¿DE TAL PALO, TAL ASTILLA?
Pues miren que soy refranero porque creo en ellos como nacidos de la cultura popular, que no confundir, por el nombre, con el partido más corrupto de España y sus colonias norteafricanas. La cultura de los populares sólo da para leer el Marca, y en su defecto el AS.
Pero él era un hombre campechano, alegre, dicharachero, lo que se conoce en lenguaje coloquial como un “viva la virgen” . Vivía para pasárselo de coña marinera, y su canción preferida era esa de Julito, “soy un bribón, soy un señor”. Y la gente, oigan, le respetaba, pues al final, como decía mi señora abuela, de tendero cambiarás pero de ladrón no te salvarás.
Y vino su hijo; el del padre, naturalmente, no el de mi abuela. Y el hijo, oigan, como que no. Que del hijo al padre es como lo de oca a oca y tiro porque me toca. Ni campechano, porque más bien parece un estirao, ni alegre, con una cara avinagrada que no se sabe si tiene almorranas o dolor de muelas, ni dicharachero. Es o aparenta, por decirlo suave, un engreído. Y no es que el puesto de dirigente de la factoría de papá se lo haya ganado a pulso, o sea, currando, no, pero como si hubiese hecho méritos para tal gerencia va por el mundo.
Y el caso es que la fábrica no funciona como antaño. Se vende menos, se compra poco, y los beneficios escasos no se reparten entre los accionistas, pero él, que parece que la reina de Inglaterra le guarde las ovejas, mira por encima de su hombro, sobre todo a los que no le ríen las gracias, esas gracias que le faltan lo mismo que a su padre le sobraban.
Y allá, por la Roma del Trastévere, lo ven y dicen que no, que de tal palo no pudo salir tal astilla. En fín, cosas que pasan...