El novato que me han encasquetado está dale que te pego, para crear cierta camaradería artificial y enmascarar sus nervios está a vueltas con los japos. Los japos hijos de puta, los agarraba y les daba una lección, no habría cosa que no les hiciese excepto saludarlos. Está conduciendo para familiarizarse con las calles, está demostrado que el que hace algo parte en posición de ventaja con el que las ve venir. Me cago en...yo esperaba que estuviese callado y soltarle un par de consejos inocentes para cubrir el expediente.
-No tengo a nadie que estuviese en Pearl Harbour- digo distraído.
Pero pienso en los japos, ya se me ha metido en la cabeza con tanta charleta. Quiere decir que no podré sacar pasta a los amarillos durante un tiempo, a muchos les confundirán con el que no es y habrán corrido a cuidarse hasta que escampe. No montarán sus partidas clandestinas a Mahjong y eso significa ingresos cero para ellos y en consecuencia para mí. Aunque nunca se sabe, no es recomendable que vayan por ahí algunos pensando que se han librado. De la falta de costumbre a olvidarse, de olvidarse a tomarme a pitorreo y no sería tolerable.
Entre Fairfax y Santa Monica se agolpa la gente, unas quince personas se concentran. Le digo al novato que reduzca. Aparcamos y nos abrimos paso a comprobar.
-Por favor, abran paso, por favor.
Un hombre es el que atraía su atención, sangra por la cabeza y la postura retorcida de sus piernas no augura nada bueno, respira con dificultad en medio de la acera. Huele a caída desde una gran altura. Parece que quiere hablar y me acerco. Lo que me dice me deja confuso por ser ininteligible:
-Decidle a Michael Jackson que no se vuelva blanco- y el hombre cierra los ojos.
-Tú, novato, avisa a una ambulancia, bolsa negra. A ver señores- echo una visual a la gente buscando al que parezca menos conmocionado. Lo encuentro, pinta de contable:- Usted, ¿ha visto lo que ha ocurrido?
-Escuché el ruido cuando cayó, tiene que haber sido de este edificio. Diría que desde la azotea
-Vale, gracias, señor.
Hay algo en el suicida que me llama la atención, algo indefinible. Creo que es la ropa, es como si no encajase
y estuviera fuera de lugar. Demasiado nueva si uno se abstrae de las manchas de sangre. Incluso noto que del pantalón se asoma la etiqueta con el precio desde el interior, 20 pavos con 5. Que me aspen, ¿20 pavos? Unos pantalones así como mucho 3 y gracias, el hombre no parece un ricachón. Además, ¿qué puñetas hace un suicida estrenando ropa? Entro al portal del edificio a tocar puertas y a preguntar a los vecinos. Nada, no, no sé. En la azotea bingo, al lado de la cornisa se puede ver un extraño aparato rectangular,de unos 15 por 10. Tiene el centro con un pequeña grieta en el cristal, supongo que al haber caído al suelo, ¿es un espejo? Tiene un par de botones que desconozco para qué servirán. Por probar no pierdo nada, aprieto uno con la puta del bolígrafo para no enmierdar lo de las huellas dactilares y sale un símbolo y una barra que se desliza. Qué cosa más curiosa y a la vez inútil. Cinco minutos después y tras entender que lo símbolos que aparecen en el espejo, que ahora se ha iluminado, se pueden accionar estoy viendo a nuestro querido aviador sin motor. Está sonriendo, parece ser que se hizo un par de fotos, tienen que serlas, tomando las vistas con él en primer plano y cada una más cerca del borde y del gran salto. Ni jodida idea de qué hacer con la prueba, ¿la enseño? Mejor me la quedo, después de todo sé que ha tropezado, aquí no hay nada más que rascar y tengo la cabeza mareada. Ya en casa, metido en el garaje haciendo que ordeno mis herramientas no sé a qué le he dado que leo Michael Jackson. Y claro, tengo curiosidad y aprieto.