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Tengo la completa convicción, que Europa, la misma que ha dado la razón a Rajoy ante la declaración de independencia de Catalunya para que el gobierno central intervenga, le habrá puesto alguna condición, y, la principal, es que no haya violencia ni fuerce militar ni policíacamente la situación, pues Europa, la que le ayuda, no está para juegos con soldaditos de plomo. Porque no nos engañemos, el ala más radical del PP y la nueva Falange que representa Ciudadanos, estaba por una intervención pura y dura, y el descafeinado PSOE, bastante tiene con arrastrarse ante los anteriormente citados; es la calle de la Amargura que se ha diseñado.
Y llego a esta convicción, pues desde voces dentro del PP que le recordaban a Puigdemon el fusilamiento de Lluís Companys, hasta la soberbia con la que se mostraban algunos dirigentes, o la de indicar unas selecciones para dentro de seis meses cuando todo lo tuvieran controlado (hasta el puerto de Barcelona lo intentaban controlar desde Madrid) más con las complicaciones ciudadanas que esa locura hubiese dado pie, rebajar tanto las pretensiones no es cosa propia de los populares, tan creídos y convencidos que siempre pisan tierra propia.
Por una parte, la moderación en el lenguaje y las formas de los independentistas, y la moderación de la ciudadanía catalana, salvo esos grupúsculos fascistoides de la extrema derecha siempre violentos, contrastan con la prepotencia españolista, pero el tirón de orejas que creo ha existido por parte de Europa, hace que tengamos tranquilidad. Cierto sector del PP intentaba tensar la cuerda al máximo buscando alteraciones del orden público y tener una “razón poderosísima” para una mayor intervención o invasión. Europa, como acreedora de la gran deuda que España tiene, ha puesto el límite. Es la primera vez que una enorme deuda, unos 40.000 euros por cada español, que tanto he criticado, es una bendición, porque no debiendo nada a Europa ésta hubiese mirado hacia otra parte, y aquí se arma otra vez el belén, cosa que tanto gusta a determinados políticos e intereses bastardos nacionales.
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