"A un pobre tamborcito le pegaban en el cachete. Hasta una postemía se le había hecho y se había puesto un parche cherche donde le daban con todas sus ganas. El tamborcito vino un día y, en un rinconcito, le dijo a un saxofón que vestía uniforme nuevito con botones de oro y cachucha de marfil:
—A uno, de pobrecito, lo golpean que da gusto, sólo porque es gordo y no sabe chiflar melodías de arrabal. Y a vos, que sos rico y te vestís catrín, sólo besos te dan en la boca.
—¡Ja, ja ,ja! —se rió el saxofón— es que a vos te tienen para que vayás aprendiendo el oficio de tocatis cantis yasbán, que le dicen. Y como sólo sabes la "O" por lo redondo, y sólo decís: ¡O, o, o", por eso te dan palo seco. Porque dicen que la letra con sangre entra, cuánto más las notas, que son enanitos prietos del país de Miopía.
—Yo quiero que a mí me soplen como a vos —dijo el tamborcito.
—Decile a esa bicicleta que te preste su inflador, para que te sople —aconsejó el saxofón.
—Decile vos, haceme ese favor —le pidió el tamborcito.
El saxofón sintió un cuis de lástima y le dijo a la bicicleta:
—Bicicleta de dos ruedas, cachuda en la nalga, cintura de oro y plata, dice este tamborcito que si le prestas el inflador para que lo sople.
—¡Seguretes cuetes y el gusto es mío! —respondió la bicicleta, y le prestó el inflador.
El inflador se puso a soplar y a soplar al tambor, sin que lograra sonar nadita hasta que de repente... ¡pum!... reventó como una bomba de guerra.
Dijo entonces la bicicleta, dirigiéndose malignamente a saxofón:
—¡Ahí está! ¡Lo quisiste vos! Que por hacerle un favor al tamborcito le deshiciste el cachete. Yo ya me lo suponía; por eso te dije "seguretes cuetes". Porque de cuetes a bombas sólo hay un paso de polca —y se rió con su timbrito. Y siacabuche."
El P©stiguet