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+19Atlántida tay Tinajas Nolocreo Tatsumaru LaL0L@ Rusko CIKITRAKE zampabol ains Rhhevoltaire Topic El llobu Gloriana Pose Pato-Feminista Wolfo athenea CortoCortito Antisozzial 23 participantes Tribuna feminista NEROCAESAR- Moderador
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Edad : 123 Localización : ROMA
por NEROCAESAR Jue Jul 13, 2017 1:30 pm el.loco.lucas escribió:https://www.facebook.com/ElHuffPost/videos/1492561874142598/ Eso me ha dejado descolocado, diríamos que "asnonadado", con perdón por los pobres asnos... marapez- V.I.P.
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por marapez Jue Jul 13, 2017 1:50 pm tay escribió: marapez escribió:- Spoiler:
Morderse la lengua
Llega un momento en la vida de toda persona en que tiene que decidir entre ceder ante las presiones sociales y morderse la lengua para ser aceptada o decidir que le importa una mierda que dejen de invitarte a quedar o te traten como a una loca por decir lo que piensas. Veréis, yo nunca me he mordido mucho la lengua. De pequeña me encantaba hablar de política. Sólo con la edad empiezas a sentir la presión social para ser una ciudadana conformista. Porque molestas. Molestas cuando hablas a la gente de los niños esclavos que han fabricado la camiseta que llevan o cuando le comentas a tu amigo que esa hamburguesa que se come cuesta una buena porción del Amazonas. Molestas cuando evidencias injusticias, y mucho. Y entonces tienes que hacer concesiones para que tus amigos no dejen de hablarte.
Por eso las feministas molestamos tanto. Y todas nos hemos tenido que morder la lengua porque está muy mal visto hablar de feminismo o patriarcado. El machismo es algo que siempre he observado y criticado. Pero es cierto que ha habido momentos en que me he contenido. Nos han enseñado a “respetar”, a no significarnos. Así que cuando mis amigos se empeñaban en hablarme de denuncias falsas por mucho que les enseñara el informe de CGPJ sobre el reducido porcentaje de denuncias falsas que existen para los delitos de género en comparación al resto de delitos del código penal me mordía la lengua. ¿Qué más podía hacer? Les había enseñado los datos y ellos seguían sin verlo. Pero no podían ser machistas, porque eran de izquierdas, hablaban de igualdad, condenaban el racismo o la homofobia. ¡Ilusa! También me mordía la lengua al principio, cuando contaban chistes machistas. Les concedía el beneficio de la duda, con la esperanza de que un día por fin escucharan mis argumentos y empezaran a entender. Pero, sobre todo callaba porque eran mis amigos, porque presuponía que ellos me respetaban, me costaba concebir que no lo hicieran y me sentía como si yo les estuviera invadiendo su espacio. En realidad era a la inversa. No quería dinamitar nuestra amistad, no quería romperla por una disputa que me parecía absurda, porque en realidad siempre he sido más o menos capaz de mantener amistad con personas con opiniones distintas a las mías, siempre que hubiera respeto. Pero esto no es una mera cuestión de opinión. No estamos hablando de si el color lila es más bonito que el azul.Estamos hablando de que yo opino que merezco los mismos derechos que los hombres y ellos son incapaces de ver que no los tengo. Estamos hablando, en fin, de evidenciar una injusticia. Me he mordido la lengua siempre para no provocarlos, pero empecé a darme cuenta de que cada vez que callaba y me achantaba ellos se crecían. Mis argumentos no servían de nada. Comenzaron a hacerme bromas más soeces e insistentes, a hacer comentarios y alusiones continuas. No valoraban ni mi amistad ni mi opinión, era la única e inevitable conclusión. No servía de nada que yo intentara ser conciliadora porque hiciera lo que hiciera al final respondía a alguna de las provocaciones y entonces me señalaban como la polémica, la agresiva. Ahí llegó mi punto de no retorno. Parecía que era una cansina, una pesada, porque estaba todo el rato hablando de machismo y señalando actitudes que eran machistas y que, por tanto, atacaban mis derechos. Pues permitid que os diga que resulta mucho más pesado para nosotras tener que estar continuamente señalando cuestiones evidentes, tener que sonreír ante bromas pesadas, cruzarnos de piernas en el metro, dejar que los hombres nos expliquen cosas que conocemos de sobra, que nos llamen “bonita” o aludan en un entorno laboral a nuestra apariencia física en lugar de nuestra capacidad intelectual… y muchas, muchísimas cosas más que tenemos que aguantaros a los buenistas que “ni machismo ni feminismo, igualdad”. Porque la cuestión es que señalamos todas las injusticias porque existen, están ahí. Dejar de nombrarlas no hace que el problema desaparezca. Y las feministas no somos las malas por evidenciarlas, porque son cuestiones que nosotras no hemos provocado, pero cuyas consecuencias sufrimos. El punto de no retorno es decidir que me importa una mierda si molesto con mis comentarios, porque si mis comentarios molestan es que están dando en la diana. Que le vamos a hacer, unos cuantos amigos menos en Facebook me parece un mal menor. Pasar por un proceso de cambio social no es fácil. No creo que los abolicionistas fueran aplaudidos por decirle a sus coetáneos “oye, sacar negocio con la esclavitud es contrario a la dignidad humana”. No es fácil, pero es necesario. Es necesario seguir hablando de las injusticias, intentar no rendirse ante la presión del status quo. Y es un trabajo en equipo. Yo también soy conformista a veces. También necesito que alguien me diga que algo es injusto si no lo veo. Es algo que tenemos que definir entre todos. Lo que no podemos hacer es ceder ante esas presiones. He aquí mi declaración de intenciones como feminista: mientras sigan muriendo mujeres por ser mujeres, ya sea a manos de sus parejas, ex parejas, o desconocidos; mientras sigamos sufriendo violaciones o siendo explotadas laboralmente, por nombrar solo algunas de las opresiones sufridas, seguiré hablando de ello hasta que cambie. Si a alguien no le gusta oírlo es que es parte del problema. Son muchísimas cosas las que hay por cambiar y mucho lo que tenemos por construir para derribar las desigualdades y consolidar una sociedad equitativa. Las cosas pequeñas, esos elementos que llamamos micromachismos, son los más difíciles de combatir, los más arraigados en nosotros, la raíz del problema. Porque, parafraseando un artículo que ya escribí sobre la violencia de género: puede que no todos matéis pero todos, en algún momento de vuestras vidas, habéis actuado como instrumento de un sistema opresor. Hablo de feminismo, pero esto es aplicable a cualquier injusticia. De las frases inspiradoras de Gandhi una de mis favoritas es aquella que dice: lo peor de la gente mala es el silencio de la gente buena.
Pececito, ¿y por qué habrías de dar explicaciones sobre por qué defiendes lo que defiendes? Es muy digno que lo hagas, por pesada que le parezcas a nadie. Pedir justicia no es pecado, ni delito, ni falta, ni está feo. Yo protesto contra las denuncias falsas porque las han sufrido familiares míos y creo que también han de desaparecer, se ha de hablar de ello y se ha de pedir algún tipo de ajuste en las leyes, pero tengo claro, obviamente, que la violencia contra la mujer es un problema mucho más urgente, porque cuesta vidas. Los que te conocemos, sabemos que eres así, y así te queremos. Hablando de Facebook... Tengo que mandarte un privadito, no se me había ocurrido usar ese medio. Ese escrito no es mio Tay. Se me olvidó poner la fuente. http://diario16.com/morderse-la-lengua/ Creo que es público y notorio que yo no me la muerdo. NEROCAESAR- Moderador
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por NEROCAESAR Jue Jul 13, 2017 2:01 pm marapez escribió: tay escribió: marapez escribió:- Spoiler:
Morderse la lengua
Llega un momento en la vida de toda persona en que tiene que decidir entre ceder ante las presiones sociales y morderse la lengua para ser aceptada o decidir que le importa una mierda que dejen de invitarte a quedar o te traten como a una loca por decir lo que piensas. Veréis, yo nunca me he mordido mucho la lengua. De pequeña me encantaba hablar de política. Sólo con la edad empiezas a sentir la presión social para ser una ciudadana conformista. Porque molestas. Molestas cuando hablas a la gente de los niños esclavos que han fabricado la camiseta que llevan o cuando le comentas a tu amigo que esa hamburguesa que se come cuesta una buena porción del Amazonas. Molestas cuando evidencias injusticias, y mucho. Y entonces tienes que hacer concesiones para que tus amigos no dejen de hablarte.
Por eso las feministas molestamos tanto. Y todas nos hemos tenido que morder la lengua porque está muy mal visto hablar de feminismo o patriarcado. El machismo es algo que siempre he observado y criticado. Pero es cierto que ha habido momentos en que me he contenido. Nos han enseñado a “respetar”, a no significarnos. Así que cuando mis amigos se empeñaban en hablarme de denuncias falsas por mucho que les enseñara el informe de CGPJ sobre el reducido porcentaje de denuncias falsas que existen para los delitos de género en comparación al resto de delitos del código penal me mordía la lengua. ¿Qué más podía hacer? Les había enseñado los datos y ellos seguían sin verlo. Pero no podían ser machistas, porque eran de izquierdas, hablaban de igualdad, condenaban el racismo o la homofobia. ¡Ilusa! También me mordía la lengua al principio, cuando contaban chistes machistas. Les concedía el beneficio de la duda, con la esperanza de que un día por fin escucharan mis argumentos y empezaran a entender. Pero, sobre todo callaba porque eran mis amigos, porque presuponía que ellos me respetaban, me costaba concebir que no lo hicieran y me sentía como si yo les estuviera invadiendo su espacio. En realidad era a la inversa. No quería dinamitar nuestra amistad, no quería romperla por una disputa que me parecía absurda, porque en realidad siempre he sido más o menos capaz de mantener amistad con personas con opiniones distintas a las mías, siempre que hubiera respeto. Pero esto no es una mera cuestión de opinión. No estamos hablando de si el color lila es más bonito que el azul.Estamos hablando de que yo opino que merezco los mismos derechos que los hombres y ellos son incapaces de ver que no los tengo. Estamos hablando, en fin, de evidenciar una injusticia. Me he mordido la lengua siempre para no provocarlos, pero empecé a darme cuenta de que cada vez que callaba y me achantaba ellos se crecían. Mis argumentos no servían de nada. Comenzaron a hacerme bromas más soeces e insistentes, a hacer comentarios y alusiones continuas. No valoraban ni mi amistad ni mi opinión, era la única e inevitable conclusión. No servía de nada que yo intentara ser conciliadora porque hiciera lo que hiciera al final respondía a alguna de las provocaciones y entonces me señalaban como la polémica, la agresiva. Ahí llegó mi punto de no retorno. Parecía que era una cansina, una pesada, porque estaba todo el rato hablando de machismo y señalando actitudes que eran machistas y que, por tanto, atacaban mis derechos. Pues permitid que os diga que resulta mucho más pesado para nosotras tener que estar continuamente señalando cuestiones evidentes, tener que sonreír ante bromas pesadas, cruzarnos de piernas en el metro, dejar que los hombres nos expliquen cosas que conocemos de sobra, que nos llamen “bonita” o aludan en un entorno laboral a nuestra apariencia física en lugar de nuestra capacidad intelectual… y muchas, muchísimas cosas más que tenemos que aguantaros a los buenistas que “ni machismo ni feminismo, igualdad”. Porque la cuestión es que señalamos todas las injusticias porque existen, están ahí. Dejar de nombrarlas no hace que el problema desaparezca. Y las feministas no somos las malas por evidenciarlas, porque son cuestiones que nosotras no hemos provocado, pero cuyas consecuencias sufrimos. El punto de no retorno es decidir que me importa una mierda si molesto con mis comentarios, porque si mis comentarios molestan es que están dando en la diana. Que le vamos a hacer, unos cuantos amigos menos en Facebook me parece un mal menor. Pasar por un proceso de cambio social no es fácil. No creo que los abolicionistas fueran aplaudidos por decirle a sus coetáneos “oye, sacar negocio con la esclavitud es contrario a la dignidad humana”. No es fácil, pero es necesario. Es necesario seguir hablando de las injusticias, intentar no rendirse ante la presión del status quo. Y es un trabajo en equipo. Yo también soy conformista a veces. También necesito que alguien me diga que algo es injusto si no lo veo. Es algo que tenemos que definir entre todos. Lo que no podemos hacer es ceder ante esas presiones. He aquí mi declaración de intenciones como feminista: mientras sigan muriendo mujeres por ser mujeres, ya sea a manos de sus parejas, ex parejas, o desconocidos; mientras sigamos sufriendo violaciones o siendo explotadas laboralmente, por nombrar solo algunas de las opresiones sufridas, seguiré hablando de ello hasta que cambie. Si a alguien no le gusta oírlo es que es parte del problema. Son muchísimas cosas las que hay por cambiar y mucho lo que tenemos por construir para derribar las desigualdades y consolidar una sociedad equitativa. Las cosas pequeñas, esos elementos que llamamos micromachismos, son los más difíciles de combatir, los más arraigados en nosotros, la raíz del problema. Porque, parafraseando un artículo que ya escribí sobre la violencia de género: puede que no todos matéis pero todos, en algún momento de vuestras vidas, habéis actuado como instrumento de un sistema opresor. Hablo de feminismo, pero esto es aplicable a cualquier injusticia. De las frases inspiradoras de Gandhi una de mis favoritas es aquella que dice: lo peor de la gente mala es el silencio de la gente buena.
Pececito, ¿y por qué habrías de dar explicaciones sobre por qué defiendes lo que defiendes? Es muy digno que lo hagas, por pesada que le parezcas a nadie. Pedir justicia no es pecado, ni delito, ni falta, ni está feo. Yo protesto contra las denuncias falsas porque las han sufrido familiares míos y creo que también han de desaparecer, se ha de hablar de ello y se ha de pedir algún tipo de ajuste en las leyes, pero tengo claro, obviamente, que la violencia contra la mujer es un problema mucho más urgente, porque cuesta vidas. Los que te conocemos, sabemos que eres así, y así te queremos. Hablando de Facebook... Tengo que mandarte un privadito, no se me había ocurrido usar ese medio. Ese escrito no es mio Tay. Se me olvidó poner la fuente. http://diario16.com/morderse-la-lengua/ Creo que es público y notorio que yo no me la muerdo. ...y además duele y sangra mucho. Pur- V.I.P.
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por Pur Jue Jul 13, 2017 3:41 pm tay escribió:
Pues a mí, con estas cosas, bromitas las justas. Bastante me cuesta intentar que se comprenda el problema y la lacra desde el punto de vista que tenía en aquella época.
Bueno, había casadas, separadas y solteras. Y entre las separadas había una que tenía aún esperanzas de volver con la expareja. Pensaba que su empujón era "un pronto" y creía que aún la quería. Borrar la dependencia emocional lleva meses, y en algunos casos, años. No es nada fácil y yo admito haber disculpado a mi agresor ante otros, diciendo que su actitud había sido producto de una vida llena de adversidad, solo que cuando yo empecé mi terapia él ya no vivía.
No ha de extrañarte que esta mujer no hable de la violencia de género, pues posiblemente no piense que su "amado" es violento. Creerá que fue un pronto puntual, o producto de una desesperación que ella interpreta como amor correspondido.
Por supuesto que no todos los casos implican una dependencia emocional. No todos los maltratadores tienen la capacidad de persuasión suficiente para generarla, o no saben sostenerla en el tiempo y la víctima se da cuenta de la realidad que vive y reacciona.
El "Eres mía o de nadie" también se da en maltratadores que crean dependencia emocional. Mi agresor no era mi pareja, sino un familiar, y sin embargo nos decía a mis progenitoras y a mi que éramos "sus mujeres". Ellas mismas me lo recordaban cuando me rebelaba, diciéndome que él era el "hombre de la casa" y que le debía obediencia. Pero el miedo no genera la situación de violencia, sino al revés. Lo que aumenta la posibilidad de represalias es la rebelión o la desobediencia.
Pur- V.I.P.
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por Pur Jue Jul 13, 2017 3:47 pm el.loco.lucas escribió:https://www.facebook.com/ElHuffPost/videos/1492561874142598/ que grande jajajajaja Pur- V.I.P.
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por Pur Jue Jul 13, 2017 3:55 pm marapez escribió: tay escribió: marapez escribió:- Spoiler:
Morderse la lengua
Llega un momento en la vida de toda persona en que tiene que decidir entre ceder ante las presiones sociales y morderse la lengua para ser aceptada o decidir que le importa una mierda que dejen de invitarte a quedar o te traten como a una loca por decir lo que piensas. Veréis, yo nunca me he mordido mucho la lengua. De pequeña me encantaba hablar de política. Sólo con la edad empiezas a sentir la presión social para ser una ciudadana conformista. Porque molestas. Molestas cuando hablas a la gente de los niños esclavos que han fabricado la camiseta que llevan o cuando le comentas a tu amigo que esa hamburguesa que se come cuesta una buena porción del Amazonas. Molestas cuando evidencias injusticias, y mucho. Y entonces tienes que hacer concesiones para que tus amigos no dejen de hablarte.
Por eso las feministas molestamos tanto. Y todas nos hemos tenido que morder la lengua porque está muy mal visto hablar de feminismo o patriarcado. El machismo es algo que siempre he observado y criticado. Pero es cierto que ha habido momentos en que me he contenido. Nos han enseñado a “respetar”, a no significarnos. Así que cuando mis amigos se empeñaban en hablarme de denuncias falsas por mucho que les enseñara el informe de CGPJ sobre el reducido porcentaje de denuncias falsas que existen para los delitos de género en comparación al resto de delitos del código penal me mordía la lengua. ¿Qué más podía hacer? Les había enseñado los datos y ellos seguían sin verlo. Pero no podían ser machistas, porque eran de izquierdas, hablaban de igualdad, condenaban el racismo o la homofobia. ¡Ilusa! También me mordía la lengua al principio, cuando contaban chistes machistas. Les concedía el beneficio de la duda, con la esperanza de que un día por fin escucharan mis argumentos y empezaran a entender. Pero, sobre todo callaba porque eran mis amigos, porque presuponía que ellos me respetaban, me costaba concebir que no lo hicieran y me sentía como si yo les estuviera invadiendo su espacio. En realidad era a la inversa. No quería dinamitar nuestra amistad, no quería romperla por una disputa que me parecía absurda, porque en realidad siempre he sido más o menos capaz de mantener amistad con personas con opiniones distintas a las mías, siempre que hubiera respeto. Pero esto no es una mera cuestión de opinión. No estamos hablando de si el color lila es más bonito que el azul.Estamos hablando de que yo opino que merezco los mismos derechos que los hombres y ellos son incapaces de ver que no los tengo. Estamos hablando, en fin, de evidenciar una injusticia. Me he mordido la lengua siempre para no provocarlos, pero empecé a darme cuenta de que cada vez que callaba y me achantaba ellos se crecían. Mis argumentos no servían de nada. Comenzaron a hacerme bromas más soeces e insistentes, a hacer comentarios y alusiones continuas. No valoraban ni mi amistad ni mi opinión, era la única e inevitable conclusión. No servía de nada que yo intentara ser conciliadora porque hiciera lo que hiciera al final respondía a alguna de las provocaciones y entonces me señalaban como la polémica, la agresiva. Ahí llegó mi punto de no retorno. Parecía que era una cansina, una pesada, porque estaba todo el rato hablando de machismo y señalando actitudes que eran machistas y que, por tanto, atacaban mis derechos. Pues permitid que os diga que resulta mucho más pesado para nosotras tener que estar continuamente señalando cuestiones evidentes, tener que sonreír ante bromas pesadas, cruzarnos de piernas en el metro, dejar que los hombres nos expliquen cosas que conocemos de sobra, que nos llamen “bonita” o aludan en un entorno laboral a nuestra apariencia física en lugar de nuestra capacidad intelectual… y muchas, muchísimas cosas más que tenemos que aguantaros a los buenistas que “ni machismo ni feminismo, igualdad”. Porque la cuestión es que señalamos todas las injusticias porque existen, están ahí. Dejar de nombrarlas no hace que el problema desaparezca. Y las feministas no somos las malas por evidenciarlas, porque son cuestiones que nosotras no hemos provocado, pero cuyas consecuencias sufrimos. El punto de no retorno es decidir que me importa una mierda si molesto con mis comentarios, porque si mis comentarios molestan es que están dando en la diana. Que le vamos a hacer, unos cuantos amigos menos en Facebook me parece un mal menor. Pasar por un proceso de cambio social no es fácil. No creo que los abolicionistas fueran aplaudidos por decirle a sus coetáneos “oye, sacar negocio con la esclavitud es contrario a la dignidad humana”. No es fácil, pero es necesario. Es necesario seguir hablando de las injusticias, intentar no rendirse ante la presión del status quo. Y es un trabajo en equipo. Yo también soy conformista a veces. También necesito que alguien me diga que algo es injusto si no lo veo. Es algo que tenemos que definir entre todos. Lo que no podemos hacer es ceder ante esas presiones. He aquí mi declaración de intenciones como feminista: mientras sigan muriendo mujeres por ser mujeres, ya sea a manos de sus parejas, ex parejas, o desconocidos; mientras sigamos sufriendo violaciones o siendo explotadas laboralmente, por nombrar solo algunas de las opresiones sufridas, seguiré hablando de ello hasta que cambie. Si a alguien no le gusta oírlo es que es parte del problema. Son muchísimas cosas las que hay por cambiar y mucho lo que tenemos por construir para derribar las desigualdades y consolidar una sociedad equitativa. Las cosas pequeñas, esos elementos que llamamos micromachismos, son los más difíciles de combatir, los más arraigados en nosotros, la raíz del problema. Porque, parafraseando un artículo que ya escribí sobre la violencia de género: puede que no todos matéis pero todos, en algún momento de vuestras vidas, habéis actuado como instrumento de un sistema opresor. Hablo de feminismo, pero esto es aplicable a cualquier injusticia. De las frases inspiradoras de Gandhi una de mis favoritas es aquella que dice: lo peor de la gente mala es el silencio de la gente buena.
Pececito, ¿y por qué habrías de dar explicaciones sobre por qué defiendes lo que defiendes? Es muy digno que lo hagas, por pesada que le parezcas a nadie. Pedir justicia no es pecado, ni delito, ni falta, ni está feo. Yo protesto contra las denuncias falsas porque las han sufrido familiares míos y creo que también han de desaparecer, se ha de hablar de ello y se ha de pedir algún tipo de ajuste en las leyes, pero tengo claro, obviamente, que la violencia contra la mujer es un problema mucho más urgente, porque cuesta vidas. Los que te conocemos, sabemos que eres así, y así te queremos. Hablando de Facebook... Tengo que mandarte un privadito, no se me había ocurrido usar ese medio. Ese escrito no es mio Tay. Se me olvidó poner la fuente. http://diario16.com/morderse-la-lengua/ Creo que es público y notorio que yo no me la muerdo. Yo si, es notorio y público que tengo mucho cuidado de lo que digo, cómo lo digo, y a quién se lo digo, no sólo sobre el machismo, también cuando hay un derechón diciendo boludeces, me la paso mascandome la lengua como si fuera un chicle, vamos marapez- V.I.P.
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por marapez Jue Jul 13, 2017 3:55 pm NEROCAESAR escribió: marapez escribió: tay escribió: marapez escribió:- Spoiler:
Morderse la lengua
Llega un momento en la vida de toda persona en que tiene que decidir entre ceder ante las presiones sociales y morderse la lengua para ser aceptada o decidir que le importa una mierda que dejen de invitarte a quedar o te traten como a una loca por decir lo que piensas. Veréis, yo nunca me he mordido mucho la lengua. De pequeña me encantaba hablar de política. Sólo con la edad empiezas a sentir la presión social para ser una ciudadana conformista. Porque molestas. Molestas cuando hablas a la gente de los niños esclavos que han fabricado la camiseta que llevan o cuando le comentas a tu amigo que esa hamburguesa que se come cuesta una buena porción del Amazonas. Molestas cuando evidencias injusticias, y mucho. Y entonces tienes que hacer concesiones para que tus amigos no dejen de hablarte.
Por eso las feministas molestamos tanto. Y todas nos hemos tenido que morder la lengua porque está muy mal visto hablar de feminismo o patriarcado. El machismo es algo que siempre he observado y criticado. Pero es cierto que ha habido momentos en que me he contenido. Nos han enseñado a “respetar”, a no significarnos. Así que cuando mis amigos se empeñaban en hablarme de denuncias falsas por mucho que les enseñara el informe de CGPJ sobre el reducido porcentaje de denuncias falsas que existen para los delitos de género en comparación al resto de delitos del código penal me mordía la lengua. ¿Qué más podía hacer? Les había enseñado los datos y ellos seguían sin verlo. Pero no podían ser machistas, porque eran de izquierdas, hablaban de igualdad, condenaban el racismo o la homofobia. ¡Ilusa! También me mordía la lengua al principio, cuando contaban chistes machistas. Les concedía el beneficio de la duda, con la esperanza de que un día por fin escucharan mis argumentos y empezaran a entender. Pero, sobre todo callaba porque eran mis amigos, porque presuponía que ellos me respetaban, me costaba concebir que no lo hicieran y me sentía como si yo les estuviera invadiendo su espacio. En realidad era a la inversa. No quería dinamitar nuestra amistad, no quería romperla por una disputa que me parecía absurda, porque en realidad siempre he sido más o menos capaz de mantener amistad con personas con opiniones distintas a las mías, siempre que hubiera respeto. Pero esto no es una mera cuestión de opinión. No estamos hablando de si el color lila es más bonito que el azul.Estamos hablando de que yo opino que merezco los mismos derechos que los hombres y ellos son incapaces de ver que no los tengo. Estamos hablando, en fin, de evidenciar una injusticia. Me he mordido la lengua siempre para no provocarlos, pero empecé a darme cuenta de que cada vez que callaba y me achantaba ellos se crecían. Mis argumentos no servían de nada. Comenzaron a hacerme bromas más soeces e insistentes, a hacer comentarios y alusiones continuas. No valoraban ni mi amistad ni mi opinión, era la única e inevitable conclusión. No servía de nada que yo intentara ser conciliadora porque hiciera lo que hiciera al final respondía a alguna de las provocaciones y entonces me señalaban como la polémica, la agresiva. Ahí llegó mi punto de no retorno. Parecía que era una cansina, una pesada, porque estaba todo el rato hablando de machismo y señalando actitudes que eran machistas y que, por tanto, atacaban mis derechos. Pues permitid que os diga que resulta mucho más pesado para nosotras tener que estar continuamente señalando cuestiones evidentes, tener que sonreír ante bromas pesadas, cruzarnos de piernas en el metro, dejar que los hombres nos expliquen cosas que conocemos de sobra, que nos llamen “bonita” o aludan en un entorno laboral a nuestra apariencia física en lugar de nuestra capacidad intelectual… y muchas, muchísimas cosas más que tenemos que aguantaros a los buenistas que “ni machismo ni feminismo, igualdad”. Porque la cuestión es que señalamos todas las injusticias porque existen, están ahí. Dejar de nombrarlas no hace que el problema desaparezca. Y las feministas no somos las malas por evidenciarlas, porque son cuestiones que nosotras no hemos provocado, pero cuyas consecuencias sufrimos. El punto de no retorno es decidir que me importa una mierda si molesto con mis comentarios, porque si mis comentarios molestan es que están dando en la diana. Que le vamos a hacer, unos cuantos amigos menos en Facebook me parece un mal menor. Pasar por un proceso de cambio social no es fácil. No creo que los abolicionistas fueran aplaudidos por decirle a sus coetáneos “oye, sacar negocio con la esclavitud es contrario a la dignidad humana”. No es fácil, pero es necesario. Es necesario seguir hablando de las injusticias, intentar no rendirse ante la presión del status quo. Y es un trabajo en equipo. Yo también soy conformista a veces. También necesito que alguien me diga que algo es injusto si no lo veo. Es algo que tenemos que definir entre todos. Lo que no podemos hacer es ceder ante esas presiones. He aquí mi declaración de intenciones como feminista: mientras sigan muriendo mujeres por ser mujeres, ya sea a manos de sus parejas, ex parejas, o desconocidos; mientras sigamos sufriendo violaciones o siendo explotadas laboralmente, por nombrar solo algunas de las opresiones sufridas, seguiré hablando de ello hasta que cambie. Si a alguien no le gusta oírlo es que es parte del problema. Son muchísimas cosas las que hay por cambiar y mucho lo que tenemos por construir para derribar las desigualdades y consolidar una sociedad equitativa. Las cosas pequeñas, esos elementos que llamamos micromachismos, son los más difíciles de combatir, los más arraigados en nosotros, la raíz del problema. Porque, parafraseando un artículo que ya escribí sobre la violencia de género: puede que no todos matéis pero todos, en algún momento de vuestras vidas, habéis actuado como instrumento de un sistema opresor. Hablo de feminismo, pero esto es aplicable a cualquier injusticia. De las frases inspiradoras de Gandhi una de mis favoritas es aquella que dice: lo peor de la gente mala es el silencio de la gente buena.
Pececito, ¿y por qué habrías de dar explicaciones sobre por qué defiendes lo que defiendes? Es muy digno que lo hagas, por pesada que le parezcas a nadie. Pedir justicia no es pecado, ni delito, ni falta, ni está feo. Yo protesto contra las denuncias falsas porque las han sufrido familiares míos y creo que también han de desaparecer, se ha de hablar de ello y se ha de pedir algún tipo de ajuste en las leyes, pero tengo claro, obviamente, que la violencia contra la mujer es un problema mucho más urgente, porque cuesta vidas. Los que te conocemos, sabemos que eres así, y así te queremos. Hablando de Facebook... Tengo que mandarte un privadito, no se me había ocurrido usar ese medio. Ese escrito no es mio Tay. Se me olvidó poner la fuente. http://diario16.com/morderse-la-lengua/ Creo que es público y notorio que yo no me la muerdo. ...y además duele y sangra mucho. Algunos ya se que pensais que no me la muerdo para no envenenarme. Pur- V.I.P.
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por Pur Jue Jul 13, 2017 3:58 pm chiste machista, qué bajo caíste, voy a proponer que te quiten el carnet de feminista NEROCAESAR- Moderador
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por NEROCAESAR Jue Jul 13, 2017 5:19 pm marapez escribió: NEROCAESAR escribió: marapez escribió: tay escribió: marapez escribió:- Spoiler:
Morderse la lengua
Llega un momento en la vida de toda persona en que tiene que decidir entre ceder ante las presiones sociales y morderse la lengua para ser aceptada o decidir que le importa una mierda que dejen de invitarte a quedar o te traten como a una loca por decir lo que piensas. Veréis, yo nunca me he mordido mucho la lengua. De pequeña me encantaba hablar de política. Sólo con la edad empiezas a sentir la presión social para ser una ciudadana conformista. Porque molestas. Molestas cuando hablas a la gente de los niños esclavos que han fabricado la camiseta que llevan o cuando le comentas a tu amigo que esa hamburguesa que se come cuesta una buena porción del Amazonas. Molestas cuando evidencias injusticias, y mucho. Y entonces tienes que hacer concesiones para que tus amigos no dejen de hablarte.
Por eso las feministas molestamos tanto. Y todas nos hemos tenido que morder la lengua porque está muy mal visto hablar de feminismo o patriarcado. El machismo es algo que siempre he observado y criticado. Pero es cierto que ha habido momentos en que me he contenido. Nos han enseñado a “respetar”, a no significarnos. Así que cuando mis amigos se empeñaban en hablarme de denuncias falsas por mucho que les enseñara el informe de CGPJ sobre el reducido porcentaje de denuncias falsas que existen para los delitos de género en comparación al resto de delitos del código penal me mordía la lengua. ¿Qué más podía hacer? Les había enseñado los datos y ellos seguían sin verlo. Pero no podían ser machistas, porque eran de izquierdas, hablaban de igualdad, condenaban el racismo o la homofobia. ¡Ilusa! También me mordía la lengua al principio, cuando contaban chistes machistas. Les concedía el beneficio de la duda, con la esperanza de que un día por fin escucharan mis argumentos y empezaran a entender. Pero, sobre todo callaba porque eran mis amigos, porque presuponía que ellos me respetaban, me costaba concebir que no lo hicieran y me sentía como si yo les estuviera invadiendo su espacio. En realidad era a la inversa. No quería dinamitar nuestra amistad, no quería romperla por una disputa que me parecía absurda, porque en realidad siempre he sido más o menos capaz de mantener amistad con personas con opiniones distintas a las mías, siempre que hubiera respeto. Pero esto no es una mera cuestión de opinión. No estamos hablando de si el color lila es más bonito que el azul.Estamos hablando de que yo opino que merezco los mismos derechos que los hombres y ellos son incapaces de ver que no los tengo. Estamos hablando, en fin, de evidenciar una injusticia. Me he mordido la lengua siempre para no provocarlos, pero empecé a darme cuenta de que cada vez que callaba y me achantaba ellos se crecían. Mis argumentos no servían de nada. Comenzaron a hacerme bromas más soeces e insistentes, a hacer comentarios y alusiones continuas. No valoraban ni mi amistad ni mi opinión, era la única e inevitable conclusión. No servía de nada que yo intentara ser conciliadora porque hiciera lo que hiciera al final respondía a alguna de las provocaciones y entonces me señalaban como la polémica, la agresiva. Ahí llegó mi punto de no retorno. Parecía que era una cansina, una pesada, porque estaba todo el rato hablando de machismo y señalando actitudes que eran machistas y que, por tanto, atacaban mis derechos. Pues permitid que os diga que resulta mucho más pesado para nosotras tener que estar continuamente señalando cuestiones evidentes, tener que sonreír ante bromas pesadas, cruzarnos de piernas en el metro, dejar que los hombres nos expliquen cosas que conocemos de sobra, que nos llamen “bonita” o aludan en un entorno laboral a nuestra apariencia física en lugar de nuestra capacidad intelectual… y muchas, muchísimas cosas más que tenemos que aguantaros a los buenistas que “ni machismo ni feminismo, igualdad”. Porque la cuestión es que señalamos todas las injusticias porque existen, están ahí. Dejar de nombrarlas no hace que el problema desaparezca. Y las feministas no somos las malas por evidenciarlas, porque son cuestiones que nosotras no hemos provocado, pero cuyas consecuencias sufrimos. El punto de no retorno es decidir que me importa una mierda si molesto con mis comentarios, porque si mis comentarios molestan es que están dando en la diana. Que le vamos a hacer, unos cuantos amigos menos en Facebook me parece un mal menor. Pasar por un proceso de cambio social no es fácil. No creo que los abolicionistas fueran aplaudidos por decirle a sus coetáneos “oye, sacar negocio con la esclavitud es contrario a la dignidad humana”. No es fácil, pero es necesario. Es necesario seguir hablando de las injusticias, intentar no rendirse ante la presión del status quo. Y es un trabajo en equipo. Yo también soy conformista a veces. También necesito que alguien me diga que algo es injusto si no lo veo. Es algo que tenemos que definir entre todos. Lo que no podemos hacer es ceder ante esas presiones. He aquí mi declaración de intenciones como feminista: mientras sigan muriendo mujeres por ser mujeres, ya sea a manos de sus parejas, ex parejas, o desconocidos; mientras sigamos sufriendo violaciones o siendo explotadas laboralmente, por nombrar solo algunas de las opresiones sufridas, seguiré hablando de ello hasta que cambie. Si a alguien no le gusta oírlo es que es parte del problema. Son muchísimas cosas las que hay por cambiar y mucho lo que tenemos por construir para derribar las desigualdades y consolidar una sociedad equitativa. Las cosas pequeñas, esos elementos que llamamos micromachismos, son los más difíciles de combatir, los más arraigados en nosotros, la raíz del problema. Porque, parafraseando un artículo que ya escribí sobre la violencia de género: puede que no todos matéis pero todos, en algún momento de vuestras vidas, habéis actuado como instrumento de un sistema opresor. Hablo de feminismo, pero esto es aplicable a cualquier injusticia. De las frases inspiradoras de Gandhi una de mis favoritas es aquella que dice: lo peor de la gente mala es el silencio de la gente buena.
Pececito, ¿y por qué habrías de dar explicaciones sobre por qué defiendes lo que defiendes? Es muy digno que lo hagas, por pesada que le parezcas a nadie. Pedir justicia no es pecado, ni delito, ni falta, ni está feo. Yo protesto contra las denuncias falsas porque las han sufrido familiares míos y creo que también han de desaparecer, se ha de hablar de ello y se ha de pedir algún tipo de ajuste en las leyes, pero tengo claro, obviamente, que la violencia contra la mujer es un problema mucho más urgente, porque cuesta vidas. Los que te conocemos, sabemos que eres así, y así te queremos. Hablando de Facebook... Tengo que mandarte un privadito, no se me había ocurrido usar ese medio. Ese escrito no es mio Tay. Se me olvidó poner la fuente. http://diario16.com/morderse-la-lengua/ Creo que es público y notorio que yo no me la muerdo. ...y además duele y sangra mucho. Algunos ya se que pensais que no me la muerdo para no envenenarme. Yo hasta me dejaría morder, si mi abuela lo precisara...; por venenosa que fueras. el.loco.lucas- Administrador
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por el.loco.lucas Jue Jul 13, 2017 5:37 pm Pur escribió: el.loco.lucas escribió:https://www.facebook.com/ElHuffPost/videos/1492561874142598/ que grande jajajajaja Es genial Marta Flich el.loco.lucas- Administrador
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por el.loco.lucas Jue Jul 13, 2017 5:38 pm marapez escribió: NEROCAESAR escribió: marapez escribió: tay escribió: marapez escribió:- Spoiler:
Morderse la lengua
Llega un momento en la vida de toda persona en que tiene que decidir entre ceder ante las presiones sociales y morderse la lengua para ser aceptada o decidir que le importa una mierda que dejen de invitarte a quedar o te traten como a una loca por decir lo que piensas. Veréis, yo nunca me he mordido mucho la lengua. De pequeña me encantaba hablar de política. Sólo con la edad empiezas a sentir la presión social para ser una ciudadana conformista. Porque molestas. Molestas cuando hablas a la gente de los niños esclavos que han fabricado la camiseta que llevan o cuando le comentas a tu amigo que esa hamburguesa que se come cuesta una buena porción del Amazonas. Molestas cuando evidencias injusticias, y mucho. Y entonces tienes que hacer concesiones para que tus amigos no dejen de hablarte.
Por eso las feministas molestamos tanto. Y todas nos hemos tenido que morder la lengua porque está muy mal visto hablar de feminismo o patriarcado. El machismo es algo que siempre he observado y criticado. Pero es cierto que ha habido momentos en que me he contenido. Nos han enseñado a “respetar”, a no significarnos. Así que cuando mis amigos se empeñaban en hablarme de denuncias falsas por mucho que les enseñara el informe de CGPJ sobre el reducido porcentaje de denuncias falsas que existen para los delitos de género en comparación al resto de delitos del código penal me mordía la lengua. ¿Qué más podía hacer? Les había enseñado los datos y ellos seguían sin verlo. Pero no podían ser machistas, porque eran de izquierdas, hablaban de igualdad, condenaban el racismo o la homofobia. ¡Ilusa! También me mordía la lengua al principio, cuando contaban chistes machistas. Les concedía el beneficio de la duda, con la esperanza de que un día por fin escucharan mis argumentos y empezaran a entender. Pero, sobre todo callaba porque eran mis amigos, porque presuponía que ellos me respetaban, me costaba concebir que no lo hicieran y me sentía como si yo les estuviera invadiendo su espacio. En realidad era a la inversa. No quería dinamitar nuestra amistad, no quería romperla por una disputa que me parecía absurda, porque en realidad siempre he sido más o menos capaz de mantener amistad con personas con opiniones distintas a las mías, siempre que hubiera respeto. Pero esto no es una mera cuestión de opinión. No estamos hablando de si el color lila es más bonito que el azul.Estamos hablando de que yo opino que merezco los mismos derechos que los hombres y ellos son incapaces de ver que no los tengo. Estamos hablando, en fin, de evidenciar una injusticia. Me he mordido la lengua siempre para no provocarlos, pero empecé a darme cuenta de que cada vez que callaba y me achantaba ellos se crecían. Mis argumentos no servían de nada. Comenzaron a hacerme bromas más soeces e insistentes, a hacer comentarios y alusiones continuas. No valoraban ni mi amistad ni mi opinión, era la única e inevitable conclusión. No servía de nada que yo intentara ser conciliadora porque hiciera lo que hiciera al final respondía a alguna de las provocaciones y entonces me señalaban como la polémica, la agresiva. Ahí llegó mi punto de no retorno. Parecía que era una cansina, una pesada, porque estaba todo el rato hablando de machismo y señalando actitudes que eran machistas y que, por tanto, atacaban mis derechos. Pues permitid que os diga que resulta mucho más pesado para nosotras tener que estar continuamente señalando cuestiones evidentes, tener que sonreír ante bromas pesadas, cruzarnos de piernas en el metro, dejar que los hombres nos expliquen cosas que conocemos de sobra, que nos llamen “bonita” o aludan en un entorno laboral a nuestra apariencia física en lugar de nuestra capacidad intelectual… y muchas, muchísimas cosas más que tenemos que aguantaros a los buenistas que “ni machismo ni feminismo, igualdad”. Porque la cuestión es que señalamos todas las injusticias porque existen, están ahí. Dejar de nombrarlas no hace que el problema desaparezca. Y las feministas no somos las malas por evidenciarlas, porque son cuestiones que nosotras no hemos provocado, pero cuyas consecuencias sufrimos. El punto de no retorno es decidir que me importa una mierda si molesto con mis comentarios, porque si mis comentarios molestan es que están dando en la diana. Que le vamos a hacer, unos cuantos amigos menos en Facebook me parece un mal menor. Pasar por un proceso de cambio social no es fácil. No creo que los abolicionistas fueran aplaudidos por decirle a sus coetáneos “oye, sacar negocio con la esclavitud es contrario a la dignidad humana”. No es fácil, pero es necesario. Es necesario seguir hablando de las injusticias, intentar no rendirse ante la presión del status quo. Y es un trabajo en equipo. Yo también soy conformista a veces. También necesito que alguien me diga que algo es injusto si no lo veo. Es algo que tenemos que definir entre todos. Lo que no podemos hacer es ceder ante esas presiones. He aquí mi declaración de intenciones como feminista: mientras sigan muriendo mujeres por ser mujeres, ya sea a manos de sus parejas, ex parejas, o desconocidos; mientras sigamos sufriendo violaciones o siendo explotadas laboralmente, por nombrar solo algunas de las opresiones sufridas, seguiré hablando de ello hasta que cambie. Si a alguien no le gusta oírlo es que es parte del problema. Son muchísimas cosas las que hay por cambiar y mucho lo que tenemos por construir para derribar las desigualdades y consolidar una sociedad equitativa. Las cosas pequeñas, esos elementos que llamamos micromachismos, son los más difíciles de combatir, los más arraigados en nosotros, la raíz del problema. Porque, parafraseando un artículo que ya escribí sobre la violencia de género: puede que no todos matéis pero todos, en algún momento de vuestras vidas, habéis actuado como instrumento de un sistema opresor. Hablo de feminismo, pero esto es aplicable a cualquier injusticia. De las frases inspiradoras de Gandhi una de mis favoritas es aquella que dice: lo peor de la gente mala es el silencio de la gente buena.
Pececito, ¿y por qué habrías de dar explicaciones sobre por qué defiendes lo que defiendes? Es muy digno que lo hagas, por pesada que le parezcas a nadie. Pedir justicia no es pecado, ni delito, ni falta, ni está feo. Yo protesto contra las denuncias falsas porque las han sufrido familiares míos y creo que también han de desaparecer, se ha de hablar de ello y se ha de pedir algún tipo de ajuste en las leyes, pero tengo claro, obviamente, que la violencia contra la mujer es un problema mucho más urgente, porque cuesta vidas. Los que te conocemos, sabemos que eres así, y así te queremos. Hablando de Facebook... Tengo que mandarte un privadito, no se me había ocurrido usar ese medio. Ese escrito no es mio Tay. Se me olvidó poner la fuente. http://diario16.com/morderse-la-lengua/ Creo que es público y notorio que yo no me la muerdo. ...y además duele y sangra mucho. Algunos ya se que pensais que no me la muerdo para no envenenarme. marapez- V.I.P.
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por marapez Jue Jul 13, 2017 11:41 pm Pur escribió:chiste machista, qué bajo caíste, voy a proponer que te quiten el carnet de feminista Es machista? . Yo lo pienso pues de muchos tios. Ostras!! Tengo que reciclarme!!. marapez- V.I.P.
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por marapez Jue Jul 13, 2017 11:42 pm NEROCAESAR escribió: marapez escribió: NEROCAESAR escribió: marapez escribió: tay escribió: marapez escribió:- Spoiler:
Morderse la lengua
Llega un momento en la vida de toda persona en que tiene que decidir entre ceder ante las presiones sociales y morderse la lengua para ser aceptada o decidir que le importa una mierda que dejen de invitarte a quedar o te traten como a una loca por decir lo que piensas. Veréis, yo nunca me he mordido mucho la lengua. De pequeña me encantaba hablar de política. Sólo con la edad empiezas a sentir la presión social para ser una ciudadana conformista. Porque molestas. Molestas cuando hablas a la gente de los niños esclavos que han fabricado la camiseta que llevan o cuando le comentas a tu amigo que esa hamburguesa que se come cuesta una buena porción del Amazonas. Molestas cuando evidencias injusticias, y mucho. Y entonces tienes que hacer concesiones para que tus amigos no dejen de hablarte.
Por eso las feministas molestamos tanto. Y todas nos hemos tenido que morder la lengua porque está muy mal visto hablar de feminismo o patriarcado. El machismo es algo que siempre he observado y criticado. Pero es cierto que ha habido momentos en que me he contenido. Nos han enseñado a “respetar”, a no significarnos. Así que cuando mis amigos se empeñaban en hablarme de denuncias falsas por mucho que les enseñara el informe de CGPJ sobre el reducido porcentaje de denuncias falsas que existen para los delitos de género en comparación al resto de delitos del código penal me mordía la lengua. ¿Qué más podía hacer? Les había enseñado los datos y ellos seguían sin verlo. Pero no podían ser machistas, porque eran de izquierdas, hablaban de igualdad, condenaban el racismo o la homofobia. ¡Ilusa! También me mordía la lengua al principio, cuando contaban chistes machistas. Les concedía el beneficio de la duda, con la esperanza de que un día por fin escucharan mis argumentos y empezaran a entender. Pero, sobre todo callaba porque eran mis amigos, porque presuponía que ellos me respetaban, me costaba concebir que no lo hicieran y me sentía como si yo les estuviera invadiendo su espacio. En realidad era a la inversa. No quería dinamitar nuestra amistad, no quería romperla por una disputa que me parecía absurda, porque en realidad siempre he sido más o menos capaz de mantener amistad con personas con opiniones distintas a las mías, siempre que hubiera respeto. Pero esto no es una mera cuestión de opinión. No estamos hablando de si el color lila es más bonito que el azul.Estamos hablando de que yo opino que merezco los mismos derechos que los hombres y ellos son incapaces de ver que no los tengo. Estamos hablando, en fin, de evidenciar una injusticia. Me he mordido la lengua siempre para no provocarlos, pero empecé a darme cuenta de que cada vez que callaba y me achantaba ellos se crecían. Mis argumentos no servían de nada. Comenzaron a hacerme bromas más soeces e insistentes, a hacer comentarios y alusiones continuas. No valoraban ni mi amistad ni mi opinión, era la única e inevitable conclusión. No servía de nada que yo intentara ser conciliadora porque hiciera lo que hiciera al final respondía a alguna de las provocaciones y entonces me señalaban como la polémica, la agresiva. Ahí llegó mi punto de no retorno. Parecía que era una cansina, una pesada, porque estaba todo el rato hablando de machismo y señalando actitudes que eran machistas y que, por tanto, atacaban mis derechos. Pues permitid que os diga que resulta mucho más pesado para nosotras tener que estar continuamente señalando cuestiones evidentes, tener que sonreír ante bromas pesadas, cruzarnos de piernas en el metro, dejar que los hombres nos expliquen cosas que conocemos de sobra, que nos llamen “bonita” o aludan en un entorno laboral a nuestra apariencia física en lugar de nuestra capacidad intelectual… y muchas, muchísimas cosas más que tenemos que aguantaros a los buenistas que “ni machismo ni feminismo, igualdad”. Porque la cuestión es que señalamos todas las injusticias porque existen, están ahí. Dejar de nombrarlas no hace que el problema desaparezca. Y las feministas no somos las malas por evidenciarlas, porque son cuestiones que nosotras no hemos provocado, pero cuyas consecuencias sufrimos. El punto de no retorno es decidir que me importa una mierda si molesto con mis comentarios, porque si mis comentarios molestan es que están dando en la diana. Que le vamos a hacer, unos cuantos amigos menos en Facebook me parece un mal menor. Pasar por un proceso de cambio social no es fácil. No creo que los abolicionistas fueran aplaudidos por decirle a sus coetáneos “oye, sacar negocio con la esclavitud es contrario a la dignidad humana”. No es fácil, pero es necesario. Es necesario seguir hablando de las injusticias, intentar no rendirse ante la presión del status quo. Y es un trabajo en equipo. Yo también soy conformista a veces. También necesito que alguien me diga que algo es injusto si no lo veo. Es algo que tenemos que definir entre todos. Lo que no podemos hacer es ceder ante esas presiones. He aquí mi declaración de intenciones como feminista: mientras sigan muriendo mujeres por ser mujeres, ya sea a manos de sus parejas, ex parejas, o desconocidos; mientras sigamos sufriendo violaciones o siendo explotadas laboralmente, por nombrar solo algunas de las opresiones sufridas, seguiré hablando de ello hasta que cambie. Si a alguien no le gusta oírlo es que es parte del problema. Son muchísimas cosas las que hay por cambiar y mucho lo que tenemos por construir para derribar las desigualdades y consolidar una sociedad equitativa. Las cosas pequeñas, esos elementos que llamamos micromachismos, son los más difíciles de combatir, los más arraigados en nosotros, la raíz del problema. Porque, parafraseando un artículo que ya escribí sobre la violencia de género: puede que no todos matéis pero todos, en algún momento de vuestras vidas, habéis actuado como instrumento de un sistema opresor. Hablo de feminismo, pero esto es aplicable a cualquier injusticia. De las frases inspiradoras de Gandhi una de mis favoritas es aquella que dice: lo peor de la gente mala es el silencio de la gente buena.
Pececito, ¿y por qué habrías de dar explicaciones sobre por qué defiendes lo que defiendes? Es muy digno que lo hagas, por pesada que le parezcas a nadie. Pedir justicia no es pecado, ni delito, ni falta, ni está feo. Yo protesto contra las denuncias falsas porque las han sufrido familiares míos y creo que también han de desaparecer, se ha de hablar de ello y se ha de pedir algún tipo de ajuste en las leyes, pero tengo claro, obviamente, que la violencia contra la mujer es un problema mucho más urgente, porque cuesta vidas. Los que te conocemos, sabemos que eres así, y así te queremos. Hablando de Facebook... Tengo que mandarte un privadito, no se me había ocurrido usar ese medio. Ese escrito no es mio Tay. Se me olvidó poner la fuente. http://diario16.com/morderse-la-lengua/ Creo que es público y notorio que yo no me la muerdo. ...y además duele y sangra mucho. Algunos ya se que pensais que no me la muerdo para no envenenarme. Yo hasta me dejaría morder, si mi abuela lo precisara...; por venenosa que fueras. Pues ya te he dado unos cuantos... Pur- V.I.P.
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por Pur Sáb Jul 15, 2017 5:46 pm marapez escribió: Pur escribió:chiste machista, qué bajo caíste, voy a proponer que te quiten el carnet de feminista Es machista? . Yo lo pienso pues de muchos tios. Ostras!! Tengo que reciclarme!!. No sé, es porque se les dice víboras a las mujeres (y por tal motivo se hace el chiste de que si se muerden la lengua se envenenan) ¿No?... lo tengo como un calificativo machista muy usual (como el de "brujas"), en alusión al estereotipo de que las mujeres nos reunimos entre nosotras para criticar (y por eso seríamos enredadas y venenosas como víboras). marapez- V.I.P.
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por marapez Sáb Jul 15, 2017 8:53 pm el.loco.lucas- Administrador
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por el.loco.lucas Sáb Jul 15, 2017 9:16 pm marapez escribió: Pur- V.I.P.
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por Pur Sáb Jul 15, 2017 10:21 pm Es muy largo, ¿no hay uno que lo explique en uno o dos pasos? tay- V.I.P.
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por tay Sáb Jul 15, 2017 10:22 pm el.loco.lucas- Administrador
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por el.loco.lucas Dom Jul 16, 2017 2:43 am El llobu- V.I.P.
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por El llobu Dom Jul 16, 2017 12:46 pm Se puede explicar fácilmente con tres palabras: "no es no".
Salud y República. el.loco.lucas- Administrador
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por el.loco.lucas Dom Jul 16, 2017 1:06 pm El llobu escribió:Se puede explicar fácilmente con tres palabras: "no es no".
Salud y República. Sí. Lo que ocurre es que esa frase, que parece tan obvia, hay demasiada gente que no la entiende. Por ejemplo los diputados socialistas. El llobu- V.I.P.
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por El llobu Dom Jul 16, 2017 2:43 pm el.loco.lucas escribió: El llobu escribió:Se puede explicar fácilmente con tres palabras: "no es no".
Salud y República. Sí. Lo que ocurre es que esa frase, que parece tan obvia, hay demasiada gente que no la entiende. Por ejemplo los diputados socialistas. Quizá sean demasiadas palabras seguidas. Podemos resumirlo todavía más: "NO". Pero son dos letras, quizá sean demasiadas para que se entienda. Aunque se pregunta el llobu qué parte de "NO" no son capaces de entender. Salud y República. el.loco.lucas- Administrador
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por el.loco.lucas Dom Jul 16, 2017 2:48 pm El llobu escribió: el.loco.lucas escribió: El llobu escribió:Se puede explicar fácilmente con tres palabras: "no es no".
Salud y República. Sí. Lo que ocurre es que esa frase, que parece tan obvia, hay demasiada gente que no la entiende. Por ejemplo los diputados socialistas. Quizá sean demasiadas palabras seguidas. Podemos resumirlo todavía más: "NO". Pero son dos letras, quizá sean demasiadas para que se entienda. Aunque se pregunta el llobu qué parte de "NO" no son capaces de entender. Salud y República. El P soE ha demostrado tener grandes problemas para entender la S y la O, así que ya sabes qué parte de NO es la que no entienden... El llobu- V.I.P.
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por El llobu Dom Jul 16, 2017 3:05 pm el.loco.lucas escribió: El llobu escribió: el.loco.lucas escribió: El llobu escribió:Se puede explicar fácilmente con tres palabras: "no es no".
Salud y República. Sí. Lo que ocurre es que esa frase, que parece tan obvia, hay demasiada gente que no la entiende. Por ejemplo los diputados socialistas. Quizá sean demasiadas palabras seguidas. Podemos resumirlo todavía más: "NO". Pero son dos letras, quizá sean demasiadas para que se entienda. Aunque se pregunta el llobu qué parte de "NO" no son capaces de entender. Salud y República. El P soE ha demostrado tener grandes problemas para entender la S y la O, así que ya sabes qué parte de NO es la que no entienden... Salud y República. tay- V.I.P.
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por tay Dom Jul 16, 2017 11:28 pm El llobu escribió:Se puede explicar fácilmente con tres palabras: "no es no".
Salud y República. La viñeta número uno me ha hecho pensar, y es así, como tú dices. Desde la mediana edad se ve de otro modo, pero recuerdo mi adolescencia, pasando hacia la juventud, que es cuando se tienen los primeros tanteos sexuales, cuando uno idealiza a la persona que le gusta (que suele ser otro adolescente inexperto)... La cantidad de amigas (me incluyo en el grupo) que habremos pasado por el horroroso trago de decir que NO, después de haber soñado durante semanas con un beso que no llegaba nunca. Y es que, por muy enamoradas que estuviéramos, podía suceder, (y sucedía, y se pasa fatal porque se le caen a una los esquemas) que, una vez iniciado el juego íntimo, una vez que pensábamos: (hoy sí, llegó el maravilloso día) y se consumaban las primeras caricias, había algo que no... algo que no iba bien, que no estábamos a gusto, que no lo disfrutábamos como creíamos que lo íbamos a disfrutar, que en vez de gustirrinín empezábamos a sentir náusea, y miedo, e incluso dolor por las caricias que comenzaban a ser algo forzadas... MUY DESAGRADABLE. Pero peor aún era ver a la parejita, totalmente encendido (que se comprende, ¿cómo no lo íbamos a comprender?), fuera de sí de la excitación, EXIGIENDO que siguiéramos con el juego, porque lo habíamos empezado. Algunas de mis amigas dieron con auténticos groseros (suerte que no me tocó ninguno, porque si me toca uno de ésos, le meto el zapato en la boca, por grosero) que las llamaban "calientapollas", y llegaron a forzarlas hasta que les frenó que se echaran a llorar. Lejos de entendernos, o de intentar comprender qué nos había pasado, cortaban la relación de cuajo, y se ocupaban de avisar a navegantes, poniéndonos etiquetas que en una pandillita de juventud son muy duras de llevar. Igual me he extendido demasiado con el tocho; sólo quería que se entendiera lo que para una chiquilla significa un momento de éstos. Por eso, a más de una adolescente le he hablado de ello y le he dicho que no ceda JAMÁS, por mucho que insista su noviete, si ella no se encuentra a gusto con el momento. Para esto no nos preparaban las madres. por Contenido patrocinado
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