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Desconozco si ustedes han oído alguna vez hablar del “tren botijo”. Así se llamaban aquellos trenes de vapor, que soltaban unas carbonillas que si abrías la ventana y te daban en un ojo, te lo amorataba y estabas todo el verano sin poder ver.
Eran unos trenes que al llegar el verano discurrían desde la meseta, concretamente desde Madrid, hacia las playas de Alacant. Como pueden imaginarse tardaban una eternidad, y sin frigoríficos que no existían, la gente refrescaba la garganta y aplacaba la sed, con agua de unos botijos que colgaban en las ventanillas para airearlos.
Hoy, sábado, víspera de la Semana Santa, de nuevo han llegado los trenes completos de ciudadanos del centro peninsular ávidos de tomar el sol levantino y bañarse en el cálido Mediterráneo, pero ya no hay botijo en las ventanillas. El aire acondicionado enchufado si hace falta, y unos vagones-bar bien surtidos de refrescantes bebidas, incluyendo la Coca-Cola del boicot podemita, hacen que el mote ya no sirva ni se conozca.
Pues a bañarse, a ponerse morenos, o rojos como tomates, y a pasarlo bien...
El P©stiguet