¿PARA CUÁNDO EL PP A LA CALLE?

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Que el PP cada vez tiene menos apoyo ciudadano está más que claro. Desde todas las esquinas de la ciudadanía se levanta un clamor de desconfianza. Se le ve sin ideas, ni siquiera aquellas que tanto daño han hecho a la parte más débil de la sociedad, que ya es perder intenciones. Están ahí porque alguien debe estar, y algún otro “alguien” debiera ser su relevo. Es más, incluso ideas iguales de neoliberalismo, que siendo perjudiciales en lo económico no lo serían tanto, al menos lo supongo, en el orden de las libertades que poco a poco van amputando los populares. Si hay un refrán español que dice: los duelos con pan son menos, procuremos que el pan no falte, y si de paso se le da una vuelta en el sentido de aflojar a las leyes rajonianas que restan libertad al ciudadano, o eliminarlas, algo ganaremos.
 
Los políticos, y ahora me refiero a los de izquierdas, debieran pensar que cada día que Rajoy permanece en la Moncloa, es una rémora para el avance que se necesita en tantos órdenes, que yo aumentaría a decir que en todos. La España que tanto nos constó conseguir, sin llegar a ser aún la deseada, vemos como mengua por una actitud cerril y escasez de democracia en el PP que nos atrasa en relación a nuestros vecinos.
 
Estamos en un momento en donde se necesita generosidad. Hay que ser consecuentes que resulta imposible un Gobierno de izquierdas, por supuesto democrático y nada dado a revoluciones, pero por diversas causas como falta de credibilidad, actitudes fuera de tono, hacen eternizar a los populares, que es lo mismo que decir empobrecer a los trabajadores, impedir mejorar a los pequeños empresarios, profesionales y autónomos, que es en realidad empequeñecer a España. Las multinacionales, los grandes empresarios y los fondos buitres, son otra cosa.
 
A Rajoy el separatismo le viene como anillo al dedo para embaucar a un creciente nacionalismo español que no sirve para dar de comer al necesitado, aunque ciertamente no nace con la dimensión que él creyese.
 
O la izquierda de Podemos se pone las pilas y rebaja sus quimeras de gobernar ínsulas y piensa más en desplazar del Gobierno al PP apoyando otras alternativas, o vemos a Rajoy gobernando desde el geriátrico.

¿Qué quimeras? ¿Quitar unos neoliberales para poner otros?

Salud y República.

Quiero prolongar algo más mi escrito, usando una frase de Zorrilla en su Don Juan Tenorio, cuando éste es recriminado por su padre y por sus fechorías niega conocerlo como hijo, y Tenorio le responde así:
 
—¿Quién nunca a ti se volvió,
ni quién osa hablarme así,
ni qué se me importa a mi
que me conozcáis o no?
 
Y hay mucho paralelismo con ciertas ideas de que el político nunca ha de ser generoso, ni tan siquiera con los ciudadanos a los que dice representar, y, de los que vivirá. No lo olvidemos.
 
Podemos, una organización política más, sin nada especial que la distinga de la casta, solo mira, como el resto, por sus intereses. La generosidad no es cosa suya, como no lo es en otras agrupaciones. ¿Qué se me importa a mí —podría decir— que hayan cientos de miles de ciudadanos en el umbral de la pobreza o la hayan traspasado? Eso no es de mi incumbencia. Si desean que cambie sus vidas con mis políticas, o bien que me voten todos, o bien que me ofrezcan el oro y el moro las otras organizaciones para que les de su apoyo y puedan rebajar la intensidad de recortes de derechos y libertades y un asomo, ligero o no, de mejor reparto de la riqueza.
 
Entonces no cabe otra que los ciudadanos se alejen de todas ellas. Si no son capaces de frenar sus deseos en pro de la gente ¿qué narices pueden importarle ellos a la gente? Y ojo, aviso para navegantes, cuando los ciudadanos pierden la confianza en los políticos, cuando éstos no les ofrecen garantías de libertad y prosperidad, siempre pueden aparecer cantos de sirenas, o maderos incendiados a los que agarrase ante el naufragio. Eso tiene un nombre que pone los pelos de punta: dictaduras. Y aquí, para nuestra desgracia, siempre será una dictadura de la extrema derecha. Ojito, no sea que un día lloremos mujerilmente como Boabdil, lo que no hemos sabido defender como hombres.

¿Qué ocurriría si en las próxima selecciones nadie se acercara a las urnas? Y si bien es verdad que nadie es mucho pedir, que fueran un 15 o 20% como máximo. Y no porque al ciudadano no le importe lo que harán los políticos, sino para demostrarles que ya está bien de reírse de nosotros. Sería, que nadie lo dude, un fuerte bofetón en plena cara, y sé, o me imagino, que no se avergonzarían, pues la vergüenza política es lo que menos conocen, pero igual se lo pensaban mejor.

Aquí ya no se trata de elegir a unos u otros, sino demostarles que los tenemos por obligación, por imperativo de la ley, pero que no nos reconocemos representados por ellos, porque esta gente que sólo nos utiliza para sus intereses, no nos representan. Por lo tanto, si hay voto porque la democracia nos gusta y la necesitamos, o voto en blanco o pasar de sus urnas, porque en realidad hemos de hacerles ver lo siguiente: