un culo a estas alturas ya no escandaliza a nadie, lo realmente preocupante es lo que ese vestido deja al descubierto: que tenemos una televisión casposa y rancia a la que le importa un pimiento la desigualdad de género".
Pero este debate, el uso de la imagen de la mujer para vender y, en este caso, para conseguir una audiencia cuyo punto de share se cotiza a centímetro de piel mostrada, no interesa. Es convenientemente tapado frente al conveniente destape de las presentadoras -destapadas y usadas-; frente a los convenientemente tapados presentadores. Y repito, con el único objetivo de conseguir audiencia. Cachos de carne.
Como colofón a este despropósito, Coalición Canaria, partido que gobierna esta Comunidad Autónoma y que propuso al actual director de la cadena y presidente del Consejo Rector, ha presentado ante el Parlamento de Canarias un escrito pidiendo mi cese, al considerar mis declaraciones "del todo inaceptables e irrespetuosas hacia la mujer, al hacer alusión al estilismo de las presentadoras del programa de Fin de Año 2016, emitido por la Televisión Canaria". Y que "es responsabilidad de la Cámara que una persona que la representa en el ente público se someta a los principios de respeto a la mujer y no la denigre con expresiones públicas como las realizadas por dicha consejera".
Por Coalición Canaria sólo se ha escuchado un grito: ¡qué le corten la cabeza! Ni una sola palabra sobre el debate de fondo. No interesa. Molestan mis palabras y mis expresiones "sobre los estilismos de las presentadoras" -¡sobre los estilismos! ¡qué triste! - y debo "someterme" -menuda traición del subconsciente- a los "principios de respeto a la mujer". El cinismo llevado al absurdo: pides que se respeten los principios de la Ley 13/2014 y piden tu cese por ello. Tan increíble como cierto.
Cuando pido una televisión libre de sexismo lo hago porque defiendo los principios que la ley establece y en cumplimiento del mandato del Parlamento que me nombró.
Mi propuesta y posterior elección como consejera por el pleno del Parlamento de Canarias -tras superar un examen de idoneidad en la correspondiente Comisión de Control- se basó en el cumplimiento de los criterios establecidos en la Ley: una persona de reconocida cualificación y experiencia profesional.
En el ejercicio de mis competencias como consejera -como, por ejemplo, ser responsable del cumplimiento de los objetivos generales fijados para el Ente y sus sociedades, de los principios de programación o de la buena administración y gobierno del ente público- actúo con absoluta independencia, sin que pueda recibir instrucciones, directrices o cualquier clase de indicación imperativa de ninguna administración, institución o entidad.
Es una garantía que establece la ley y que nos protege tanto a mí -en el ejercicio de mis competencias- como a todos los canarios que, con sus impuestos, pagan esta televisión y esperan a cambio tener un órgano que vele por que la televisión pública responda a los intereses de todos ellos y no de sólo unos pocos.
Cuando pido una televisión libre de sexismo lo hago porque defiendo los principios que la ley establece y en cumplimiento del mandato del Parlamento que me nombró; y lo mismo aplica cuando pido que las retransmisiones de la nueva televisión pública respeten la dignidad de todas las personas, de todos los canarios, hombres y mujeres de este archipiélago.
Si mis expresiones no son del gusto de Coalición Canaria, la Ley me ampara a no tener que recibir ninguna indicación imperativa de este o ningún otro partido político ni someterme a su criterio. El que sea, en lo que sea. También lo hace la Constitución cuando consagra el derecho a la libertad de expresión.
Es muy lamentable que Coalición Canaria pida mi cabeza en bandeja plata pero no diga ni una palabra sobre el debate de fondo, el debate tapado
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